Thursday, September 20, 2007

¡tengo que escribir un cuento!

tengo que escribir un cuento acerca de un teléfono de radio. la verdad es que nunca me ha interesado escribir cuentos dirigidos, con destino preciso. mil dolares es el primer premio y no me interesa trabajar o expresarme de esa manera, motivado por el dios de papel, pero, hay veces en que uno se deja arrastrar por las olas de ese mar de las buenas costumbres, del éxito momentáneo, de los sueños a punto de tomar forma dentro del tiempo y espacio. me gusta de esa manera, pero, pero, mejor cuento algo al respecto mientras observo qué es lo que haces. si por supuesto, a mí qué diablos me interesa. es verdad. entonces, busco algo que llene mis sentidos, empezando por mis ojos...

hace poco vino una señora y me pidió prestado mucho dinero. le di lo que pidió. agradeció el gesto, y luego me fui a terminar de hacer el resto de mis cosas... si en algo me caracterizo, eso es en olvidarme de las cosas. paro pensando en cosas sin mucha importancia. debo hacer un acto de contrición y darme de nalgadas con mis manos. quizá las cosas también tengan vida propia y no entienda su manera de expresarse. quizá todo sea un misterio, oscuro como el color de mis ojos, mi sombrero y mi piel... y sin esperar nada, pase de la muerte a la vida o al revés...


un señor de ojos negros, alto y bien vestido me pidió prestado mi teléfono. se lo di y de repente, se fue corriendo con este teléfono especial. le seguí gritando por la calle, ladrón, ladrón... hasta que llegamos a la puerta de la casa de un señor que vivía enrejado, menos la puerta de entrada a al umbral de su casa. toqué la puerta y salió, era un tío raro pero tenía un teléfono igual al mio. se lo pedí prestado un momento. me lo dio y dijo que ya era hora de hacer las cosas que a uno le hacen bien. lo cierto es que me dejé llevar por todo y cuando me di la vuelta, el señor de ojos negros que se había robado mi teléfono, se había pasado de lugar... estaba en el otro lado de las cosas, encerrado en la noche, bajo las puertas de la casa de la eternidad. iba a seguirle pero el dueño de la casa me regaló su teléfono de radio igual al que tenía yo.

ya lo tengo en las manos y no volvería a prestarlo a nadie. eso me hace sentirme contento y libre de miedos... quizá pueda pensar con claridad. quizá todo empiece a cambiar para mal, y hoy sea el último día que me queda con este teléfono especial en la mano...

llamaría por el teléfono de farm-industria par almorzar con un amigo de la infancia. le escucharía durante toda la merienda, es seguro que me sentiría especial, con mi teléfono de radio tan especial como yo, pero es seguro que me sentiría solo, y comería solo, como siempre...


desde que vi el teléfono, me gusto. parecía bello, pero no, estaba simplemente demostrando el poder adormecido de la sociedad de consumo. si hubiera muerto ayer, mientras seguía al señor de ojos negros y alto, estaría solo en un departamento cubierto de lo bello y dulce de la muerte...





san isidro, agosto de septiembre