Monday, July 31, 2006

Séneca

Salí de mi casa, no tenía muchas ganas de salir, pero, uno tiene que hacer lo que tiene que hacer para vivir con las justas, si es el caso en que uno es un artista y le gusta ser un vago de media suela que va para allá sin pedir permiso a nadie porque le da la gana de ser uno que va a la calle por un trabajo sencillo que le de al menos para pagar la comida, el correo, y esas cosas de la moda actual. Tengo padres que no son como quisiera pero eso es lo malo sobre todo cuando los amas, pues es sabido que el dolor proviene de la gente que uno mas ama. Llegué a mi trabajo y encontré todo de media vuelta, con los chicos que esperaban a que yo abriera el corral. Ya adentro vino uno que estaba muy enfermo, me dijo que su madre estaba en cuarentena y su padre y hermanos no tenían hace mucho qué comer. Cuánto, le dije. Extendió la dos manos y supe que ya el día estaba oscurecido. Le di su billete y este dijo gracias y continuó laborando, pelando pollos para que mostrarlos a la gente del mercado.

Trabajamos en un muertero de gallinazos. Les cortamos le garganta, les casamos su sangrita, los metemos a la olla hervida y los pelamos toditito. Ya enfriao, los colgamos en un gancho, les ponemos un buen precio por el kilo y esperamos con los cuchillos, el mandil, y la sonrisa en la boca, pues eso gusta mucho a la gente que es mendiga de sonrisas y de ojos alegrones y clarones como huevos doraditos. Así pasé la tarde, vendimos algo, no mucho, pero para pagar la renta, comida y algo mas como para comprarme un buen libro, sobre todo los de Séneca que me tiene loco hace más de un año sin poderlo encontrar, respirar. Pero todo viene cuando uno tiene el pensamiento fijo, parado como cuando una hembra está frente a uno con sus nalgas redonditas, y esa pelambrera negra como serpientes negras en canastilla... Eso mismo. Es pasión de lector viejo, eso es lo que tengo, y sólo sirvo para eso, para contar lo que leo a quien tienes orejas y ojos que escucharme la pasión que llevo desde que antes de nacer... Eso contaba mi abuelo que, desde niño, le leía hasta el pensamiento con sus cuecas, sus pecados apolillados y toda esa porquería... Y así, con el sobrante de la venta, fui a la librería y encontré al buen Séneca, pagué lo que pedía y allí mismito me puse a leerlo. No es extraño ni abusivo el buen heleno cuando dice que "el camino más trillado y más conocido es el que más nos engaña... puesto que todos... prefieren creer a juzgar", y "el error [...] de mano en mano [...] lleva al precipicio", o ese de que dice "Si podéis, alabad a los Dioses buenos; si no podéis, al menos pasad de largo. Cuando os enfurecéis contra el cielo no os digo que cometéis sacrilegio, sino que perdéis el tiempo"... Es sabio el dialoguero de Séneca y allí tuve que cerrar su libraco luego de hojear su XXI Dialogo De la felicidad. Luego, fui a tomarme un cafecito pero mi bolsillo estaba seco como mi garganta. Hasta ni para el micro tenía billete. Tuve que volverme a la casa caminando con el libro que leía en la mano sin parar...

Nada es completo, y lo que amas tiene un precio grande que no es dinero sino es como el jugo fermentado del amor. Ya en mi casa, padre y madre preguntaron por los pollos. Va bien, va bien, les dije. ¿Y cuánto has ganado?, preguntaron. Les miré a los ojos y les mostré a Seneca, y les dije mas que el oro es un viaje con el dialoguero de hace dos mil años fenecido. Por supuesto que pegaron su gemido cotidiano. Cogieron mis libros que guardaba en mi hueco, echándolos como pica-pica por la calle. Tuve que salir vuelta a la calle, recogerlos y buscar una luna clara para leer a mi Séneca. Sabía que el mañana tiene eso de bueno, todo, todito pasa... como el buen Séneca y hasta yo...


Lince, julio 2006