Monday, October 17, 2005

La chalina celeste

Miré la bolsa que acababa de llegarme de Israel. La abrí como un niño y dentro encontré una carta y una bolsa de plastico que guardaba una chalina de color celeste... Leí la carta, era mi madre en donde me acensejaba que me abrigara para el invierno y que ella oraba todos los días para que Dios me diera una linda pareja, una sierva de Dios... Cogí la chalina celeste y me la puse al cuello. Era muy pequeña. Estoy gordo y viejo, pensé. La puse en mi bolsón, junto con la carta y me diridí hacia mi cuarto.

En el camión que tomé vi a una linda chiquilla de no mas de ocho años que me miraba como esos gatitos que ven un ovillo para jugar. Será mi cara, mi cabello, pensé. Alcé la mano, saludándola, pero la niña arrugó su frente y me sacó la lengua, luego, se dio la vuelta y se pegó a su madre que estaba a su lado, y que era una señora gordisima y rubia... La mujer volteó para ver el por qué su hija había tomado tal actitud, y al verme, me miró a los ojos y arrugó la frente como diciéndome que ya estaba demasiado viejo para jugar como un niño.

Bajé de camión justo a cuatro cuadras de mi cuarto cuando repentinamente empezó a llover. Maldije mi suerte mientras veía como el camión se alejaba de mí, y pude ver a la niña que nuevamente me sacaba la lengua y atinaba a lanzarme un golpe de puño. Me reí. Me di media vuelta y, totalmente mijado, caminé hacia mi cuarto. La lluvia y la brisa eran terribles cuando recordé la chalina celeste que mi madre me había mandada desde Israel. La saqué de mi bolso y traté de cubrirme la cabeza y la cara. Lo logré. Aquella chalina era gruesa y de fibra sintética. Abrigaba como si llevara una estufa en el cuello. Lo alargué hasta cubrirme toda la cabeza, y me fue exelente... Mas tranquilo, caminé despacio y me dije que gracias a la chalina podría pasar un rato por la bodega cercana a mi cuarto para comprarme un poco de café para pasar...

Llegué a la bodega y compré lo que necesitaba y cuando iba a salir vi que no lejos del lugar el camión en que viajaba había chocado contra un auto... Desgracia, pensé. Recordé a la niña malcriada, a la madre, el conductor y una que otra cara. Corrí hasta llegar al lugar del accidente. Y cuando llegué vi a una señora gordísima, rubia, llorando desconsoladamente, pues tenía a su pequeña hija en las manos, privada... Mientras el chofer tenía la cabeza metida entre las lunas... Un chorro de sangre me escarapeló el esqueleto. Me acerqué y vi que el pobre no tenía cabeza... Iba a alejarme cuando comencé a escuchar los quejidos de las demás personas que iban en el mismo camión... Me acerqué cuando volví a ver a la señora gorda. Me le acerqué y la vi de cerca. Estaba temblando de frío, con la lluvia que parecía lacerarla y con sus manos llenas de sangre. Miré a la niña y, en verdad, parecía dormida. Instintivamente me saqué la chalina y se la entregué a la señora. Ella no pudo verme, por la lluvia, luego, empecé a alejarme pues escuché el canto de la ambulancia, y el correteo de la gente curiosa...

Volví sobre mis pasos y cuando vi que la ambulancia se llevaba a la niña y a la mujer, retorné para preguntar a los doctores por la salud de ellas dos. Me dijeron que no era muy grave, tan solo un fuerte golpe y quizás un fuerte resfriado debido a la lluvia y la brisa, en cuando al chofer, había muerto al instante... La vi entrar en el auto y la vi alejarse a ambas... La niña tenía mi chalina celeste en su cuello.

Llegué a mi casa y escribí una carta a mi madre diciéndole que le agradecía mucho por la chalina celeste que me sirvió muchisimo, sobre todo que pude volver a escribir, contando la historia de la chalina celeste...