Thursday, November 30, 2006

TIGRES

Luego de caminar tan lejos, me senté a meditar un instante. Estaba aún en la carretera, los autos pasaban poco a poco, cada vez menos. Miré fuera de esta serpiente embreada y sentí ganas de desenroscarme de ella, me ataba a mi pasado. Vi no lejos una piedra de color rojo, me gustó su color. Dejé de meditar y me dirigí hacia la piedra. Cuando llegué noté que esta empezaba a cambiar de color, cada vez se hacía mas amarilla. Y cuando estuve cerca a ella me di cuenta de que no era una roca, no, no era una cosa inanimada, era un animal de color amarillo con rayas de color marrón. Era enorme, quizá porque no entendía estar frente a una bestia más allá de mi imaginación. Iba a alejarme pero la bestia empezó a moverse. Me quedé quieto, sin respirar, totalmente concentrado en la bestia que era un tigre. Este se paró sobre sus patas y comenzó a caminar sin darse cuenta de mi presencia. Era tan extraño todo esto que sentí que tenía que seguir al tigre hasta el final del camino. Le seguí no lejos de su presencia. Pasamos por valles hermosos, montañas enormes llenos de arbustos, animales que se alejaban apenas el tigre se acercaba. Continué siguiéndole. Llegamos a un pueblo, no había nadie y si había algo, eran las puertas que parecían estar podridas, abandonadas... Continuamos caminado, siempre con paso lento. De cuando en vez el tigre se paraba, volteaba, me miraba y yo le veía sus enormes ojos negros, su pelambre dorada con rayas marrones y sin hacer ni un gesto continuaba su marcha. No sabía si se fijaba en que aún resistía su marcha o no, pero eso hacía de cuando en vez. Llegamos a una cueva y el tigre entró, también entré. Todo estaba oscuro menos el brillo de sus ojos que iluminaban con antorchas aquel lugar. Era una cueva muchos esqueletos, apestaba a podrido y recién empecé a oler a la bestia. Era nauseabundo, olía a excremento, orina, ha guardado. En ese instante iba a irme de aquel lugar cuando escuché su voz:

- ¿Por qué me has seguido?

- No sabía adónde ir, contesté.

- ¿Sabes quién soy?

- No, le respondí.

- ¿Sabes quién eres?

- No

- ¿Quieres saber lo que eres?

En ese instante empecé a sentir que todo mi cuerpo temblaba. Empecé a retroceder lentamente, sintiendo el fulgor de su mirada.

- ¿Quieres saber quién eres?

Volvió a preguntar. Iba a decirle que no, pero continué retrocediendo hasta salir afuera de la cueva. Una vez la luz bañó todo mis ser, empecé a correr hasta llegar nuevamente a la pista... Vi que un auto pasaba por la carretera y alcé mi mano para que parara. Se detuvo. Corrí para subir. Era una familia completa. Padre, madre, hijos, un perrito y mucha comida por todos lados. Les pedí si podían llevarme. Sube, dijeron. Subí y empecé alejarme del tigre y de toda mi extraña soledad... Ya estábamos llegando a la ciudad. La noche estaba sobre nosotros. Las luces de los postes iluminaban aquella ciudad. El ruido de los autos, los griteríos de la gente que pululaba la ciudad jadeaban mi soledad.

- Me quedó aquí por favor, les pedí

El auto se detuvo y bajé. No lejos de mí vi a un grupo de personas que estaban alrededor de algo. Sentí curiosidad y fui hacia ellos. Penetré entre ellos y vi que un hombre estaba tirado en la vereda. Era un anciano. Le miré y en ese instante éste abrió los ojos, mirándome un instante. Todos se asustaron, menos yo. Dejó de mirarme, se paró y empezó a caminar. No sé por qué le seguí, simplemente le seguí, no sabía hacia donde iba ni cuándo pararía, pero sólo sabía que tenía que seguirle hasta el final del camino...


San isidro, diciembre del 2006

Thursday, October 26, 2006

Cruces

Había tanta mugre en mi ropa que decidí botarla todo a la basura. Miré lo que tenía de ropa y era muy poco, tan poco que me dio vergüenza salir con eso a la calle. El teléfono sonó. Era la llamada de una mujer desconocida, me dijo que era mi vecina y que diariamente me observaba a través de su ventana. Le pedí su nombre. No quiso dármelo. Le di el mío. Es muy bonito, me dijo, ¿deseas salir un rato a caminar? Le dije que no tenía ropa adecuada para salir a la calle. Si gustas, ¿por qué no te vienes a mi cuarto y conversamos y así nos conocemos un poco mas? Calló. ¿Alo? ¿Aún estás allí?, pregunté. Sentí su respiración y luego me dijo que fuera al suyo, que ella tenía ropa como para mí. Ok, le dije. Me puse una sabana y salí de mi cuarto. Felizmente no había nadie en todo el corredor. Bajé todas las escaleras del edificio en que moraba y llegué a la calle. Vi a un mendigo, unos negros, un grupito musical y varios autos que rodaban por la avenida. Crucé la pista y entré en el edificio en donde presumí que vivía la chica que me miraba a través de su ventana. Ya estaba llegando (eso creí) cuando me pregunté si todo no sería una farsa, una broma, me detuve. Miré cuantos escalones faltaban para llegar, pero no sabía el piso en que la chica vivía, peor aún, no sabía si era el edificio correcto. Conté los escalones. Eran cinco escalones para saber la posible verdad. De pronto escuché que alguien abría una puerta. Es ella, pensé. Me escondí bajo las escaleras para verla. No lo conseguí, tan solo veía una sombra y era enorme, como un fantasma. ¿Eres tu?, escuché la voz de una mujer. Anda, no seas tímido y sube, sube que falta poquito para que llegues. Me escondí aún mas y decidí no salir jamás, como una tortuga, un caracol. ¿Vas a salir o no?, preguntó. No respondí y continué esperando. Ella también esperó. Pasaron muchos minutos. La chica empezó a fumar, escuché el cerillo cayendo al piso. Vi el humo mezclándose con su enorme sombra, temblaba por la incertidumbre cuando me cuestioné: ¿qué hacía escondido como un caracol?. El sonido de la puerta cerrándose me sacó de mis cavilaciones. Pude salir y empecé a bajar de aquel edificio. Crucé la avenida y aún estaba el mendigo, los negros, los músicos, y aún los autos circulaban por la avenida en medio de una noche llena de luces de neón. Llegué a mi edificio y subí los escalones, los corredores, por suerte nadie me vio. Entré en mi cuarto y sentí que todo había sido una alucinación, un sueño. Nuevamente sonó el teléfono. Lo alce. Era ella, no hablé, quería escucharle su voz, pero ella tampoco habló. Pasaron muchos minutos hasta sentirme el ser más estúpido del mundo, y en ese mismo instante, colgó quien llamó. Me senté sobre mi cama y miré la ventana. Las luces de mi cuarto aun estaban apagadas. Me arrastré hasta llegar a la ventana. Me fijé si había alguna ventana en el edificio de enfrente prendida, pero no, no había ni una. Encendí las luces y continué buscando algo con que vestirme, pero no encontré nada decente. Miré mi cama y me acosté, era lo único que me quedaba, lo único... Con suerte dormí, y cuando estaba casi en un cielo sin concreto ni autos ni gente extraña, el teléfono sonó y desperté... Me levanté, cogí el teléfono y lo aventé por la ventana. Lo vi caer al piso haciéndose trizas, luego, miré si había alguna luz encendida en el edificio de enfrente, pero no, no había ni una sola luz, ni una, nada, pero sentí que alguien subía los escalones de mi cuarto hasta llegar a mi puerta... Escuché una respiración. No me moví, temblaba. Pasaron varios minutos y siguieron pasando hasta que escuché que alguien bajaba los escalones de mi edificio. Cerré los ojos y dormí en paz...


San isidro, octubre de 2006

Friday, October 13, 2006

Girasoles

Te leo siempre
con ojos de niño eterno

Busco un espejo en tus letras,
que diluya soledades,
sombras elegantes y chismosas

Aún escucho la caída de nuestras piedras
Nunca llegan al final
Todo es silencio metafórico
Silbido de agonías fosilizadas

Huyo como sombra ante verdades matinales
En mis trancos
encuentro valles fraternales
Me detengo un instante
Observo que todo universo se congela
Todo se detiene
mientras ojos me miran como siempre…

Tengo que morir mientras te leo
Es que
Todo llega a su final
cuando tuvo un inicio

Este es mi poema
Uno que no dice nada
pero dice lo que siento
que es casi nada
y casi todo para mí...

San isidro, octubre de 2006

Thursday, October 12, 2006

El Nóbel

Acabo de leer el mensaje de Nóbel, la verdad es que me había olvidado de ese premio. En esta parte del camino se me hace agria la boca cuando veo a cientos de lectores buscando los libros del Nóbel de año. Eso ya pasó para mi, casi no voy a las librerías. Voy y paseo por los libreros viejos y si veo algo interesante como libros de la editorial Aguilar, Obras de Griegos, los compro. Acabo de comprar a Plutarco y a Diógenes, dos Biógrafos, entre cuatro libros que ya compré. Los voy a leer, se ven deliciosos.

También he conseguido un libro de Fresan, "A la velocidad de las cosas", un libro de cuentos muy interesante; a Kawabata, "Historias en la palma de una mano", algo tan especial como el mismo autor japonés; pero, Borges me atrae mas. Los dejé sobre mi escritorio, con un separador en la página en que me quedé, y continué con el Tercer tomo de Obras Completas de Borges, mientras miraba de reojo los cuatro tomos de Aguilar de Los Griegos, y ellos me miraban a mí, al menos eso empecé a sentir...

De pronto recordé a Macedonio Fernández, a Sócrates, a Pitágoras, etc., personajes que no deseaban ser editados por nadie pues creían que las letras iban a desmejorar la memoria de cada ser humano. Puede ser, pero es un paso hacia atrás, un volver a nuestra raíces, a escuchar al vecino, a uno mismo y ver que cada uno de nosotros es o no, una página llena o no, letras bailando al compás de un tono, signos de un libro eterno, o, del Diccionario Secreto de Dios. Puede ser, ¿no les parece?

Cerré los ojos un momento y decidí una vez más que todo es una maravilla galopante cuando puedes aun respirar en este nuevo y anciano instante de lluvias de existencias. Existencias que encierran eternidades imposibles de encasillar, pero sí apreciar como cuando vemos la cola de un cometa fugaz… O como ese perro que se escapó de casa por una hora y que la fue a perseguir la empleada que no conocía muy bien la casa donde trabajaba. Fue gracioso ver que quien se perdió fue la empleada y no el perro que guiado por su instinto, volvió a su hogar. ¿La empleada? Volvió a su casa, lejos, muy lejos del lugar a donde trabajaba, en fin, también volvió a su hogar...

San isidro, octubre de 2006

Monday, October 09, 2006

aquel ser

qué puedo escribir

cuando todo ha sido dicho

uno siembra y cosecha

al compás de la armonía de esta vida

los pasos que uno da

van como olas de un océano de paz

somos gotas de una lluvia

que cae en los corazones de toda existencia

veremos algún día

rostros hermosos

bañados de paz,

de dicha

gozando en un mundo real

claro como una tarde,

una noche estrellada...

no sé qué mas contar

cuando me siento lleno

de gratitud

de un mensaje de esperanza

cuando escucho la voz

de la realidad

así como las gotas

de una lluvia de amor,

de paz...

mirando

ocultando la realidad

que cubre la fantasía

siento que todo es un sueño

perdido

sobre frazadas de temor

habrá un despertar

una mañana inocente

un grito amoroso

un día de vida intensa...

y allí

sólo allí

anhela navegar

este ser que aún desconozco...




san isidro, octubre de 2006

Tuesday, October 03, 2006

Cartas personales

Qué será de mi vida en estos tiempos, mi querida compañera. Podría leer todos los libros del mundo, escupir desde la azotea de mi vida y sentir que nada vale tanto como el instante en que vivo de la manera que sea...

