Friday, September 30, 2005

Aire

Es un día tranquilo, hay nubes, una pequeña llovizna, y yo, el poeta, estoy sentado frente a una mesa, pensando y sintiendo bocanadas de aire que pasa por mi pecho...

Me siento en paz y es hermoso estar así, es simple, como ver a la gente que abrigadas o cubiertas por un sobretodo deambulan por la acera; me gusta aquel panorama, es hermoso, hay magia, encanto, entre cada bocanada de aire que pasa por mi pecho...

Ayer escuché a Dios y me dijo tantas cosas que no puedo recordarlas todas, pero algo me quedó pues habló del poeta, diciendo que el poema más hermoso es la alegría, aquella que yace entre cada bocanada de aire que pasa por mi pecho...

He sabido que hay personas que han muerto. Unos en forma penosa; otros, de una manera bella y natural, pero en aquellos momentos siento que mi partida no está lejana, que las calles que camino empiezan a gastarse, arrugarse, así como un trozo de papel, y aunque debiera de asustarme, no es así. ¿Me alegra? ¿Cómo es?... En verdad, es algo misterioso, como conocer algo que no tiene nombre ni palabras para expresarse, por ello, me debo de alegrar pues entiendo que no hay nada que pueda remediar, es así, mientras tanto, admiro el paisaje que pasa por mi vida, entre cada bocanada de aire que pasa por mi pecho...

En el mundo en que vio hay muchos que han alcanzado la gloria, el poder, el dinero... Y hay otros que tan solo han alcanzado la miseria, el dolor y la ignorancia... Y entre todos ellos están aquellos que han conocido el camino hacia sí mismos, y en aquel encuentro han bebido del las aguas que calman todas las sedes, entre cada bocanada de aire que pasa por mi pecho...


San isidro, septiembre del 2005

Separado

Tenía ganas de escribir pero no sabía que cosa decir... Podría hablar de mi vida, del pasado, del anhelo congelado pero eso no tiene sentido pues no es algo vivo, caliente como este instante en que el cáncer de la mediocridad arruina toda inspiración. Por ello decidí callar y dejar que el otro escribiese, aquel que me hace a un lado y escribe de cosas que ignoro pero que siempre sentí como propias... No trato de ser como Borges, eso sería demasiada vanidad, tan solo deseaba escribir pero las letras pesaban demasiado...

"Mi vida (le escucho y escribo) empezó cuando fumaba marihuana junto a un par de amigos, les contaba que la muerte es el camino mas certero, que la noche el lugar donde esconder sus mas humildes deseos y en un instante de furor empecé a cantar la vieja melodía entre la luna y la existencia... Les dije que para mi no existen fronteras, que soy como el aire que viaja sin visa ni dinero, que soy como la eternidad del instante pues muero y empiezo a nacer... Si, todo eso les dije hasta dejarlos dormidos, muertos, arrastrados por los brazos del sueño, aquel cargador de energía... Me paré sobre mis pies y sin darme la vuelta empecé a viajar por la noche hacia mi Luna. La miraba cara a cara mientras su luz irradiaba toda mi belleza escondida y cuando fuimos un solo brillo nació una nueva vida en donde el poeta abría los ojos y el sentimiento usaba sus manos, pintando sus instantes de eso llamado belleza... Sí, eso pasó hasta el día y la noche de hoy en que vivo enterrado bajo toneladas del barro llamado pasado, pero vivo, siempre vivo pues el aire es mi verdadera naturaleza..."

La luz del nuevo día empezaba a gemir con sus golondrinas que movían el pico y sus alas, con los perros que doblaban el espinazo, mientras el poeta cogía su pluma y viajaba al lugar en donde yo no podía entrar pero sí sentir...



San isidro, septiembre del 2005

Wednesday, September 28, 2005

Reclamo al final de una Vida

Yo, ya no soy yo

quien me vea por la calle

o quizá en la puerta de mi hogar

verá un cuerpo adherido a sentimientos,

jugando la inercia de la grupa

que a todos lleva al lugar tradicional

llamado dormir sin soñar

ni poder despertar…


Unos días antes,

bajo una manta sentí

las gélidas palmas de

la dama del imperio final…


Asustado me puse

y en silencio empecé a implorar,

no el Padre Nuestro

ni la Virgen Maria

sino

a la misma vida que tanto me ama

que recuerda el beso ensoñado…


No me lleves, le dije

Aun tengo unos pasos que dar

y los días aun no brillan para mí

como es la promesa del buen dios

que nos creo a su imagen…


Tras un breve y apagado silencio

sus uñas cesaron de gastar

mi traje de carne

y el velo de mis íntimos sueños…


Volví los ojos para verla

pero solo su sombra,

que se expandía con la noche,

me advertía que pronto

tendría yo que salir

con su guadaña de mi vida,

andando por las noche sin sombras…


Cerré los ojos un momento,

mientras el día arrastraba

su manto que

libaba todas las vidas…


Le narré mi canto secreto

Y él me dijo que así como él

todo tiene su inicio

y un final sorpresivo…

Salí de mi casa

y con una sonrisa

continué respirando…


San isidro, septiembre del 2005

Sunday, September 25, 2005

La carta en blanco

He recibido una carta de mi madre, en ella no decía nada, todo estaba en blanco pero allí estaba su firma, clara, pura, así como sus ojos… Me preguntaba lo que deseaba expresarme, pero no pude comprenderla, y por ello decidí visitarla.

Hace muchos años que ella no vive conmigo. Mamá, hace años que está muerta pero yo siempre la recuerdo, y diariamente por las noches me gusta rezarle y escribirle. Le pregunto siempre cómo es más allá de la vida, si hay uno o mas dioses, si hay almas y ángeles, si hay paz y felicidad, todo eso y muchas cosas más le escribo, y ahora que ya soy un anciano, que está muy cerca de la muerte, esperando por tanto tiempo su respuesta, por fin he recibido una carta firmada por ella pero en blanco...

En verdad, creo entender un poco su mensaje y por ello decidí, como dije, irla a visitar al cementerio. Le estoy llevando un poema, y en él le expreso que la quiero, que muy pronto nos encontraremos en aquel lugar en donde no hay palabras para expresar, ni existe idioma para traducir y escribir...

He llegado a su tumba, le he dejado mi poema y una rosas, le he rezado, y luego, más tranquilo, he decidido irme hacia mi casa. Mientras caminaba me he sentido muy agotado. He buscado una banca para sentarme pero no he visto ni una sola, por ello me he sentado en la acerca de la calle pues mis pies ya no tienen fuerzas...

De pronto, veo a un perro acercándose hacia mí con cierta timidez. Cuando está casi a mi lado ha extendido su hocico y empieza a olfatearme, sus ojos redondos se le han iluminado, ha dado unos pasos hacia atrás y noto que su pelaje se le ha erizado... El perro ha comenzado a aullar pero yo no puedo escucharle pues todo lo que veo frente a mí empieza aclararse más y más hasta volverse de color blanco, blanco, blanco, totalmente blanco así como la carta de mi madre. Es hermoso, y me ha dado ganas de escribir pero entiendo que no tengo nada que decir, tan solo me queda apreciar aquel blanco y puro lugar, esperando que mi madre me haga comprender, pues todo es como dice el color de su carta...




San isidro, septiembre del 2005

Saturday, September 24, 2005

Desconocido

Acabo de llegar a mi casa y no he encontrado a nadie. Están los muebles, cocina, mi cama, escritorio, pero los cuartos de mis padres y hermanos están vacíos...

Me he puesto a buscar por todos lados una carta que me indique la razón de su ausencia, de esta locura que no me deja de angustiar, pero nada. Ya han pasado varios minutos que estoy tirado en el suelo de sus cuartos. Miro las paredes y están llenas de moho, manchas de sombras, telarañas espesas así como el cabello de un moreno, y me he puesto a pensar y pensar, y en esos pensamientos he pescado una idea brillante, así que la he cogido con mi alma y he decidido llamar a toda la gente, parientes, vecinos que he conocido a lo largo de mi vida...

Cojo el teléfono y empiezo a marcar pero a mitad del discado me detengo porque me doy cuenta que no recuerdo a la persona a quien deseo llamar ni mucho menos el número telefónico. ¿Estaré loco?, pensé con frío temor. Dejé el teléfono, me erguí sacudiéndome de toda duda gris y me dije que puede que sí. Y si es así, entonces, ¿dónde está la libertad desprejuiciada?, ¿las voces que aterrizan de lejanas dimensiones?, ¿y, los monstruos que desde siempre temí... dónde están, y por qué no me persiguen?....

Veo que no hay nada, que estoy en blanco, tan solo recuerdo tener una familia con padres y hermanos, pero... ¿será que lo habré imaginado, o soñado?

¡Diablos!, ¡Ya sé la solución!

Si es cierto está extraña aventura en que vivo solo en una casa de cinco ambientes con un cuarto con una cama y un escritorio, una cocina, muebles pequeños pero limpios y dos piezas vacías, entonces habrá que salir al mundo de afuera, ver la calle en que vivo, y mirar a la gente, y esperar que me miren a la cara y me hablen como suelen hablar las personas conocidas. Si eso ocurre les preguntaré si recuerdan a mis padres y hermanos, y, también mi nombre y apellido pues parece que también lo he olvidado...

