Monday, November 28, 2005

El camino del sueño

Caminó con su maleta de cuero durante toda la noche sin parar un instante. Sabía bien que no podía esperar a que llegara el amanecer para culminar su destino cuando en mitad del camino encontró el cuerpo de una señora dormida sobre una banca del bosque. También vio a un perro dormido, enroscado al lado de los pies del cuerpo de aquella mujer... Se detuvo y sintió un pequeño aguijón en la mitad de su pecho. "¿Mi corazón?", se cuestionó. Miró su maleta de cuero. La abrió. Miró lo que había en ella: una camisa muy gruesa, un pantalón de lana, un bello libro de cuentos, una bolsa de pan y un kilo de queso, y un manojo de billetes. "¿Será la madre?", pensó. No sabía qué hacer pues esto que llevaba en su maleta de cuero era todo lo que tenía y que había sentido destinarlo a un pobre muchacho con quien diariamente soñaba. Jamás lo había visto mas que en sueños, pero este sueño se repetía noche tras noche, así que por ello sintió dejar de soñar y caminar en mitad de la noche buscando al muchacho. Pero, este sentimiento que estaba envolviéndole lo hacía dudar de lo que debía o no debía de hacer... De pronto vio que la extraña mujer empezaba a moverse. La vio abrir los ojos, mover sus brazos y luego la escuchó hablar preguntándole cosas sin sentido. El chico se asustó, guardó su bolsa y decidió continuar su camino cuando notó que el perro que estaba enroscado en las piernas de la mujer empezaba gruñir, mostrando sus dientes filudos, mientras se le erizaban los pelos de su lomo como un puercoespín. El chico se detuvo, tembló y soltó su maleta. La mujer se paró, cogió la maleta y vio lo que contenía. Lo sacó todo, echándolo al piso. Cogió el dinero, la comida, la ropa, el libro de cuentos y tiró la maleta vacía al muchacho, y luego, se fue con el perro perdiéndose en la oscuridad de la noche... El chico cogió su maleta y sin saber hacia dónde ir continuó su camino a ciegas hasta llegar a una casa parecida a la casa de sus sueños. El amanecer había llegado. Tocó la puerta y escuchó los ladridos de un perro. La puerta se abrió y vio a un muchacho de su misma edad con el rostro contento, vestido con sus ropas, y en sus manos tenía un bello libro de cuentos. Y luego, vio a la mujer que había encontrado en mitad del bosque. El chico sonrió muy contento por haber encontrado su sueño, se dio media vuelta y partió a la carrera rumbo hacia su casa. Mientras la mujer no recordaba el lugar en donde había visto a aquel extraño muchacho, o en un sueño, o en uno de sus sonámbulos viajes nocturnos…

San isidro, noviembre del 2005

Sunday, November 27, 2005

La mujer que no podía tener un hijo

Ella venía de una familia muy numerosa así que desde niña siempre soñó con ser una mamá, tener muchos hijos y ser muy feliz con el hombre más bueno y bello del mundo. Así fue creciendo hasta que conoció a un bello muchacho con quien se casó y fue muy feliz hasta que supo que jamás podría tener hijos de ningún hombre sobre la tierra. Cuando supo esta verdad no supo si morir, o continuar con su vida, con su sueño de niña... pero continuó viviendo. Dejó al bueno muchacho y se volvió a casa con uno, luego con otro, pero con cada hombre sobre la tierra no pudo tener un solo hijo...

El tiempo pasaba y su sueño se apagaba así como el día y la noche... Miraba hacia el pasado y veía a todos los hombres que tuvo, a todos los hijos que pudo tener. Miró los ojos de toda su numerosa familia y sintió que la vida sin sueños no valía la pena vivirla, así que decidió buscar a dios por todos lados.