He clavado un cuadro en la pared de un cuarto imaginario, es una foto, la foto de mi vida. Tiene muchos ojos, caras. Tiene todo lo que uno pueda soñar, sin embargo, está en la pared de un cuarto imaginario...

Luego he salido de mi cuarto de carne y sangre y he sentido que viajaba tras el velo de un sueño. He conocido el canto de la noche, el grito de un nacimiento, el dolor de un amor, el aleteo de mi alma... Ya en la cima de la eternidad, he mirado hacia todos lados y he visto espejos y todos ellos reflejaban muchos rostros, y todos sonreían, y todos me llamaban por mi nombre, pero, ahora que estoy sentado en la mesa, escribiendo, no recuerdo aquel nombre tan querido y viejo como la eternidad...

He bajado como un Moisés de la montaña de la vida y con todos mis rostros he visto sombras enroscándose entre ellos. Les he dicho que todo es vanidad, que las sombras tienen ganas de existir, que los sueños de las almas son las nubes del cielo. Eso les he dicho pero todos se han esfumado como pompas de jabón...

Ya de nuevo en mi cuerpo de carne y sangre me he puesto a pensar y visionar y he visto a un hombre muy contento, tenía una hoja en las manos, me lo ha entregado en las manos y luego ha desparecido. Leí la hoja y era un poema escrito en un idioma desconocido. Lo estuve mirando por horas hasta que sentí las ganas de tragármelo. Ya en mi estómago, digeriéndole, tuve un sentimiento, extraño, misterioso, pero con candencia. Me senté en la mesa de escribir y puse mi nombre muchas veces, luego los borré todos y me eché a dormir en la misma sala de mi escritorio... Desperté y vi nuevamente el papel escrito por mí. Lo leí con gran ansiedad y en todos lados estaba escrito tu nombre muchas veces, muchas veces, muchas veces...

San isidro, octubre de 2006

Monday, October 02, 2006

Un día de mañana...

Salí a la calle por la primera vez, no recuerdo cuántos años tenía, pero mis carnes estaban flácidas, amarillas, secas como las hojas de un árbol sin agua. Me fascinaron los colores que vi, la luz que no cesaba de deshojar las escamas de mis ojos. Estuve muerto, ahora no, andaba, salía en medio de cuerpos inanimados, en medio de tierra y sangre, de ratas, piedras, muerte en general. No tenía ropa, estaba desnudo, pero no tenía frío ni calor, no sentía nada más que las ganas de volver a mi hogar. Corrí en medio de todo ese páramo y no vi más que cuerpos destrozados. Ni plantas ni nada. Todo era humo, cenizas. La muerte tenía ojos en medio de esa neblina que serpenteaba mis ojos. Llegué a un alcázar. Vi todo el valle hecho un forado. Mas allá, un cielo azul, un sol dorado, una tarde hermosa. Tenía ganas de ir hacia allá. Bajé de aquel lugar y no me detuve hasta llegar a un riachuelo. Me tiré para beber un poco pero no era agua, era sangre, roja como el grito del dolor. Me paré y continué corriendo. Llegué a un pueblo. Había casas destrozadas. Entré en una de ellas y vi insectos, ratas, trozos de seres humanos, nada más. Entré en todas las casas y todas estaban igual. Salí de aquel lugar y me sentí que volvía a respirar. Caminé y caminé siempre desnudo hasta que se hizo la noche. Busqué un lugar para dormir. Empecé a temblar. Llegué a una cueva oscura. Entré y vi una fogata. Sutilmente me acerqué y escuché voces humanas. Iba a gritar cuando vi sus sombras... Era hombre mutilado que estaban comiéndose unos a otros, sin decir un gemido de dolor, nada... Era extraño verse arrancarse los dedos de la mano como si fuera un pollo al horno. Trozos de cadera, etc. Salí de aquel infierno y llegué a un lugar en donde sentí un calor hermoso. Me arrastré y escuché gemidos de animales, todos diferentes. Llegué a estar tras una roca y vi a extraños animales. Unos era perros, ratas, leones, puercos, aves, etc. y todos parecían conversar entre ellos, como si el instinto por vivir les hubiese hablado y los hubiese unificado. Me les acerqué y ni se inmutaron. Entendí lo que conversaban y me hice a su grupo. Pasó el tiempo y todos los animales empezaron a engendrar mas animales, todos menos yo que no tenía pareja. Me sentí solo en un mundo lleno de animales y plantas que lentamente empezaban a germinar. Vi a lo lejos en ruido de un río. Corrí hacia el sonido y era el río. Me zambullí en él y me dejé arrastrar hasta llegar a un valle lleno de vegetación. Salí a la las arenas y plantas y vi a una manada de mujeres de todas las edades. Les hablé pero todas callaron. Me cogieron con brusquedad y me ataron. Luego me llevaron hacia un cajón de maderas, como una jaula. Me alimentaron por varios días. Luego me llevaron hacia una poza y me dejaron allí, desnudo, junto a una mujer desnuda. Me cogió a la fuerza y me hizo el amor. Luego me volvieron a encerrar. Ha pasado mucho tiempo y veo que a los niños los encierran aparte, los alimentan y los guardan. Es extraño porque la mayoría viven poco tiempo. Sólo unos cuantos se vuelven unos mocitos, luego hombres, y después sementales, como yo... He querido hablarles pero ellas no me escuchan. Tuve suerte al ver un pedazo de hoja de papel tirado por el piso. Cogí un poco de carbón y escribí. Les dije que estoy vivo y que escribo. Todas ellas me han mirado y me ha traído miles y miles de libros. Se los he leído y todas me han mirado con ternura infinita. Luego me han llevado a una mujer mayor, gorda como un cerdo y esta me ha hablado cosas que no entiendo. Me ha traído un cuaderno y me ha dado una pluma. He escrito y dibujado, y todas ellas se han puesto contentas. El tiempo ha pasado, ya soy un anciano y aun continúo escribiendo. Me hacen sentir el patriarca, puede ser, pero, no recuerdo el ayer, mi pasado, pero, cuando escribo y dibujo, pongo extrañas palabras llenas de dolor, alegría, vivencias que me han pasado pero no sé cuando ni dónde... Estoy vivo y es lo que importa. Vivo, escribo, vivo, escribo… no sé mas qué hacer.

San isidro, Octubre de 2006

Thursday, September 28, 2006

Extractos de vidas

Tengo un dolor en mi garganta, una espina de pescado, un dolor que viene del ser amado, no lo sé con certeza pero duele tanto que sangro de pena y me hace recordar todo un pasado como película en blanco y gris, tenue como esas sombras a media tarde.

Mis manos están llenas de llagas, hay sangre por todos lados. No sé si he golpeado a alguien, o si lo he matado a golpes, no lo sé con certeza, pero me duele el alma, el pasado pesa como dos estacas en mis pies, todo duele, todo, pero tengo certeza que todo pasa delante de mis sueños, pasados como la respiración.

He llegado a mi casa, y he visto a mi perro, hermano, madre, pero los he visto muertos en vida. No siento pena ni alegría, no siento nada, tan solo los veo como quien ve una foto vieja colgada en una pared vieja de adobe.

He pagado todas mis deudas y me he quedado sin un centavo; no entiendo porqué me siento feliz. Quizá sea que mi condición de miserable es la mejor, que sólo sirvo para mendigar, entregar lo que debo, hablar lo que puedo, callar cuando quiero, no sé, pero he pagado todo y no tengo nada mas que una ganas enormes de dormir para siempre y despertar en otro valle, uno que sea límpido, alegre y lleno de eso que no tiene palabra.

Ya no sé que decir ni que escribir. ¿Quizá sea por eso que me siento más vivo, y menos vacío? No lo sé, pero ya no escribo como antes, ya no hablo de fantasmas ni de sombras ni de nada de nada, ahora escribo y no sé de qué ni de quién escribo...

He decido salir a la calle, irme a un parque de noche y buscar un árbol para orinarle, vaciarle todo lo que puedo. Espero que pueda vaciar todo lo que sobra dentro de este cuerpo tan viejo, enfermo y tonto. Espero, en verdad espero que todo sea como un sueño...

San isidro, septiembre de 2006

Sunday, August 27, 2006

Gente Normal

Llegaron a la tienda dos nonagenarios, casados, judíos y con esa sonrisa de niños que están mas en el cielo que en el suelo. Los hice pasar, les atendí como se atiende a este tipo de gente. Les obsequié unas galletas. Me compraron buena mercadería y cuando ya estaban por irse, le pregunté al esposo con quien solía tener cierta conversación... Cómo es posible que haya llegado a esta edad y con semejante salud, pregunté. Ah, hijo, respondió, las pastillas, las pastillas, hay pastillas para todo, para todo cholito. Me gustó su respuesta y le hice una segunda pregunta: ¿Desde cuando están casados? Bueno, que te lo cuente mi esposa, ya no recuerdo mucho, pero fue antes de la guerra, la segunda. Me acerqué a la anciana que era gordita, bajita, con lentes ahumados y con un bastón de mango plateado, y le pregunté lo mismo. Desde niños, me dijo. Siéntate, que te voy a contar...

"Cuando vino la guerra, nuestros padres fueron apoltronados en un gueto de Polonia. Se estilaba separarles de sus hijos para que murieran de pena, o se suicidaran o fueran a los campos de limpieza. Somos hermanos, tan solo por parte de padre, diferente madre. La madre de mi esposo era polaca, y mi madre era judía-polaca. Nuestros tíos que nos tenían escondidos, nos miraron y nos vieron bastante grandes para nuestra edad. Nos casaron para salvar de llevarnos a los campos. Luego, de separarnos por un par de años, y ya cuando nuestros tíos hubieran sido llevados a los campos, ambos escapamos. Mostramos nuestros certificados de matrimonio y pudimos huir, juntos, a la América. Primero llegamos a Uruguay, allí, nació nuestro primer hijo. Yo tenía trece años, y mi esposo, catorce. La vida era difícil, para ambos. Nuestro hijo murió de pobreza y nos viajamos a Perú. Encontramos a unos paisanos, le ofrecieron a mi esposo trabajo en una joyería un nació nuestra primera hija, yo contaba con 16 años. Luego todo nos fue bien. Vivimos bien, pero con gran austeridad, pusimos un negocio de muebles por muchos años, tuvimos cuatro hijos más, y con el tiempo, ellos nos ayudaron en el negocio. La gente pensaba que todos éramos hermanos, pero, nunca mentimos. Son nuestros hijos, decaímos… Pasó el tiempo y una tarde, cuando ya teníamos cuarenta años de casados, vinieron de Polonia unos parientes. Nos buscaron y dijeron que ¿cómo nos había podido casar? Tuve que llamar a mi esposo y en su presencia les dije que nuestros antepasados lo quisieron de esa manera… querían vivir, y aún viven en nosotros, en nuestros recuerdos… Nos miraron y se pusieron a llorar. Los consolamos. Le llevamos a un hotel, les paseamos por todo Lima y al día siguiente, se marcharon. Antes de irse, nos dejaron algo que aún guardamos con gran devoción”.

La anciana tenía los ojos brillantes, se le vía bastante agotada por hablarme. Pidió que me acercara y me dijo que era nuestra partida de nacimiento, en donde estaban escritos nuestros nombres, y nuestras edades… Éramos, dos años menores. Les vi a ambos reírse como si hubieran cometido una travesura. Gracias, les dije. Se pararon y salieron de la tienda, dejándome un sentimiento de alegría al verlos andar, uno al lado del otro, como dos niños caídos del cielo…

Estaba por cerrar la tienda cuando entró un travestí. Hola, me dijo, préstame plata, o invítame un pastel, please... No, le dije. Se acercó al mostrador y susurró: ¿Quieres una chupadita? No, gracias, le dije, pero, me puso nervioso. Cómo te llamas, preguntó. Le dije mi nombre. Eres bueno, dijo. Le invité un pastel. Me lo agradeció y yo aproveché para preguntarle el cómo había llegado a ser lo que era. Nací así, me dijo.

