Thursday, October 26, 2006

Cruces

Había tanta mugre en mi ropa que decidí botarla todo a la basura. Miré lo que tenía de ropa y era muy poco, tan poco que me dio vergüenza salir con eso a la calle. El teléfono sonó. Era la llamada de una mujer desconocida, me dijo que era mi vecina y que diariamente me observaba a través de su ventana. Le pedí su nombre. No quiso dármelo. Le di el mío. Es muy bonito, me dijo, ¿deseas salir un rato a caminar? Le dije que no tenía ropa adecuada para salir a la calle. Si gustas, ¿por qué no te vienes a mi cuarto y conversamos y así nos conocemos un poco mas? Calló. ¿Alo? ¿Aún estás allí?, pregunté. Sentí su respiración y luego me dijo que fuera al suyo, que ella tenía ropa como para mí. Ok, le dije. Me puse una sabana y salí de mi cuarto. Felizmente no había nadie en todo el corredor. Bajé todas las escaleras del edificio en que moraba y llegué a la calle. Vi a un mendigo, unos negros, un grupito musical y varios autos que rodaban por la avenida. Crucé la pista y entré en el edificio en donde presumí que vivía la chica que me miraba a través de su ventana. Ya estaba llegando (eso creí) cuando me pregunté si todo no sería una farsa, una broma, me detuve. Miré cuantos escalones faltaban para llegar, pero no sabía el piso en que la chica vivía, peor aún, no sabía si era el edificio correcto. Conté los escalones. Eran cinco escalones para saber la posible verdad. De pronto escuché que alguien abría una puerta. Es ella, pensé. Me escondí bajo las escaleras para verla. No lo conseguí, tan solo veía una sombra y era enorme, como un fantasma. ¿Eres tu?, escuché la voz de una mujer. Anda, no seas tímido y sube, sube que falta poquito para que llegues. Me escondí aún mas y decidí no salir jamás, como una tortuga, un caracol. ¿Vas a salir o no?, preguntó. No respondí y continué esperando. Ella también esperó. Pasaron muchos minutos. La chica empezó a fumar, escuché el cerillo cayendo al piso. Vi el humo mezclándose con su enorme sombra, temblaba por la incertidumbre cuando me cuestioné: ¿qué hacía escondido como un caracol?. El sonido de la puerta cerrándose me sacó de mis cavilaciones. Pude salir y empecé a bajar de aquel edificio. Crucé la avenida y aún estaba el mendigo, los negros, los músicos, y aún los autos circulaban por la avenida en medio de una noche llena de luces de neón. Llegué a mi edificio y subí los escalones, los corredores, por suerte nadie me vio. Entré en mi cuarto y sentí que todo había sido una alucinación, un sueño. Nuevamente sonó el teléfono. Lo alce. Era ella, no hablé, quería escucharle su voz, pero ella tampoco habló. Pasaron muchos minutos hasta sentirme el ser más estúpido del mundo, y en ese mismo instante, colgó quien llamó. Me senté sobre mi cama y miré la ventana. Las luces de mi cuarto aun estaban apagadas. Me arrastré hasta llegar a la ventana. Me fijé si había alguna ventana en el edificio de enfrente prendida, pero no, no había ni una. Encendí las luces y continué buscando algo con que vestirme, pero no encontré nada decente. Miré mi cama y me acosté, era lo único que me quedaba, lo único... Con suerte dormí, y cuando estaba casi en un cielo sin concreto ni autos ni gente extraña, el teléfono sonó y desperté... Me levanté, cogí el teléfono y lo aventé por la ventana. Lo vi caer al piso haciéndose trizas, luego, miré si había alguna luz encendida en el edificio de enfrente, pero no, no había ni una sola luz, ni una, nada, pero sentí que alguien subía los escalones de mi cuarto hasta llegar a mi puerta... Escuché una respiración. No me moví, temblaba. Pasaron varios minutos y siguieron pasando hasta que escuché que alguien bajaba los escalones de mi edificio. Cerré los ojos y dormí en paz...


San isidro, octubre de 2006

Friday, October 13, 2006

Girasoles

Te leo siempre
con ojos de niño eterno

Busco un espejo en tus letras,
que diluya soledades,
sombras elegantes y chismosas

Aún escucho la caída de nuestras piedras
Nunca llegan al final
Todo es silencio metafórico
Silbido de agonías fosilizadas

Huyo como sombra ante verdades matinales
En mis trancos
encuentro valles fraternales
Me detengo un instante
Observo que todo universo se congela
Todo se detiene
mientras ojos me miran como siempre…

Tengo que morir mientras te leo
Es que
Todo llega a su final
cuando tuvo un inicio

Este es mi poema
Uno que no dice nada
pero dice lo que siento
que es casi nada
y casi todo para mí...