Viajo a todos los rincones de la tierra pero no lo encontró. Hasta que una noche de luna llena sintió que dios estaba mirándola. Subió al monte más alto y se puso a orar y orar por toda la noche, pidiéndole a dios una sola cosa: Un hijo. Agotada, sintió en su alma que debía volver a su casa después de su largo viaje a través de todos los rincones del mundo y cuando llegó a la puerta de su casa encontró a un hombre de más de noventa años, sucio, lleno de llagas, y con una pata de palo. La mujer le miró, preguntándose quién podría ser...

- He escuchado tus ruegos, mujer. Yo soy el hombre de tu vida... - le dijo el decrépito anciano, mostrando sus escasos y escariados dientes.

La mujer le miró y no supo qué hacer. Se tiró la suelo y lloró y lloró por horas y horas, sintiendo en su alma que esto no podría ser, que sería terrible... Y cuando levantó sus resignados ojos hacia arriba vio que el anciano mendigo había desparecido. Intrigada por todo entró en su solitaria casa, y cuando prendió la luz de su cuarto vio a un hermoso recién nacido sobre su cama que abría sus bracitos, manitas y mostraba una bella sonrisa a su soñadora mamá...



San isidro, noviembre del 2005

El último poema

Estaba frente a una señora muy vieja acompañada por su hijo de casi mi edad, o sea, de más de cincuenta años. La anciana me miró y me dijo si yo podría escribirle un poema; le dije que si, que para el día siguiente se lo entregaría. Pero ella me dijo que tendría que hacerlo ahora pues mañana se iría de viaje. La miré a los ojos. Miré los ojos de su hijo. Me decidí. Cogí un lápiz y un papel. El blanco papel me miró a los ojos con gran frialdad y no supe qué decir, qué escribir... "No puedo señora", le dije. La anciana exhaló profundamente, bajó la mirada y se alejó de mi casa del brazo de su hijo que casi tenía mi edad, robándose un pedazo de mi vida, no sabía con exactitud lo que era, pero mucho dolía... así que nuevamente miré el blanco papel y le rogué si podía darme una empujadita. Los ojos de la hoja se hicieron cálidos, y de pronto, casi sin esfuerzo, mi mano se deslizó con el lápiz a través de su blanca piel... Fue bello, hasta que hube terminado el bello poema. Iba a ir de inmediato pero decidí postergarlo para la mañana siguiente.

Al día siguiente fui a la casa de la anciana señora. Salió su hijo diciéndome que su madre acababa de partir. "¿Adónde se ha ido?", pregunté. Me miró a los ojos con metálica frialdad, y sentí como si yo fuera una hoja blanca de papel, y sus ojos fueran como un bisturí que me hería, contándome que su madre había fallecido... Luego, el hijo que casi tenía mi misma edad cerró la puerta de su casa sin decirme ni una palabra… y sentí que algo dentro de mí se había muerto con la vieja señora. Sin embargo, guardé un sentimiento, y en un sobre guardé el bello poema.

Tomé un auto hacia el cementerio en donde dormía la anciana señora y decidí dejarle mi último poema. Se lo puse sobre su blanca lápida y cuando retornaba hacia mi casa un sentimiento de liviandad recorrió toda mi alma. Todos sonreímos.


San isidro, noviembre del 2005

El hombre mas rico del mundo

El hombre más rico del mundo es un hombre que no supo lo que tenía hasta que supo donar todo lo que tenía al hombre más bueno del mundo... Sin embargo, el hombre más rico del mundo aprendió a hacer su fortuna cuando entendió que todas sus decisiones dependían tan solo de él, que no debía pedir mas que lo que necesitase, nada mas... Y desde el instante en que entendió que era mejor ahorrar sus emociones que entregarlas a sus bajas pasiones aprendió que no había nada más importante que la justicia con el mismo por sobre todas las cosas. Supo que no había nada mas honesto que compartir toda gloria y honor con el resto del mundo. Supo que nada era duradero, que todo era como el río que va hacia la mar, por ello se entregaba con serenidad y humildad a cada situación, ya sea buena o mala, pues sabía que nada le impediría llegar a su sueño, a su océano.Y por eso es que al ver al hombre mas bueno del mundo supo que no había nadie mejor que él para distribuir toda riqueza que durante toda su vida había logrado... Pero el hombre mas bueno del mundo recibió toda aquella fortuna con gran alegría, pero le dejó al hombre mas rico del mundo la décima parte de todo, pues sabía que así podría generar mayor riqueza para todos los hombres y mujeres, buenos o malos, ricos o pobres, sabios o ignorantes... del mundo.