“Recuerdo que desde que era un niñito, mi madre me ponía vestidos de mujer. Pintó todo mi cuarto de rosado y me llenó de muñecas. Pero mi padre era diferente. Militar. Le paraba pegando a mi madre hasta que se la llevaron a un manicomio. A mí, me puso en un colegio de puros hombre. Era un chiste. Muchos abusaron de mí, pero no como piensas. Me pegaban, insultaban y me hacían estar con una chica a la fuerza. En verdad traté de ser como todos, pero no pude. Todo empezó con un amigo de barrio. Este era peor que yo, es decir, le encantaba los chicos y los viejos. Una tarde me llevó a una fiesta en donde todos eran gente normal, es decir, todos mayores. Había parejas de casados, viejos ricachones, gordos inmensos, mujerzuelas casi desnudas, etc. Una fiesta de degenerados. Allí fui mujer. Fue hermoso. Figúrate hacer el amor con tres hombres al mismo tiempo. Me colgaron como Tupac Amaru, y luego, me llenaron el cuerpo de grasa. Vino un hombre con un pene precioso. Pinto, le decían. Ya te imaginas por qué. Tenía un lindo lunar en el glande. Estuve con él, luego con un gordo lleno de pelos, y por último, perdí la cuenta, jajajajaja… Recuerdo que salí de allí con un trabajo. Me llevaron a una boat y allí desfilaba en bikini. Ay, no te imaginas el mundo en que vivimos. Llegaban personaje ilustres, gente normal, pero, cuando les entraba la pasión, eran todas unas señoritas… Y allí, nos sodomizábamos. Ya tengo veinte tres años y pronto seré ya toda una señora. Tengo mi marido. Mi chiquillo, tengo todo, pero cuando se llevan toda mi plata… así me quedo, sin nada, sin un centavo, ni para comprarme una galletita… Por eso tengo que ganarme las calles…”

Le di unas galletas y le vi alejarse en la oscuridad de las calles. Nunca mas he vuelto a verle. Dicen que ya es una mujer. Y si es así, nunca más se ha aparecido. Debe de ser que ha conseguido lo que cualquier persona normal busca: la tranquilidad.

Ya estaba cerrando la tienda cuando llegó una señora que gustaba mucho cómo yo escribía poemas. Escríbame un poema joven. Es para mi hijo que mañana tiene examen y su padre no entiende de estas cosas. Sea buenito, por favor… Le iba decir que no, pero, puso sus bellos senos sobre mi hombro y me puso caliente. Le dije que esperara un momento. Cerré el negocio y le pedí que fuéramos a un café, que allí le escribiría el texto que me pide. Asintió. Subimos al auto y puse música romántica. Me puse cachondo. Le toqué la pierna. Estaba durita y tibia. Avancé debajo de la falda hasta el cruce de piernas. Ya estaba metiéndome en ella cuando sentí sus manitas en mi mano salvaje y le escuché que antes deseaba el poema. Me enfrió. Cogí un papel. Escribí mi sentir acerca de toda la gente normal que veía todos los días y se lo di. Gracias, me dijo. Pero yo estaba frío. Otro día mamita, le dije. Sonrió y bajó del auto. No arranqué el auto porque quería verla alejarse así como toda la gente que entraba y salía de mi tienda, como cualquier persona normal…


San isideo, agosto de 2006

Thursday, August 24, 2006

La hermandad

El sentimiento que cargaba se iba diluyendo a medida que me alejaba, paso a paso, del nudo de tareas sin terminar en el trabajo. Llegué a un café, y vi a lindas personas. Eso me relajó un poco. Vi a una chica y le di una tímida sonrisa, ella me devolvió su media luna... Me alegré. Pedí un café mientras abría uno de los libros que guardaba en mi mochila. Era Borges, una recopilación de sus clases de Historia de la Literatura Inglesa. Lo leí con entusiasmo, olvidándome de la chica de la media sonrisa, del café en mi mesa, de todo. En el libro hablaba de tanto que me sentí un enano en las fauces del sabio. Cuando leo concentrado, me inunda la emoción y salgo a tomar aire, un respiro, antes de ahogarme en el asombro. Pagué la cuenta y salí del café, mientras la chica me miraba de reojo. Muy joven para mí, pensé.

Caminaba por la calle con la mirada gacha. Me gusta mirar los cuadrados de la acera alumbrados por los faroles de las calles, no me gusta pisarlos, recordé la película: “Mejor Imposible”, con Jack Nickolson. Vi una moneda grande tirada en la acera. La pateé como una pelotilla. Brillaba. La seguí empujando hasta llegar al bus que me llevaría a casa. La cogí. La iba a mirar pero no, me dije que no era necesario. Era una moneda solitaria, perdida, sin uso ni dueño. No aguanté y la miré: Era bien antigua, pesada y, como yo, vieja y sin mucho uso. Decidí guardarla, cuidarla en mis manos. Subí al bus y cuando tuve que pagar sentí entregar la moneda, pero mis manos no la soltaban, ni ella quería dejarme... No le pagué al conductor y bajé del bus. Decidí caminar hasta casa. No era tan lejos. Caminé y caminé hasta llegar mientras la luna, las sombras y la acera jugaban con mi soledad.

Llegué a casa, entré. Saludé a mi madre, hermana, cuñado y sobrinas. Me senté en el comedor. Mientras cenaba les conté la historia de la moneda. Estás cada día más loco, dijo mamá, mi cuñado sonrió. En vez de estar juntando porquerías que guardadas en tu cuarto cochino, deberías dedicarte a buscar otro trabajo en vez de ese que no te alcanza ni para pagar el alquiler de casa, dijo mí hermana mientras mis sobrinas me miraban con sus ojos asombrados, esperando que algo respondiese. Tenían razón, callé. Me paré sin terminar mi cena y fui hacia mi cuarto. Ya solo, y sin prender la luz, saqué la moneda y le empecé a hablar. Estoy loco, pensé, pero la moneda parecía escuchar, brillaba a medida que le hablaba. Está viva, sentí. Prendí las luces de mi cuarto y empecé a limpiarla... Cuando terminé, estaba amaneciendo. La miré nuevamente y la puse junto a todas las otras cosillas que había encontrado en la calle, tan perdidas como la moneda, como yo... pero ahora, ya no mas. Vivíamos juntos, éramos una hermandad... Miré la moneda junto a una ruma ordenada de papeles, libros viejos, piedrecillas, maderitas, plantitas secas, fotos, etc, y vi que todas empezaban a brillar... Están contentas, pensé.



San isidro, agosto de 2006

Saturday, August 12, 2006

Siempre bien

Como salga la cosa, está bien, siempre bien... Le dije a la niña, y ella me dijo que no entendía. Me puse a su lado y le obsequié un libro mío. Gracias, me dijo. Me di media vuelta y me fui rumbo hacia mi hogar. Caminé durante todo el día, llegué a la puerta de mi casa, aún no oscurecía. Iba a entrar pero al ver mi casa solitaria, sin luz, sin vida, me di media vuelta y caminé sin rumbo, alejándome de mi casa... Todo estaba bien, siempre bien, bien, bien siempre. Llegué a un barrio bastante pobre, y vi una casa muy sucia y pequeña, escuché los gritos de niños y niñas, señores y señoras. Toqué la puerta y salió una vieja bastante andrajosa y de cara enfermiza. Tras de ella había niños y niños, no pude contarlos, pero eran bastantes, luego vi a hombres, ancianos y mujeres desnutridas apoyados en un lado de la pared de la casa. Y sentados en el suelo dos hombres, bastante grandes y gordos jugando a las cartas o algo por el estilo. Sonreí a la mujer y le dije si podía obsequiarle un libro. Me miró extrañada, como quien ve a un loco, y me dijo si estaba borracho, loco... Le dije que no, y luego, saqué un libro, pero antes de dárselo puse todo mi dinero dentro de sus páginas, y se lo ofrecí. La señora y los niños quedaron boquiabiertos, los hombres tirados en el suelo, también, los ancianos y mujeres empezaron acercarse a la puerta. Y escuché la voz de un niño decir: ¡Cuánta plata! Me di la vuelta y me fui caminando, ya estaba como media cuadra de distancia de la casa, cuando uno de los niños me alcanzó y me jaló de los pantalones. Me detuve y el niño me devolvió el libro pero sin el dinero. Lo vi partir corriendo hasta meterse en su casa. Y vi que en todas las ventanas estaban las caras de toda aquella familia, mirándome, como quien ve a un fantasma esfumarse, o a una sombra apagarse con la luz, o quizá a un ángel volando hacia el cielo... en verdad, allí estaban, mirándome como a nadie habían visto jamás. Sonreí y me di la vuelta y caminé hasta llegar a un parque lleno de vagos, ladrones que estaban quemando madera dentro de un cilindro. Me les acerqué y les ofrecí mi libro. Uno de ellos lo tomó y lo echó en el cilindro. Gracias, me dijo... Otro se me acercó y me dijo si podía regalarle mi saco, se lo di. Otro me pidió mis zapatos, también se lo di. Luego me hicieron una ronda y me arrancaron toda mi ropa, pero sin brusquedad, hasta dejarme en pelotas, temblando de frío. Por suerte me dieron un saco de papas vacío, y con ello pude cubrirme, pegarme al cilindro y no morirme congelado. Ya era la media noche y todos se echaron como en una ronda, juntando sus pies como un rayo de bicicleta, se taparon con un mantón y se acostaron. Me puse al lado de todos ellos, y quedé dormido, seco como una lechuga... A la mañana siguiente todos se levantaron y salieron a buscarse la vida. Yo temblaba de frío. Me levanté, estirándome como un perro y fui caminando hacia mi casa, y cuando llegué, la vi tan solitaria, tan sin vida que decidí no entrar. Me di media vuelta y me puse a caminar hasta perderme por las calles de la ciudad... sintiendo que todo estaba bien, siempre, bien siempre…


San isidro, agosto de 2006

El Chango

Si le vieran caminar con sus dos botellas bajo el brazo, con la cabeza casi balanceándose como un péndulo, vestido como un estibador, creerían que era un pobre imbécil, pero no era así, era el Chango, el más pendejo de todo aquel barrio, cargando sus dos botellas de leche de tigre que era para la resaqueada de la noche anterior, y no se vaya a pensar que era para él, no, no era así, sino era para vendérselas a sus amigos resaqueados, pues ya se había tomado la mitad, la otra la había cubierto con un poco de harina de chuño, para solapar, pe... Y bueno, el Chango caminaba por la madrugada cuando vio a dos tombos que frenaron el auto y fueron tras sus patas. El pendejo dejó a un costado las botellas, corrió como siempre, casi volando. Saltó una verja y cayó sobre un basural. Allí al costado había una montaña de mierda de perros, borrachos y gatos... El Chango no lo pensó más. Se tiró de cabeza y se metió en toda la mierda que pudo en la cabeza, como una peluca... Y así, se paró y salió del basural, campante, rumbo hacia los policías. Apenas le vieron, los tombos pensaron que el Chango había enrubiado, pero a medida que se le acercaba, llenaba todo el ambiente de un olor a huevos podridos. Luego, cuando descubrieron de lo que estaba cubierto, se dieron media vuelva y se largaron, lanzando maldiciones... El chango sonrió con su risa medio estúpida, volvió por sus botellas, y vio que se había rociado una poca. Se sacó el pincho y orinó un poquito adentro de las botellas, tan solo para cubrir el restante, y volvió su caminata hasta llegar a su casucha. Entró, se bañó, y salió rumbo a donde sus amigotes... Apenas lo vieron, le recibieron, le pagaron y el Chango sonrió, contento, se dio media vuelta no sin antes mirar a la novia de uno de ellos y pedirle una tarde de intimidad. Todo esto le dijo con sus ojos grandes y descolgados de idiota, y esa sonrisa de tonto vivo. El salió primero, y luego, ella... Fue todo un trancazo, una enredadera de serpientes que duró hasta noche... Agotado, el pendejo se vistió, y luego, mandó a la chica a tirar por la calle. La mitad chica ¿eh?, dijo el pendejo... Sí, la mitad, dijo ella... La vio salir mientras apretaba con sus manos, los billetes que le había arrebatado de su cartera…