Es hermoso abrir la puerta de esta casa, salir, caminar por las calles sin recordar nada de este o de otro pasado. Veo gente que me cruza lado a lado. Me miran, sonríen pero siguen sus singulares destinos… Es bueno cruzarse con gente que sonríe con uno…

Veo una tienda pequeña, y por suerte tengo un poco de dinero para saciar mi hambre. Entro y veo que todo está en orden e iluminado, hay lindas mesitas, un gran exhibidor llena de deliciosos pasteles, y todo tan limpio que enciende mi existir. Tras el exhibidor observo a una agradable señora que me habla, y me habla en un lenguaje que no puedo comprender ni entender… ¿Qué me ocurrirá? ¿Estaré en otro país, y he dormido, y he despertado, olvidando que estoy en otro lugar?... ¡Oh!, por suerte aparece una linda y pequeña jovencita de ojos negros y cabellos mas negros aún que me habla, y por suerte la puedo entender. La linda chiquilla me pide disculpas y me pregunta qué es lo que deseo. Le digo lo que quiero, le pago con unas monedas y ella me entrega el delicioso pastel con un vaso de agua mineral. Miro el pastelillo y lo devoro en un solo instante junto con el agua mineral. Luego salgo de aquella luminosa tienda y empiezo a caminar y caminar, sin rumbo ni meta ni destino, así como las hojas empujadas por la fuerza del viento. Es hermoso dejarse llevar. Y sin saber cómo, he llegado a un inmenso parque lleno de árboles, plantas, bancas de madera iluminadas por un día precioso de Sol, quizás estemos en la primavera, no sé… pero es indudable que es un día maravilloso…

He decidido descansar, dormir sobre una de las simpáticas bancas que están libres y solitarias así como yo, no veo a nadie que pueda observarme, y tampoco creo que provoque un problema al echarme sobre una de las bancas. Me echo en una de ellas, cierro los ojos, y me he quedado dormido, es lindo dormir para luego volver a despertar…

Abro los ojos e increíblemente estoy en un oscuro bosque, es ya muy tarde y la noche está sobre mi existencia. Observo a los vagos que caminan con los rostros sin cara. Es espantoso. Salto de la banca y decido irme a mi casa, deseo refugiarme en un lugar cálido pues tiemblo de frío y temo a la oscuridad…

Camino y camino, y noto que estoy perdido pues no recuerdo si tengo casa, si tengo algo; en verdad, no recuerdo nada de nada… Estoy aquí, en el centro de la calle, caminando y caminando sin rumbo ni meta ni destino, tan solo camino hasta llegar al borde de un gracioso río, plateado por la luna que brilla y que parece observarme como si fuera el ojo de un buen dios. Es un río muy lindo, me encanta escucharle; quizás él pueda contarme de dónde he venido; o quizás la luna que brilla en lo alto abra sus parpados y señale el camino perdido… eso espero tan solo de ellos, pues la gente que camina sin rostro la siento ajena, extraña, fría, así como la oscuridad de la noche… No son como el río que no deja de murmurarme y fluir sin parar, o como la luna que brilla, o el buen día que tímidamente empieza abrirse como los pétalos de una flor…




San isidro, septiembre del 2005

Wednesday, September 21, 2005

Despertando al Soñar

Estoy agotado, con hambre, sed y lleno de profundas heridas... por eso te ruego que me escuches, o leas un instante...

Hace mucho que escribo y no sé cómo parar, dicen por allí que es un regalo de los dioses, otros que es una descarga de amor y del alma, pero, perdona mi objeción, escribo porque no sé cómo parar, es como un tren que cae y cae, desbocado de sus rieles, y cae, pero sabe que solo parará cuando el tiempo se detenga una eternidad, y los vientos huyan del cajón ceniciento... Así dicen muchos que saben cómo sentir el último instante.

Mis padres han dejado una carta, y en ella me dicen lo que es real, y no un sueño. Lo leo y me asusta, tanto que no puedo dormir sin soñar. En ella me cuenta que no tengo padre ni madre ni hermanos ni amigos ni enemigos, no tengo nada, soy un ser que llegó como un meteoro, reluciente, lleno de luz, pero que ahora estoy apagándome, así como este instante en que estoy agotado, con los párpados así como nubes densas y oscuras como el barro.

Hoy dejé una mano en la casa de un camarada, mis ojos a una señora que no sabía lo que hacía, mi alma a un perro que no tenía dueño ni hogar, luego, sin nada de nada, salí como esos vapores y sentí expandirme en toda la humedad del universo… Y allí, como un absoluto, empecé a soñar, y soñé que existía, que mis piernas eran razonables, y mi voz era atormentada, tranquila, alegre así como el clima del tiempo… Y vi que todo era bueno, mientras lo malo me seguía como una sombra ante el sol del desierto.

Salí de mi sueño y empecé a vivir aquello que llaman real, verdad, instante, no sé, pero a todo le ponen un nombre, y así me encarné luego del sueño y sentí los dolores, cansancio, amor así como todos los bichos que marchan hacia el final de todos los sueños, y supe que todo era un viaje, un movimiento sin rozamiento, una melodía escondida tras todas las melodías… Luego, callé y volví a respirar una y otra vez, una y otra vez, y mientras sentía aquella santidad me puse en dos pies y empecé a escribir y cantar…




San isidro, septiembre del 2005

Quisiera yo, tú...

Te quiero escuchar, te juro que deseo escucharte, pero tu hablas, escribes, y tan solo recitas de ti, con letras sin color, transparentes, pero, repito, te quiero escuchar y eternamente no…

Cuéntame de ti, de tu necesidad verdadera, de tu primer grito perdido que aun resuena en el fondo de tu abismo… Dime si ya sabes quién eres, y dime cuál calzada escogiste, y, sobre todo, si es la única que te lleva al cálido hogar…

Ya sé que digo tonteras, y que usualmente las digo. Ya sé que mi sed es la misma de siempre, que las hormigas que pululan dentro nuestro aún continúan sin reina ni rey, pero dime algo y no calles, dime con tus ojos que el sol se está apagando, y con tu inspiración que las flores ahorran perfume, si, dime con tu alma si hay espacio y agua en el cielo para una sombra abrasada que busca sosiego…

¿Callas?

¿Por qué?

¿Es que eres uno de los nuestros, uno más? ¿Eres de aquellos que viven tibios y a medias, de aquellos que embuten de combustible la carne y viajan y viajan de aquí para allá sin saber que estamos en una corona?

¡Basta ya! Y, perdona te lo pido…

¿Quién soy yo para hablar y escupirte de esa manera?... ¿Es que no sé que soy como tu, que respiro el mismo aire por las narices, que entran organismos vivos o muertos por nuestras bocas, y que escuchamos el silencio y el bullicio de adentro y de afuera…?

En verdad, yo soy un ripio amasada de nada, y aunque es poca cosa, es suficiente como para escribir y desear que encuentres reposo… Un lugar donde percibas aromas enteros, donde te cubras de corrientes que calmen todas las sedes, donde las aves canten y vuelen lado a lado con nuestras pálidas almas, donde los matices del cielo estallen de dicha y lluevan colores del paraíso… Y, sobre todo, que halla un faro de luz en donde podamos viajar hacia el mundo del papel y del lápiz, al mundo en donde podamos leer y sentir que no hay nada mas que agregar, que sentir un pedazo del santo aliento repartido en infinitos alientos, en infinitos puntos animados…


San isidro, septiembre del 2005

Monday, September 19, 2005

Cuadros imaginarios

Mi nombre no importa, mi edad tampoco, quizás tú si te importes. Recuerdo cada vez en que de puro cansancio cerraba los ojos y poco antes de entrar a perder toda conexión con lo real llegaban hacia mí una serie de imágenes como fotos en movimiento, pedazos de película...

Uno

“Veo a muchos niños que no saben hablar, que están desnudos en una isla llena de árboles de coco. Son muchos niños y niñas que con una especie de báculo se cuidan ante fuerzas superiores a ellos... Me les acerco y todos me rodean y me abrazan. Siento tanto afecto, tanto calor humano que desearía estar así el resto de mi vida, pegado a una masita de enanos, con esos ojos brillantes, esos cuerpos que aún no terminan de crecer, como esos tallos que brotan verdes de la tierra y que en su silencio perfecto me dicen todo, y eso es lo único que anhelo saber...

Y cuando abro los ojos me encuentro sentado en mi silla, con una pluma azul, un cuaderno de páginas cuadriculadas y a toda la gente que pasa encima de mí mientras continúo tratando de escuchar a la gente, leerles sus labios pues sólo así puedo escucharles, sólo así puedo creer que soy como ellos que escuchan los cantos variados, los entre silencios, aquellos aires fuertes que pasan por sus pieles, pero sólo puedo leerles sus labios...”

Dos

“Veo a toda mi familia que están reunidos al borde de una mesa, y en ella, en la parte mas angulosa está mi padre, y en la otra está mi madre, y todos los hijos estamos sentados a su lado, en silencio, pues a mis padres no les gusta escucharnos, ellos sólo desean escucharse a sí mismos a través de nuestras existencias... como si fueran monjes, con votos de total sumisión, entrega, y una gran obligación a ser una pieza del gran reloj que rige la vida de todos los seres humanos...”

Tres

“Estoy sentado en un parque con un perro, trato de decirle algo pero de mi boca salen aullidos de perro... Y mi perro al escucharme me habla, y me habla así como yo cuando juego con él, y veo que se sube a la silla, me lame la mano, la cara, todo el cuerpo y me habla, me dice que soy lindo, que pronto me llevará a pasear por el parque pues ahora tiene que trabajar... Yo intento hablar pero sólo me salen angustiosos aullidos...”

Cuatro

“Todo el mundo está en total oscuridad, no hay electricidad en el mundo entero, y me agrada mucho, puedo escuchar mis propios pensamientos, veo las sombras y siento que algo me dicen al producirse por la fogata encendida, me dicen que es malo ver, oír, hablar demasiado... Es mejor esperar el día que se acerca con sus rayos, tocando toda la oscuridad en que vivo y haciendo que todo encuentre claridad, su propio mensaje, su poema de amor...”

