Saturday, January 28, 2006

Doce de la tarde

Son las doce de la tarde y me siento desnudo, y estoy desnudo en mi cuarto repleto de libros, papeles, discos de música y ropa, mucha ropa. Mi familia piensa que no existo, que soy nulidad, que aún me meo como un niño, y puede que tengan mucha razón pero no es verdad... Vivo, respiro, solo, totalmente solo y me agrada que sea así, pues así puedo empezar a envolverme con el disfraz que el dios me ha guardado por todos estos años... ¡Soy humano! Y aunque no soy el primero que lo dice, soy el primero en saberlo...

Son aún las doce y aún continúo desnudo como estos pensamientos, me agrada escribir tanto como respirar con tranquilidad. Recuerdo las pocas veces en que fui feliz, pero no voy a escribirla pues la verdad es que ahora soy tan feliz cuando puedo cerrar los ojos y sentir que ese aliento que exhalo e inhalo es todo lo que quiero.

Podría contar las cosas que me han pasado antes de las doce de la tarde pero para qué, a quién le importaría, ¿a ti?, ¿a mí? por supuesto, a nadie mas que a mí. Este es un secreto a gritos en la noche, o en la sima de la loma más alta, o en el silencio de una casa sin dueño. Soy el mas grande escritor que he conocido... ¿por que? Porque me gusta mucho cuando leo lo que escribo luego de mucho tiempo de dejarlo en una caja con todos mis escritos. Pueda que esté loco, y, en verdad, es así, estoy tan loco como esas aves que pasan por los árboles de mis casa, cagando, durmiendo y follando en una de sus ramas... Quién sino una animal, un loco puede tener la libertad de hacer lo que ellas y yo hacemos...

Aún son las doce de la tarde, y serán así hasta que me dé la gana, pues soy el dios que escribe este mensaje, un dios de verdad, que destruye y construye, uno que ama y odia, crea y construye lo que le venga en gana... Y aún mas porque puedo detener el tiempo en este papel, mientras lees mis escritos y yo, me atraganto de alientos que son lo único que anhelo que ocurra mientras escribo...

Recuerdo las veces en que estuve con esa mujer... casi puedo verla echada, doblada, cortándose las uñas, riéndose de mí, de ella. Puedo verle su vientre colgado como esos canguros, ese ombligo sin sentido, y sus ojos verdes que no dejan de entornarse mientras se mira y frota sus senos que son como bolsas llenas de agua, de sangre con la punta llena de puntillas que dicen que son la fuente de su leche, no lo sé, pero me agrada verla así, recordarla así mientras detengo con mis brazos el tiempo, mirándole la curva de sus piernas, los vellos de su pubis, la rebelde pelambre sobre su cara... es bella como esas palomas que diariamente se cagan sobre el árbol de mi casa...

Son las doce de la tarde y ya es demasiado tarde para escribirte. Todo está consumado mientras escribo y vuelvo a escribir y así para siempre mientras inhalo y exhalo este diáfano aliento que no sé de dónde viene ni adónde va, pero seguro que me llevará a su matriz, a su fuente así como las gotas de un río rumbo a la mar...

Lince, enero del 2006

Monday, January 23, 2006

El mensaje

Tengo algo que contarte... Aún estoy vivo, así como el sueño que tengo desde hace dos días en que no duermo. Me mantengo en vela esperando el mensaje que dicen llegaría en cualquier momento, instante de mi vida, y, la verdad, no me gustaría perdérmelo. Imagínense que este mensaje fuera el que estuve esperando a lo largo de mi vida… Como aquel que tuve cuando niño y mi padre me decía que algún día mi ángel guardián vendría a dejarme el regalo más hermoso y sería el chico mas feliz de toda la tierra, pues aprendería el significado de todas las cosas como el amor, el perdón, la verdad, el odio, la pasión… O aquel que me contó mi abuelo mientras agonizaba en su lecho, diciéndome que de las paredes de su casa escucharía la voz del silencio, de la verdad, y, al fin podría entender el sentido de la existencia de todas las civilizaciones, así como el de mi propia vida… O cuando esperé a que mi novia volviera a buscarme luego de retornar a su país, y este fuera el mensaje de ella para mi: una pasaje de ida al otro mundo, al viejo mundo, a su lado... Y ya junto a ella recorrer sus piernas con mis manos, sus brazos con mis pies, sus ojos con mis ojos, sus vellos con mis dedos, su lengua con mi aliento... ¿Cual de todos los mensajes podría ser? No me imagino pero no puedo pestañear un instante. Y quien lo diría que hace dos días mientras regresaba de mi trabajo encontré una carta con mi nombre y sin remitente en donde decía que esperara el mensaje, el mensaje que tanto había esperado… No sé si me volví loco, pero algo ocurrió pues boté a toda mi familia de la casa. Me encerré con llave y tan solo dejé abierta la ventana en donde podía observar a quien llegara… Fue ridículo que nadie de mi familia me entendiera pues llamaron al sanatorio de la ciudad y a la fuerza me llevaron al loquero. Por supuesto que no hablé con nadie, tan solo les dije que estaba esperando el mensaje que decía en mi carta que llegaría en cualquier momento. Mis hermanos me miraban con pena, por supuesto que ellos no entendían ¡Qué iban a entender! ¡Nada de nada! … Ya viene el tercer día, y aunque estoy en un cuarto cerrado puedo ver el cielo, las luces de la ciudad, los sonidos de la gente, los campos que son sacudidos por los autos de esta civilización… y yo, aún continuo esperando mi mensaje que parece que está por llegar en cualquier momento pues noto que mi cuerpo está haciéndose mas liviano, mis ojos ya no ven como antes, están cerrados pero he podido mantenerme conciente mientras cruzo el umbral de la casa de los sueños y le he dicho que no deseo dormirme pues tengo un mensaje que esperar, y esperar conciente pues puede cambiar el resto de mi vida para siempre, así como les cambió a todos aquellos que nunca mas volvieron a dormir… ¡Cómo podrían dormir con semejante mensaje, noticia! Entender, gozar, disfrutar, y, al fin de todos los finales, encontrarme cara a cara con el final de todos las ilusiones y dar ese paso que sólo dan los que han amado profundamente el verdadero amor de la vida, es decir, aquel momento en que uno sintió que estaba empapado de eternidad, libertad, amor, o algo de aquello que suele estar vestido de cosas como una chica, un ángel, un instante de misticismo, o algo mas que ya no recuerdo… Pero no lo duden, esperaré el mensaje… ¿Quizás sea el tuyo? Quizás seas tu quien venga y me regale el mensaje, el mensaje, el mensaje….