San isidro, agosto de 2006

Monday, August 07, 2006

El primer beso

Las veces en que veía besarse a una chica con su chico era en a televisión, o en cualquier esquina oscura de mi barrio. Me gustaba mirar cuando se besaban. Algo en mi se ponía erecto, a pesar que contaba con nueve años. Cada reunión con mis amigos de barrio trataba de cuantas chicas habíamos besado. La mayoría de todos decía que tenían no menos de diez novias al mismo tiempo. Yo, como ellos, mentía. Tengo cuatro, decía. Mi vida se lleno de esperma hasta llegar a los quince años cuando tuve la oportunidad de conocer a una linda chica con la cara más dulce que una manzana roja. Me le acerqué y le pregunté su nombre. Se puso roja, se dio la media vuelta y corrió hasta llegar a su casa. El demonio se metió en mis entrañas. Me puse como perro labrador apuntando la ventana de la chica sonrojada por mis palabras, y esperé a que saliera. No salió toda la noche, pero allí me quedé, sentado en la vereda, mirando la ventana de la casa de esta chica... que tan solo pude ver su sombra que se mostraba una y otra vez. Luego fueron varias sombras, hasta que alguien salió por la puerta. Era su padre. Se me acercó y me dijo con ojos enrojecidos que me largara de una vez. Me paré y no me detuve hasta llegar a mi cuarto.

Al día siguiente le hice la guardia. Vi que sus padres y hermanos salían y la esperé. A eso de medio día la vi salir a regar el jardín. El corazón quería salírseme del pecho. Estaba fuera de mí. Todo mi ser quería ese cuerpo, plancharme en el suyo... Cada paso que daba era como si subiera a que me cuelguen, me crucifiquen, mi muerte, pero qué importaba si ella estaba allí, miándome a los ojos, a los labios, a mi cuerpo de un chico de quince años. Hola, le dije. Bajó la mirada. Noté que se sobaba las piernas. Sus ojos eran negros pero estaban llenos de luz... Estaba totalmente hipnotizado. Ya no era yo, era una mano de la pasión. Me acerqué por instinto animal. Escuché los latidos de su vida, los míos, los del universo... Abrí la boca, ella también. Di un paso mas cerca, ella alzó la cara. Nos miramos, sonreímos, y luego, me aspiró la vida a través de sus labios... y, me robó la vida, toda la vida. Luego, de una eternidad o un instante, me empujó y se metió en su casa. Y allí estaba, echado en la puerta de su casa, loco, enamorado, besado por la lujuria... Estaba lleno de pasión. Mi corazón me levantó del suelo y vio una de las ventanas del cuarto. Soy un león, me dije. Vi un árbol bastante cerca y la trepé. Era un león. Vi su cuarto con la terraza abierta y salté como un felino. Ya estaba dentro. Abrí la puerta. Podría estar su padre, su hermano, la empleada, su abuelo, cualquier persona, pero no había nadie más que ella mirándome a los ojos con el rostro totalmente rojo, dorado, con sus labios quemados por los míos. Me acerqué y ella se hizo un ovillo, un puntito en toda la casa, en un rincón. La levanté y le puse mis labios, que ya eran suyos, y fuimos bendecidos por la lujuria, la pasión, el amor hecho una sola carne... No recuerdo qué pasó después... Veía mi ropa salir de mi cuerpo, su ropa salir por el aire. Vi su cuerpo respirándome el mío. Y luego, nuestros labios hablaron en silencio. Se dijeron todo en un instante, en una eternidad... Nos penetramos, nos hicimos uno con el universo hasta que gemimos de éxtasis... Luego, vino la paz, la tranquilidad, hasta que sentí que alguien me cogía de los pelos y me daba patadas, puñetes, de todo... para salir volando por la ventana... Caí por suerte cerca del árbol, desnudo, pero luego vi mi ropa salir tras de mí... Volví a mi casa con un extraño y nuevo sentimiento. Había sido mi primer beso, pero no el último...




San isidro, agosto de 2006

La bienvenida

Estoy parado frente a la puerta de casa pero no deseo entrar. De solo recordar que nadie más que yo vive adentro me hace sentir que es el último lugar donde quisiera estar. Pero aun así he sacado la llave del bolsillo y he ingresado. He prendido las luces y me he sentado a tocar piano. Siempre que lo hago, apago las luces y me dejo llevar por el sonido de la oscuridad. Me relajo cuando toco, y en eso diluía mi soledad cuando escuche voces, susurros, podría decir que deseaban que continuara tocando por favor, como rogándome... Continué hasta agotarme y no sé por qué, quizá porque era algo nuevo para mí, compañía, seres inasibles que apreciaban mis sentimientos bajo el timbre musical. Mi corazón latía sin armonía y mi cuerpo empezó a sudar frío. Era normal debido a esta singular experiencia. Prendí las luces del cuarto y nada, no había nadie... pero sentía presencias. Apagué las luces y a ciegas caminé hacia mí cuarto, prendí las luces y empecé a pintar, y mientras pintaba, una fuerza desbocaba mis manos, mi mente de colores, visiones extrañas. Llegó un momento en que me sentí preso por hilos, sentimientos líricos que empujaban mis creatividad. Solté el pincel porque no quise ser de nadie y todo se hizo paz, tranquilidad, hermoso... y en ese preciso momento el alborear de un día, penetró mis sentimientos... Me fui a bañar y luego me puse a descansar. Fue extraño, no soñé. Me levanté y, asombrado, vi personas que entraban y salían de mi cuarto... Vestían con ropa de otro tiempo. Quise hablar con cualquiera de ellos, exigiendo una explicación, pero nadie me hizo caso. Me vestí, levanté y fui a ver qué era lo que ocurría. Esta gente preparaba la llegada de alguien, como una fiesta sorpresa, una bienvenida... Estoy desvariando, pensé. Hacía frío delante de ellos y salí de la casa sin que nadie se diera cuenta de mi ausencia. Fui a visitar a unos amigos que se hallaban en el centro cultural y les conté lo que había ocurrido en mi casa, no creyeron nada. Trabajas demasiado, dijeron. Me paré y los reté. Acompáñenme, les dije. Se pararon y me siguieron los pasos en medio de burlas, risitas disimuladas. Llegamos, entramos a mi casa, y allí estaba el gentío que subían y bajaban las escaleras de la casa, parecía que ya estaba por terminar su labor... Qué les pasa, no pueden ver a toda esta gente.... Mis amigos se miraron unos a otros y dijeron que no, que no había nada. Estás mal, me dijeron. Se dieron media vuelta y se fueron. Salí tras de ellos pero no tenía una sola palabra que decirles. Me detuve y fui hacia el bar de un conocido. Me puse a beber bastante hasta muy tarde. Ya estaba mareado. El barman me dijo que podría pedirme un auto que me llevase a mi casa. No, no gracias puedo irme por mi cuenta, tal como vine. Salí a la calle, crucé la pista y no vi un auto pasar por mi lado, casi besó mi cara... Me asusté, se me pasó toda la resaqueada y apuré mis pasos. Llegué a mi casa y volví a detenerme en la puerta, no escuché un solo sonido, todo estaba tranquilo... Ya se han ido, pensé. Entré y de repente todas las luces se encendieron. Y todo el gentío gritó: ¡Bienvenido! Me gustaron sus amigables y alegres palabras y me puse a conversar, estaba en una fiesta. Bailé, grité, chillé, y continué tomando durante toda la noche hasta que llegó el día... Sonó la puerta y metieron debajo el periódico del día. Lo abrí y vi mi foto en primera plana con la noticia de que un auto me había atropellado en mitad de la noche, y que mi cuerpo estaba en la morgue... Miré a todo el gentío que estaba en casa y supe que ahora era uno de ellos. ¡Bienvenido! Volvieron a gritar...


San isidro, agosto de 2006

Sunday, August 06, 2006

Mi lado oscuro

Estoy sentado frente a la computadora y no me siento tan bien como quisiera. Hace poco estuve escribiéndome con un amigo, le digo que es amigo cuando en verdad deseo que se muera, se pudra en sus letras de una vez y se deje de vainas, que sea un hombre de negro así como cuenta. La verdad es así, soy un criminal, alguien que huye de todo lo inestable para sentarse en su PC y ponerse a escribir sueños irreales, mentiras de cartón. He visto hoy día a mi madre y le he deseado que se muera. Que muera mi hermana, mi hermano, mi perro, mi mejor amigo y mi peor enemigo. Les odio a todos, sin embargo, no puedo vivir sin ellas. Mucha gente no sabe cómo soy en verdad, pero si me vieran ahora, frente a un espejo se darían cuenta que soy un monstruo de muchas cabezas y cada una de ella tiene un nombre y todas dicen mentiras, terribles porquerías que me hacen cagarme de la risa. ¿Quién soy? No importa, ni nunca me interesó hasta que vino un idiota y me contó que existe una verdad y que esa verdad me hará libre como un pajarito. Qué mentira piadosa, que desodorante mas falso... Si todo es una mentira y quien dice verdades es quien pierde, pierde su vida pues ilumina la basura de toda la gente que se haya terminando, masticando sus mentiras hediondas, calcadas de los libros de historia, de los ojos de una madre a quien odio de veras, de mi padre que no veo desde que tengo dos ojos y boca. Odio y me odio desde ahora que estoy sentado en este sillón que me lo ha regalado mi madre, y que ahora se pasa la vida limpiando su casa cuando todos sus hijos quisieran verla bajo cinco metros de tierra abajo, lamidos por los gusanos y por las rojas hormigas... Ya sé que esto que digo no es verdad, es mentira así como tus letras que salen de tu sucia cabeza... Estoy hasta aquí de tanta verdad escrita y deseo la muerte de todo este mundo que apesta a muerte. ¿La vida? ¡Ja! Si ni siquiera la podemos tocar, pasa por nuestras narices y no la podemos oler... Vivimos caminando hacia atrás y miramos hacia adelante, pero no vemos en donde pisamos, pues sí lo hacemos estamos perdidos, así como esos niños que recién han salido del vientre de una madre, perdidos de eso tan suave que era el no haber nacido jamás... Y ya que estoy terminando de contar mi lado oscuro, sería genial que me cuentes tu manera de ver esta vida sin bordados ni colorete, cuéntame este camino que andas y dime si existe un camino sincero que no sea el de tu lado mas negro, pues, es sabido, que todo te lleva al abismo, y nadie que yo sepa, cuenta cómo les ha ido allá dentro... Tan solo se ve negro, así como este texto que sale de la parte más negra de mí...


San isidro, Agosto 2006

La caída

Toda la vida soñé que mi vida tuviera sentido. Tuve muchos maestros, personas a quien imitar, que seguir, tal como un payaso... Me he agotado de seguir caminos que tienen la medida de mis pies. Me he topado con un anillo que no le hace al dedo. Me he detenido y veo rostros sin gestos, ojos sin brillo. Tengo un camino frente a mí y me agrada, hay un nombre que resuene por el aire, se escucha muy dulce, se siente uno bien mientras camina y camina hacia allí, hacia el centro del nombre. Ya frente a frente me veo reflejado, y siento que pertenezco al nombre que resuena en cada piedra, aire, mar, fuego, en todos lados... Veo el abismo y salto como un niño hacia los brazos de un padre. Soy feliz mientras caigo y veo mi nombre reflejado en todas partes, todas partes, todas partes, todas partes...

