Friday, September 28, 2007

negro

Le vi, era negro, aunque sus luces, una vez abierto, iluminaban mi momento, tal como un niño. Jugué muchas horas al Internet. Llamé a mi hermano en París, a mi hermana en Barcelona, etc. Le miré nuevamente. ¿Nos vamos?, le dije. Salimos juntos del trabajo. Me senté en un café de la ciudad. Le puse junto a mis libros. Saqué una hoja y escribí un poema, luego miré mi aparato negro. Lo abrí. Sus lucecillas me hipnotizaban. Me sentía un niño, y, era así. Enjaulado en un cuerpo, entre barrotes de ideas y sueños, aislado de todo y al mismo tiempo pegado a distancias imposibles, vivía… Miré mi aparato negro e hice algo diferente. Le dejé solo en la mesa, un instante.

Nadie le miraba. Pagué la cuenta y me puse a un lado, escondido. Nadie le hacía caso. De pronto sonó el timbre... Era en forma de un clásico. Iba acercarme, pero observé que todos escuchaban el sonido del aparato negro, sin que nadie se atreviera a tocarle.


¿Es suyo?, escuché una voz tras de mí. Sí, respondí a la bella mujer que tenía otro aparato negro igual a mío. Me acerqué a la mesita y cogí el fono. Era la voz de una mujer. ¿Eres tú? Sí, soy yo... ¿Nos vamos?, le dije. Sí, respondió. Guardamos nuestros aparatos negros y nos perdimos en negritud de la noche... Todo estaba bien, todo, todo, mientras la noche nos envolvía en un clásico...

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