Friday, September 28, 2007

algo que recordar siempre

imágenes que pasan por mis ojos. me gustaría saber de sus vidas, de sus nombres. si son felices o no... ¿qué pensarán de este loco que roba estas imágenes... les miro y me digo que en cada parte de este universo y sobre todo, en este pedazo de tierra, hay belleza...

los chicos de estos tiempos no piensan mucho. cogen lo que gustan o lo dejan pasar de largo. estos chicos jugaban con su equipo móvil. envidié su juventud. ellos no se fijaron en mí. les pensé y les imaginé llegando a sus casas. saludar a sus padres y pensar en lo que harían por la noche. cogerían sus móviles y halarían del futuro... es seguro que seria de color brillante y oscuro, hermoso, así como cada una de sus ilusiones... sí, seguro que sí...

una mujer de treinta años. labora recogiendo lo que otros echan. iba a decirle una palabra pero ella seguía en sus pensamiento, en sus sueños, en la tarde que estaba por llegar, en sus hijos, esposo, madre, hermanos, en todo menos en la basura nuestra de cada día... iba a saludarla, pero la dejé con sus pensamiento... olían muy bien y todo salía perfecto... todo.

un lugar de esos que se trabaja, come, caga, duerme y más... imagino que un perro llega, orina, caga y luego, sigue su camino. llegan hombres de sus trabajos. llegan y con sus ojos puestos en el futuro, piden una cerveza. y así, olvidan su realidad, aunque viéndolo de lejos, es hermoso para todos, menos para aquellos que sienten las paredes y puertas de este lugar lleno de eso que no deseamos ni en sueños... seguro que un hombre saldrá y dirá, así es la vida... seguro que es así, pero no del mismo color, forma ni olor... seguro que es así...


llegué al taller y una ruma de problemas cegaron mis visiones. me empotré en todo y seguí laborando y recordé mi suerte. pensé si alguien estaría tomando una de mis imágenes. le diría si me preguntase que era feliz, sí, seguro que sí.



negro

Le vi, era negro, aunque sus luces, una vez abierto, iluminaban mi momento, tal como un niño. Jugué muchas horas al Internet. Llamé a mi hermano en París, a mi hermana en Barcelona, etc. Le miré nuevamente. ¿Nos vamos?, le dije. Salimos juntos del trabajo. Me senté en un café de la ciudad. Le puse junto a mis libros. Saqué una hoja y escribí un poema, luego miré mi aparato negro. Lo abrí. Sus lucecillas me hipnotizaban. Me sentía un niño, y, era así. Enjaulado en un cuerpo, entre barrotes de ideas y sueños, aislado de todo y al mismo tiempo pegado a distancias imposibles, vivía… Miré mi aparato negro e hice algo diferente. Le dejé solo en la mesa, un instante.

Nadie le miraba. Pagué la cuenta y me puse a un lado, escondido. Nadie le hacía caso. De pronto sonó el timbre... Era en forma de un clásico. Iba acercarme, pero observé que todos escuchaban el sonido del aparato negro, sin que nadie se atreviera a tocarle.


¿Es suyo?, escuché una voz tras de mí. Sí, respondí a la bella mujer que tenía otro aparato negro igual a mío. Me acerqué a la mesita y cogí el fono. Era la voz de una mujer. ¿Eres tú? Sí, soy yo... ¿Nos vamos?, le dije. Sí, respondió. Guardamos nuestros aparatos negros y nos perdimos en negritud de la noche... Todo estaba bien, todo, todo, mientras la noche nos envolvía en un clásico...