Lince, enero del 2006

Sunday, January 22, 2006

El peregrino

Piedras sobre piedras... eso es lo único que encontró luego de veinte meses de peregrinaje en búsqueda de su nombre verdadero. Era extraño para él, pero aún así, se puso a meditar en toda esta ruma de piedras que habitaban la casa de sus primeros ancestros.

Bajó todos sus bártulos y luego de liberar a todos los esclavos que el Sahir le había obsequiado comenzó a sacar todas las piedras de aquella casa que, según la historia que le contara su abuelo, econtraría la respuesta a todas sus inquietudes.

Pasaron meses hasta que la casa que era bastante pequeña y de paredes de barro quedó algo limpia, vacía, sin vida y sin sonido... ni siquiera pasaba la brisa que frisaba aquel páramo. Puso su colcha sobre un rincón de la casa y esperó a que algo ocurriera. Estaba agotado así que no le fue difícil dormir. Cuando abrió los ojos aún estaba allí, en aquella casa, llena de tierra, bichos y un hilillo de agua que como una sierpe se arrastraba por aquel cuarto que era toda la casa... Se paró y con sus dedos tocó el líquido. La probó. Estaba dulce y se preguntó de dónde provenía. Se paró y comenzó a buscar la fuente.

Salió de la casa y vio no muy lejos que había una roca pegada a otras rocas, y entre sus intercesiones brotaba el hilillo de agua. Cogió una taza que tenía en su bolso y la llenó de aquel líquido. La bebió. Estaba dulce, muy dulce y parecía que aumentaba la presión del agua entre las piedras. Era verdad, lentamente se fue haciendo un pequeño lago en la mitad de aquella casa, y al cabo de algunos días se hizo un pequeño río que fluía sin parar hasta perderse por las lomas de aquel páramo...

No dudo en servirse del agua pero siempre se preguntaba acerca de su nombre verdadero o el de sus antepasados. Recordó a sus abuelos y aquellas historias sin sentido pero que lo hechizaron para siempre... Antes de su peregrinaje había estudiado antropología, y luego de juntar una pequeña fortuna fue en búsqueda de su pasado, de su nombre, de aquella casa que encontró lleno de piedras, y que ahora era un río que no terminaba de aumentar su caudal...

Podría haberse quedado para siempre, pues había agua y aquel páramo comenzó a verdear, como si fuera una alfombra natural. Podría haberlo hecho pero no lo hizo, y luego de guardar todas sus cosas se dispuso a retornar a su hogar... Pero antes sintió que debía de guardar la mayor cantidad de agua en sus bolsas para el viaje. Lo hizo y comenzó su camino de retorno, siempre pensando en el sentido de esta aventura sin sentido y sin resultados pues retornaba con mayor cantidad de preguntas...

Al cabo de algún tiempo consiguió llegar al primer pueblo. Habló con algunos paisanos del lugar, preguntando por el Sahir, y estos le dijeron que hacía más de doscientos años que el gran señor había muerto. "¿Doscientos años?", se preguntó. Toda la noche se estuvo preguntado acerca de este fenómeno... sin poder encontrar la respuesta, y sin pegar un instante los ojos.

Al día siguiente tomó el tren que lo llevaría a su país. Y cuando llegó a su pueblo, vio que todo había cambiado... Sus padres no existían. Su familia había desaparecido. Fue a su casa, a aquel lugar en donde había crecido, pero solo encontró un lugar totalmente desolado. Aún así, entró y la encontró totalmente lleno de piedras, piedras, piedras por todos lados... Aquella visión le hizo ver con claridad que todas sus preguntas se habían disuelto como si fueran las piedras en un río...

Sacó todas las piedras de su desolada casa y nuevamente un hilillo de agua empezó a serpentear la casa… Cogió una de las piedras y la puso en su bolsa. Se paró sin dudar un instante y salió de la casa, mientras veía que un río arrastraba todo el pueblo en donde había crecido… Construyó en su orilla otra casa a base de piedras, ante un mundo de cambios y sorpresas, en donde él era un simple espectador, un apreciador de todo cuanto sucedía y cuanto no entendía… y sintió no volver a pensar más… Fue entonces que escuchó el palpitar de su nombre verdadero, repitiéndose entre el choque de las piedras que fluían con el agua y con la tierra del gran río…

Lince, enero del 2006

Saturday, January 21, 2006

Sentimientos peligrosos

Un golpe de frente en la cara me hizo sentir que estaba totalmente perdido. Luego fue como arañazos profundos, golpetazos que llovían como si fuera una sábana sacudida por una tormenta de piedras... Cuando se hizo la calma escuché todo el griterío de la gente. Observé que los muchachos que me habían golpeado no estaban, parecía como si se hubieran metido dentro de los cuerpos del gentío pues me llamó la atención sus ojos abiertos, asustados y sus gestos asquientos. Traté de levantarme y no pude mover nada, peor aún, no sentía mi cuerpo. "Estoy mal", pensé.

