Averigüe que había estado en otro lugar. En las afueras de la ciudad. Me dijeron que era de esos que conocen la muerte. Ya ha visto a varios compañeros de servicio sucumbir bajo las huestes del mal o de la insurrección. También me han contado que muchos de sus conocidos han sido despedidos o dados de baja por el bajo sueldo que cargan. Es difícil ser un policía en mi país. Este hombre que tiene el rostro amical, es uno de esos que cree en la justicia. Lo supe cuando me vino a visitar y me pidió mi nombre y apellido y documentos. Se los di y se fue, medio sonriendo, pero, mirando a un lado y al otro por si alguien viene al acecho...
Lince, septiembre del 2007