Cinco

“He leído a tantos artistas, y en cada uno de ellos noto que la soledad es su más leal compañero, que la tristeza es el lenguaje de su musa escondida... Si, he leído a tantos y en cada uno de ellos encuentro un pedazo de mí, escondido entre las miles de letras sobre el papel en blanco, así como mi identidad que yace tatuada en alguna parte de mi íntima oscuridad...”

Seis

“Cada día voy a trabajar, y diariamente veo a mis compañeros. Les temo, pero en el fondo les quiero, por ello les temo, puede que rompan mi corazón y ya no quede en la vida nada que pueda unir ese corazón con el resto de sus miembros...”

Siete

“Me gusta cuando veo una playa enfurecida, con esas olas gigantescas que no tiene piedad al coger a todos mis seres queridos, y me gusta pues nunca me llega a tocar, es que yo hace mucho que he dejado de creer en un solo sueño y en una sola realidad...”

Ocho

“Cuando veo a personajes importantes me causa gracia pues siempre los imaginé gigantescos, y ahora que están frente a mis ojos los veo del tamaño de un sueño escondido, soterrado en la intimidad de mi mundo misterioso…”



San isidro, septiembre del 2005

Sunday, September 18, 2005

Los libros

Hoy trabajé hasta eso del medio día, podía haber hecho más horas pero tenía algo en la cabeza que absorbía mi atención. Se trataba de la feria de libros que empezaría justo a medio día del día de hoy... Apenas mi reloj marcó las doce, cerré el local en donde trabajo, tomé un taxi y me dirigí a la feria del libro.

Mientras viajaba en el taxi recordaba la última de las ferias en que estuve, si, fue muy lindo. Pude conocer a varios autores de diferentes países, como: Alan Pauls, Maestreta, Fuguet, Thais, Hinostroza, Gardinelly y otros más. También recordaba la montaña de libros que me había comprado con casi todo mi sueldo de dos meses y que aún no había terminado de leer... en verdad eso de comprar libros es una especie de vicio secreto pues tengo muchos que tan solo he leído la parte posterior, la biografía del autor, unas cuantas páginas y nada mas, es en verdad muy extraño. Muchas veces me pregunto si podré leerlos a lo largo de mi vida pues aparte de amar la literatura, amo el buen cine y los DVDs clásicos que encuentro en el mercado negro de mi vieja ciudad, también amo el deporte y me gusta mi trabajo que me ocupa casi de ocho a nueve horas al día. Y lo mas extraño es que también escribo, y no poco sino mucho, lo digo por mi hermano que me pregunta cómo le hago para leer, escribir, trabajar, ver buenas películas y, gozar de una linda mujer... La verdad es que no lo sé, tan solo me engancho a todo lo que se me presenta y le doy mi prioridad. En este caso, tengo primero que trabajar para comer, vestirme, comprarme buenos libros, y los DVDs clásicos.

En verdad iba a esta feria no tan solo por los libros, que ya tenía muchos por leer, sino porque me distraería ver uno que otro libro nuevo que quizás no lo valla a comprar jamás, pero si leer una que otra página, y también, porque había una bella chica que trabajaba en una importante editorial, y que, ella sabía, yo iría a comprar un viejo pedido de la última feria en donde la conocí, que era la obra de Houllebeq, "Partículas elementales", y otra de JG Ballard, "La sequía"...

Llegué a la feria en medio de muchos pensamientos cruzados, y, antes de entrar pensé en que quizás me estaba volviendo un poco loco. Bajé del auto y vi en los bordes de la feria a un tipo bastante miserable que con una bolsa de golosinas se acercaba a cada uno de las personas que entraba a la feria para ofrecerles sus productos. Cuando estuve frente a él, le acepté una golosina y cuando vi que tenía una sortija en la mano, bastante singular pues era de plata y tenía como una calavera pero con barba y cabello largo, así como los piratas. Me gustó y le pedí si podía vendérmela, se rió y me dijo que no podía venderla pues era de un amigo que había muerto no hace mucho. Me intrigó su historia y le pedí si podía contármela. Rió mas, seguro que pensaba que estaba loco. Estoy loco, le dije, y él hizo algo que me sorprendió, se quitó la sortija y me la regaló... Le quise ofrecer un billete pero no aceptó, tan solo me dijo que lo escuchara. Lo escuché, y después de media hora supe que este hombre tenía tanto que contar que casi le digo porque no se dedica a escritor, pero no le dije nada y me despedí de él...

Entré en la feria y como siempre gasté casi el sueldo de mis dos meses de trabajo en libros. Encontré a la chica y le pedí si podía conseguirme otras obras más. De qué autor y qué obra, preguntó. Callé, no sé por qué callé... Recordé al hombrecillo que vendía golosinas, el anillo que tenía en mi dedo, los libros, mi trabajo, y callé, callé... Me di media vuelta y empecé a caminar hacia la salida de la feria sin darme cuenta que la chica me seguía con un lápiz y papel para anotar los libros que deseaba... Le dije que yo la llamaría y le daría mi pedido. Me dejó y yo salí a la calle con una bolsa repleta de libros sin saber si algún día los leería.

Mientras tomaba el auto que me llevaría a mi casa vi nuevamente al hombrecillo de las golosinas y noté que en su dedo tenía otro anillo igual al que me había regalado... Miré el anillo en mi dedo y me pareció que la figura se mofaba de mí; los quince libros que compré y los escuché susurrando acerca de mi desenfrenada y vacía obsesión… y entendí que tras la simpleza o lo complejo se halla lo inesperado y sorprendente, las eternas dualidad que nos depara la vida cuando perdemos el camino que nos lleva hacia la autenticidad...



San isidro, septiembre del 2005

Friday, September 16, 2005

CAMILA

Frente a mí estaba una muñeca de ojos redondos, cabello negro, y piel rosada como el salmón. Luego vi a otras muñecas, me gustaron pero no tanto, así que decidí por comprar las tres muñecas que eran casi idénticas a la primera que vi. Cogí una bolsa grande y fui hacia la caja de ventas. Pagué, me dieron un recibo, y antes de irme del centro comercial le dije a la vendedora, que era muy linda y hermosa, el lugar en donde podrían envolverme las tres muñecas en papel de regalo. Muy gentil la bella señorita de ojos y cabellos negros, me indicó el lugar.

Y así fue como compré las tres bonitas muñecas tamaño casi normal de niñas de tres años. Tomé un auto y le indiqué la dirección en donde estaban mis tres pequeñas sobrinas de tres años para quienes eran dichas muñecas. Yo, soy tío de tres lindas sobrinas que, increíblemente, cumplen años el mismo día, tienen el mismo nombre, y las quiero por igual. Y justamente aquel día era el día de sus cumpleaños, y hacia allí iba yo con el auto... Mientras viajaba comencé a pensar el por qué yo no tenía hijos, ni siquiera esposa ni pareja. Pensé que quizás no todos tenemos la misma suerte, o que unos han nacido con un destino solitario, como es mi caso, o que no le gustan las mujeres, en fin, en esos pensamientos estaba cuando el auto en que viajaba sufrió un terrible accidente, tan terrible fue que el auto quedó echo una lata de sardinas, el chofer quedó sin cabeza y con el cuerpo trozado, y yo, bueno yo, quedé completo pero parapléjico por el resto de mi vida. Sin embargo, en aquel momento mientras sentía que el auto daba vueltas y vueltas como un trompo, lo único que pensaba era en las tres muñecas que había comprado para mis tres sobrinas.

Y aquí estoy, y ya hace muchos años, siempre recordando el día en que visitaba a las pequeñas Camila's, echado en una cama, atendido por una enfermera que me baña y ejercita mis miembros, me cuenta las últimas noticias y el tipo de clima que estamos pasando, etc. También, pero no siempre, vienen mis tres sobrinas Camilas que ahora ya tiene mas de veinte años, pero ahora, y luego de tantas desgracias, las veo tan lejos, tan lejanas al sentimiento que tenía cuando iba hacia la casa de una de ellas para regalarles sus muñecas que tanto me pidieron, tan lejos me sentía que muchas veces me dieron ganas de morir, en verdad, de morir, por ello es que a través de la enfermera le rogué a una de mis tres hermanas que deseaba que me trajeran las tres muñecas que había comprado hacía mas de veinte años. Ellas, muy contrariadas pero comprensivas, aceptaron. Y eso, las lindas muñecas, fue algo que cambió el resto de mi vida pues cada vez que las veo me hace recordar en las miles de posibilidades que hubiese tenido si hubiese escogido otro tipo de muñecas, por ejemplo, aquella que tenía los ojos azules y el cabello rubio, o la negrita de trenzas, o aquella que era toda de tela de colores tipo peluche gigante y que tenía los ojos mas bellos y grandes que nunca antes había conocido, en verdad, esa experiencia de imaginar me hace viajar y viajar… y me remonto a otro lugar, como si yo fuera el director de una verdadera obra de teatro, y creo escenarios, espacios, climas, tiendas de juguetes, autos modernos y seguros, y también imagino personajes, como la señorita de la caja de aquella antigua tienda comercial. En mi viaje creativo la veo sonriendo de oreja a oreja, de tal forma que yo, como actor principal, no puedo resistir y sonrío con ella, y ambos, conocemos el amor a primera vista, aquel que te hace sentirte tan feliz… y conversamos ante la protesta de toda la gente que hace su cola para pagar, pero los dos no hacemos mucho caso, y quedamos en que yo la esperaré a la salida, que tengo una linda sorpresa para ella, y allí, mientras la espero y espero, junto con mis tres muñecas bien envueltas con papel de regalo, la invito a ir conmigo a la casa de una de mis hermanas para celebrar el cumpleaños de mis tres sobrinas llamadas Camila’s. Y es allí cuando observo que la linda señorita de ojos y cabellos negros se queda boquiabierta, y toda sonrojada me dice que ella también se llama Camila, y su muda y exquisita mirada, y su clara y abierta sonrisa me abre el corazón, el ensueño, y me veo subiendo a un auto bien cuidado, pequeño quizás pero seguro, y viajamos rumbo a la casa de mis tres sobrinas, y noto que este auto es conducido por un chofer bastante gentil que con una sola mirada descubre que yo y Camila estamos perdidamente enamorados...