Al rato llegaron un grupo de personas amigas que me cargaron y llevaron al centro de salud mas cercano. Allí, todo era blanco: las luces, las paredes, los uniformes de los enfermeros y doctores; lo demás, apestaba a podrido y a remedio. Cerca de mí estaba otro joven... tenía las manos y el rostro carbonizado, y a pesar que aún se movía, le sentía como carne quemada, muerta, inanimada. Cerré los ojos y quedé consoladamente dormido. De pronto, aquel precioso silencio se rompió como un cristal por los gritos de mi madre y la nerviosa voz de mi padre tratando de calmarla...

Los doctores nos dijeron que no volvería a caminar ni mover ni una extremidad jamás, sin embargo, cuando uno tiene quince años no entiende el valor ni la gravedad de las cosas, así que, según el resto del mundo, viviría el resto de mi vida como un vegetal parlante... Y todo gracias a querer hacerme el valiente, enfrentándome al muchacho mas bravo de todo el vecindario, cuando éste estaba rodeado de sus amigotes, a los cuales también insulté... contándoles mentiras y verdades, como que sus hermanas y madres y tías y amigas habían pasado por mis brazos, lo cual era parcialmente cierto, pero no tanto, pues a lo sumo las conocía de vista, o de saludo, nada mas... pero si a través de mis letras.

Vivir el resto de mi vida así... ¿Quién podría aceptarme, quererme, cuidarme?

Me llevaron a mi casa, y luego, a un lugar especial en donde mi padre tuvo que pagar hasta que su bolsillo aguantara. En aquel lugar, todos eran como yo, o lisiados. Es raro, muy raro que, a los quince años uno no pueda valorar nada de esto...

Pasaron años y años y años y años... Me pasaron de hospital en hospital hasta llegar a esta casa en donde vive una extraña mujer que diariamente recibe a diferentes tipos de hombres. Es una puta, y una puta fina, pues los hombres que recibe y atiende son elegantes, finos, adinerados, viejos, jóvenes inexpertos... Se veía que a todos ellos, el mundo los ha tratado muy bien. De mis padres perdí el contacto en uno de los tantos hospitales en que pasaba como si fuera una madeja desenrollándose, sabiendo que en algún punto terminará todo el rollo, en mi caso, mi vida... Los perdí, pero qué importaba sino los veía ni sentía casi nunca. Y bueno, por ¿suerte? caí allí, en un fino y delicado prostíbulo, echado en una cama con una ventana que me mostraba un bello paraje, poblado de árboles y casas muy elegantes. Me preguntaba siempre cómo es que esta mujer tuvo la gentileza de cargar con los restos de mi existencia, llevarme a su lado, ponerme a mi servicio a una linda muchacha, pero, ¿qué sentido todo esto?

Supe la respuesta a todas mis preguntas cuando me enteré que aquella mujer había sido hermana de uno de los muchachos que me dejaron como una planta, y que, eso también me informé por la linda muchacha, que, élla admiraba todos los poemas que escribía y que mandaba a todas las chicas y señoras del barrio en que vivía cuando muchacho. Me reí de mi suerte y de las cosas que ocurren en la vida de uno, pero más reí cuando me llegó una grabadora por encargo de la puta fina, pidiéndome que le declamara o creara poemas, mis poemas. Nunca me había reído de esa manera pero sentí que debía pagar su cortesía, así que le declamé un bello poema de amor entre un animal que hablaba y un hombre estúpido que solía golpear al animal. Parece que le gustó mucho pues aquella misma noche se puso al borde de mi cama y se puso a escribirlo en un pequeño cuadernillo. Esto ocurrió durante mucho tiempo, es decir, yo recitaba o contaba cuentos, y esta mujer se ponía a escribirlos, esta vez, en un grueso cuaderno.

El tiempo continuó y una bella tarde observé que dejaron de llegar los autos elegantes, los hombres adinerados, no venía nadie... "¿Y ahora?", pensé... No terminé de pensar cuando esta mujer me trajo un libro de poemas en donde estaba escrito su nombre pero con todos mis poemas y cuentos. "Es lo mismo", me dijo. Volví a sonreír. Y pensé que había valido la pena tanto dolor para que mis sentimientos estuvieran respirando, vivos sobre el papel, en un mundo en constante movimiento pero muerto, sin luz, sin brillo... Animado tan solo cuando la luz del primer sentimiento lanzase sus cálidos destellos sobre los ojos del lector, en la forma de un cuento o un poema... Reí sin parar de contento y continué riendo hasta el momento en que sentí que mi vida empezaba a apagarse, y recordé aquella primera y última golpiza, cada una de mis mentiras, poemas, cuentos y... aquel sueño llamado vida...


Lince, enero del 2005

Friday, January 13, 2006

Luna

Miro hacia la luna y me complazco de la vida que ilumina mis pasos, todos ellos, lado a lado de mi sombra que no deja de enmarcarse ante su embreada lucidez. Camino en medio de esta noche de sueños respirados y un poema esperando vibrar ante las cuerdas de mi arpa sensorial. Veo las calles con gente caminando de aquí para allá, como palomas mensajeras que van con su trino hacia un sueño, una ilusión, un desespero por hacer de su vuelo el más hermoso de todos sus viajes instantaneos. Me siento agradecido y me perdono por ser lo que soy... un canto, un poema buscándose a sí mismo. Abro mis alas y vuelo con los ojos cerrados y escucho los latidos del poema, del canto que hay en mí desde lo alto. Miro la tierra y no veo mas que areniscos, seres de polvo con sus ojos vueltos hacia un cielo precioso, alumbrado por una luna redondeada y un poema encarnado que les lleva de viaje a mi vuelo sin final... Llego al corazón de la vida y no puedo ver el fulgor de la verdad, es demasiado para todos mis ojos. Los cierro y puedo sentirle a través de un sentimiento perdido que aflora cuando se halla de frente a la verdad, escapándose de mi pecho sin decirme un adiós ni un hasta luego... Se va y se va y me quedo solo como un punto, una estrella mas en la raiz del árbol del universo, bailando ante el encuentro del sentimiento escondido con la luz de todas las verdades... Y aunque es hermoso me siento triste al saber que mi vida y mi muerte no importan ya mas, cuando la eternidad ha besado mi poema, mi canto, arrancándome el sentimiento más querido, perdido... ¡Oh, devoción!


