Sunday, April 13, 2008

Historias de Belleza


siempre que la miraba, lloraba...
no sabía qué era
qué nombre tenía…
tan solo lloraba de alegría
al sentirme amado
por la belleza
escondida
en los ojos
de cada persona
que abría su alma
por el Sol de su alegría...

nunca quise ser nada importante
tan solo quería mirarla
con toda mi alma...
y cuando me hablaba, miraba,
lloraba de alegría...

y esta noche hermosa
en que miro hacia el cielo inmenso
veo su ojo plateado
en la luz de la Luna,
en la estrella perdida,
en los sueños de un niño
buscando la belleza escondida...

salgo como siempre a la calle
y los lamidos de mi perro me dicen
que soy el hijo de la noche
y que toda esta alegría
que brota de mi alma
es el canto escondido
de los mundos y los sueños
cuando lloran
por la belleza escondida...

visitas paralelas


después de una tarde llena de impresiones, volví a casa de mi madre. en la puerta me esperaba mi perro. entré y ella me esperaba... límpiate los pies, me dijo. lo hice y entré para darle un beso en la mejilla. siéntate y come tu cena, dijo mi madre. vi el comedor y no había nada sobre ella... aún así me senté e hice como que cenaba. gracias mamá, estuvo buena la cena, le dije. siéntate y toma un café caliente. hice lo mismo y puse mis manos sobre la mesa, mientras veía a mi madre echada sobre una cama pequeña, cubierta con una sábana color blanco. sus manos estaban pálidas, sus ojos cerrados, sus cabellos estaban como la nieve pero escasos y su voz parecía venir de otro lado, como de todas partes... pensaba en la gente que cruzaba la calle y que veía a través de la ventana de casa, y sentía que todo el mundo seguía sus propios caminos, ya sea, cenando, andando, muriendo, viviendo... me levanté y volví a darle un beso en su mejilla. adiós madre, le dije. no contestó. me levanté y fui hacia la puerta de casa. ya estaba saliendo cuando escuché su omnisciente voz: cierra la puerta, con seguro. lo hice y salí a la calle. allí estaba mi perro, famélico, viejo y con pelusas en vez de su antiguo bello pelambre... le rasqué la cabeza y cuando me alejaba sentí la angustia en el alma, mientras veía la gente cruzarse en mi camino. los había de todo. los buenos, malos... la infinita dualidad cruzándose en mi vida, y no pararía hasta volverse un solo punto negro, lejano, allí donde dos rectas se unen en la eternidad... sonreí al entender la existencia mientras lágrimas caían por mis mejillas...

san isidro, abril del 2008