Tuesday, November 22, 2005

Testigo de un cuento

Estaba caminando rumbo hacia el colegio que estaba a no menos de unas cuadras de mi casa cuando vi a un enorme perro blanco y negro que perseguía a un grueso gato del mismo color que su cazador… Les seguí con los ojos hasta que penetraron a uno de los callejones cerrados de mi viejo barrio, y escuché ladridos, maullidos, y luego, un horrible aullido de uno o de las dos bestias… Mis manos se helaron. Mis pies dejaron de dar un paso. Mis ojos estaban abiertos, latiendo como el corazón de las calles. Mi pecho parecía esos globos que se inflaban y desinflaban hasta que no pude resistir más, y solté mi maleta del colegio, y corrí como un tonto hacia el viejo callejón de mi barrio...

Cuando llegué no encontré nada de nada, tan solo un chorrito de sangre que parecía una serpiente roja deslizándose en mitad de la pista, pero del perro, del gato, no vi nada de nada. Me acerqué con sigilo hasta tocar aquella sangre que aun estaba caliente, y me pregunté de quién podría haber sido, de cual de las bestias... De pronto una de las ventanas que estaba en la parte superior del viejo callejón se abrió, y vi la cara gorda y sucia de un muchacho de no más de veinte años, mostrándome un arco y una flecha con la punta esmaltada de rojo sangre. Me apuntó con su arco y su flecha. Y temblé como un gato perseguido por un perro, y cuando el tipo empezó a ladrar, maullar y mugir como un demonio, salí disparado del viejo callejón de mi barrio y no paré hasta llegar al colegio. Pero cuando la profesora me preguntó por mi maleta le tuve que decir que un perro del mismo color que un gato, y un gordo que hablaba como ellos me lo habían robado... La profesora me castigo por novelero, y no salí al recreo durante todo el día de clase. Todos los chicos y chicas se burlaban de mis tontas y locas historias, pero qué podría hacer si era verdad, tan solo me quedaba esperar a que llegara el final del día de clase.

Apenas salí del colegio me puse a pensar en qué le contaría a mis padres con respecto a mi maleta, así que pensé que debía de volver al mismo lugar del callejón. Cuando llegué, no encontré la mancha de sangre, parecía que lo había limpiado o no se qué… De pronto, me quedé boquiabierto al mirar hacia arriba y ver mi maleta colgada en la ventana del obseso muchacho que en un momento pasado me había apuntado con su arco y una flecha llena de sangre. Iba a regresar a mi casa pero decidí que debía subir por el edificio y pedir mi maleta. Cuando llegué al pequeño y sucio departamento toqué la puerta una vez, pero nada de nada, luego toque tres veces más y nada… Entonces con mas rabia que nunca pateé la puerta muchas veces y, para mi asombro, escuché unos ladridos, maullidos y risas de gente. Asustado empecé a retroceder cuando noté que la puerta se abría solita… y sin que nadie salga vi mi maleta del colegio volando por el piso del viejo edificio. La cogí con susto y bajé corriendo por todas las escaleras del edificio. Ya en la calle y más tranquilo me dirigí hacia mi casa, y en el camino pensaba en contar a mis padres esta historia, este extraño cuento… acerca de la muerte, de la sangre y de un obeso chico con un arco y una flecha ensangrentada en la ventana del viejo callejón de mi barrio. Sería un cuento lleno de misterio y de sangre...