San isidro, enero de 2006

Wednesday, January 11, 2006

Pasado

Caminando por la noche vi a lo lejos una única ventana iluminada. Aquella luz brotaba de un pequeño edificio, no tan sucio pero parecía estar bastante abandonado. Volví a mirarla y pude apreciar que la sombra de alguien pintó la luz del marco de la ventana como si fuera una mancha de brea. Me acerqué un poco más. Era una persona llamándome, agitando sus brazos para que subiera a su piso. Sentí confianza y entré en el oscuro edificio. Adentro parecía que no viviera nadie, pero de vez en cuando escuchaba el sonido de susurros, de pasos de gente que supuestamente moraban en aquella total oscuridad de puertas y cuartos malolientes.

Al final de pasillo encontré la escalera, era de madera y la subí con cierto temor. Cada peldaño que escalaba parecía a punto de deshacerse como arena... Con suerte llegué al piso del extraño sujeto, y pude ver la luz que se escapaba a través de los bordes de su puerta. La toqué con suavidad y esta se abrió como si no tuviera cerrojo. Entré a la pieza y vi a un muchacho apoyado sobre una de las paredes del cuarto. Nunca lo había visto pero algo dentro de mí sintió una gran confianza, como si en un sueño o en otra vida nos hubiéramos conocido. Me acerqué y hubo algo en su remota mirada que me impidió decir palabra alguna. Me detuve y empecé a observarle detenidamente y al fin pude reconocerle... ¡Era yo! ¡Yo mismo!... Yo, cuando decidí meterme de lleno al arte y dedicarme a pintar; pude verle y notar su inmensa y espacial soledad que parecía poseerle como si fuera una estrella en el universo. Su piel era tan blanca, pálida como si nunca hubiese conocido el Sol...

Me senté en el piso y le pregunté cómo le había ido. Sonrió con ironía y pude notar sus dientes escariados, amarillos... Se apartó de la pared y caminó arrastrando sus descalzos pies hacia su otro cuarto de donde sacó una caja muy grande. La dejó en el suelo y luego la abrió. Estaba lleno de lienzos, de pinturas, de cuadros... Me acerqué como un sediento de sueños realizados y pude apreciar cada uno de ellos… Eran todas las obras que alguna vez soñé y visualicé pero que jamás pude pintarlos pues en una parte de mi pasado decidí consagrarme a laborar en la empresa de toda mi familia. Le miré nuevamente y supe que debía de alejarme. El me miró con una sonrisa apenada, segura, y sin pronunciar una sola palabra me dejó ir...

Mientras me alejaba del viejo edificio sentí como una angustia por no ser lo que siempre anhelé ser: un artista. Mi corazón quiso volver al pasado, y gritar a todos mis padres que no, que no deseaba ser como ellos, pero ya todo estaba enterrado en el valle de las sombras... Me detuve un momento y volví a mirar el viejo edificio pero no pude ver la ventana iluminada.

Continué mi viejo paseo hasta llegar a mi casa. Mi familia me esperaba. Era mi cumpleaños. Mis nietos, hijos y amigos estaban esperándome. Allí todo sería colores de plástico, sonrisas cansadas, pálidas palabras, como esos juguetes que sabes que en algún momento te dejarán de encantar y serán un fastidio… Y mientras me acercaba sentía mi corazón alejarse, errando hacia atrás, hacia aquel viejo edificio, viviendo como un miserable artista, como un lobo solitario, pero con una existencia poblada de lunas brillantes, fantasías de colores y anhelos sin final... Lleno de perfume, de magia, de la luminosa rosa que florece en el jardín de todos los sueños, alumbrando la existencia de todos los vivos y todos los muertos...

San isidro, enero del 2006

Sunday, January 08, 2006

Claro de Luz

La oscuridad del lugar no me detuvo. Tenía la luz en mi mano, era una bola que cabía en mi palma y a pesar de emitir una potente luminosidad, no quemaba.

Desde que la luz llegó a mi cuarto nunca más tuve sueño ni cansancio, y nunca tuve ganas de dormir. Era como un día que no acaba...

Y allí estaba, caminando en medio de un extraño desierto, en una larga y embreada noche con una luz en forma de bola en la mano sin rumbo ni meta fija. Tan solo escuchaba el silencio y el arrastre de mis pies libando la arena cuando no lejos del lugar noté seis lucecillas acercándose. No me detuve y apuré mis pasos pensando que ellas podrían darme todo el entendimiento que buscaba acerca del sentido de la luz. Conté seis luces y empecé a correr hacia ellas cuando me di cuenta que eran seis lucecillas en las palmas de las manos de seis extraños personajes.