Y yo, mientras miro a las tres muñecas, siempre viajo, y viajo mucho, y en ese viaje, en esa creación de ensueños tengo una esposa, una hija y ambas se llaman Camila’s, pues es en verdad, un precioso nombre, así como el nombre de mis tres lindas muñecas, y de mis tres lindas sobrinas...


San isidro, septiembre del 2005

Thursday, September 15, 2005

El hombre de piedra

Caminaba por la calle sin casi nadie se de cuenta de mi gran alegría, sin embargo, sabía que aquella joya que guardaba en mi bolsa y que costaba mucho dinero, me hacía sentir como estar en dentro de un vaso con aceite y agua. Entré con mucha cautela a mi departamento y nuevamente me puse a mirar la joya que había recibido de aquel hombre que encontré en la puerta de mi trabajo cuando yo acababa de salir. Toma esto, me dijo, es tuyo, solo tuyo, y, diciendo esto, subió a un lujoso auto que parecía haberle estado esperando y se fue. Todo fue tan rápido que no pude responderle al señor... pero cuando abrí la bolsa encontré aquel pedazo de oro y plata, no sé, era tan brillante que tuve que buscar un rincón para verlo nuevamente.

Yo conocía muy bien de metales preciosos pues mis padres que fueron judíos me enseñaron todo al respecto pues durante años trabajaron en una joyería hasta que fueron asesinados por unos delincuentes, dejándome solo en el mundo cuando tan solo contaba con quince años, pero nunca me olvidé de apreciar una joya, en especial el oro. Desde la muerte de mis padres viví con un tío, y este haragán terminó de matar todas las pertenencias de mis padres, dejándome, además de solo, en la miseria. Luego que mi tío me abandonó, tuve que irme a trabajar en el mercado como tendero. Dejé de estudiar pues no tenía tiempo ni dinero para comer, vestirme ni pagar un cuarto. Estaba solo en el mundo y tan solo el recuerdo de mi vida anterior me llenaba de alegría...

Y es allí en que, mientras trabajaba en una tienda en donde vendía antigüedades me encontré con este regalo caído del cielo y que ahora tenía en mi cuarto y frente a mis ojos. Lo primero que tenía que hacer era buscar un comprador, pero como no tenía factura tendría que venderlo en el mercado negro. Lo miré y no sé por qué apagué las luces, quizás porque podría verme alguien a través de mi ventana, no lo sé, pero cuando estuve con las ventanas apagadas pude apreciar que esta piedra dorada y plateada brillaba de una manera muy especial... Me acerqué a la piedra y pude apreciar como una especie de calor mientras la tenía en las manos pues brillaba cada vez más. Me asusté mucho, pues había leído muchos libros de HG Wells, y justo acerca de una bola de vidrio en donde el dueño de esta bola pudo distinguir en esa bola una entrada hacia otro mundo, un lugar fantástico... Pero esto no era una bola de vidrio, sino una piedra, y fue entonces en que recién me pregunté el por qué aquel extraño señor había decidido entregarme aquella joya sin haberme visto jamás. Por supuesto, me di cuenta que había caído en una especie de trampa o desgracia, no lo sabía pero mientras miraba la piedra que aumentaba su brillo, y cambiaba de color, es decir del oro, al plateado, como si fuera una de esas luces que están en las discotecas. Cogí una manta y la puse encima, temía que alguien se hubiera dado cuenta de la piedra que tenía en mi poder... Luego, me fui directo a dormir, estaba tan cansado que apenas me tumbé en mi cama quedé como un muerto.

A la mañana siguiente, apenas desperté fui a ver la piedra de oro y plata. Allí estaba, cubierta con una casaca que usaba siempre. Saqué la casaca y allí estaba, pero, extrañamente, parecía haber aumentado de tamaño y de forma... Ahora era como un grueso gusano de un color como el cobre. La cogí en la mano y sentí que aún estaba cálida, pero no tanto como el día anterior, pero, comencé a pensar que si esto no era oro ni plata de nada me serviría si fuera un trozo de cobre, así que decidí botarla en un tacho de basura. Así que salí de mi casa con la extraña piedra en mi mano y fui caminando hasta llegar a un río, la miré por última vez y me pareció como si tuviera un par de ojos oscuros y me rogase que no hiciera eso, pues sería inútil, pero igual la eché...

Mas tranquilo fui a mi trabajo en el puesto de antigüedades y trabajé duro y parejo hasta la hora de mi salida. Antes de salir me fijé bien si había alguien que estuviera esperándome en la calle. No había nadie, ý salí rumbo a mi casa. Cuan grande fue mi sorpresa cuando en medio de mi cuarto vi a la misma piedra que parecía estar esperándome, pero ahora tenía el color de una gema de color verde, era hermosa, pero, su forma había cambiado y crecido, era como un perro dormido, con sigilo la cogí y sentí que pesaba igual a la piedra de oro que tuve desde el principio. No tuve mucho que pensar para darme cuenta que nunca podría deshacerme de ella, por lo que tuve que entender en darle una utilidad. Durante toda la noche estuve pesando en qué hacer, y qué no hacer, y lo único que se me ocurrió fue hacer los mismo que hizo el extraño señor cuando me la entregó, pero, él me la dio cuando era tan solo un trocito de piedra, y ahora había crecido, por lo tanto, sería imposible entregársela a alguien tan iluso como yo.

Me dormí y tuve muchas pesadillas, en una de ella soñé que la piedra se había transformado en mí mismo, y que yo era el trozo de oro y plata. Asustado, desperté a media noche y me puse a observarla... Su brillo oscilaba tenuemente con la oscuridad, y notaba que despedía un líquido dorado que como una serpiente iba reptando hasta cruzar la ventana de mi cuarto. Luego, aquel mismo líquido dorado y plateado volvía trayendo extrañas piedrecillas que parecían alimentarla, como si la piedra fuera un ser vivo... Y allí me di cuenta que aquella piedra era un extraño ser de otro espacio. Prendí las luces y me puse a contemplarla, ahora había crecido hasta volverse del tamaño de un niño, y vi que aquel líquido dorado parecía ser un cincel que esculpía aquella piedra que había sido su alimento y que la había hecho crecer...

- Así que de eso te alimentas, le dije.

De pronto, la piedra que ahora parecía ser una inmensa perla con la forma de un niño se movió y me dijo que él era una piedra que había caído de otro lugar hacía mucho tiempo, y que gracias a diferentes personajes, había existido desde hace milenios, y que le gustaría mucho experimentar el cómo es una persona, así como yo. Le pregunté si me haría daño, me dijo que no. Le dije el por qué aquel extraño señor me lo había entregado; y la piedra me dijo que muchos años había servido a la gente de poder, y que les dio mucho dinero, poder, y que se había dado cuenta que aquella gente usaba muy mal todos sus poderes, así que una mañana se puso en movimiento y le dijo a uno de los hombres mas ricos del mundo que debía dejarlo libre o sino usaría todo su poder para destruirle, y fue así como cayó en mis manos...

Durante muchos días fui testigo de cómo aquel ser de piedra se transformaba en un cuerpo humano y cuando estuvo casi terminado me di cuenta que había adoptado mi forma, todo mi cuerpo, en verdad, éramos como dos gotas de agua con la diferencia de que yo era yo, y él era piedra, blanda quizás, pero dentro de sí era una piedra. Aun recuerdo cuando salimos por la primera vez, todos creyeron nuestra hermandad, pero él era muy inocente y callado que gustaba observar todo aquello que le llamaba la atención. Una de las cosas que observé en él, era que gustaba observar el Sol durante el día, y la Luna por la noche. Una noche le pregunté por cuánto tiempo se quedaría en este mundo, o a mi lado, y él me respondió que para siempre… Es que te gusta estar a mi lado, le pregunté. Si, me dijo, me agrada estar a tu lado, pues tu eres igual a mucha gente que he visto pero eres el único de tu especie, y, aunque yo soy tu copia, jamás seré lo mismo que tu. Te gustaría ser lo mismo que yo, le pregunté. Si, respondió. No sé por qué le vi los ojos y vi que ellos eran como si tuviera dos lunas, y su rostro emanaba como una aureola dorada, como si tuviera el sol tras su espalda. Me le acerqué y le di un abrazo con tanta ternura que casi sentí que el hombre de piedra empezaba a temblar de emoción… De pronto, sentí que sus brazos, que eran poderosos, me abrazaban con tanta fuerza que me dejó sin respiración, y luego, caí desmayado…

Cuando abrí los ojos vi que todo mi cuerpo era un amasijo de sangre que me brotaba por mi boca, y muchas partes de mi cuerpo. Cierto, me estaba muriendo. Ya casi agonizando alcé la vista y le vi. Sí, allí estaba el hombre de piedra que me miraba con una dorada sonrisa mientras veía que unas lágrimas doradas brotaban de sus ojos y reptaban por las sangrantes sábanas en que estaba hasta llegar a penetrar en mi interior. Sentí que todo a mi alrededor se volvía dorado, era como estar al frente del sol, y luego, una paz me cubrió como una paloma blanca, quedando en la total oscuridad, y en ella pude ver la Luna, era preciosa. Y de pronto, escuché la voz del hombre de piedra diciéndome que si me gustaría quedarme brillando como una piedra encendida, le dije que sí, y como por arte de magia sentí que algo dentro de mi se encendía y salía como si fuera una estrella hacia manto oscuro del espacio sin fin, y ya, al lado de la luna, y unas cuantas de las tantas estrellas del cielo, sentí que todo era único, armonioso así como el hombre de piedra…



San isidro, septiembre del 2005

Wednesday, September 14, 2005

Piedras de colores

Si alguien me preguntara: ¿cómo es que llegué hasta aquí? Le manifestaría que todo podría ser, o un sueño muy extraño y singular, o una de aquellas visiones que suelen tener personas de una gran imaginación. En verdad sería muy confuso responder con certeza el cómo llegué a la sima de este inmenso edificio de mármol blanco. Es agradable estar aquí, sin tratar de entender el cómo ni desde cuándo. El hambre y el sueño parecen haberse tomado un buen descanso, pues ni dolor ni ansiedad percibo, tan solo paz, mucha paz… Es hermoso cuando miro hacia el cielo, su color es celeste, y es el celeste más intenso que jamás haya visto, sin una sola nube. Observo al Sol brillando a lo lejos, dándole aquellas pinceladas doradas a todo aquello que uno alcanza a distinguir o imaginar.

