Thursday, December 06, 2007

malas oraciones


no tenía hambre, sin embargo había toda una fuente en la mesa de casa. era extraño pues nadie mas que yo vivía allí, así que, cogí una silla y me senté en la mesa, y con las manos empecé a comer. era extraño comer cosas nuevas, como vísceras de perro, gato, rata, y esos ojos dentro de gelatina lo hacían verse medio surrealista pero mientras los comía, sabían bien... lo terminé todo. iba a pararme cuando escuché que alguien entraba a casa. ¿pero si sólo yo tengo llave y nadie mas que yo entra?, me cuestionaba. me paré y me puse tras uno de las sillones de la casa. escuché pasos que se acercaban al comedor. sentí miedo y así fuertemente el cuchillo con que había cercenado, cortado, matado a todos esos bichos, incluido aquel anciano que se ponía a mendigar en la puerta de la casa. de pronto los pasos se detuvieron y como era un poco oscuro, vi la sombra gigantesca de una persona. iba a decir quién era, pero no, esperé, mejor esperé, asiendo mi cuchillo en la mano. como las luces estaban encendidas no podía moverme así que empecé a avanzar con el mueble hasta casi llegar a la entrada del comedor y casi pude sentir la respiración de un ser humano... no pude mas y grité: ¡quién es!... la sombra empezó a moverse pero en sentido contrario, como saliendo de la casa. me paré y corrí con el cuchillo en la mano hasta donde estaba la sombra. lamentablemente sólo estaban unas huellas y retazos de ropa vieja, ensangrentadas y llenas de huecos. recordé la ropa del anciano y sí, era la misma ropa. ¿qué hago?... ¿será su alma que viene por el cuerpo de viejo?, pensaba, pero ya sus carnes circulaban por mis venas, así que tuve que coger la ropa del anciano, preguntándome cómo habían parado allí, y sí, el alma de las personas tienen sombra. todas esas cosas pensaba cuando escuché unos gemidos por la calle. yo vivía en las afueras del pueblo, y estaba rodeado por un gran bosque lleno de animales y caballos y perros y lobos y una que otra alma vagabunda en busca de un ser humano que le temiera... yo no tenía miedo a nada, menos a la muerte así que salí con mi cuchillo en mitad de la oscuridad de la noche y me metí al centro del bosque y grité: ¡¿dónde están?!. nada, tan solo el silencio de la noche y ojos, ojos brillantes que me miraban como si fueran velitas de iglesia... salí del bosque y me corté un poco el brazo. deseaba beber mi sangre luego de cada festín. me sentí mejor y como era luna llena, corrí por los valles aullando como un lobo... fue bello hasta que llegó el día, y allí estaba, como siempre, desnudo en la puerta de la iglesia del pueblo, gritando la bendición del cura que aún no llegaba. esperé y vi salir a toda la gente del pueblo que al verme me lanzaban injurias y piedras y pedazos de mierda con palos... me levanté y corrí hasta llegar a la casa del cura. toqué la puerta y salió. pasa, me dijo. entré y me dio de vestir y comer. ¿qué me has traído?, dijo el cura. sonreí. me senté en el piso y empecé a cagar y salieron todos los pedazos de la gente que me había tragado... ¿eso es todo?, dijo. sí, respondí. puedes irte en paz, pero antes reza y pide al Señor que te de claridad y humanidad. sí, respondí mientras envolvía toda mi mierda y la colocaba en una bolsa, para luego, irme por donde entré, hacia mi casa...


san isidro, diciembre del 2007