Cuando estuvimos bastante cerca unos de otros nos miramos con mucha calma. Intuitivamente hicimos una ronda, luego nos sentamos en la forma de indios y dejamos nuestras luces cerca a nuestros pies... De pronto uno de los seis personajes empezó a hablar pero en una lengua extraña. No pude entenderle pero cuando cogí la bola de luz, apuntándosela hacia su rostro pude entenderle totalmente, pues pude ver aquello que está más allá de las palabras... Nos contaba su nombre y el lugar de donde procedía. Había caminado durante mucho tiempo a través del mundo hasta el día de hoy, buscando entender el sentido de la llegada de aquella bola de luz, hace ya mas de cien años... No pude creerlo pues su rostro parecía no tener edad. Luego habló otro, y luego todos los demás, y cada uno contaba singulares caracteres y estilos de vidas mostrando una falta de conocimiento acerca del sentido de la vida… Y por último hablé, y les dije mi verdad: que tenía ojos pero no veía lo esencial, tenía orejas y no escuchaba la verdad, manos y no podía sentirme a mí mismo... Callamos, callamos, creo que por un instante o una eternidad, no lo supe bien, pero callamos…

Miraba la tierra en mis pies cuando noté que la lucecilla parecía brillar un poco más. Miré hacia el cielo y noté que no había una sola estrella. De pronto vi que nuestras lucecillas empezaban a elevarse como si no existiera gravedad, y luego, salieron disparadas hacia el negro cielo en forma paralela hasta unirse después de un instante o quizás una eternidad en un luminoso punto en el infinito, brillando mas y mas como un Sol. Cerré los ojos un instante o una eternidad y cuando los abrí, un nuevo día lleno de cantos angelicales, colores celestiales y un arco iris en forma de promesa empezaron a revelarse ante mis sorprendidos ojos...

Miré a mí alrededor y no encontré a nadie... Estaba sentado en un desierto sentado en posición india, solo como un gusano. Desconcertado cerré mis ojos un instante o una eternidad y aprecié mi oscuridad interior. De pronto, alguien empezó a acercárseme, como un amigable personaje y vi que era mí propia respiración, que paso a paso, aliento tras aliento, aliento tras aliento se acercaba mas y mas, como si durante toda la existencia nos hubiéramos buscado, hasta este instante o esta eternidad, y cuando estuvimos frente a frente noté con gran alegría que ella tenía en la palma de sus manos otra luz, otro Sol, otra claridad que empezaba a iluminar mi oscuridad interior a través de cada uno de sus pasos, de sus alientos…

Abrí los ojos y vi todo… Me paré como un iluminado y empecé a caminar hacia el mundo, cogido de la palma del santo y generoso aliento... Estaba agotado, muy agotado pero tenía una importante y luminosa verdad que contar en la palma de mi mano...

San isidro, enero del 2006

Friday, January 06, 2006

Frente al último de los Sueños

Sentado frente al último de mis sueños pensaba en lo largo que había sido hasta el día de hoy, mi vida. Una de aquellas existencias, como la de muchos, cargada de recuerdos, vivencias y sueños, eso sí, muchos sueños que a lo largo de mi marcha cotidiana me marcaron con sus huellas y huellas y huellas que tuve que borrar, gracias a ustedes, mis amantes lectores, que a través de mis escritos que son y serán la tinta ensombrecida de mi vida, descargué sobre el papel en blanco toneladas y toneladas de todos los seres imaginados, soñados que pasaron sobre el teatro de la vida…

Y bueno, allí estaba este sueño que no tardo en contarles.

El personaje principal, como siempre: yo. Y los demás: los seres creados por los miedos caprichosos, anhelos escondidos, alegrías golondrinas, húmedas tristezas, o, como dicen muchos: mis legiones interiores.

Uno cuando ve su propia sombra que se esparce gracias a la luz que la mantiene, siente como que es su mejor perfil, su parte escondida y, ocultamente, querida... En mi caso personal les contaré esta historia que es germinada de un sueño, y uno de esos en que no desearía volverle a soñar, pues uno puede observar muchas cosas, recordarlas también, pero en esta ocasión, el solo hecho de cualquiera de aquellas posibilidades puede hacer que uno, que vive en la realidad y entre el espacio de los sueños, pierda el orden y secuencia entre los valores de los vivos y los seres imaginados, o soñados…

Y bueno, aún era muy joven y en mis manos tenía una de aquellas navajas que brillaban como si fueran fabricadas de fuego. La adoraba. Sobre todo cuando tenía que cortar una fruta, un pedazo de cartón, o incluso el cuello de un pato, un pollo, una rata, o cualquier insecto. ¡Ah! Qué navaja... Hasta dormía con ella. Quizás por eso es que pareció germinar entre la noche y el cansancio uno de esos hechos que marcan para la eternidad la vida de un ser humano. Y eso fue lo que me ocurrió. Tuve un sueño, uno de esos en que uno se ve frente a frente a un grupo de animales, todos bellos y de ojos alegres, diciéndome, pidiéndome, alargándome sus largos cuellos para que se los cercenase, cortase. Y eso es lo que hacía en mis sueños con sumo placer. Luego, sueltos las cabezas de los cuerpos, los oníricos animalillos se postraban ante mí, y me ofrecían sus cabezas que, con gran alegría empezaban a hablar, reír, liberados de ser bestias y revivir como seres humanos...

