Friday, May 30, 2008

algo así como escribir


dicen que crear gasta mas energía en el ser humano que cualquier otra actividad, ya sea física o mental... eso decían, pero, en mi caso es diferente, no puedo vivir si pintar, fotografiar, escribir, cantar y todo cuanto hago es nuevo, mío, de mí, y de nadie mas, aunque la halla escuchado de otra manera, así como Picaso con Velasquez en "las mininas"... no tengo certeza, pero esta noche escuché una canción de un músico ruso, llenado Rashmaninov. lo escuché y mientras paladeaba mis sentimiento con los tonos de la melodía, sentía que no estaba solo, que había miles de almas que, al igual a la mía, disfrutan porque sí... apenas terminó la melodía, llamada La isla de los muertos, Op. 29 (poema sinfónico), tuve ganas de dormir. me eché en la cama pero el latir de mi corazón no cesaba, era como si me hubieran prendido los motores adicionales. me levanté y busqué algo que hacer. vi la ventana de mi casa sucia. cogí una franela y la limpié, a eso de la media noche. terminé y luego fui al baño y lo limpié totalmente, cada rincón, cada pedazo de loceta lo hice brillar. cuando me sentí satisfecho descansé un momento, pero sólo fue un momento... el corazón tiene voluntad propia y se adueña de uno cuando quiere. cogí una hoja de papel y me puse a escribir algo, lo que sea, la noche misma que me bañaba. terminé el poema y lo puse en mi bolso. seguí andando hasta llegar a la casa de mi hermana mayor. era mas de la media noche, y había una luz que no moría. corrí antes que se apagara. toqué la puerta y salió el esposo de mi hermana. sin decirle nada, entré y busqué un piano... y sí, allí estaba y recordé a Rasmaninov. mis dedos fluyeron, pero yo no era el músico ruso, no, era un simple personaje sacado de libros baratos de diarios de escritores desconocidos. cogí un báculo y empecé a tocar las rejas de las casas... me gustó mucho, pero no así a la gente, pues, salían sin parar como hormiguitas de sus casas. tengo sueño, me dije y corrí como un perro tras una perra, hacia mi casa. anhelaba ese espacio de libertad que me da mi escritorio. entré y no había nadie, recordé que toda mi familia había dejado de existir. encendí la cocina y puse algo a freír. de pronto alguien tocó la puerta. pensé: es la chica de mis sueños. sonreí y miré a través de la ventana. no había nadie, alucinaba... ya, me dije. estaba agotado de tanto crear, y, sin decir nada a nadie, decidí dormir un buen rato. no recuerdo el tiempo, pero fue largo. estuve sentado frente a Rasmaninov, con un piano a su lado. le pedí que tocara para mí, lo hiso. la noche murió y el día abrasó mis recuerdos... no supe mas nada. salí de aquel lugar y entré en una casa llena de voces sin cuerpo, y todos reían. ¿qué es esto?. una voz me dijo que no pensara. imposible, pero hice el intento. el ruido se gastó y salieron de todas partes de aquel lugar, miles y miles de aves de color negro como la noche. les vi alejarse hasta que sentí escribir algo, lo que sea y, por suerte, escribí muy bien...

sam isidro, mayo del 2008