San isidro, agosto 2006

Wednesday, August 02, 2006

Visitas

No tenía nada que contar cuando escuché en el pozo de mi inconciencia el nombre de mi padre, pronunciándose como el eco en un abismo... Cerré los ojos esperando ver su imagen cuando vi sombríos rostros moviendo los labios sin poderse detener y sin dejar escapar un sonido... Traté de entender pero fue imposible, inútil. Abrí los ojos y continué tratando escribir, de contarles algo... De pronto, escuché el ruido de unos pasos acercándose a mi puerta. La tocaron. Me acerqué hasta la puerta y vi a mi padre. La abrí y le recibí, bastante extrañado por cierto. Le dije qué milagro lo ha traído hasta aquí. Sonrió. Le invité a pasar, a tomar asiento, no quiso. Deseaba contarle la visión que tuve, pero él se dio la media vuelta y se alejó de mi presencia sin decirme adiós, nada. Cerré la puerta, me sentí raro. Cogí el teléfono y llamé curiosamente a su casa. Respondió su mujer, diciendo que este se hallaba muy enfermo... Va a morir muy pronto, dijo. Colgué, y salí corriendo tras la imagen de mi padre. Le vi no lejos, estaba caminando en medio del gentío por las viejas calles de la ciudad. Traté de acercármele pero hubo algo más fuerte y grande que yo, impidiéndomelo. Era como si tuviera plomo en el alma, en el cuerpo. Era como si mi padre fuera una montaña moviéndose y yo, aire… Estoy desvariando, pensé. Aún así, le seguí hasta llegar a su casa. Entró, y yo entré tras él. No había nadie en la casa cuando entré. Le vi subir las viejas escaleras hasta llegar a su cuarto de toda la vida. Subí y le vi. Había dos cuerpos de mi padre. Uno estaba echado en la cama, y el otro, nos miraba… Luego, miró al cuerpo echado y le dijo que se levantara. Este se paró y caminó hacia la imagen que fue a buscarme. Se abrazaron, y luego, se hicieron uno solo. Me miraron y sonrieron. Me dijeron que estaban contentos de que haya venido a despedirse. Volvió a sonreír y fue a echarse a su cama. Cerró los ojos y sentí que debía aproximarme. Me acerqué y me quedé sentado a su diestra, en silencio, esperando, esperando simplemente… y mientras veía como respiraba, no me percaté que toda su familia estaba en la puerta del cuarto, mirándonos, como si vieran un milagro. Les miré, sonreí. Ellos sonrieron en silencio. Miré a mi padre y le dije adiós. Respiraba, tenía los ojos cerrados y esbozó una tenue sonrisa. Me levanté, y me fui en silencio. Cuando llegué a mi casa sonó el teléfono, pero no contesté, ya sabía todo… Me acosté. Y apenas cerré los ojos volví a ver los rostros sombríos de mi padre que empezaron a crecer hasta aplastarme como a una cucaracha… ¿Dónde estoy?, me pregunté. No encontré respuesta. Por suerte desperté gracias al sonido del teléfono que no cesaba. Me paré, caminé hasta el teléfono y lo tiré por la ventana… Ya sabía de quien era la llamada…

San isidro, agosto de 2006

Monday, July 31, 2006

Séneca

Salí de mi casa, no tenía muchas ganas de salir, pero, uno tiene que hacer lo que tiene que hacer para vivir con las justas, si es el caso en que uno es un artista y le gusta ser un vago de media suela que va para allá sin pedir permiso a nadie porque le da la gana de ser uno que va a la calle por un trabajo sencillo que le de al menos para pagar la comida, el correo, y esas cosas de la moda actual. Tengo padres que no son como quisiera pero eso es lo malo sobre todo cuando los amas, pues es sabido que el dolor proviene de la gente que uno mas ama. Llegué a mi trabajo y encontré todo de media vuelta, con los chicos que esperaban a que yo abriera el corral. Ya adentro vino uno que estaba muy enfermo, me dijo que su madre estaba en cuarentena y su padre y hermanos no tenían hace mucho qué comer. Cuánto, le dije. Extendió la dos manos y supe que ya el día estaba oscurecido. Le di su billete y este dijo gracias y continuó laborando, pelando pollos para que mostrarlos a la gente del mercado.

Trabajamos en un muertero de gallinazos. Les cortamos le garganta, les casamos su sangrita, los metemos a la olla hervida y los pelamos toditito. Ya enfriao, los colgamos en un gancho, les ponemos un buen precio por el kilo y esperamos con los cuchillos, el mandil, y la sonrisa en la boca, pues eso gusta mucho a la gente que es mendiga de sonrisas y de ojos alegrones y clarones como huevos doraditos. Así pasé la tarde, vendimos algo, no mucho, pero para pagar la renta, comida y algo mas como para comprarme un buen libro, sobre todo los de Séneca que me tiene loco hace más de un año sin poderlo encontrar, respirar. Pero todo viene cuando uno tiene el pensamiento fijo, parado como cuando una hembra está frente a uno con sus nalgas redonditas, y esa pelambrera negra como serpientes negras en canastilla... Eso mismo. Es pasión de lector viejo, eso es lo que tengo, y sólo sirvo para eso, para contar lo que leo a quien tienes orejas y ojos que escucharme la pasión que llevo desde que antes de nacer... Eso contaba mi abuelo que, desde niño, le leía hasta el pensamiento con sus cuecas, sus pecados apolillados y toda esa porquería... Y así, con el sobrante de la venta, fui a la librería y encontré al buen Séneca, pagué lo que pedía y allí mismito me puse a leerlo. No es extraño ni abusivo el buen heleno cuando dice que "el camino más trillado y más conocido es el que más nos engaña... puesto que todos... prefieren creer a juzgar", y "el error [...] de mano en mano [...] lleva al precipicio", o ese de que dice "Si podéis, alabad a los Dioses buenos; si no podéis, al menos pasad de largo. Cuando os enfurecéis contra el cielo no os digo que cometéis sacrilegio, sino que perdéis el tiempo"... Es sabio el dialoguero de Séneca y allí tuve que cerrar su libraco luego de hojear su XXI Dialogo De la felicidad. Luego, fui a tomarme un cafecito pero mi bolsillo estaba seco como mi garganta. Hasta ni para el micro tenía billete. Tuve que volverme a la casa caminando con el libro que leía en la mano sin parar...

Nada es completo, y lo que amas tiene un precio grande que no es dinero sino es como el jugo fermentado del amor. Ya en mi casa, padre y madre preguntaron por los pollos. Va bien, va bien, les dije. ¿Y cuánto has ganado?, preguntaron. Les miré a los ojos y les mostré a Seneca, y les dije mas que el oro es un viaje con el dialoguero de hace dos mil años fenecido. Por supuesto que pegaron su gemido cotidiano. Cogieron mis libros que guardaba en mi hueco, echándolos como pica-pica por la calle. Tuve que salir vuelta a la calle, recogerlos y buscar una luna clara para leer a mi Séneca. Sabía que el mañana tiene eso de bueno, todo, todito pasa... como el buen Séneca y hasta yo...


Lince, julio 2006

Saturday, July 29, 2006

El poeta

Sentado en una silla,
esperaba al poeta...

Le vi llegar,
a su lado cargaba una maleta,
negra como el color de sus letras...

Me acerqué,
le dije gracias por venir poeta...

Me miró a los ojos y me dijo todo

Subió a una mesa
y empezó a contar su saber,
su ignorancia
y la sencillez de toda su literatura...

Eso me hizo apreciar
el significado del poeta,
que no es mas que un hombre solo,
de esos que no van por el mundo
sino que se han ido
hace mucho,
hacia el mar de la belleza,
de la paz calcada en olas generosas,
humildes como el canto
que no cesa de vibrar
en la oscuridad de mi inconciencia...

Ya terminada su presencia,
me acerqué nuevamente
y le dije muchas gracias poeta...

Me miró a los ojos
y me dijo no sé que cosas,
grabando sobre el cuaderno del alma,
un poema con su desnuda sonrisa...



Lima, julio de 2006

dedicado al poeta mejicano, José Emilio Pacheco.

espartako

espartako

Thursday, July 27, 2006

Las puertas

Tanta gente, tantos ojos, colores, tantas cosas... ¿Para qué? Mejor no pensar en cosas simples, y dejar que la escoba del silencio sacuda toda existencia... En aquellas meditaciones me encontraba cuando vi en mi camino diario por las mañanas los ojos sorprendidos de un hombre, las manos abiertas de una madre, el techo oscuro de un cuarto que es el mío, y en aquellas imágenes, tuve una visión, el de apagar mis pensamientos para que el cristal de la realidad se transforme en líquido bebible. También vi aquel día, una tarde colorida, las sonrisas partidas de un borracho y muchos perros buscando alimento sobre un tacho de basura. Tuve que cerrar los ojos y correr hacia mi hogar y cuando llegué, encontré todas las puertas de cada cuarto cerradas con llaves de oro. Toqué con vergüenza una de ellas, y, para mi sorpresa, todas se abrieron al mismo tiempo. Quise entrar para siempre en uno de los cuartos, pero las personas que la habitaban me dijeron que no, que yo no tenía corazón... Cabizbajo empecé a caminar hacia la salida de la casa cuando sentí que todo mi pecho palpitaba como si tuviera a un niño asustado... Le pregunté a mi pecho si era el corazón. Dijo que no, que yo no tenía corazón... Enséñame por favor, le dije. De pronto una cosa gorda y roja reventó de mi pecho como un chupo, cayendo sobre mis manos... Me asusté al verme lleno de sangre y vísceras que no cesaban de saltar como serpientes en canasto sobre mis manos... Era como si tuviera a un niño. Entonces, decidí volver a tocar las puertas de la casa. Apenas las toqué, estas volvieron a abrirse. Iba a entrar pero, no pude acercarme, y ante mi asombro, la cosa ensangrentada saltó de mis manos, arrastrándose hasta entrar a uno de los cuartos de la casa, dejándome solo, perdido y sin saber qué hacer ni adónde ir. Salí nuevamente a la calle y percibí el cielo rojo, así como la sangre que había quedado en mis manos. Asustado, fui caminando con los ojos perdidos hasta llegar al abismo. Me gustó ver aquella oquedad. Sentí deseos de tirarme, acabar con todo lo que me hacía mal. Me arranqué los pensamientos, los sueños, anhelos, mis carnes, huesos, todo, todo lo aventé al abismo, quedándome vacío, desnudo. Volví a la casa y entré, pero esta vez no había puertas cerradas, no había nada, todo estaba desolado sobre un cielo rojo, mientras escuchaba un gong una y otra vez así como un corazón vibrando en todo el universo...


