Thursday, September 01, 2005

El Adivino

Entramos a una vieja casa, alumbrada totalmente de grandes velas color marfil. Una gruesa morena nos esperaba en la puerta de entrada, nos pidió nuestros sacos y zapatos y entramos a uno de los cuartos más pequeños que nunca he visto jamás... Para avanzar tuvimos que gatear. Nos sentamos cruzando las piernas y luego nos pusimos a esperar al adivinador. Mi amigo me había dicho que era uno de los más grandes de todo el pueblo y yo que estaba lleno de inseguridades y ansiedades me dejé arrastrar por la inercia de la curiosidad. Pensaba que había cometido una estupidez, por haber gastado casi la mitad de mi sueldo por saber mi futuro, pero ya todo era inútil, allí estaba, sentado junto a mi amigo esperando al adivino...

No pasó mucho tiempo cuando entró un viejecillo de más o menos cien años, se acercó hasta el lugar en que estábamos y le acercó a mi amigo y, en su oído, le dijo algo. Sí, es él, le escuché a mi amigo. El viejecillo me miró y pude ver que tenías dos cuencos secos y vacíos en los ojos. Está ciego, pensé. Su rostro estaba lleno de arrugas y cicatrices que dude en que fuera un ser humano. De pronto, el adivino me tomó la manos y me dijo si tenía fe, le dije que sí. Sonrió y mostró los pocos dientes que tenía en esa grieta llamada boca. Acércate un poco más, deseo tocar tus manos y tu cara, me dijo. Obedecí. Mientras tocaba con sus dedos mi rostro sentí como si una serpiente estuviera arrastrándose por mi cara, luego, cogió mis manos con sus manos. Acercó su boca hasta tocar la palma de mis manos y con su lengua empezó a lamerme, una y otra vez como si mi mano fuera una pila de agua bendita... De pronto, mientras me lamía sentí como si todo el cuartillo empezara a iluminarse de rojo, verde, amarillo, para al final quedar todo de color blanco, como si estuviera en la nada, en un lugar extraño, sin sonido, sintiendo como si yo estuviera a dentro de un corazón pues escuchaba y sentía sus latidos... Traté de ver mi cuerpo y vi que estaba a dentro del cuerpo gigantesco de una persona, y esa persona era yo. Me gustó todo esto, cuando sentí que una especie de serpiente del color de la lengua empezaba a libarme una y otra vez. Me sentí calmo, cada vez más calmo hasta que pude ver que el lugar blanco en que estaba cambiaba de colores verde, amarillo, azul, celeste hasta hacerse una mezcla increíble y sentir que empezaba a dormirme... De pronto sentí las manos callosas del viejecillo despertándome. Abrí los ojos y allí estaba, sentado frente a mi amigo con el viejecillo anotando en un pedazo de papel mi nombre, edad, y, mis tres futuros... Me entregó el papel y decidí no abrirlo hasta que llegara a mi casa.

Ya en mi casa abrí el papel y leí que decía que iba a tener tres vidas y en cualquiera que escogiera en ninguna iba a tener éxito, pues yo, jamás confiaría en mí mismo. Sería ingeniero, escritor, drogadicto o ladrón o vago, pero no saldría de esos tres cuartos a no ser que encuentre la llave del entendimiento y abra la puerta del pasado y del futuro y entre al valle del presente. Difícil tarea, decía el viejecillo, pero, yo era uno de esos que intuyen, sienten el devenir, conocen sin conocer, y por ese don puedo tener en tres puertas, y tan solo en una de ella podré salir al valle del presente en donde podré verme y saber quién soy en verdad... Cogí el papel, y lo guardé en un cajón. No quise decir nada a mis padres pero sentía que mi vida cambiaría muy pronto, y fue cierto pues una tarde en que regresaba a mi casa de la universidad, vi que mi padre me esperaba en a puerta para decirme que se separaba de mi madre, y que le perdonara a ambos...

Han pasado muchos años, mis padres han muerto, soy periodista y me gusta escribir poemas y relatos en un viejo cuaderno. Me he vuelto incrédulo, aunque no siempre… sin embargo, aún guardo aquel papelillo del viejo adivino, y si en algo tiene razón es que no soy nada, no conozco el éxito y, ni siquiera lo busco, es mas, no me interesa la vida ni el mundo en que vivo, lo único que me atrae es el de saber cómo salir de este lugar en que me hallo y que es mi realidad... Quizás este sea el lugar en donde encuentre la llave y pueda salir de toda esta mediocridad que respiro diariamente, no lo sé, pero muy dentro de mí, en un lugar en donde nadie me toca, siento que hay como un claro de luna que cada noche mientras estoy encerrado en mi cuarto parece esperarme... Y si esa es la puerta de salida, entonces, la llave será: ¿mi atención, concentración hacia algo muy quieto?, ¿mi respiración larga y profunda?, ¿el saber de dónde el aliento viene y hacia adónde va?, ¿el amor, devoción por algo divino?... No lo sé, pero siento que estoy cerca muy cerca, muy cerca, muy cerca... cuando cierro los ojos y estoy en un lugar donde nadie me toca… Casi hasta puedo ver aquel lugar blanquecino; casi puedo sentir los ojos secos de adivino, su lengua en la palma de mi mano; casi puedo respirar otros aires de celestiales aromas...




San isidro, agosto del 2005