Yo, despertaba con extraños sentimientos, y desde que, con frecuencia, me llovían estos sueños, dejé de cortar el cuello a todo tipo de bestiecillas, pero había algo en mí que florecía oscuramente como si fuera un germen nacido de las sombras interiores. Y también sentí que hambreaba por nuevas experiencias, por nuevas luces, rayos que iluminaran un espacio, una visión nacida de una resucitada necesidad…

No podía estar en paz, en tranquilidad, si no realizaba otro tipo de experiencia que sacudiera la cotidianidad de mi marcha por la vida. Y fue en uno de esos encuentros casuales, y nunca buscados, en que me encontré frente a frente con una bella joven, alta, rubia, de ojos celestes, y esos rostros que nos recuerdan que en el cielo navegan ángeles y querubines en los bosques de los cuentos... ¡Oh, Dios! Qué hermosa era, pero, lo que mas me agradó fue ese largo cuello de cisne, era en verdad largo, muy largo, pero no tanto como una jirafa, pero sí como esas asas que tienen los pocillos de la China elaborados por esos ancestrales orfebres de dinastías perdidas en el tiempo o en los libros de los abuelos, o, algo de ese tipo de oscuridades enterradas. Lo cierto es que sentí que la calma, o aburrimiento empezó a ahogarse, sintiendo que todo el universo tenía sentido en ese largo y hermoso cuello de la bella joven.

Aún recuerdo lo mucho que conversamos la primera vez, y luego, sin dudar un instante, la besé como si fueran los pies del creador, es decir, con ese sentimiento que gozan los ascetas que se arrastran tras el fulgor de la iluminación, cuando se hallan frente al ser que tiene el cerillo que nunca por nunca se apaga, como si fuera la luz de toda estrella...

¡Oh! Qué hermoso fue cuando le toqué el cuello con mis dedos, como si fuera una joya de marfil, una joya de esas que uno cuando se acuestan tan solo desea soñar y soñar, y jamás despertar. Y, no me creerán. ¡Soñé! Y soñé con mi daga preciosa, con ese cuello que se abría y abría y en vez de salir sangre brotaban miles de gusanillos que no eran tal, sino personillas con el rostro de aquella hermosa mujer, y que conforme pasaba ¿el tiempo? crecían hasta quedar del tamaño de mí. Me agradaba estar con ellas y bailar y bailar con sus miembros que se les caían y se los volvían a poner como si fueran seres de papel. Y cuando despertaba me sentía como esos seres que han encontrado la razón de su camino por la vida. Sí, me decía, soy un verdugo en potencia, uno de esos que gozan de su labor sin más placer que el de su propia realización, o, ensoñación...

Pero, y allí vienen esas zancadillas que nacen de las oscuridades de la inconciencia, y que le dan a uno con palo, cayendo a las mazmorras de la estupidez, o quizás, de algo más bajo...

Una de esas mañanas en que despertaba y salía de mi sueño, encontré a la chica en mi cuarto, sentada en el borde de mi cama. Sí, la misma chica hermosa y alta, con ese cuello que durante tantas noches soñaba cortándosela, diciéndome: ¿Por qué no la dejo de soñar…? Electrocutado por los rayos de semejante realidad, salté como un perro de mi cama, y corrí con la cola entre las patas hasta llegar a mi baño. Me di una fría duchada. Me sequé, perfume, y luego, entré a mi cuarto, pero, aún estaba la bella muchacha, extrañamente aun estaba sentada sobre mi cama y con mi dorada daga en sus manos, colocándosela en su largo y hermoso cuello, riéndose como una niña demoníaca, y luego, llorando como un angelito expulsado de las nubes celestiales... Me le acerqué y cuando la quise tocar, ella, así como el humo de un cigarro, empezó a borrarse ante mis ojos, como si mis manos estuvieran limpiando un espejo empañado de vapor y me viera a mí, tan solo a mí sentado frente a un sueño, uno de esos que suelen ser los últimos...

Me volví a echar sobre mi cama y soñé, y soñé con ella, con su cuello, con sus bellos gusanillos arrastrándose por el suelo, creciendo y creciendo como siempre, y riéndose como una niña, como un pérfido angelito. Salté de mi cama y vi nuevamente a mi último sueño. Le dije que deseaba hacer las paces... El sueño frente a mí, que cambiaba de constantemente de personajes, de formas, comenzó a flotar hacia mí, hasta rodearme como si estuviera preso por una legión extraños y bellos personajes, y todos con el cuello largo y hermoso como un dios de marfil... Cogí mi daga dorada y supe que debía cortar el último de todos mis sueños. Me puse la daga sobre mi cuello y me arranqué la cabeza, y luego, desperté... Aún estaba yo allí, echado sobre mi cama con un viejo cuchillo bajo mi almohada, y con las paredes de mi cuarto llenas de dibujos de personas sin cabezas, y sin ninguna puerta en ningún lado de las paredes...




San isidro, enero del 2006

Tuesday, January 03, 2006

Paloma

No sé como empezar a escribir, pero todo sucedió así, tal como este momento, este instante en que estoy respirando a través de este relato…

Una blanca paloma entró volando a mi cuarto a través de mi ventana. Me causo gracia y sorpresa cuando aterrizó cerca de mí. Empezó a caminar de un lado hacia otro como un juguete de cuerda hasta detenerse frente a mí. Cerraba y abría sus ojos, mirándome por uno de ellos como preguntándose lo qué hacía yo allí.

- Tengo sed – me dijo la paloma - ¿Tienes agua…?

Quise responder pero de mis labios brotaron insólitos graznidos, toscos así como una persona con la garganta lesionada.

- ¡Oh! – Me dijo la paloma - ¡No hablas!... Agua, necesito un poco de agua - volvió a repetir, mostrando una lengua como un gusano tratando de salir de su vientre. Luego empezó a limpiarse el pico con sus patas y plumas.

Pensé que soñaba, que estaba navegando en un hermoso sueño. Fui hacia la cocina, cogí una taza y la llené con un poco de agua. Lleve la taza lo mas cerca del ave pensando que podría asustarse de mí, pero no fue así, mas bien élla saltó ágilmente posándose sobre mi hombro ante mi susto y sorpresa.

- No temas… - me dijo - Deseo beber en tus propias tus manos.