Lince, julio de 2006

Tuesday, July 25, 2006

Especialmente para no leer

Si me vieran sentado, escribiendo en una computadora, seguro pensarían que estoy loco, y es verdad, no me agrada hacer lo que hacen los demás, es como mascar un chicle mentolado que es rico hasta que se esfuma el sabor. Estoy dentro de un centro comercial, escondido en una computadora, pago unos centavos por hora y como no tengo nada que hacer mas que esperar a que me paguen la mercadería que dejé, me he sentado a escribir mis pasos por la vida. Temprano estuve con dios, me dijo muchas cosas pero ya las he olvidado, sobre todo después que salí a vender la mercadería al centro comercial, en que estoy sentado esperando a que me paguen y toda mi conciencia está en la plata que estoy esperando, y que me va a servir para pagar todas mis deudas, esas que no me dejan tranquilo mientras escribo, duermo, respiro, o escucho los consejos de dios, así como esta mañana pero que ya no me acuerdo. Todas las mañanas me reúno con dios, es bueno el dios, no es como esos viejos que reniegan cuando uno comete errores, no, el no es así, mas bien le agrada que uno sea original y que vaya por el mundo haciendo diferencias, de esas que escandalizan a medio mundo, como lo que hice después de que estuve con dios... Puedo contarles lo que hice pero no me atrevo, es entre dios y yo, pero, ¿por qué no? Es diferente ser chismoso y contar las cosas de dios. Les diré que después de escuchar sus consejos salí hacia mi centro de labores. Recogí las llaves del auto, cargué la mercadería que tengo que llevar al centro comercial y antes de entrar, decidí hacer algo diferente. Vi a una anciana cruzando la pista con gran dificultad. Me detuve y bajé del auto en medio de todas las bocinas de los autos que estaban detrás de mí. Me acerqué a la vieja y la ayudé a cruzar la pista. La hice sentar en una banca y le di un beso en la frente. Me di media vuelta y corrí hacia mi auto cuando vi como cinco policías alrededor. Me pusieron papeletas. Gracias, les dije a los polis. Y luego seguí mi camino hacia el centro comercial. Y, ya en la puerta, vi un hermoso trasero entrado en la tienda comercial. Busqué un estacionamiento y entré. Bajé toda la mercadería, les di el recibo de cobranza y busqué ese hermoso trasero. Lo encontré. Era hermoso y grande y lleno de carne rosada. Lo supe porque me le acerqué y le peñisqué el poto. La mujer saltó como un gato. Luego me dio un puñete en la cara, me aplastó los testículos y me gritó a todo pulmón de que era un degenerado. Al rato vino la poli. Me pusieron entre la puerta y me golpearon duro, dejándome como un trapo mojado en el suelo. Fue terrible, pero, lo hice. Y valió la pena. Era un trasero extraordinario, rozadito y durito. A duras penas me paré y fui a cobrar mis recibos y ¿saben con quién me encontré en la puerta del centro comercial? Con dios, diciéndome que había hecho muy bien. Me sentí muy bien, lo extraño fue que dios empezó a metamorfosearse ante mis ojos, y lo extraño era que nadie se daba cuenta de su presencia. Le vi alejarse estornudando si parar, y por cada estornudo le brotaba puntitos plateados que salían volando hasta perderse en el cielo. Que bonito, me dije. Me paré y fui a cobrar mis recibos. Y aquí estoy, escribiendo para olvidarme de las deudas que tengo que pagar, pero que de todas formas pagaré apenas me paguen en el centro comercial... Espero que cuando salga me encuentre con dios para que me dé mas consejos, me gustan sus consejos porque los olvido apenas dios desaparece. Me agrada verle y saber que siempre viene para recordarme lo importante que es existir siendo singular, cometiendo todos los errores posibles para saber lo que soy, algo especial en un mundo especial, con un dios especial dentro de un centro comercial especial. Todo, todo, todo es muy especial, ustedes que leen esto, también ¿por qué no?...

Lima, julio de 2006

Monday, July 24, 2006

No sé qué hacer

No sabía adónde ir. Aun tenía plata en los bolsillos y unas cuantas horas para hacer cualquier cosa que me entretuviera. Subí al auto y lo encendí. Miré el tanque de gasolina y estaba casi vacío. Tengo que llenarlo, me dije. Pero si le hecho gasolina no me queda dinero para nada... Respiré hondo y fui a echarle gasolina al auto. Ya en la pista, manejando el auto a cualquier lado, recordé que una amiga me debía dinero. No lo pensé y fui hacia su casa. Las luces estaban prendidas. Toqué la puerta, pregunté por mi amiga. Salió, estaba muy bonita. Le iba a decir lo del préstamo pero ella me dio una sonrisa muy picarona que me sedujo. ¿Vamos?, me pidió. Vamos, le dije. Subimos al auto y fuimos, pero, adónde íbamos a ir si no tenía dinero. Me fijé en mi amiga, tenía unas piernas gruesas y bonitas, y sus senos estaban enhiestos como conos. Subí mis ojos hasta sus ojos y cruzamos miradas sin tiempo y centellantes. Me detuve en un parquecito. Encendí la radio. Me le acerqué. Ella no dijo nada. Le toqué las piernas, con las mías, lo mismo. Bajé mi mano derecha como una serpiente hasta tocar sus bragas, y ella me la apresó con sus piernas. Seguí serpenteando mi mano hasta tocar sus vellos. Estaba mojadita. Le metí el índice en su vagina, y ella se soltó a la pasión, desparramó su cuerpo como leche hirviendo, mientras yo metía y metía mi índice derecho. Su cuerpo se tragaba mi mano, mi brazo, mientras mi cuerpo sudaba a chorros... Me bajé la bragueta y saqué mi pene, estaba duro y a punto de reventar. Me la meneé con mi mano izquierda, mientras mi brazo derecho había desparecido en el cuerpo de mi amiga. Todo fue terriblemente delicioso, un fogonazo de placer hasta que otro tipo de fogonazo nos llegó a los ojos, mientras una vos salida de algún lado del infierno nos pedía documentos. Era la policía. Nos quedamos como estatuas de sal, e inmediatamente nos pusimos en orden. Salimos del auto, mostramos nuestros documentos, acompañamos al policía, nos detuvieron por delito contra el orden público. Y luego, llamaron a los padres de mi amiga. Yo no tenía padres. Me encerraron por intento de violación, no había mas excusa. Estuve diez días detenido sino fuera porque un amigo me consiguió un abogado, dinero, y una buena tarjeta política. Salí y en la puerta estaba un tipazo que apenas me vio me dio un trancazo con sus zapatos, era su novio. Casi me mata. Estuve en el hospital. Y cuando me preguntaron el por qué había hecho todo eso, les dije que no tenía nada que hacer... y que la chica me debía un dinero. No me creyeron. Pero sí creyeron que estaba loco. Puede ser, puede ser...

San isidro, julio de 2006

Saturday, July 22, 2006

Sombra

Caminando por la calle, en una esquina de mi barrio me choqué con mi sombra. La miré y ella me miró a mí. Le pregunté porque era así. ¿Cómo?, me dijo. Negra. Soy la sombra, y todas las sombras somos así, seguimos a las personas por la noche, nos alargamos, encogemos, desaparecemos cuando llega la luz... Le miré, me le acerqué hasta tocarla con mi dedo, estaba fría, aburrida, como yo, y no quise saber más… Continué caminando y en otra esquina vi la sombra de otra persona. Volteé para ver a la persona pero no vi a nadie, tan solo la sombra. ¿De quien eres la sombra?, le pregunté. De uno que aun no llega a esta esquina. Y, ¿es buena persona?, pregunté. Si, es buena persona. Miré a mi sombra y me le acerqué hasta pegar mis labios a su oído. Quiero que juguemos, le dije. ¿Cual juego?, preguntó. Juntar, coleccionar sombras, y guardarlas en un saco, así puedes cambiar de formas cuando quieras y no me aburres ni te aburres de verte siempre igual ¿no? Me miró y asintió. Le vi acercándosele a la sombra del hombre bueno y le cogió del cuello, metiéndole dentro del saco que tenía en su brazo. Ya, me dijo. Y así la pasamos juntando sombras durante toda la noche. Teníamos de todo, hombres, mujeres, niños, postes, carros, todo, todo... hasta que llegó el alborear y retorné hacia mi casa. Busqué un lugar oscuro y le pedí a mi sombra que me mostrase nuestro motín. Me las mostró y me dieron pena, parecían asustadas, aglutinadas en una masa negra. Suéltalas, le dije. Ya, respondió. Cogió una vela y la metió en su sacó haciendo que todas se disolvieran como cenizas por el aire… Miré a mi sombra, me le acerqué y le di un beso en la frente. Estaba helado, prendí la luz del cuarto y se fue…


San isidro, julio de 2006

Thursday, July 13, 2006

Vuelos imaginarios

No cesaba de joderme, a pesar que innumerables veces la he matado, pero siempre vuelven. Quizá sean sus parientes que una y otra vez viene a joderme la tranquilidad que necesito para avanzar mi novela. No vallan a creer que esto es cuento, no, no es cuento, estoy hablando de una negra, sucia y pesada mosca que pulula sobre la luz de mi escritorio y que una y otra vez la mato, pero esta, retorna, claro que no sé si ha resucitado, o es, como dije, otra mosca, pero, me pregunto, ¿por qué siempre viene a la misma hora, volando por el mismo lugar, y, con tal desfachatez, se pone sobre mi cara, mano, lámpara, en cualquier lado que me rodee todas las noche... Y, como les dije, allí está la maldecida, caminando con su alas prestas a salir disparadas apenas coja el matamoscas. Mejor no le hago caso y la dejo ser, puede que se canse, o se sancoche en el foco de la lámpara que uso mientras escribo. Estaba pensando en las ideas que uno tiene cuando se pone a escribir, sobre todo cuando empieza la primera palabra, por supuesto que debe de haber tenido una idea de lo que va a escribir. A mí, para avanzar mi novela, diariamente me pongo a masticar la idea a seguir... ¡Carajo! La maldita mosca de nuevo, no sé qué hacer dios mío. Bueno, como les decía, eso de avanzar tiene sus dominios, sus zonas de transito, como el lobby de un avión, pero, eso es una idea... En mi caso, simplemente aparece una palabra en mi cerebro y la jalo, poniéndola en la página en blanco y así continúo, y cuando notó que mis dedos se deslizan por el hielo, me digo que ya estoy avanzando... Y sobre todo cuando acabo de matar a la maldita mosca, con la punta de un periódico. Allí está, aplastada, llena de sangre, con su negro cuerpo apelmazado. Me da asco y la echo en el tacho para continuar definiendo el cómo avanzar en esto de mi novela... pero, uno tiene que doblegarse ante lo natural como el cansancio, la mosca, la responsabilidad del trabajo, las llamadas del teléfono y muchas cosas mas para seguir en este fluido que es el escribir de algo que no lo entiendo a cabalidad. La otra noche, mientras recordaba un sueño, me dije si era capaz de saltar de mi cama y escribir todas esas lindas ideas que fluyen a través de los sueños, pero no puedo, ni creo que podré. Es mejor hacerlo mientras los dedos y las ideas han hecho un puente entre ellos, y yo y mis dudas quedamos de espectadores, de matamoscas. Secretario interno de no manchar lo que fluye entre la creatividad y la máquina... Es lindo, sobre todo cuando sientes que todo deseo, anhelo se han hecho humo, polvo, ceniza, y ves que el tren de las palabras continúa avanzando mas y mas, aunque no tenga que ver nada acerca de la novela que intento avanzar. Creo que voy a detenerme pero no puedo, hay algo que me dice que sigua y sigua, como si estuviera esperando un orgasmo de letras, o ideas, qué diablos será, pero, es mejor hacerle caso y escribir, dejarse ser, como estar enchufado a algo que no logro entender... que me dice tantas cosas como que el hijo de dios está en los dedos de mi mano, y que las reglas de la mujeres son los signos zodiacales de la luna cuando se pone en bola... De pronto, me siento como en medio de una selva de indios, y yo con mis lentes, mi papel, mi lápiz trato de decirles que no sé cómo he llegado aquí, que esperen un poco y que no se acerquen como la mosca que acabo de matar con un pedazo de papel... No creo que se acerquen, pero será mejor continuar adelante como si esto fuera una máquina del tiempo, de las figuras e imágenes... Me veo como esos bichos que se limpian sus manos antes de entrar a la cena, con tanta hambre y tantas ganas de sentirme satisfecho que me detengo y pienso que soy una mosca, una cochina mosca que se ha metido dentro de mis ideas y no me deja por nada, no, no me deja... Habrá que parar, detenerme, romper el lápiz, quemar los papeles y decirme que todo esto no es mas que otro juego mas por querer ser algo como escritor, cuando la verdad es que no soy mas que otro intento por saber para qué diablos soy bueno, y qué es lo que me gustaría hacer el resto de mis días y noches mientras aparece otra mosca, silbando como siempre, rodeándome los ojos, sientiendo que ella es mas importante que yo, y puede que sea verdad porque al menos ella vuela y lo hace bien, y parece que le gusta, en cambio yo, ¿que? No vuelo, no escribo, no, no... sí, no soy una mosca, pero, tampoco sé lo que soy ni lo que hago esta noche sentado en mí escritorio, dibujando imágenes a través de las palabras, sientiendo que voy a morir así como la mosca en su intento por volar a través de un mundo sin sentido, sin razón, pero, bello, eso sí, muy bello, así como la mosca aplastada por un papel mientras absorbía mi atención creativa, y mis dedos diligentes...