Muchas veces me he puesto a pensar que estaba en el umbral del cielo y a punto de ser recogido por un ángel o algún ser divino, no tenía mucha certeza en mis pensamiento, sin embargo, aquella espera se hacía muy dulce y agradable, pues me llenaba apreciando el azul del cielo y los bordes de este edificio, e imaginando que muy pronto conocería el paraiso. Además, respirar el aire más puro que jamás había inhalado, era algo maravilloso. Todo era fantástico hasta que me nació el deseo de mirar los bordes de aquel edificio de mármol. El lugar en que me hallaba, que era el centro, era como estar sobre un gran disco blanco, con sus bordes tan alejados que parecían perderse en el horizonte azul del cielo, era como un islote blanco, pero desde que me nació aquel deseo, quise conocer sus bordes, y eso hice, es decir, me trasladé hasta el extremo del blanco edificio, y cuando llegué me puse a observar lo que había abajo… Era increíble, había una masa infinita de personas de todo tipo, es decir, hombres, mujeres, niños, ancianos de casi todas las razas del mundo, como un jardín de caras, ojos, cabellos, que ataviaban el gran edificio de mármol en que estaba. Agudicé mi mirada y pude notar que todos trataban de escalarlo, pero este coso no tenía puertas ni ventanas de acceso, por lo cual, cualquier esfuerzo era totalmente inútil. De pronto, una de los miles de personas se percató de mi presencia, me apuntó con su mano y luego todos comenzaron a señalarme y a gritar cosas que no pude entender, era como si quisieran saber quién era yo, y cómo había llegado a la sima. Traté de decirles que yo tampoco sabía el cómo, cuando noté que uno de ellos cogía una piedra y me la tiraba con todas sus fuerzas hacia la sima en donde me encontraba, luego, todos los demás seres de abajo hicieron lo mismo, y allí estaba yo, viendo cómo llovía una infinita cantidad de piedrecillas que, increíblemente, eran de colores, unos eran verdes, rojos, amarillos, grises, mezclados también, sin embargo, en vez de molestarme y sentirme agredido fue todo lo contrario, pues veía cómo la sima de mármol blanco se llenaba de piedrecillas de colores, hasta parecerse a una especie de cielo de colores, un paraíso de vivos matices, pues todas las piedrecillas que caían sobre el mármol empezaban a cobrar vida y brillo propio. Les observé acercarse hacia mí rodando y cuando estaban por tocarme me di cuenta que yo no tenía pies, pues flotaba sobre el piso cubierto por un manto del color del cielo, entonces me di cuenta que yo era, o un fantasma, o un ser divino. Sonreí, y mirando hacia las piedras de colores que parecían ser duendes rodantes comencé a volar por el cielo azul, buscando encontrarme con el gran Sol, y volé, y volé hasta estar frente a frente a él. Me detuve, y le hice una simple pregunta: ¿Quién era yo…? El Sol me miró y como si fuera una mujer avergonzada bajó su mirada, y todo empezó a oscurecerse hasta quedarse de noche... Miré hacia un lado y pude observar a la Luna que parecía brillar tan solo para mí. Me le acerqué, y le pregunté lo mismo. Ella se quedó mirándome, mirándome fijamente como si tratara de consolarme, hasta transformarse en un bello espejo en donde, gracias a Dios, pude verme reflejado, y pude saber quién era yo… No lo podía creer, y sin saber cómo ni cuando, y con el gran secreto frente a mí, viajé hacia la vida de abajo...

Bajé hasta la tierra, hasta el lugar en donde estaban todos los hombres del mundo. Les dije quién era yo, y quiénes eran ellos, pero todos me miraron y continuaron su inútil esfuerzo por escalar el blanco edificio de mármol sin ventanas ni puertas de acceso. No pude entenderlos, y por más que traté de explicarles, todo fue inútil… Entonces, me di media vuelta y fui a perderme por los bosques de toda la tierra que estaba poblada de esas piedras de brillantes colores, de esos pequeños enanitos de forma redonda… Y cuando estuvimos frente a frente, les dije quién era yo, y ellos me contaron su secreto, diciéndome quiénes eran ellos. Estallamos de alegría, pues entendimos que todos éramos una misma cosa, una sola unidad, un sentimiento puro…



San isidro, septiembre del 2005

Monday, September 12, 2005

Palabras prohibidas

No sé quién seas tu pero aun así no importa, yo, soy éste, este instante en que lees estas letras, cierto, digo cosas sin sentido y sin razón, pero, qué hay de lógico y razonable en este mundo de constante movimiento y cambalache. Si te miras al espejo verás una imagen, la misma que crees ver, pero te diré que eso no es más que una cosa razonable, un instante en movimiento, algo que no puedes entender a plenitud, pero sí sentir en cada miembro de tu conciencia. Si miras el cielo, la noche estrellada, la tierra en que vives y pisas sabrás que no hay nada que tenga sentido cuando No hay un sentido para tus pasos en la vida… Tienes derecho de dejar de leer este estúpido escrito, lo entiendo, pero no tienes derecho a creer que hay lago que no es razonable ni muerto. La muerte no existe, sólo la vida existe y tu, yo, todo, no es mas que una constante mutación de la armonía de la vida, de aquella flor que se abre y no deja de abrirse mostrando sus infinitos pétalos, sus sutiles aromas y colores que van cambiando conforme la luz y la oscuridad empiezan a rotar en torno a tus sentidos y tu entorno razonable.

Estoy bien despierto, tanto como para contarte un cuento, un poema, una canción pero no sé si tenga importancia, pero es algo que me nace y que no deja de abrir sus ojos propios, menear sus extremidades y ver, ver, ver aquello que solo una criatura, un bebé puede expresar cuando da su primer llanto de dolor, de alegría, de vida… Eso es todo, un poema, un canto, un cuento que nunca existió pero tiene eso que acaricia de notable, y eso es que mana de nuestra gran oscuridad hacia la evaluación de nuestros sentidos, y, si es posible hacia aquello que es el equilibrio de la vida, es decir, tu centro, tu punto, unidad, tu absoluta nada… y te toca, es decir, nos tocamos, nos sentimos en estas letras prohibidas…


Cuando recién empecé a percibir fue aquel instante en que recordaba las bajezas de todo lo que me rodeaba pero no fue por gusto, fue porque era el producto de todo lo que rodeaba mi existir. Mi nombre no importa, mi aire si, y si es así, aire es lo que soy, lo que me hace vivir, es decir, soy el aliento, el que se va y el otro que se viene, sabiendo que en uno de ellos segaré la cinta de todo aquello racional, y existiré más allá del punto de equilibrio, de nuestras figuras condenadas… Si me preguntas qué te quiero decir, te diré que no lo sé, pero puedo mentir diciéndote que vivo, que vivo, que vivo y no para siempre mientras pueda escribirte y contarte otra historia, otra mentira verdadera…


San isidro, septiembre del 2005

Saturday, September 10, 2005

Los niños perdidos

Mi madre siempre me dijo que no confiara en nada ni nadie, pero yo nunca le hice caso y no sé si tuvo ella razón pero casi todo en la vida me fue más o menos... Nunca he logrado riquezas, conquistas de grandes mujeres, y, ni casa pude obtener a lo largo de mis más de cincuenta años, sin embargo hay algo que como una mala hierba sin cortar continúa manteniéndose sólido, y eso es mi sentir de niño que llevo escondido muy dentro de mí. En verdad, soy un niño que no sabe ni desea madurar en el cuerpo de un hombre adulto. Me encantan los niños de lejos, me hacen recordar muy bien lo que soy. Me gusta disfrutar de todo aquello que está impregnado de una bondad y gran sencillez... así como esos ancianos sentados en una banca echando semillas a las aves que vuelan por los parques.

He vivido siempre al revés, así me grita mi madre, pues cuando pude ser un gran ingeniero decidí abandonarlo todo y esparcir mis conocimientos al viento y dedicarme a vagar, y ser una especie de buscador de la verdad, filósofo de libros, soñador empedernido, y gran enamorador de ideales escondidos, e inéditos ensueños. Cuando conseguí el amor de mis sueños, embarré aquel romance, aquel sentimiento casto, puro, virginal, con torpes palabras de conquistador, como si ella fuera una presa a la que pocos pudieran obtener... Cierto, siempre al revés, y ahora me río de todo ello pues siempre hubo en aquella actitud ese niño ingenuo y fácil de auto engañarse.