Me agradó su confianza y eché una poca de agua en la palma de mi mano. Comenzó a beber como si fuera un ángel, un ser divino, y a medida que bebía su cuerpo empezó a irradiar una blanca luz... Luego saltó de mi brazo y se puso a volar por todos los rincones de mi cuarto como si fuera una estrella fugaz. De pronto se detuvo en el borde de la ventana de mi cuarto, y a través de uno de sus ojos me miró con un brillo terrible, y dijo:

- ¡Necesito que alguien me hable! ¡Requiero respuestas precisas!... Encuentra a alguien que hable conmigo.

Asentí. Salí a la calle y la encontré llena de gente caminando de un lado hacia otro. Cogí a una persona cualquiera y traté de decirle lo que pedía la paloma, pero, como antes, de mis labios brotaron graznidos. El tipo me miró de arriba hacia abajo, y antes de alejarse me gritó algo, pero no pude entenderle pues de sus labios también brotaron extraños graznidos... No le di importancia a este fenómeno y continué mi extraña búsqueda.

En un parque encontré a un anciano sentado en una banca echando trozos de panecillos a los animalillos del bosque. Sentí que era el hombre que buscaba. Me acerqué a su lado, y traté de decirle lo mismo pero volví a expresarme a través de graznidos... El anciano me miró, sonrió y movió su cabeza de arriba hacia abajo. Me alegré mucho y le pedí que me acompañara. Y cuando ambos estuvimos frente a la blanca paloma, ella le miró con sus ojos brillantes de arriba hacia abajo y le dijo:

- Anciano, noto que no puedes hablar, eres mudo, pero eres buena persona. Ven a mi lado. Necesito compañía... Y tú - me dijo mirándome con uno de sus ojos que abría y cerraba como si fuera una cámara fotográfica -, continúa buscando.

Salí nuevamente a la calle y de nuevo encontré a la gente caminando como si no supieran que en mi casa había una hermosa paloma que necesitaba respuestas precisas… Volví a preguntar a otro señor, y luego a otro, y otro, y otro, y todos me miraron y de todos sus labios brotaron extraños graznidos… De pronto vi a niños y niñas jugando en la calle, y a todos les hice la misma pregunta, con mis propios graznidos, y todos ellos, sin parar, empezaron a burlarse de mí... Vi a familias enteras saliendo de sus hogares, y a ellos les hice la misma pregunta, pero fue inútil... No pude más y me eché a llorar como un tonto en mitad de la calle… y luego de haber descargado toda mi amargura, mi impotencia, grité como nunca antes había gritado... De pronto, ante mi sorpresa, todo el gentío se detuvo como si nunca hubieran escuchado un grito verdadero… Les miré a los ojos, y todos parecían estar enjaulados tras máscaras animadas por hilos de carne y de sangre…Y cuando iba a continuar mi camino, mi búsqueda, vi a un perro muy grande y viejo acercándose hacia mí, ante el asombro de aquellas personas que de sus labios tan solo emitían murmullos, susurros de graznidos...

- Puedo ayudarte... – me dijo el perro - ¿En dónde está tu paloma?

¡Un perro hablando! pensé. Cogí al enorme perro y lo llevé hacia mi casa en medio de toda la gente que empezaron apartarse de nosotros como si fuéramos llamaradas errantes. Cuando llegamos a mi casa encontré a la blanca paloma y al anciano jugando como niños por todas partes de mi cuarto.

- ¡Oh! Pero no es humano, es un perro... – Dijo la paloma.

El enorme perro se le acercó y ambos comenzaron a hablar con familiaridad y cariño… Me quedé observándoles y pude notar que del ojo de la paloma brotaban lágrimas, que cuando caían al piso parecían cristales de luz… Noté que el anciano y el perro trataban de consolarla, y pude entender que aún debía continuar mi búsqueda.

Volví a la calle. Quise gritar pero sentí que sería inútil. Miré hacia el cielo y vi que el Sol brillaba en lo alto, era tan hermoso que me sentí tranquilo… Bajé mis ojos para ver a la gente y noté que empezaban a disolverse ante los rayos del Sol como si fueran espejismos… hasta dejar toda la calle vacía. Quedamos el cielo, las calles vacías, el Sol y yo. En ese momento sentí como si hubiera encontrado algo importante, y con aquel sentimiento retorné a mi casa. Y cuando entré vi que el enorme perro empezaba a ladrar, a mover la cola, mientras el anciano reía como si un niño, y vi a la blanca paloma mirándome a los ojos, como si fuera el amor hecho plumas… Iba a decirle algo pero ella izó sus alas y me dijo:

- No digas nada… Tienes que escucharme…

Apenas terminó de hablar, empezó a volar hacia mí, como un rayo de blanca luz, hasta disolverse en el centro de mi corazón. No pude entenderlo, pero pude sentirlo. Cerré los ojos un instante, y cuando los abrí, todas mis dudas se habían esfumado como el alborear de una mañana…

Salí a la calle, y vi a toda la gente que iba y venía como si fueran hormigas sin rey ni reina por primera vez, y sentí que tenía algo que contar. Abrí mi corazón y hablé, y hablé a toda la gente que se arrastraban por las calles, y mientras hablaba de mis labios brotaban palabras, bellas palabras, perfumadas palabras, llenas claridad, de encanto, poesía… Y cuando terminé vi que todas las gentes me observaban como si fuera una blanca paloma. Empecé a caminar, a volar lejos, muy lejos… allí donde el aire y la vida es libertad, paz…

Lince, diciembre del 2005

Sunday, January 01, 2006

Feliz Año Nuevo...