San isidro, julio de 2006

Wednesday, July 12, 2006

Mi hermana me soñó

No imagino lo que he escrito hace poco, pues tuve un intervalo de tiempo en que dejé de escribir, y en ese lapso, he muerto... ¿Muerto? ¿Y, cómo es que escribe? Se preguntarán ustedes. La verdad es que no tengo la respuesta pero si puedo contarles el cómo llegué hasta aquí, a este lugar, cuarto, escritorio, papel. Imagino que impulsado por el espíritu inmortal del artista ¿Es una mentira? ¿Producto de una sincopada de pensamientos? No. He muerto hace poco cuando mi hermana mayor me llamó por teléfono para contarme que había soñado conmigo, y que en el sueño, yo moría estrellado en mi auto, y que cuando fue a buscarme me encontró tirado en la pista, lleno de rayas por todos lados, moribundo. Fue tan real y sentido su sueño que cuando élla calló, le dije que era verdad, que hace poco me he estrellado con mi auto en una esquina de la ciudad, mientras pensaba en miles de problemas, como el alquiler atrasado, la falta de sexo, de dinero, las responsabilidades, mis dolores corporales... En esas me encontraba cuando un camión enorme me chocó, aventándome como un juguete de niño por los aires, empotrándome contra la esquina de una extraña casa de color celestial... Agregué que la vi llorando mientras continuaba sangrando hasta dejar mi último aliento con un susurro amable hacia todos, que decía, adiós... El teléfono se cortó, y yo, ya muerto en el sueño de mi hermana, salí a la calle, y como curioso que soy, fui hacia el lugar del accidente. No encontré a nadie, pero vi la casa de color celestial totalmente averiada en una esquina de la calle. Vi a un señor que estaba parado en un lado de la acera. Me le acerqué y le hice una pregunta acerca del accidente. Este me dijo que sí, que hacía poco había ocurrido algo terrible con un muerto, heridos... ¿Y el muerto?, le pregunté. El hombre me miró a los ojos, ya estaba por decirme algo cuando se detuvo a media palabra. Volvió a mirarme, se restregó los ojos y empezó a retroceder como si viera a un espectro, quedándose pálido como el papel. Dándose media vuelta en cámara lenta, y luego, empezó a correr con los pelos en punta... ¡Qué imaginación! Exclamarán ustedes. Eso mismo pensé yo, pero antes, traté de investigar un poco más. Recordé el origen de todo y fui directo a la casa de mi hermana mayor, la que había soñado con mi muerte. Apenas llegué a su casa, me hizo pasar, me invitó un desayuno y luego de sentarse frente a mí, me contó las mismas cosas de siempre, o sea, los chismes familiares, su escasez de dinero, la falta de trabajo de su marido, su falta de tiempo, sus hijitas, etc... De repente, en mitad de su perorata, sonó el teléfono. Mi hermana mayor se levantó y fue hacia el aparato, lo cogió y se puso a hablar. Me sentí ignorado, hastiado de tantas cosas muertas pronunciadas por los labios de mi hermana que pensé que estaba dentro de otro de sus sueños, y que no terminaría jamás de soñar. Me levanté sin que se diera cuenta y salí de su casa sin despedirme de mi hermana mayor, rumbo hacia la mía, mientras aún existía... Y aquí estoy, sentado en este escritorio, muerto, pero, como siempre, escribiendo acerca de las infinitas realidades del ser, una de ellas, la de mi muerte...


San isidro, julio 2006

Saturday, July 08, 2006

Conversando con la gente

Hacía mucho frío, y las calles estaban casi vacías. Vi en una esquina una panadería llena de gente haciendo una cola. Me acerqué y vi que todos deseaban comprar el pan. No sé por qué me puse detrás de una señora gorda de más o menos cincuenta años. Éramos como veinte personas y aún el pan no salía del horno, pero todos estábamos oliéndolo, y casi lo saboreábamos. Y cuando salió, todos levantaron sus manos, gritando que deseaban pan. Poco a poco nos fueron atendiendo, y cuando llegó mi turno, pedí veinte panes. Pagué y me envolvieron los panes en una bolsa de papel. El pan olía rico y estaba crocante. Me comí uno y empecé a salir a la calle. No tenía nada que hacer. Mi esposa e hijos me habían abandonado hacía más de cinco años y yo estaba aún medio sonado, ido, volado pero no loco, aún. Me habían botado del trabajo, por llegar siempre tarde y vivía de un dinero que unos familiares me mandaban desde lejos. Eso, alcanzaba para pagar el cuarto y la comida. Vivía para sobrevivir y para pensar todo el día. No tenía amigos, no creía en la amistad, quizá porque mi mujer se metió con uno de mis amigos. Si alguna costumbre tenía, esa era la de sentarme en cualquier lugar a mirar a la gente caminar, correr, o mirar los parques, escuchar música en mi cuarto. Otra cosa era la de buscar conversación con extraños a quienes jamás había tratado. Por eso es que me gustaba sentarme en la banca y buscar conversación con los indigentes, las señoras con sus hijos, los ancianos, los borrachos, etc. Los niños un poco, no mucho, es que, me hacían recordar a mis hijos y eso desgarraba mi corazón. Y fue en esa simple costumbre en que mi vida cambió para siempre.

Aún recuerdo ese momento, ese lugar, esa misma banca en que un hombre me dijo que debería ser un hombre y ser libre del todo. Me habló de las aves, de la esclavitud de los trabajadores, de los esposos y sus mujeres, de los hijos, de todo aquello íconoizado. Me agradaba escucharle, y mas aún seguir sus consejos que me convirtieron en un hombre, en un hombre solo y dueño de sus sentimientos, sueños, y de su tiempo... Pero eso acarreó mi ruptura familiar, y el dolor de ver a mi mujer en los brazos de un amigo. Eso, ya lo presentía pues uno cuando ama de veras, siente cuando es traicionado. Lo que vi con mis ojos, sólo corroboró lo que sentía. Quizá por ello es que no le dije nada a mi mujer, pero, al verla abandonarme, eso sí me zarandeó. Y aquí estoy, sentado en una banca. Escuchando a cualquier persona que tenga algo que contar. Sí, aquí estoy en esta banca que parece conocer más de mí que yo mismo.

Pero todo lo bueno o malo, tiene su final, y eso fue lo que ocurrió cuando volví a ver a este hombrecito que fue el que me inspiró a cambiar de estilo de vida. Apenas me vio, me abrazó, diciéndome que me veía bastante bien. Le dije que había escuchado sus consejos, los había llevado a cabo y le estaba muy agradecido a pesar de mi soledad. ¿Cuál consejo?, preguntó. Le hice recordar, y este hombre me dijo que hacía mucho no hablaba de aquella forma. Ahora laboraba en una fábrica, tenía dos hijos y esposa, y muchas responsabilidades como para dedicarse a pensar y vagar a la deriva por el mundo, como un hombre condenado a la nada y sin conciencia de sí mismo. Le escuché atentamente hasta que luego de algunas horas vino una hermosa mujer con dos niños. Era su familia. Se paró, me los presentó y se alejó de mi vida, dejándome extrañamente abandonado.

Motivado por la bella escena, hice esfuerzos por volver con mi mujer, pero ésta no deseaba nada de mí. Ni mis hijos se antojaban verme. Estaba demasiado lejos de aquella realidad, y aprendí aceptar el destino y la suerte... Decidí buscar otra mujer, otra familia, cuando, sentado en la misma banca en que me sentaba, vi a un sujeto con la cabeza gacha, la mirada a la nada, que parecía sufrir una enormidad. Me dio pena, mucha pena, quizá porque me vi retratado en el hombre, no lo sé con exactitud. Me le acerqué y le pregunté lo que le sucedía. Alzó el rostro y tenía la cara llena de mocos y lágrimas. Me sentí conmovido y me senté a su lado como si fuera su padre. Este me abrazó como quien se coge de un salvavidas para no ahogarse y me contó toda su desgracia. Le escuché horas y horas. Tuve que cogerle con fuerza para que no se abandonara a su desventura... Su madre acababa de morir, vivía solo con ella, la cuidaba. Y ahora que estaba muerta, sentía que no tenía nada que hacer en el mundo. Deseaba morirse de una vez e irse con su madre. De pronto, algo explotó en mi y le dije que no debería pensar de esa manera, que todos somos hombres y deberíamos valorarnos como eso. No le dije más, y el resultado fue extraño. Este detuvo su llanto, se arregló su ropa y me dijo gracias. De nada, le dije, y le vi alejarse con la mirada de frente, como quien mira ya no el pasado ni el futuro, tan solo el presente, y lo que ve es una tarde de frío, de invierno, de sosiego y a un hombre que le ha hecho recordar que es un residente del presente, de la eternidad del aquí y del ahora... Me sentí como dios. Me paré y vi aquel presente frente a mí. Era hermoso, como un cuadro de colores, de personas, y todo vivo, vivo, mientras daba un paso, y luego otro, otro, por un sendero que me llevaba a una realidad impensada...


San isidro, julio del 2006

Sunday, July 02, 2006

La parte importante

Podría ser un error, pero no dudó en decidirse. El negro tocó la puerta del infierno, y algo se abrió, mostrando una de las infinitas cabezas de los condenados a través de uno de los poros de la inmensa puerta de oro, advirtiéndole que si entraba podría encontrar lo que buscaba, la felicidad, la dicha de la muerte. El negro se asustó de tan pesada verdad y dijo que gustaba del sentimiento del miedo, lo excitaba, lo zarandeaba como una araña asaltada por los colmillos de un hormiguero. Volvió a tocarla y la puerta se abrió como si fuera una tela empujada por el viento, y todo a su alrededor cambió de colores como una pintura abstracta con fondo negro... Dio un paso al vacío, luego otro, y otro, y no caía, flotaba como una pluma, y advirtió que su negro cuerpo cambiaba por los colores del infierno, mientras las infinitas cabezas se le acercaban como espermatozoides a un ovario, a su cuerpo, lamiéndole, penetrándole infinitas veces. Me gusta esto, se dijo el hombre de colores, quiero ver a dios o al demonio, a quien sea, concluyó. El fondo negro se hizo nada, las infinitas cabecillas se hicieron cenizas brillantes como en los fuegos artificiales, y una voz en todo aquel espacio tomó forma, un garabato abstracto, y luego, comenzó a pronunciarse ante el hombre de colores, pero éste no pudo entenderle, y dijo eso: No te entiendo dios o quien seas, ¿por qué no me hablas o escribes en mi cuerpo?, le pidió. Y el dios, o el demonio, se plasmaron en un espejo sin marco, sin límites por ningún lado. De pronto, el hombre se vio a sí mismo, se sintió tan extrañamente feliz que se tiró sobre el espejo como si fuera una piscina, y luego todo explotó en infinitos trocillos, en estrellas distraídas por todo el oscuro universo, y cada una ellas silbaba un poema, un verbo que nadie podía entenderlo, sólo el dios o el demonio, sólo ellos, nadie mas…