Ahora que mi vida se halla cuesta abajo, y me siento tranquilo de no ser nada de nada, de sentirme siempre aquel niño que no sabe ser otra cosa que ser un niño, me siento en paz... Puede que sea una bendición, no lo sé, pero, hay veces en que la soledad parece ser el único lugar que me queda, y en esos momentos me doy cuenta que la soledad es un sentimiento, un vacío, una necesidad de estar con alguien y poder compartir todas aquellas riquezas, alegrías, desgracias, vivencias que a uno le ha tocado... y por ello, cuando abrazo a aquel niño escondido, cuando le escucho, le doy gusto en cualquier caprichillo, siento que nuestras existencias se llenan de algo así como la hermandad y especial compañía. En verdad, uno siempre es un ser afortunado y lleno de riquezas escondidas, si pudiera entender que en cada uno de sus errores se hallan aquellas diferencias entre una y otra persona, haciéndole un ser especial, singular, único en su género y único en todo el universo, y en su universo…

Creo haberlo dicho todo, me siento un ser muy afortunado por saber que la vida era algo mas que momentos acumulados, recuerdos, experiencias en los instantes que nos toca, en verdad, la vida era un sentimiento, una gran necesidad, era… el sueño de un niño que nunca ha dejado de serlo…


San isidro, septiembre del 2005

Wednesday, September 07, 2005

El final

Estaba por ponerle punto final a mi historia cuando se me terminó la tinta de mi último lapicero que tenía en todo mi cuarto. Pensé en dejarlo así, es decir, dejar el texto para después cuando recordé un viejo refrán que decía que no debo dejar para mañana lo que pueda hacer ahora. Me quedé con la mirada frente a todas las miles de hojas escritas, y supe que debía, en ese momento, terminar la historia, mi última novela... Ya serían pasadas la media noche, y yo vivía solo en un cuarto, en el último piso de un edificio ocupado por no más de ocho familias, cuando tuve que vestirme y salir hacia afuera y tocar, de puerta en puerta, las casas de todos viejos vecinos. No tuve suerte pues, todos me dijeron casi, casi lo mismo: que no era hora para despertarlos, que mañana me buscarían mil lapiceros, en fin... me dijeron que no y no y no. Miré la puerta de salida del edificio y, dudando y dudando y dudando como respirando, no sé si mucho o poco, pero decidí salir a la calle en busca de un bendito lapicero cargado de tinta con el que pudiera terminar mi última novela...Era extraño caminar por la calle sin mucha gente y con la noche mas oscura que había percibido en mi vida, pero allí estaba, forrado con dos chompas, chalina, zapatillas y unos billetes como para comprarme mil lapiceros. Fue curioso pues al primero que vi en la calle fue a un tipo que estaba corriendo por el parque, es decir, estaba haciendo ejercicios, le seguí, y casi con el corazón que se me salía le dije, estúpidamente por supuesto, si tenía por gran casualidad un lapicero, un lápiz, una tiza, lo que sea para escribir... No, me dijo. Paré, pero no me di por vencido, y el segundo personaje que encontré fue un policía, le pedí un lapicero, es más, le rogué si podía venderme su lapicero, pues, para suerte mía tenía uno, justo, justo prendido en la orejota derecha, pues el tombo sí que era grande y orejón como un elefante, para mi desgraciada suerte me dijo que no, que aquel material era el único que tenía, y, que me imaginase si pasaba un atentando, un accidente, una desgracia… con qué escribiría la hora y el lugar del delictivo suceso. Tenía razón, y, mal que bien, me di la vuelta en busca de otro personaje... Me encontré con ladrones, prostitutas, fumones, niños delincuentes, mendigos, gatos, perros, basura andante, etc. Y, a cada uno le pedí lo mismo, y todos respondieron lo mismo, es decir, que no. Ya casi amanecía cuando casi, casi me daba por vencido y pensaba en irme a la casa a dormir y... dejar para mas tarde la conclusión de mi último texto, aquella palabra, aquella palabrota comenzó a sonar como si fueran esas campanas provenientes de alguna iglesia perdida, diciéndome que no dejara para mañana lo que pudie.... Me sentí arrinconado como si tuviera el filo de una espada en la garganta, así que pensé y pensé y decidí ir hacia la tienda más cercana y esperar a que abriera para comprar mil benditos lapiceros. Mientras esperaba, pensaba en lo tonto que fui al no comprarme una máquina de escribir, una computadora, y pensé en lo tonto que fui en comprarme durante toda mi vida de escritor lapiceros y lapiceros de la misma marca y del mismo color. No se imaginan la cantidad de lapiceros que he terminado, pero no crean, pues yo siempre fui un hombre precavido, lo malo es que no calculé que esta maravillosa historia que estaba por concluir fuera la mas larga de toda mi vida, imagínense, dos mil quinientas páginas escritas a lo largo de quince meses, catorce días, veinte tres horas, cincuenta dos minutos y cinco segundos, imagínense, y, justo, justo, el lapicero fallido, el duro refrán... en fin, pero todo esto terminaría apenas abrieran la vendita tienda del judío de la esquina. Miré mi reloj y aun faltaba como tres horas para que abriera, pero yo no me movería de aquel lugar sucio y solitario. Claro que sí. De pronto, no sé si fue una casualidad, o que estaba desvariando cuando vi, desde el lugar en que estaba, que desde el cielo llovían hojas y hojas, luego, llovió lapiceros y lapiceros... Es maravilloso, me dije lleno de felicidad. Cogí una cajita de metal que tenía en el bolsillo y lo llené de aquellos increíbles lapiceros que, increíblemente, llovían del cielo... Ya estaba por correr hacia mi casa cuando cesó de llover, y observé tirado por todos lados de la calle a miles de hojas escritas. Cogí una de ella y leí algo que me dejó atónito... Tenía escrita cientos de veces el final de la oración que estaba por escribir en mi última novela. No sé por qué me sentí defraudado, como que alguien ya sabía todo aquello que estaba escribiendo. Miré hacia el cielo y vi que alguien, muy arriba y detrás de todas la algodonadas nubes, se burlaba de toda mi estúpida vida…

Caminé hacia mi cuarto, cogí todas las hojas de mi última novela y las tiré a través de la ventana del último piso del edificio en que vivía… Y no sé por qué sentí que ese era el mejor de todos los finales de todas mis novelas. Miré hacia el cielo y empecé a reírme como un loco…



San isidro, septiembre del 2005

Sunday, September 04, 2005

Gatito negro

Hace unos días encontré en la calle a un pequeño gatito, era tan chiquito que me pareció una especie de mota de pelitos Y bueno, después de coger al gatito de color negro, lo llevé al trabajo.

Cuando llegué todos los empleados comenzaron a acariciarle pues era tan chiquito y bonito, y muy lindo cuando decía: "Miau". Pero cuando vino el jefe me dijo que estaba prohibido traer animales al trabajo, y yo le respondí que era la última vez que traía a mi gato.

Pero, cada vez que salía de mi casa al trabajo el pobre gatito se ponía a llorar por lo que nunca más pude volver al trabajo y siempre la pasé junto al pequeño gatito que a medida que crecía se iba poniendo mas lindo y mas cariñoso.

Y cuando mis ahorros se estaban terminando tuve que buscar otro trabajo que por suerte encontré que era en un cabaret en donde las horas de trabajo eran de noche y, lo mas importante, me permitían llevar a mi lindo gato negro. Desde que llegamos al cabaret no hubo una sola noche en que la gente abarrotara el local, y todos, apenas llegaban, saludaba a mi lindo gato negro que estaba sentado al lado de la caja en donde yo estaba sentado. El no se movía, y fue gracias a él que mi nuevo jefe me aumento el sueldo con lo que pude comprarme una casa mas grande y darle un cuarto especial a mi gato negro… Todo seguiría normal si no fuera porque una noche vino una extraña mujer vestida toda de negro, usaba lentes negros, guantes, zapatos y medias también del mis color y cuando vio a mi gato me lo quiso comprar, le dije que no, que aquel gato era mi amigo, y los amigos no se pueden vender. Ella insistió pero no fue necesario pues el mismo gato se puso en su regazo y sin mirarme un instante se fue caminando al lado de la extraña mujer. Yo pensé que era una bruja, o algo por estilo pero, lo cierto es que mi lindo gato se fue con la extraña mujer.

Desde esa fecha, el cabaret bajó brutalmente sus ventas por lo que fui despedido. No me importó pues yo extrañaba a mi gato, y, así deprimido me encerré en mi cuarto hasta que la dueña de la casa me botó por falta de pago, así que me echaron a la calle, pero no me importó… Pasó el tiempo y tuve que tratar de levantarme, traté de olvidarme de mi amigo y lo conseguí. Busqué un trabajo y por suerte lo conseguí. Era un trabajo en donde durante el día tenía que limpiar toda una oficina de abogados, la paga era buena y me alcanzaba para alquilarme un cuarto…

Y así la pasé el resto de mi vida, hiendo de mi cuarto al trabajo, y cuando veía a un extraño paquete trataba de no mirar, vaya a ser que sea un lindo gatito y mi vida vaya a subir hasta el cielo para caer hasta el fondo del infierno, y eso es la experiencia mas horrible que he tenido… al menos hasta ahora, pueda que mi vida sea aburrida, solitaria, pero es tranquila y callada así como la tierna mirada del gatito negro…

San isidro, septiembre del 2005

Mi imagen

Vi a un hombre de cabellos plateados, ojos grandes y vivos así como dos rosas abiertas. Era tan alto como un dios. Me le acerqué y le pregunté si él era un dios, un ángel o un hombre... No soy nada de eso, yo, simplemente no sé lo que soy, respondió. Se dio media vuelta no sin antes regalarme una bella y amistosa sonrisa, alejándose del puesto de libros que tenía en el centro de la ciudad. No sé por qué sentí el impulso por dejar todo y seguirle, fuera adonde fuera, pues una especie de explosión, emoción, rebelde sentimiento me arrastraba tras sus huellas. Le seguí.