San isidro, octubre de 2006

Thursday, October 12, 2006

El Nóbel

Acabo de leer el mensaje de Nóbel, la verdad es que me había olvidado de ese premio. En esta parte del camino se me hace agria la boca cuando veo a cientos de lectores buscando los libros del Nóbel de año. Eso ya pasó para mi, casi no voy a las librerías. Voy y paseo por los libreros viejos y si veo algo interesante como libros de la editorial Aguilar, Obras de Griegos, los compro. Acabo de comprar a Plutarco y a Diógenes, dos Biógrafos, entre cuatro libros que ya compré. Los voy a leer, se ven deliciosos.

También he conseguido un libro de Fresan, "A la velocidad de las cosas", un libro de cuentos muy interesante; a Kawabata, "Historias en la palma de una mano", algo tan especial como el mismo autor japonés; pero, Borges me atrae mas. Los dejé sobre mi escritorio, con un separador en la página en que me quedé, y continué con el Tercer tomo de Obras Completas de Borges, mientras miraba de reojo los cuatro tomos de Aguilar de Los Griegos, y ellos me miraban a mí, al menos eso empecé a sentir...

De pronto recordé a Macedonio Fernández, a Sócrates, a Pitágoras, etc., personajes que no deseaban ser editados por nadie pues creían que las letras iban a desmejorar la memoria de cada ser humano. Puede ser, pero es un paso hacia atrás, un volver a nuestra raíces, a escuchar al vecino, a uno mismo y ver que cada uno de nosotros es o no, una página llena o no, letras bailando al compás de un tono, signos de un libro eterno, o, del Diccionario Secreto de Dios. Puede ser, ¿no les parece?

Cerré los ojos un momento y decidí una vez más que todo es una maravilla galopante cuando puedes aun respirar en este nuevo y anciano instante de lluvias de existencias. Existencias que encierran eternidades imposibles de encasillar, pero sí apreciar como cuando vemos la cola de un cometa fugaz… O como ese perro que se escapó de casa por una hora y que la fue a perseguir la empleada que no conocía muy bien la casa donde trabajaba. Fue gracioso ver que quien se perdió fue la empleada y no el perro que guiado por su instinto, volvió a su hogar. ¿La empleada? Volvió a su casa, lejos, muy lejos del lugar a donde trabajaba, en fin, también volvió a su hogar...

San isidro, octubre de 2006

Monday, October 09, 2006

aquel ser

qué puedo escribir

cuando todo ha sido dicho

uno siembra y cosecha

al compás de la armonía de esta vida

los pasos que uno da

van como olas de un océano de paz

somos gotas de una lluvia

que cae en los corazones de toda existencia

veremos algún día

rostros hermosos

bañados de paz,

de dicha

gozando en un mundo real

claro como una tarde,

una noche estrellada...

no sé qué mas contar

cuando me siento lleno

de gratitud

de un mensaje de esperanza

cuando escucho la voz

de la realidad

así como las gotas

de una lluvia de amor,

de paz...

mirando

ocultando la realidad

que cubre la fantasía

siento que todo es un sueño

perdido

sobre frazadas de temor

habrá un despertar

una mañana inocente

un grito amoroso

un día de vida intensa...

y allí

sólo allí

anhela navegar

este ser que aún desconozco...




san isidro, octubre de 2006

Tuesday, October 03, 2006

Cartas personales

Qué será de mi vida en estos tiempos, mi querida compañera. Podría leer todos los libros del mundo, escupir desde la azotea de mi vida y sentir que nada vale tanto como el instante en que vivo de la manera que sea...

He clavado un cuadro en la pared de un cuarto imaginario, es una foto, la foto de mi vida. Tiene muchos ojos, caras. Tiene todo lo que uno pueda soñar, sin embargo, está en la pared de un cuarto imaginario...

Luego he salido de mi cuarto de carne y sangre y he sentido que viajaba tras el velo de un sueño. He conocido el canto de la noche, el grito de un nacimiento, el dolor de un amor, el aleteo de mi alma... Ya en la cima de la eternidad, he mirado hacia todos lados y he visto espejos y todos ellos reflejaban muchos rostros, y todos sonreían, y todos me llamaban por mi nombre, pero, ahora que estoy sentado en la mesa, escribiendo, no recuerdo aquel nombre tan querido y viejo como la eternidad...

He bajado como un Moisés de la montaña de la vida y con todos mis rostros he visto sombras enroscándose entre ellos. Les he dicho que todo es vanidad, que las sombras tienen ganas de existir, que los sueños de las almas son las nubes del cielo. Eso les he dicho pero todos se han esfumado como pompas de jabón...

Ya de nuevo en mi cuerpo de carne y sangre me he puesto a pensar y visionar y he visto a un hombre muy contento, tenía una hoja en las manos, me lo ha entregado en las manos y luego ha desparecido. Leí la hoja y era un poema escrito en un idioma desconocido. Lo estuve mirando por horas hasta que sentí las ganas de tragármelo. Ya en mi estómago, digeriéndole, tuve un sentimiento, extraño, misterioso, pero con candencia. Me senté en la mesa de escribir y puse mi nombre muchas veces, luego los borré todos y me eché a dormir en la misma sala de mi escritorio... Desperté y vi nuevamente el papel escrito por mí. Lo leí con gran ansiedad y en todos lados estaba escrito tu nombre muchas veces, muchas veces, muchas veces...