San isidro, junio del 2006

Thursday, June 29, 2006

El innombrable


Cómo podría ponerme un nombre si hasta a mis padres los he olvidado, no es que se hayan muerto, simplemente no deseo verlos mas, de solo recordar sus caras, sus voces me dan ganas de vomitar. Nunca dejé de odiarles, pues la poca atención y cariño que me brindaron lo entregaba a la gente que tenía cerca, es decir, a los empleados, a los bichos, a todo aquel que tuviera ganas de recibir lo que tenía, y a quienes llegué a querer mientras me dieran gusto a cuanto deseaba, y que luego dejé de quererlos tal como los juguetes que pasaron por mi niñez. Cuando uno de mis padres preguntaba qué era lo que deseaba ser mas tarde, respondía que nada, que no quería ser nada de nada, tan solo estar en mi cuarto, mirar la televisión, masturbarme dos o tres veces a la semana y salir por la noche. Eso les dije, y por ello uno de mis padres me puso frente a un doctor que me recetó pastillas por mi falta de motivación, conformismo, y por mis deseos de no ser nada. Me gustaba las pastillitas de colores que me recetó el doctorsuelo, tanto me gustaban que una vez hice un cocktail con ellas. Las tomé con un poco de pisco puro, y de pronto, advertí que las paredes de mi cuarto se movían como una sábana agitada por el viento, y escuché un grito desde algún extraño cielo que parecía ser una especie de ambulancia estridente porque sonaba: ¡iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiihhhhhhhhhhhiiiiiiii...!, y que no cesó hasta senti que el techo de mi cuarto tambaleaba como si fuera la pezuña de un gigante de cemento, aplastando todo a mi alrededor, hasta volverse todo negro como el color de la nada, nada, así como quería sería ver siempre. Cuando abrí los ojos vi que todo mi cuerpo estaba lleno de vómito. Traté de levantarme y no pude, mi cuerpo pesaba como el plomo. Me arrastre como un gusano y llegué hasta mi cama. La escalé con esfuerzo, abrí el cubrecama y entré bajo ella. Fue lindo después... Dormí sin un solo sueño ni pesadilla, como un muerto, y cuando estaba sintiéndome livianito sentí que alguien entraba a mi cuarto. Eran mis padres, y con ellos todo se hizo gris así como una tarde de domingo en invierno. Luego,todo fue rápido. Al día siguiente estaba internado en un hospital junto a varios chicos con instintos suicidas. Le dije al doctor que yo no quería matarme, tan solo jugaba con los colores de la pastillas, pero no creyó... Viví en aquel lugar por cerca de tres años. Mis padres no frecuentaban sus visitas hacia mí, esto me alegró, pensé que estaban muertos o se habían olvidado de mí para siempre. Una tarde me puse a jugar con un muchacho del hospital con quien hablaba siempre de películas, de mujeres, de sueños, de todo, de pronto, una noche el pendejo se metió en mi cama y quiso que se lo enchufara por atrás, no sé por qué le di gusto, pero cuando quiso hacérmelo a mí, le dije que ni hablar, que no soy así, que tengo el culo, pero sólo para cagar. El mierda insistió y me metió el dedo en el culo. Eso me puso león, como un salvaje. Arranqué un madero de la cama y le golpeé por todos lados, hasta por el culo se lo metí… Me gustó pegarle, desahogarme de toda esta mierda de mundo, y sentí como una especie de placer ver su sangre chorreándole por todas sus partes mientras el madero se hundía en sus carnes... Por ese brutal motivo me encerraron aparte de todos ellos en un loquero, decían que era peligroso, y la verdad, ese lugar, oscuro como mis sueños y pensamientos, me gustó mas que nada… tan solo recibía la comida cada tarde, no deseaba bañarme ni cambiarme de ropa, era libre de todo ruído. Cagaba en un rincón del cuarto que olía a podrido pero, uno se acostumbra a todo… Había una linda ventana con cuatro barrotes de acero en una de las paredes, me gustaba treparme desnudo hasta la ventana y mirar hacia la calle, pues ésta, era una de las pocas que apuntaba hacia la calle, en donde habían casas, ventanas, gente, palomas, árboles, todo, me gustó eso de ver las cosas a la distancia, y decidí mirarlo todo desde la ventana, sobre todo por las mañanas en que había aguzado mi vista y podía ver clarito a la gente que cruzaba por las ventanas de sus casas… En una de ellas vi a una inmensa mujer de mas de treinta años que gustaba pasearse desnuda por su ventana, y, desde que amanecía, yo la miraba desnudo desde mi ventana de barrotes de acero. Mientras la esperaba, me masturbaba hasta que la veía, y cuando me venía, gritaba con todas mis fuerzas lo mucho que la amaba. Fue muy hermoso esos tiempos, aunque nunca supe quién fue ella, y nunca lo sabré, pero al cabo de un tiempo posterior, debido a los reclamos de la gente vecina al sanatorio, me encerraron en otro lugar por mis gritos que escuchaban por las mañanas, sin ventanas, con tan solo una luz en aquel cuarto, la cerradura de una puerta de madera… Uno a todo se llega a acostumbrar, hasta a morir lentamente, y eso hice. No comía, no respiraba mucho, no hablaba nada, no cagaba no orinaba hasta que ya no aguantaba, y me cagaba allí no mas, encima de mi cuerpo… me embarraba todo con mis excrementos, y no sé por qué. Esto duró poco tiempo, cuando volvieron a encerrarme en otro lugar, en otro loquero. Pueden creer que por más de diez años la pasé de cuarto en cuarto, de sanatorio en sanatorio, de ventana en ventana, de cama en cama… Lo único que no cambiaba era yo, siempre estaba yo con mi anhelo de no ser nada, de vivir tranquilo sin que nadie me jodiera, y creo que lentamente lo estaba consiguiendo… Una tarde, luego de no sé cuántos años, entró una linda señorita, me habló suavemente, me dijo cosas bonitas, como eso de los niños que son tan inocentes, de las aves con su vuela que inspira libertad, de las plantas y gran sabiduría, del amor entre la tierra y el universo, de la bondad de algo superior por no reventar este mundo que se mata a sí mismo… de muchas cosas mas habló, pero yo no le podía seguir hasta el final de sus historias, tan solo le miraba los ojos, me gustaban sus ojos, quería ver siempre sus ojos, que acariciaban algo dentro de mí que nadie podía tocar. Y no sé por qué, cuando, emocionado de tanta paz, se escapó de mi boca una paloma, era muy linda la paloma, era blanca así como las nubes, como aquellos sueños que tuve cuando miraba unos ojos enormes de color blanco sin iris ni retina, blancos así como los muertos. Y desde esa fecha hablé, volví a hablar a través de la paloma. Cuando alguien me preguntaba cualquier cosa, le decía que voy a consultar con la paloma. Todos me observaban y casi podía palpitar sus pensamientos y sentimientos, y esto podía hacerlo por mi paloma que me murmuraba cuando se metía dentro de mi, a través de mi boca, como si fuera su palomar. La doctora me hizo llevar a otro lugar, escuché a mi paloma que ese lugar era un lugar muy especial. Me gustó ese ambiente, silencioso, con parquecitos, con poca gente, y con esa gente de blanco por todos lados, paseándose como almas muertas esperando el purgatorio… Todos eran así, menos la doctora que tenía esos ojos luminosos que acariciaban mi palomita… Y así estuve por unos años mas hasta que una tarde mi paloma murió, sí, murió, la vi salir desde mi boca y caer por una pedrada que un loco le había tirado… Fui corriendo a salvarla pero ésta, ya no abrió más los ojos. Sus plumas empezaron a ensombrecerse hasta volverse de color rojo, como la sangre que veía cuando me cortaba las manos. Iba a llorar pero no lo hice, no quería sufrir hacia afuera. Tuve mucha cólera e iba a matar al maldito loco, pero tampoco lo hice, quería que desapareciera así como la gente de afuera... Miré a mi alrededor y sentí que nadie se fijaba en mi persona, como si no existiera, como si no fuera nada. Me alegré por aquel puro sentimiento. Primero caminé hasta llegar al borde del lugar, y vi que había un muro. No ví a ningún paseante de blanco, subí el muro y escapé. Corrí con todas mis fuerzas hasta llegar a la ciudad. Era de noche y nadie se daba cuenta de mí. No soy nada, me decía, de pronto, vi que uno hombrotes se acercaron hasta donde estaba yo y me preguntaron cosas, extrañas cosas que hacían pinchar todo mi cerebro. No miraban como la doctora, no. Miraban como aquel sueño que tuve cuando un gigante me cogía del cuello y arrancaba mi cabeza del cuerpo. Yo gritaba pero este me ponía a la altura de su carota y me miraba con sus ojos de color gris, así como los ojos de esos sujetos. Ya estaba marchándome cuando uno de ellos me cogió de los brazos y me empujó al piso, y luego, sentí por todas partes del cuerpo los pies de estos sujetos… Me gustó mucho que ellos me molieran el cuerpo, odiaba el dolor de mi cuerpo, quería ser nada, no sentir nada, pero no pude lograrlo… entonces quise morir, pero, eso, tampoco lo logré. Cuando abrí los ojos vi que muchos niños me observaban, unos llamaban a sus padres y otros me miraban así como la señorita que acariciaba con sus ojos. Luego, escuché un griterío… Todo despues fue rápido. Vino la ambulancia, mientras la gente murmuraba que me había asaltado, golpeado y abandonado sin nada de ropa ni papeles, y que quizá había había quedado amnésico. Me gustó la idea y les dije que sí, que no recordaba nada, y que yo no soy nada. Estuve en esa posta médica unos días, y apenas me sentí mejor, escapé con una chica que vestía de blanco, y que era la que cuidaba mi cuerpo… Me llevó hasta su cuarto en una casa muy vieja y grande. Apenas entramos me enseñó su cama, luego se quitó la ropa y quedó desnuda, y a mí me desnudó. Puso su cuerpo hermoso encima de mí, se puso a cantar, y me mostró el amor entre los cuerpos mientras cantaba y cantaba como un ángel de dios, fue un éxtasis divino… Viví tan solo una noche con ella, al día siguiente me fui de su cuarto. Caminé por todos lados hasta llegar a la casa en que había nacido, la casa de mis padres. Quise entrar pero estaba con llave. Se vende, decía en la pared y en la puerta, pero yo conocía una entrada secreta, y entré. No había nada, me gustó eso y decidí vivir el mayor tiempo posible allí. No había un solo mueble. Subí a mi cuarto y encontré varios libros tirados por todos lados. Los cogí y me dediqué a leerlos de día y de noche. Para comer, salía a la calle y mendigaba un rato, lo suficiente para sobrevivir. No recuerdo cuantos libros leí, pero cuando hice un cerrito para contarlos noté que eran muchísimos, no soportaban estar tantos unos encima de otros... perdían el equilibrio. Creo que los libros eran de mis padres… Cuandp los terminé de leer, volví a releerlos varias veces hasta el día de hoy en que he encontrado a unas personas que entran y salen de la casa y siento que ya debo de irme lejos. Eso hice y ahora estoy viviendo en la calle, en un lugar en las afueras de la ciudad. Los muchachos me llaman loco, porque me ven sucio, con los pelos pegados a la piel, como culebras… En fin, como un loco, y no me importó nada… Lo único que deseaba saber era qué es lo que hacía aquí en este cuerpo tan extraño, rodeado de gente mas extraña aún. Deseaba saber si hay sentido para mí ignorancia, si la noche tienen sentido para el día, si la muerte para la vida, si un niño que nace sabe que morirá como esos juguetes a pilas. Pero, pasa el tiempo y no escucho respuesta, no siento nada, de mis labios no salen mas palomas ni ranas, ni cuentos ni gritos, nada, no sale nada, y creo que he llegado a comprender que nada tiene sentido para uno como yo que durante toda su vida ha querido saber, comprender y comprenderlos, entender y entederlos, quererme y quererlos, poco, pero querer a uno al menos, pero nada… Y parece que esto ha fallado con todos los que veo por esta ciudad, y por todas las ciudades que he conocido hasta ahora, en que estoy agotado de caminar y caminar, girar y girar... No hay nada, eso es lo que sé, y, eso, es suficiente para saber, al menos por este día. Quién sabe si mañana sea diferente, pues si algo he sabido es que no existe día ni persona que sean iguales, nadie es igual a nadie… Quién sabe si exista respuesta para uno como yo que quiso saber algo mínimo, y aunque quiso ser nada, nunca fue nada…

San isidro, junio de 2006