Le vi caminar por todas la viejas calles del centro de la ciudad. Le vi entrar a un viejo café y le escuché pedir un vaso de agua. Se sentó en una de la mesas del salón y cuando le llegó el vaso con agua se puso a contemplarlo por varios minutos...

Yo siempre fui una persona muy atrevida, así que entré en el café y con el mayor de todos los cuidados me senté en su mesa, frente a frente, cara a cara al hombre de plateados cabellos, interrumpiendo su concentración con el vaso con agua. Disculpe mi intromisión, le dije. El me miró y nuevamente sonrió de aquella manera tan amistosa. Ante mi sorpresa, se paró, y antes de salir del salón me invitó su vaso con agua... Como un autómata cogí el vaso (iba a beberlo), mientras le observaba alejarse del café, y cuando sentí el impulso por continuar tras sus huellas, me detuve un instante a contemplar el vaso lleno de agua...

No sé si fue una alucinación, o no sé qué, pero me vi reflejado en la capa de agua que cubría el vaso, como si fuera un espejo. Me vi con mucha atención, y lo que vi fue algo hermoso. Sonreí, y la imagen también sonrió. Luego, acerqué el vaso con agua, acercamos nuestros labios, y ambos tomamos el agua del vaso, sabiendo que algo muy especial ocurriría después de aquella comunión.

Cuando terminé de beber, me paré y muy dentro de mí sentí que no estaba solo, que aquella sonriente imagen estaba adentro de mí, y sentí, que él estaba contento, muy contento al saber, descubrir que al fin nos habíamos hallado... Cerré los ojos, y le vi. Le pregunté muchas cosas, por el hombre de cabellos plateados, por mi puesto de trabajo, por toda mi familia, hermanos y hermanas, y él, mi imagen, sonrió diciéndome que todo estaba correcto, perfecto, en armonía, que no debería vivir preocupado por el devenir de las cosas, que muchas veces son buenas, otras malas, pero siempre vendrán nuevas cosas. Me alegré al escucharme y entender la vida de esa manera, y cuando abrí los ojos vi frente a mí al extraño señor de cabellos plateados sonriéndome de oreja a oreja... y no sé por qué, le sentí muy parecido a mi querida imagen interior...



San isidro, septiembre del 2005

El niño dios

Había venido dios a la tierra y yo, con veinte años a cuestas, creí en todo lo que decía el diario más importante de la ciudad en su página central, así que, cómo si fuera un pescador, un postulante para apóstol, dejé mis libros de estudios y fui a la dirección en donde decía el periódico que encontraría al dios.Mientras el auto me llevaba a la casa donde estaba dios toda una montaña de ilusiones caían sobre mi cabeza, y yo, estaba lleno y feliz al entender que podría llegar a encontrar la santidad una vez que estuviera frente a frente con dios. Cuando llegué a la dirección que estaba en el periódico, vi que era una casa de familia, muy grande, pero era una casa. Encontré en su entrada a una serie de personas vestidas con ropas de colores, con los cabellos largos y pintados de color dorado, y todos, hombres y mujeres sonreían como niños. ¿Es aquí donde está dios?, pregunté. Todos me miraron y afirmaron que, efectivamente, aquel era el lugar en donde estaba dios. Me hicieron pasar, pero antes me pidieron que me quitara los zapatos, me los quité y entré. Ya adentro vi a un manantial de gente muy joven que cantaban, bailaban y sonreían sin parar... era como estar en una fiesta o carnaval cuando de pronto todo se hizo silencio. Vi que todos miraban la escalera de la casa. De allí bajará dios, pensé. De pronto, un niño de rostro carnoso y moreno, vestido de blanco, bajaba por la escalera haciendo que todo el aire que ya estaba viciado por los aromas y sudores del pequeño y encerrado lugar cambiara por unos aires puros y nuevos, era como respirar rosas. Caminó por el medio de todas las personas y se sentó en una silla que estaba en la parte mas alta de la sala.De pronto, todas las personas comenzaron a cantar, unos, mientras cantaban lloraban, otros estaban éxtasis, y uno que otro, así como yo, mirábamos a todos... Cuando la música terminó en niño dios cerró los ojos y el silencio se hizo mayor, vi que todas las personas cerraban los ojos y como si entraran en trance noté que sus rostros parecían encenderse como si tuvieran un foco dentro de sus cuerpos. Y cuando el dios abrió los ojos, todas las personas también abrieron los ojos y con una bella sonrisa esperaron a que el niño dios hablara...Recuerdo que hablo acerca de la respiración, de la paz que existe en nuestro interior, y que en el centro de nosotros, justo el centro estaba la paz, y su tarea era la de mostrarnos el centro de nuestro oscuro interior... Mientras nos hablaba sentí que mi cuerpo empezaba a cobrar como una bella fuerza, energía y sentí que desde aquel momento mi vida cambiaría para siempre. Cuando terminó de hablar, me miró a los ojos, yo le miré también y sentí que me miraba a mi mismo, como si fuera un espejo, y lo que vi fue algo así como si yo estuviera dentro de él, y dios dentro de mí. Me sonrió y luego se paró, subió las escaleras y luego una de las persona encargadas nos dijo que ya era hora que nos fueramos a casa hasta el día siguiente. Vi como todos salían, lentamente, así como si hubieran escuchado al mismo Jesús en la montaña. Yo me quedé hasta que todos se fueron, hice como que me iba a ir, pero me escondí en un rincón de la casa, y lo hice porque deseaba saber un poco mas de aquel niño dios... Pasaron horas y horas, y cuando vi que ya no había nadie en la casa excepto los que cuidaban al dios, subí las escaleras y traté de buscar el cuarto de dios... De pronto le vi que salía de su cuarto y entraba en el baño con un cepillo de dientes y una toalla y un jabón... Traté de ocultarme pero él me vio, y en vez de asustarse me quiñó un ojo como sabiendo acerca de mi intrépida curiosidad, y sin palabras decirme que él era como una persona normal, pero que tenía una tarea, la de expresar tal cual artista, en palabras, la belleza del mundo interior, la paz, y todas esas cosas que siempre escuché en los libros sagrados pero que nunca vivencié. Entró al baño y yo supe que debía de irme.Al día siguiente llegué temprano y pedí una audiencia con el niño dios. Me pidieron que esperara y luego de esperar unos minutos me hicieron pasar a su cuarto. Cuando entré le vi que estaba sentado mirando la televisión, apenas me sintió entrar, la pagó. Siéntate por favor, me dijo señalando una silla. Me senté y el se sentó frente a mí. ¿Qué deseas saber?, preguntó. ¿Eres dios?, le dije. Me dijo que no, que era una persona que podía mostrarme a dios dentro de mí y que si yo tenía un sincero deseo podía mostrármelo. Le dije que si, que si deseaba conocer a dios dentro de mí. Me dijo que le escuchara atentamente. Asentí. Me habló del compromiso de practicar unas técnicas para experimentar a dios dentro de mí por el resto de mi vida durante una hora al día. Le di mi palabra, y él, me reveló unas simples técnicas para sumergirme en mi interior... Practicamos juntos por una hora, y luego me dijo que debía volver a mi casa. Yo le dijo, cargado de agradecimiento que deseaba estar cerca de él, pero él me dijo que no era necesario, que a través de la práctica y de recordarle, él estaría a mi lado... Le agradecí y con el alma llena de alegría, me fui a mi casa...Durante una semana fui a visitarlo, y siempre era hermoso, y aunque repetía lo mismo, siempre era nuevo para mi corazón... pues, él, hablaba con el corazón hacia mi corazón... Luego se fue y yo me quedé, pero esta vez ya no estaba mas solo, tenía esas simples técnicas que me hacían sentir que dios no era una palabra, era algo bondadoso dentro de mí, como si fuera un mar de pureza que mientras practicaba las simples técnicas me sentía cerca de él, de dios...Han pasado muchos años, y aún continúo en su camino, y aunque lo he visto pocas veces cada día siento que hay un espejo dentro de mí que me dice que hay belleza, bondad, pureza, un niño dios dentro de mí...



San isidro, septiembre del 2005

Saturday, September 03, 2005

Cuéntame una canción

Salí de mi casa temprano, dirigiéndome hacia mi trabajo cuando en la mitad del camino vi a una señora vestida toda de negro, usaba un pañuelo negro, gafas oscuras y una gran maleta negra también... Cuando estaba por cruzarme con ella me cogió del brazo y, con una sonrisa, me pidió que la escuchara un instante de mi tiempo. Yo estaba apurado, pero al ver su sonrisa de oreja a oreja, me cautivó, y le dije que sí. ¿Sabes cantar?, me preguntó. No, le dije. De pronto abrió su maleta y sacó una linda guitarra, me la dio y me dijo que élla me ayudaría. Luego se fue caminando por el medio del parque en que estábamos hasta perderse entre todos los árboles.

No sabía qué hacer con la guitarra así que decidí dejarla en el parque cuando escuché que de ella brotaban bellos sonidos, sintiéndome encantado, por su melodía. Me olvidé del trabajo, de todo, cuando vi que un ave de muchos colores se puso cerca de la guitarra, que no dejaba de sonar, empezando a silbar y silbar haciendo que mis ojos se abrieran, mis oídos se destaparan y sintiera que todo el mundo estaba en armonía.