San isidro, noviembre del 2005

Monday, November 21, 2005

La isla de dios

Le vi a lo lejos
Era una isla brillante y fogosa
Bordeada de vivos colores esmeraldas
y sombrías nubes juguetonas
flotando por todo su entorno y paraje

Continué navegando
hasta que ya cerca
le vi alejarse de dudosas conciencias,
de toda inhumana atención...
quedándome solo
mas no sombrío,
pues sabía que dios
era una isla de tierra luminosa
con atenta mirada
sobre la giba del tiempo
y de todo calor encarnado...


Lince, noviembre del 2005

Sunday, November 20, 2005

Devoción

Acepta esta devoción,

por favor...

Sé que no soy digno

de acariciar tu recuerdo,

ni siquiera de pensar en ti...

pero todo lo que tengo

es este sentimiento

que ahoga

todas mis dudas y lamentos…

Por eso,

acepta este momento,

este soplo del instante

en que el mundo

aplasta mis aciertos y todos mis errores,

volviendo mis ojos hacia ti,

que claman este sentimiento,

este mágico soplo ...

Acepta esta devoción,

te lo ruego…

pues es lo único que tengo

Lince, noviembre del 2005

Anhelos de una Imagen

Si tuviera sus alas,
el don de hablar con sus gracias

Si tuviera el amor en mis manos
y dispusiera compartirlo con quien sea,
sin miradas ni sentimientos limitados...

Si estuviera frente al dios,
juzgaría conversarle muchas cosas...
pero es seguro que no me entendería
pues sé que soy una de sus tantas imágenes
pululando por cada rincón de su espacio
como el polvo en el claro oscuro infinito...

Si tuviera muchas vidas más,
es seguro que las donaría
a la persona que amo mas...
Pero ella,
hace mucho que está muerta,
viviendo en su mágico polvo,
pululando a través de su universal regazo...

Si pudiera entenderle, entenderle...
mas tan solo veo un trocito de su cielo,
un claro oscuro de su ilimitado espacio,
bajo los brazos largos de su sombra...

Si pudiera aceptar
que todo está evaporándose por el sol,
por la estrella de la vida de los vivos...
pero no puedo, no puedo, no puedo...
anhelo esta eternidad
que cruza mi garganta
así como esas humenates sierpes
sin principio ni final,
así como muchos,
así como tu...
yo, anhelo su eternidad



Lince, noviembre del 2005

Friday, November 18, 2005

En una barca de carne

Y, la verdad, estoy tan gastado como motor sin aceite. La vida me trata como si fuera una piedra cayendo al abismo sin dueño... pero tengo ganas de dormir o ver una buena película, es decir no tengo ganas de escribir porque: ¿para quién uno escribe sino es para uno mismo?, ¿no? Y si uno sabe lo que piensa y está con ganas de que las cosas sucedan como por ejemplo que... ¡pucha!, en verdad es muy difícil saber y encontrar lo que uno quiere, pero, ¿irme a dormir? cuando entiendo lo importante que es vivir y sobre todo contarlo, escribirlo... ¿pero a mi mismo? ¡Si yo ya lo sé! Mejor continúo escribiendo aunque no sepa para quien, pues hace mucho que no sé si alguien hojea lo que escribo, y si lo leen, seguro que se olvidan de gran parte de mis letras... Es lo mas seguro, pues a mí me pasa con frecuencia que he leído grandes libros y he olvidado gran parte de todo lo que leído, y no porque no me halla gustado, apreciado, asimilado, sino porque en estos tiempos hay tanto que hacer para comer, vestir, visitar a una chica, en fin... entretenerse. Pero, ¿para qué?...No sé pero creo que de tanto leer, escribir, vivir, respirar, ver... estoy cayendo en la fosa de la inestabilidad de conducta. Esto me sucede a diario, pues cada día que salgo de casa cargo en mi mochila como cinco libros y los leo por momentos, por espacios, por estados emotivos, y la verdad es que los disfruto pero muchas veces, mientras navego en las letras, olvido si estoy en mi realidad, su realidad, o en la ficción de cualquier lector... Es un mundo muy fino el que vivimos, una sola resbalada de sugerente libertad y zas, ya estás en la otra playa, la de la demencia insensible y sin salida... Y bueno, como verán no tenía nada que decir así que dejé que mis dedos y mi delirio fluyeran como esas ramas en el caudaloso río de los pensamiento, ideas y relativas realidades laterales, paralelas...Espero nunca olvidar que todos somos extraños, únicos, maravillosos, y, sobre todo, somos seres humanos buscando su propia humanidad continuamente en lugares visuales, mentales, imaginables... Es mejor que buscar adentro de tu cuarto, puede que allí esté el espejo de tu propia mirada, puede que si... al menos cuando me encierro como una ostra disfruto de un oasis de paz, o de algo puro...

