Monday, September 10, 2007

Uno como tantos...



Su historia es como la de muchos perdedores, como la mía que no tiene estrellas ni galones en mi hombro. Podría decir que apestaba, que tenía ese brillo de locura como los mas grandes poetas de este mundo, pero no, no diré eso, mas bien contaré su historia que me dijo en unos cuantos minutos que le robe al tiempo y que se hizo eterno mientras mis oídos escuchaban a un hombre hecho a golpe de verdad y de dolores gratuitos...

"Nací en un barrio lejos de la ciudad. Mis padres fueron como yo, es decir, medio perdidos. Estudié un poco de matemáticas y lenguaje en el colegio de mi pueblo. El viejo cura manoseaba a mi hermana y por eso siempre me gustó ver lo que se hacían entre hombres y mujeres. Llegué a ser un gran mirón, a comer en el plato de los demás hasta que una noche vi que mi hermana se le hinchaba la panza, así como esos globos de payaso. Dicen que fui el dueño de esa pancita. Por eso y por los golpes de mis mayores, escapé del pueblo.

Llegué en un camión de cebolla (será por eso que me dicen desde siempre cebollita), a la gran ciudad. Mucha gente pasaba por mi lado y decían: este chico está fuerte. Me invitaron a cargar sacos de papas y de fruta en el puerto Terminal de la Parada. Si nadie la conoce, es mejor que no la conozcan jamás, es parecido a sus pesadillas. Todo huele a podrido y el sudor se hace barro en mi frente y en mis pies. Nunca usé zapatos y por eso es que uso un palo como pie. Lo perdí cuando apostamos entre los más fuertes quién podía cargar más. Gané, pero tuve la suerte que todo el saco de más de ciento cincuenta kilos cayera sobre mi rodilla. Nunca mas pude cargar una sola piedra ni fruta. Pero, uno a todo se acostumbra. Me llevaron al puerto a cuidar que las ratas no entraran en el galpón de comida. Y allí estuve por muchas noches y días. La verdad es que nunca sé qué día estamos. Cuando me preguntan les digo que no recuerdo. Ríen. Siempre ríen de lo poco que hablo. Una vez hablé y uno de esos me dio un puñetazo. Pero, soy muy hombre aunque tenga pata de palo. Saqué mi garrote de cuidar y matar ratas y se la metí en el centro de la cabeza. Pucha, ¡cuanta mierda ensangrentada había en ese tipejo! Mala suerte patrón. Tuve que entrar al loquero por muchas noches y noches, encerrado en un cuartucho que olía a mierda de gusano. No sé, pero a todo uno se acostumbra. Creo que fue una de esas noches en que Dios se puso fuerte y samaqueó a todo el lugar. Las paredes se cayeron como si fuera su mano abriendo la puerta de mi libertad. Salí y caminé hasta llegar a una casa media abandonada. Entré y vi a muchos como yo. Les saludé y por la primera vez hablé con un ser humano como yo, porque eso me dijo que era yo. Y desde aquel día nos metimos trancas de ron puro. Todos los días éramos felices como cuando niño jugaba con mi hermanita... Pero, todo tiene un tiempo. Mi amigo se lo llevó el podrido de la muerte y quedé más solo que marciano en casa del presidente. Tuve que refugiarme en el ron y desde aquel día, aquí me encuentro. Lejos de todo, sin piedad con mi cuerpo, esperando a que reviente como la panza de mí hermana. Es seguro que salga mierda ensangrentada como la cabeza de ese que me pegó. No lo sé, pero, qué importa cuando uno no sabe si mañana será de día o será de noche...”

Le escuché y le di unas monedas. Se fue con una sonrisa extraña, como de hombre en las puertas de la muerte...



Miraflores, Septiembre del 2007

Angeles del mundo...


¡Oh Dios!

Quiera el día brillar como ojos de alegría
Y la noche esconderse tras los muros del cálido tiempo...

He visto un ángel perdido
tras el ruido de calles de concreto en el firmamento

Y ya frente a frente

La he sellado en mi mente
como santa de mi alma...

Una vez le dije a mi madre
que las cosas no son de nadie,
son de quien las necesita...

Esta imagen perdida
es un canto a la vida,
a la alegría,
a eso que tengo dentro mío
y que grita mil veces

¡Te quiero alegría!


Magdalena, Septiembre del 2007

Seres celestiales



La vi de lejos
mientras viajaba en mi auto
Quise ayudarla
cogerla como el agua en las manos
mas los autos tras de mí
apuraban toda realidad descolorada
y vacío sentimiento

Seguí manejando
con la imagen en mi historia
La hice botín mío
y allí
picaba en mis amigables manos,
saltaba como si la tierra quemara...

La vi lejos volar,
tan lejos,
hasta perderse en el paraíso perdido...

La vi volar
aunque
mi auto seguía su viaje señalado…


Miraflores, Septiembre del 2007