Saturday, December 10, 2005

La soledad de un impulso

Me hallo en mi cuarto, rodeado de música del siglo XVI y de cientos de libros, muchos de los cuales apenas he ojeado, sin embargo me hallo en mi cuarto escribiendo una carta a mi madre, padre, hermano, a todos aquellos que suelen pasar por mis pensamientos, y el presente que tanto me esfuerzo por escarbar para encontrar aquello tan dorado llamado felicidad, paz, o algo que purifique mi instante en que me hallo en mi cuarto. Los sueños que vienen y van durante las noches son muchas veces repetidos, con personajes que he conocido o que nunca conoceré, y en aquellos sueños soy el más grande de todos los observadores, escribiendo cada una de esas escenas en mi negro cuaderno llamado memoria... Cuando despierto en mi cama muchas veces no me dan ganas de salir a las calles, es que, son tan grises las calles cuando el amor, la paz no ha mojado cada partícula de mi existencia. Por ello no me gusta salir a la calle, es mejor estar en mi cuarto rodeado de cientos de libros, escuchando música del siglo XVI. Cuando llega la noche me gusta mirar la ventana que está en una de las paredes de mi cuarto y veo a la gente que camina rumbo a no se sabe dónde, que piensa no se sabe qué, pero como esas hormigas caminan y caminan con sus terrones de recuerdos, vivencias sobre sus etéreas gibas. Me gusta cuando llega la noche y estoy mirando a la gente, a los gatos, a las sombras de las casas y árboles; me agrada sobre todo cuando uno de aquellos personajes detiene su mirada sobre la mía, me agrada pues siento que estoy vivo, mas vivo que nunca... y ellos también, eso me gusta tanto que cuando sucede, cierro los ojos y me echo sobre mi mesa y cuando los abro me pongo a escribir todo aquello que siento, que vibro, que recuerdo, que sueño, que leo sobre aquel cuaderno negro de mi memoria... Y cuando llega el día me gusta mirar los cientos de libros que están en cada rincón de mi cuarto, escuchando la música del siglo XVI; algunas veces cojo uno de ellos y empiezo a leerlos, y algunas veces puedo escuchar la voz del viejo poeta que desde cada una de sus garabatos me dice constantemente cada uno de sus mas hondos secretos, es una experiencia que no puedo describir, pero si tratar de contar, pues además de escuchar sus voces, hay veces en que puedo sumergirme en los bellos, terribles escenarios dibujados por los garabatos del poeta... Es hermoso cuando sucede y muchas veces me gustaría morirme sobre mis libros, en mi cuarto rodeado de cientos de libros, escuchando música del siglo XVI.

San isidro, diciembre del 2005.