Sunday, November 13, 2005

La uñas de la muerte

Mi amigo se está muriendo

Tiene hijos, esposa,

amigos y familia...

también la otra parte

que no descubre nadie

hasta que la cortina del dolor

se abra lado a lado

desnudando toda pena y dolor...

Tiene cáncer en todas sus partes

Tres meses de tiempo le dan los médicos

Tres meses de vida y matizados con dolor

Tiene deudas con el mundo de los vivos

y problemas con el mismo...

sin embargo,

él no sabe nada…

"Es mejor que no se sepa", dicen todos

Pero al verle echado

como pata con sus huevos cancerígenos

me siento una mierda de perro

tarrajeado con yeso de carne y hueso...

Le miré a los ojos al amigo

y su alma me contaba cosas tristes,

cosas que sabía hace mucho…

Vi tras su sombra una mano fina

con uñas cristal succionando

todo el brillo que despiden todo ojo...

"Se te ve bien, amigo", le mentí como a todos

Salimos de su cuarto

y el silencio ahorcaba mis entrañas,

pero el teatro debía continuar…

Hablamos con su esposa, hijos,

familia, amigos y los otros

Y todos aceptaron la mentira

que hace mucho conocían...

Tiene cáncer mi amigo

y hace mucho que su alma sabe...

En camino a mi casa

los recuerdos nos visitan,

su voz resuena en toda el alma

y un temor se siente hermanado...

Es la mano de uñas cristalinas

que susurra cosas silenciosas

haciéndome el ser mas calmado y mentiroso,

sobre todo si el amigo ya se muere

y todos saben el secreto...

todos, todos, todos

menos él...

San isidro, noviembre del 2005

Saturday, November 12, 2005

Las Voces

Todo comenzó cuando mi madre llegó del mercado con un paquetón de comida y al pasar por la puerta de servicio se cayó al suelo tan pesadamente como cuando cortan a un viejo árbol del parque. Y todo por mi culpa, pues yo había puesto una trampa para aquel que pasase cayera, yo pensaba que sería mi amigo, vecino, la empleada, un ratero, pero jamás mi propia madre que apenas pude acercarme a verla me dio pánico pues le vi toda las parte trasera de la cabeza como si fuera una sopa de color rojo... Corrí hacia el teléfono de papá y lo llamé, lo malo es que apenas llegó se acercó hacia mi madre y el tonto también cayó en otra trampa que hice en la otra pieza de mi cuarto y también se le partió el cráneo, así que, me volví en un asesino familiar... Iba a matarme pero, lo pensé mejor y decidí que apenas llegaran los policías les diría que todo fue por mi culpa.