Poco antes de la media noche del treinta y uno de Diciembre mi estomago y cabeza habían estado haciendo estragos con mi existencia. Había planeado dormir largo y tendido hasta el día siguiente pero el exceso de comida y licor arrastraron mis planes hacia el retrete de lo imposible. Faltaban diez minutos para que el año nuevo llegue. Me paré y decidí darme una vuelta por las calles de mi barrio. Me puse un sobre todo y salí a la calle para olvidar todo el calvario que masticaba mi cuerpo cuando no lejos de mi casa vi que mi sobrina de diez años y su madre, (mi hermana) estaban junto a cinco familias cargando un muñeco relleno de paja y cartón... Me acerqué a ellos y les pregunté lo que harían con dicho muñeco. Lo vamos a quemar, me dijeron. Fue extraño. Allí estaban aquellas felices familias con sus nietos, hijos, perros, muñecos, maletas, uvas, etc., listos para recibir el año nuevo, mientras yo les imaginaba como inquisidoras personas sacrificando un objeto, una cosa, una representación, o algo por estilo, no sé, al fuego divino para limpiar, depurar sus propias creencias, suertes, sueños o pesadillas... Y allí estaba el muñeco friéndose como un cerdo, recordándome el albino grupo de los del ku-klux-can. De pronto, llegó la media noche y todas las familias empezaron a abrazarse y desearse un feliz año, una mejor suerte y otras cosas por el estilo. Yo, tan solo deseaba que se me pasara la terrible indigestión y el dolor de cabeza... Luego llegaron los fuegos artificiales, las llantas quemadas, los niños corriendo y reventando cuetecillos por toda las calles, cuando vi que uno de los perros de una de las familias salió disparado como una rata mojada, gimiendo como si fuera parte del muñeco sacrificado, luego, todos los perros de las demás familias actuaron de la misma manera, pero no corrieron en la misma dirección sino en otras. Vi como cada una de las familias fueron tras sus perros que parecían estar presos de un terror de supervivencia. Fue increíble, muy increíble este fin de año pues allí estaba yo, frente a un muñeco tamaño gigante, es decir, el doble de mi tamaño, chamuscándose sin ninguna expresión, con una humildad y entrega total. Veía sus brazos, pies y cabeza haciéndose cenizas, cayendo como hojas secas de un árbol… y yo allí con mis festivos dolores que, para mi sorpresa, empezaron a esfumarse como el humo de un fuego, a hacerse cenizas en un año extraño y lleno de aullidos y aullidos por los perros de las cinco familias que parecían estar ocultos en algún lugar del bosque que estaba cerca del barrio... Sonreí. Volví a mirar al muñeco, que ya no era eso, más bien era una cruz chamuscada… Le di las gracias y fui caminando hacia mi casa mientras escuchaba el llanto de los niños que llamaban y llamaban a sus perros sin poderlos encontrar, al menos durante la noche... Llegué a mi cuarto mas tranquilo, y cuando estaba por dormirme, aún escuchaba aullidos y los llantos de los niños. Apreté mis párpados, taponé mis orejas con algodoncitos y les deseé a todos los niños, perros y familias en general que tuvieran un feliz año y, sino encontraban lo que perdieron, un perro nuevo...

San isidro, diciembre del 2006

¡Desgracia!

Vinieron hacia mí una manada de personas de todas las edades, diciéndome: ¡Desgracia, desgracia, desgracia…! una y otra vez. Era extraño que vinieran hacia mí pues yo qué podría hacer por sus desgraciadas vidas... Aún así les pregunté qué es lo que les ocurría, y ellos voltearon sus fijas miradas en dirección opuesta en donde estaba yo, luego, apuntaron con sus brazos y manos, diciendo: ¡Desgracia!... Miré al lugar que estaban señalando y vi a un hombre tirado en mitad de la calle. Está muerto, pensé. Me abrí paso entre la muchedumbre y sentí el calor de sus cuerpos, sus intensas miradas y hasta uno que otro murmullo que brotaba de aquel amasijo de carnes. Y cuando estuve frente al cuerpo tirado me di cuenta que estaba manchado de sangre, como si fuera un globo rojo reventado... Volví la mirada hacia la muchedumbre y noté que todos retrocedieron como si al tocar al tipejo fuera a destapar una caja llena de seres terribles. Toqué al hombre, y de pronto este abrió los ojos de una manera terrible como si yo fuera un demonio. Asustado por esto, lo solté, y el tipo ante mi sorpresa se paró como si hubiera estado adormecido y empezó a retroceder... Se limpió sus desgajadas ropas y un brazo se le cayó del cuerpo, luego se le cayeron los ojos como si fueran dos canicas de vidrio, y de sus cuencos vacíos brotaron extraños gusanos de color amarillo. Sorprendentemente, el hombre cogió sus ojos con una de sus manos, los limpió con sus manchadas ropas de sangre y volvió a ponérselos en sus cuencos vacíos, luego, hizo lo mismo con su brazo, acomodándoselo como si fuera un muñeco desarmable. Me miró nuevamente a los ojos y noté que se alejaba con temor, diciendo: ¡Desgracia, desgracia, desgracia...! Lo vi marcharse hasta perderse en una de las esquinas de mi pueblo. Confundido por el suceso me volví hacia donde estaba la muchedumbre que me avisara de este incidente para que me explicaran este fenómeno, pero ya todos habían desparecido como si fueran de humo, o como si fueran fantasmas... Me sentí extraño, muy extraño, pensando en que quizás podría estar yo muerto, pero aún así, y sin pensar en nada mas, decidí irme a mi casa. Y cuando entré vi que todas las cosas de mi cuarto parecían estar observándome con frío pavor, como si vieran a un demonio, y les escuché murmurar: Desgracia, desgracia, desgracia,... Agotado de tanta chifladura fui hacia mi cama y me tiré a dormir para despertar de esta realidad llena de incoherencias, que parecía ser un sueño, pesadilla, o al revés...

San isidro, diciembre del 2005