No supe cuanto tiempo pasó pero allí me quedé sentado en el parque, escuchando y escuchando, sintiéndome tan feliz como un niño, cuando empecé a darme cuenta que muchos niños se acercaron hacia la mágica guitarra a escuchar su bella melodía y el dulce canto del ave de colores... De pronto el pájaro dejó de silbar, y bailoteando por los aires, hizo que los niños empezaran a reír y reír, y luego, sin saber cómo ni cuándo todos los niños a mi lado empezaron a cantar y cantar la misma melodía de la mágica guitarra y el dulce pájaro de colores como el arco iris... Y luego, vinieron más y más niños, y todos continuaron cantando y cantando hasta que sentí que estaban todos los niños de mundo en aquel parque rodeado de inmensos árboles, cantando y cantando sin parar... como si fueran los ángeles del cielo…

Sentí que estaba en el paraíso cuando una inmensa sombra llegó al lugar en que todos los niños del mundo, la guitarra, el ave de colores y yo estábamos... Y cuando quise ver de quién era esa sombra, noté que era la señora vestida de negro que se acercaba en medio de todos los niños del mundo, que al verla, callaron, haciéndose a un lado, para luego retornar a sus lugares de donde habían provenido. Y cuando quedamos la señora, la guitarra, el pájaro y yo, escuché a la dama de traje de negro preguntarme si ya sabía cantar, le dije que no, que aún no. Entonces, la guitarra dejó de sonar, el ave comenzó a volar hasta perderse por los cielos y vi que la señora de negro colocaba la mágica guitarra en su oscura maleta..., para luego desaparecer de mi vista por el medio del parque que estaba poblado de árboles inmensos.

Cuando estuve solo, me levanté y continué mi camino, y cuando estaba por llegar a mi trabajo sentí deseos de cantar, y canté... y canté y no dejé de cantar hasta que sentí que eso era todo lo que yo quería hacer durante el resto de mi vida... Me volví hacia el parque y para mi gran alegría, encontré a la señora vestida de negro, esperándome, y cuando estuve frente a ella, le pedí si podía escuchar nuevamente a la mágica guitarra. Ella abrió la maleta, y no había nada de nada, la oscura maleta estaba vacía, pero algo dentro de mí salió como si fuera un volcán, y aquella fuerza era una canción que salía de mi corazón, y canté y canté y mientras cantaba observé que todos los niños del mundo volvían al parque poblado de árboles, para escucharme cantar. Nuevamente vi al ave de colores, lo escuché silbar y era hermoso… y luego, cuando dejé de cantar, todos los niños del mundo cantaron y cantaron, mientras la señora de oscuro traje me cogía del brazo y, como si yo fuera un instrumento, me metía adentro de su vieja maleta… Y adentro sentí que, por la primera vez, podía descansar en total armonía y paz...



San isidro, septiembre del 2005

Friday, September 02, 2005

Es posible la paz...

Hoy fue un día de esos que todo es nuevo, de esos en que respiras y sientes que todo ha sido hecho para ti, para la gente que amas, y para todas aquellas personas que aún no encuentran la paz en sí mismos.

Hablé con mucha gente hoy día y fui feliz con cada uno de ellos, ya sé que estoy muy enfermo, pero qué importa si tienes el corazón contento, y el alma lleno de paz... Puede ser que la enfermedad te sea dolorosa, que a tu alrededor todo sea gritos y llantos, pero, cierra los ojos y respira y respira y respira y siente en cada uno de esos alientos que es dios quien pasa a través de ti...

Mi camino se hace mas lindo cuando puedo cantar el amor que tengo por mi maestro, cuando empiezo a sentir la dicha de ayudarlo en su viaje por la vida, cuando miro al lugar hacia donde mira... Es hermoso tener a alguien que te ayuda sin pedirte nada a cambio, tan solo que disfrutes del regalo del aliento y de la santa respiración, es muy hermoso, se los juro...

Mi vida ya se está apagando, y mis alas está creciendo, y ya siento que mi vuelo va a empezar, que los aires que me esperan son puros y aromáticos, ya es tiempo de volar....


No creas que todo es del color de la realidad, pues hay magia, bella magia que está latiendo una y mil veces pues hay un maestro vivo que tiene el don de mostrarte la paz que reside en tu interior, y eso es pura magia, la magia de la vida, de ser feliz con tan solo el requisito de estar vivo y querer vivir a plenitud.


Ese no es mi mensaje, es el suyo, que la paz es posible, y es posible porque hay tanta paz adentro de cada ser humano que si no disfruta de ella, pude reventar...

Es posible vivir en paz si hay un contacto con ella adentro de cada ser humano, es posible...

Thursday, September 01, 2005

El Adivino

Entramos a una vieja casa, alumbrada totalmente de grandes velas color marfil. Una gruesa morena nos esperaba en la puerta de entrada, nos pidió nuestros sacos y zapatos y entramos a uno de los cuartos más pequeños que nunca he visto jamás... Para avanzar tuvimos que gatear. Nos sentamos cruzando las piernas y luego nos pusimos a esperar al adivinador. Mi amigo me había dicho que era uno de los más grandes de todo el pueblo y yo que estaba lleno de inseguridades y ansiedades me dejé arrastrar por la inercia de la curiosidad. Pensaba que había cometido una estupidez, por haber gastado casi la mitad de mi sueldo por saber mi futuro, pero ya todo era inútil, allí estaba, sentado junto a mi amigo esperando al adivino...

No pasó mucho tiempo cuando entró un viejecillo de más o menos cien años, se acercó hasta el lugar en que estábamos y le acercó a mi amigo y, en su oído, le dijo algo. Sí, es él, le escuché a mi amigo. El viejecillo me miró y pude ver que tenías dos cuencos secos y vacíos en los ojos. Está ciego, pensé. Su rostro estaba lleno de arrugas y cicatrices que dude en que fuera un ser humano. De pronto, el adivino me tomó la manos y me dijo si tenía fe, le dije que sí. Sonrió y mostró los pocos dientes que tenía en esa grieta llamada boca. Acércate un poco más, deseo tocar tus manos y tu cara, me dijo. Obedecí. Mientras tocaba con sus dedos mi rostro sentí como si una serpiente estuviera arrastrándose por mi cara, luego, cogió mis manos con sus manos. Acercó su boca hasta tocar la palma de mis manos y con su lengua empezó a lamerme, una y otra vez como si mi mano fuera una pila de agua bendita... De pronto, mientras me lamía sentí como si todo el cuartillo empezara a iluminarse de rojo, verde, amarillo, para al final quedar todo de color blanco, como si estuviera en la nada, en un lugar extraño, sin sonido, sintiendo como si yo estuviera a dentro de un corazón pues escuchaba y sentía sus latidos... Traté de ver mi cuerpo y vi que estaba a dentro del cuerpo gigantesco de una persona, y esa persona era yo. Me gustó todo esto, cuando sentí que una especie de serpiente del color de la lengua empezaba a libarme una y otra vez. Me sentí calmo, cada vez más calmo hasta que pude ver que el lugar blanco en que estaba cambiaba de colores verde, amarillo, azul, celeste hasta hacerse una mezcla increíble y sentir que empezaba a dormirme... De pronto sentí las manos callosas del viejecillo despertándome. Abrí los ojos y allí estaba, sentado frente a mi amigo con el viejecillo anotando en un pedazo de papel mi nombre, edad, y, mis tres futuros... Me entregó el papel y decidí no abrirlo hasta que llegara a mi casa.

Ya en mi casa abrí el papel y leí que decía que iba a tener tres vidas y en cualquiera que escogiera en ninguna iba a tener éxito, pues yo, jamás confiaría en mí mismo. Sería ingeniero, escritor, drogadicto o ladrón o vago, pero no saldría de esos tres cuartos a no ser que encuentre la llave del entendimiento y abra la puerta del pasado y del futuro y entre al valle del presente. Difícil tarea, decía el viejecillo, pero, yo era uno de esos que intuyen, sienten el devenir, conocen sin conocer, y por ese don puedo tener en tres puertas, y tan solo en una de ella podré salir al valle del presente en donde podré verme y saber quién soy en verdad... Cogí el papel, y lo guardé en un cajón. No quise decir nada a mis padres pero sentía que mi vida cambiaría muy pronto, y fue cierto pues una tarde en que regresaba a mi casa de la universidad, vi que mi padre me esperaba en a puerta para decirme que se separaba de mi madre, y que le perdonara a ambos...

Han pasado muchos años, mis padres han muerto, soy periodista y me gusta escribir poemas y relatos en un viejo cuaderno. Me he vuelto incrédulo, aunque no siempre… sin embargo, aún guardo aquel papelillo del viejo adivino, y si en algo tiene razón es que no soy nada, no conozco el éxito y, ni siquiera lo busco, es mas, no me interesa la vida ni el mundo en que vivo, lo único que me atrae es el de saber cómo salir de este lugar en que me hallo y que es mi realidad... Quizás este sea el lugar en donde encuentre la llave y pueda salir de toda esta mediocridad que respiro diariamente, no lo sé, pero muy dentro de mí, en un lugar en donde nadie me toca, siento que hay como un claro de luna que cada noche mientras estoy encerrado en mi cuarto parece esperarme... Y si esa es la puerta de salida, entonces, la llave será: ¿mi atención, concentración hacia algo muy quieto?, ¿mi respiración larga y profunda?, ¿el saber de dónde el aliento viene y hacia adónde va?, ¿el amor, devoción por algo divino?... No lo sé, pero siento que estoy cerca muy cerca, muy cerca, muy cerca... cuando cierro los ojos y estoy en un lugar donde nadie me toca… Casi hasta puedo ver aquel lugar blanquecino; casi puedo sentir los ojos secos de adivino, su lengua en la palma de mi mano; casi puedo respirar otros aires de celestiales aromas...




San isidro, agosto del 2005