Apenas llegaron me puse a llorar, traté de decirles que yo fui el causante de toda esta desgracia pero ellos me apretaban como si fuera un trapo de juguete y me llevaron a la casa de uno de mis tíos, y allí viví por varios años hasta que me hice hombre, por supuesto que callé, no dije nada de nada, pero en verdad no dije nada, pues desde aquella desgracia no abrí la boca mas que para comer, lavarme los dientes, lanzar un aullido sordo o para mirarme las amígdalas, nada mas. Y para comunicarme escribía en un borrador. Por más que me llevaron a ver a uno de esos doctores vestidos de blanco que se sientan frente a uno con esos lentes negros, con las manos cruzadas como esos adivinos o curanderos que se ven en la televisión, pero no hablé, tan solo escribía. Lo que hizo el maldito doctor fue algo ingenioso, pues mis tíos escondieron todo lapicero, papel que había en su casa y en verdad fue terrible y comencé a pensar en matarles así como a mis padres, pero esta vez lo haría con sapiencia... Iba hacerlo pero me dije que el causante de todo fue el doctor así que volqué todos mis pensamientos hacia el hombre de blanco y lentes negros que, así como yo, no hablaba, le gustaba que su paciente hablara primero, para luego bostezar y decir: "interesante". Así que fui a verle y hablé y hablé sin parar por espacio de dos o tres horas y le dije toda una serie de mentiras como que yo escuchaba voces, voces extrañas que salían de la noche pues padecía de insomnio, y que una de esas voces era de mi madre, la otra de mi padre, y otra era del doctor: "¡De usted señor doctor!". "¿Mía?", preguntó. Le dije que si, que su voz aunque no la había escuchado mucho era inigualable, era penumbrosa, metálica, cortante y siempre autoritaria... El doctor se paró y comenzó a caminar de un lado a otro en aquella sala semioscura, ocultaba por viejas negras cortinas que no dejaban ver todas las luces de la calle, tenuemente iluminada por una lamparita que estaba en un rincón del cuarto.

- ¿Mía, mía, mía...?

Callé por espacio de unos minutos, esperando que dijera otra cosa, y cuando iba a volverme a preguntar escuché voces, una voces que parecían que provenían de mi cabeza... "Me volví loco", pensé. Pero no dije nada, tan solo escuchaba las voces que susurraban y me decían que cogiera uno de esas barras de acero que estaba en un rincón del cuartillo del doctor y le partiera el cráneo. Las voces insistían y tuve que obedecerles para que callaran.

¡Fue increíble! Ver su cabezota en el piso, como si fuera un tomate con ojos y pelos llenos de sopa de sangre, y esos sesos como gruesos gusanos, y esos ojos que aun se movían a pesar que tenía sus anteojos puestos, y sus brazos que temblaban como esos pollos a los que recién se les a cortado la cabeza... Era terriblemente hermoso, pero, satisfactorio.

Me llevaron al manicomio y para suerte mía me separaron de los demás locos, pues yo era un extraño asesino... Y las voces, las voces, las voces no me dejaron nunca más, pero con el tiempo se volvió entretenido, me hice amigo de ellas. Mientras paseaba por mi cuarto me contaban extrañas historias de los vivos y los muertos, de la existencia de dios, del demonio, de las películas de terror, de blanca nieves, del doctor Jeckill, de mis padres, de mis abuelos... en fin no dejaban de hablar... Así la pasé por cerca de diez años hasta que pude convencer a una estúpida doctora que ya estaba curado, claro que mentí pues siempre escuchaba las voces, pero ellas me aconsejaron que me hiciera el tonto, que actuase como las demás personas que los escuchan pero viven como si no los escucharan. Eso hice y al cabo de pocos ensayos como electroshoks, pastillas, terapias grupales, golpes de agua con manguera, violaciones, etc., salí.

Y salí con cerca de cincuenta años, con las pocas ropas que tenía y sin un lugar hacia donde ir, así que me puse a mendigar. No la pasé bien pero vivía como los perros de la calle, pero las voces, las voces, las voces no me dejaron jamás, lo bueno es que ya no pedían la sangre de la gente sino que fuera a dejar uno que otro obsequio, encargo a una que otra persona que vivían por la ciudad, o en diferentes ciudades... En fin me volví su mensajero, un dependiente gratuito, pero algo recibía, pues cuando necesitaba abrigo, las voces me indicaban un lugar, una casa desocupada, y también conseguía alimento... Así que, como les cuento, no la pasé mal... pues en toda mi vida nunca mas volví a sentirme solo, así como me sentía cuando mis padres me encerraban en la casa para que no jugara con los muchachos de la calle... Nunca más, nunca más, nunca jamás me abandonaron mis viejas amigas, las voces...