San isidro, octubre de 2006

Monday, October 02, 2006

Un día de mañana...

Salí a la calle por la primera vez, no recuerdo cuántos años tenía, pero mis carnes estaban flácidas, amarillas, secas como las hojas de un árbol sin agua. Me fascinaron los colores que vi, la luz que no cesaba de deshojar las escamas de mis ojos. Estuve muerto, ahora no, andaba, salía en medio de cuerpos inanimados, en medio de tierra y sangre, de ratas, piedras, muerte en general. No tenía ropa, estaba desnudo, pero no tenía frío ni calor, no sentía nada más que las ganas de volver a mi hogar. Corrí en medio de todo ese páramo y no vi más que cuerpos destrozados. Ni plantas ni nada. Todo era humo, cenizas. La muerte tenía ojos en medio de esa neblina que serpenteaba mis ojos. Llegué a un alcázar. Vi todo el valle hecho un forado. Mas allá, un cielo azul, un sol dorado, una tarde hermosa. Tenía ganas de ir hacia allá. Bajé de aquel lugar y no me detuve hasta llegar a un riachuelo. Me tiré para beber un poco pero no era agua, era sangre, roja como el grito del dolor. Me paré y continué corriendo. Llegué a un pueblo. Había casas destrozadas. Entré en una de ellas y vi insectos, ratas, trozos de seres humanos, nada más. Entré en todas las casas y todas estaban igual. Salí de aquel lugar y me sentí que volvía a respirar. Caminé y caminé siempre desnudo hasta que se hizo la noche. Busqué un lugar para dormir. Empecé a temblar. Llegué a una cueva oscura. Entré y vi una fogata. Sutilmente me acerqué y escuché voces humanas. Iba a gritar cuando vi sus sombras... Era hombre mutilado que estaban comiéndose unos a otros, sin decir un gemido de dolor, nada... Era extraño verse arrancarse los dedos de la mano como si fuera un pollo al horno. Trozos de cadera, etc. Salí de aquel infierno y llegué a un lugar en donde sentí un calor hermoso. Me arrastré y escuché gemidos de animales, todos diferentes. Llegué a estar tras una roca y vi a extraños animales. Unos era perros, ratas, leones, puercos, aves, etc. y todos parecían conversar entre ellos, como si el instinto por vivir les hubiese hablado y los hubiese unificado. Me les acerqué y ni se inmutaron. Entendí lo que conversaban y me hice a su grupo. Pasó el tiempo y todos los animales empezaron a engendrar mas animales, todos menos yo que no tenía pareja. Me sentí solo en un mundo lleno de animales y plantas que lentamente empezaban a germinar. Vi a lo lejos en ruido de un río. Corrí hacia el sonido y era el río. Me zambullí en él y me dejé arrastrar hasta llegar a un valle lleno de vegetación. Salí a la las arenas y plantas y vi a una manada de mujeres de todas las edades. Les hablé pero todas callaron. Me cogieron con brusquedad y me ataron. Luego me llevaron hacia un cajón de maderas, como una jaula. Me alimentaron por varios días. Luego me llevaron hacia una poza y me dejaron allí, desnudo, junto a una mujer desnuda. Me cogió a la fuerza y me hizo el amor. Luego me volvieron a encerrar. Ha pasado mucho tiempo y veo que a los niños los encierran aparte, los alimentan y los guardan. Es extraño porque la mayoría viven poco tiempo. Sólo unos cuantos se vuelven unos mocitos, luego hombres, y después sementales, como yo... He querido hablarles pero ellas no me escuchan. Tuve suerte al ver un pedazo de hoja de papel tirado por el piso. Cogí un poco de carbón y escribí. Les dije que estoy vivo y que escribo. Todas ellas me han mirado y me ha traído miles y miles de libros. Se los he leído y todas me han mirado con ternura infinita. Luego me han llevado a una mujer mayor, gorda como un cerdo y esta me ha hablado cosas que no entiendo. Me ha traído un cuaderno y me ha dado una pluma. He escrito y dibujado, y todas ellas se han puesto contentas. El tiempo ha pasado, ya soy un anciano y aun continúo escribiendo. Me hacen sentir el patriarca, puede ser, pero, no recuerdo el ayer, mi pasado, pero, cuando escribo y dibujo, pongo extrañas palabras llenas de dolor, alegría, vivencias que me han pasado pero no sé cuando ni dónde... Estoy vivo y es lo que importa. Vivo, escribo, vivo, escribo… no sé mas qué hacer.

San isidro, Octubre de 2006