Thursday, November 10, 2005

Libre de Culpa

Llegué tarde al entierro, sin embargo me quedé un rato frente a la tumba de mi hermano menor... Creo haber conversado en silencio con él por mas de tres horas, le dije todo lo que sentí al no poder visitarlo en su lecho mientras agonizaba ni siquiera cuando cayó enfermo, es que siempre le tuve odio, sobre todo que fui yo quien ocasionó su grave enfermedad del corazón. Fue terrible recordarlo, pero allí, bajo cinco metros bajo tierra le explicaba que tuve que hacerlo, que tuve a abusar de su menor hija de quince años pues soy el ser mas corrupto de la tierra... Imagino que ustedes que leen estas líneas desearían verme en el lugar de él, pero si supieran que fue mi hermano quien tuvo la gracia de comprar con todo su dinero el amor de mi esposa, haciendo que me abandonara, quedándome como una cucaracha en mi casa, silenciosa, sin niños pues todos se fueron con ella. Quizás ella tuvo razón al dejarme pues yo había nacido para el fracaso, y a todo problema que llegaba acudía a mi súper hermano quien siempre me ayudaba, siempre, siempre.

Hasta ahora no entiendo como pude hacer semejante salvajada pues yo siempre fui tan sensible, siempre me entregaba a mi propio dolor, pero, aquella vez, aquella en que pude ver a mi hermosa sobrina desnuda en la puerta de su cuarto no pude resistirme y caí donde los demonios de todos los mundos moran, y sentí lo que es el odio verdadero. Fue terrible verle su cara de niña, suplicante ante mis deseos, besándola como esos perros a lenguetazos, cogiéndola por sus bracitos, cinturita y haciendo lo que ni en pesadillas uno puede imaginar... Y allí, allí, justo allí estaba mi hermano mirándome tras la puerta, mirándome con una barra de acero en sus nervisos brazos, listo para reventarme toda mi puerca cabeza. En esa situación, yo iba aceptar todo su sangriento castigo, pero no sé si fue aquella extraña luminosidad que cayó sobre su rostro, o aquel viento que empujó las cortinas haciendo que dejara todo y cayera como un saco repleto de mierda, desparramándose al piso como esos títeres sin hilos...

Nunca mas volví a verle, pero estuve al tanto a través de mi sobrina que siempre acudía a visitarme a mi cuarto, y allí nos embarrábamos de mas mierda, del gris pecado, de todo aquello que estaba prohibido y que chupa todos tus sueños... Sino fuera porque aquella extraña luminosidad se apareció frente a mí nuevamente, pudiendo verme a mi mismo como si fuera un espejo divino, y ver lo sucio, bajo, miserable en que estaba embarrado, no pararía de enjuagarme en los besos de mi bella sobrinilla.

La tuve que dejar y empezar aprender a ver, escuchar y entender aquella extraña luminosidad que con el tiempo vislumbre que era algo así como un ángel, un dios, o un ser de otro planeta, no lo sé, pero desde aquel día nunca más he vuelto a sentirme solo. Abro los ojos en la penumbra de mi cuartillo y allí le veo, le observo con respeto y devoción... flotando como una nube de algodón. Muchas veces le sigo cuando me pide que camine por la calle cerca de ella, exigiéndome que me humille pidiendo comida a cualquier vecino, acompañado a mi pedido siempre con una sonrisa de oreja a oreja, y yo le hago caso. Todo funciona como un reloj sin pilas, de esos que funcionan con la luz solar. Mi vida se simplificó. Mi familia, después de la enfermedad en que cayó mi hermano trataron de volver pero los rechacé, y no por mí mismo, sino por la luminosidad que no deseaba verles a mi lado, gustaba verme en soledad y hermanado con el mundo natural. En verdad mi vida se volvió libre de culpa así como los pajarillos del bosque de pican, roban sin pedir permiso a nada ni a nadie...

Pero mi hermano murió, lentamente, así como el día que se oculta por el sol, volviendo a su innata negra oscuridad, pero yo sé en verdad, hacia donde se irá... Eso es lo que les comentaba, mi hermano si bien se halla bajo cinco metros bajo tierra, ahora parece estar fundido en aquella hermosa luminosidad. No le he visto allí, pero le siento intensamente, sobre todo ahora que le estoy rezando en su tumba y esa hermosa lumbre se abre para mí como un sol con todos sus rayos, un brillo del cual no tengo palabras para expresar pero que se siente como un puente hacia la belleza de todas las bellezas... Y vi que hacia allí mis oraciones, conversaciones con mi hermano caían, viajaban como esas piedrecillas que uno las arroja hacia el fondo del océano, sabiendo que se hundirán sin parar hasta lo más profundo de ella. Así siento mientras converso con mi hermano mientras aquella lumbre me avisa que camine hacia mi hogar, que ya fue suficiente de rezos, que todo es una rueda de rayos delicados así como una estrella. Le escucho y obediente voy camino hacia mi casa, pero esta vez me señala que camine sobre las aguas del mar. Lo hago sin dudar un segundo y no me hundo, pues veo que mi alma me pone sus bellas alas como una alfombra sobre todo el universo...



San isidro, noviembre del 2005