San isidro, noviembre del 2005

Thursday, November 10, 2005

Libre de Culpa

Llegué tarde al entierro, sin embargo me quedé un rato frente a la tumba de mi hermano menor... Creo haber conversado en silencio con él por mas de tres horas, le dije todo lo que sentí al no poder visitarlo en su lecho mientras agonizaba ni siquiera cuando cayó enfermo, es que siempre le tuve odio, sobre todo que fui yo quien ocasionó su grave enfermedad del corazón. Fue terrible recordarlo, pero allí, bajo cinco metros bajo tierra le explicaba que tuve que hacerlo, que tuve a abusar de su menor hija de quince años pues soy el ser mas corrupto de la tierra... Imagino que ustedes que leen estas líneas desearían verme en el lugar de él, pero si supieran que fue mi hermano quien tuvo la gracia de comprar con todo su dinero el amor de mi esposa, haciendo que me abandonara, quedándome como una cucaracha en mi casa, silenciosa, sin niños pues todos se fueron con ella. Quizás ella tuvo razón al dejarme pues yo había nacido para el fracaso, y a todo problema que llegaba acudía a mi súper hermano quien siempre me ayudaba, siempre, siempre.

Hasta ahora no entiendo como pude hacer semejante salvajada pues yo siempre fui tan sensible, siempre me entregaba a mi propio dolor, pero, aquella vez, aquella en que pude ver a mi hermosa sobrina desnuda en la puerta de su cuarto no pude resistirme y caí donde los demonios de todos los mundos moran, y sentí lo que es el odio verdadero. Fue terrible verle su cara de niña, suplicante ante mis deseos, besándola como esos perros a lenguetazos, cogiéndola por sus bracitos, cinturita y haciendo lo que ni en pesadillas uno puede imaginar... Y allí, allí, justo allí estaba mi hermano mirándome tras la puerta, mirándome con una barra de acero en sus nervisos brazos, listo para reventarme toda mi puerca cabeza. En esa situación, yo iba aceptar todo su sangriento castigo, pero no sé si fue aquella extraña luminosidad que cayó sobre su rostro, o aquel viento que empujó las cortinas haciendo que dejara todo y cayera como un saco repleto de mierda, desparramándose al piso como esos títeres sin hilos...

Nunca mas volví a verle, pero estuve al tanto a través de mi sobrina que siempre acudía a visitarme a mi cuarto, y allí nos embarrábamos de mas mierda, del gris pecado, de todo aquello que estaba prohibido y que chupa todos tus sueños... Sino fuera porque aquella extraña luminosidad se apareció frente a mí nuevamente, pudiendo verme a mi mismo como si fuera un espejo divino, y ver lo sucio, bajo, miserable en que estaba embarrado, no pararía de enjuagarme en los besos de mi bella sobrinilla.

La tuve que dejar y empezar aprender a ver, escuchar y entender aquella extraña luminosidad que con el tiempo vislumbre que era algo así como un ángel, un dios, o un ser de otro planeta, no lo sé, pero desde aquel día nunca más he vuelto a sentirme solo. Abro los ojos en la penumbra de mi cuartillo y allí le veo, le observo con respeto y devoción... flotando como una nube de algodón. Muchas veces le sigo cuando me pide que camine por la calle cerca de ella, exigiéndome que me humille pidiendo comida a cualquier vecino, acompañado a mi pedido siempre con una sonrisa de oreja a oreja, y yo le hago caso. Todo funciona como un reloj sin pilas, de esos que funcionan con la luz solar. Mi vida se simplificó. Mi familia, después de la enfermedad en que cayó mi hermano trataron de volver pero los rechacé, y no por mí mismo, sino por la luminosidad que no deseaba verles a mi lado, gustaba verme en soledad y hermanado con el mundo natural. En verdad mi vida se volvió libre de culpa así como los pajarillos del bosque de pican, roban sin pedir permiso a nada ni a nadie...

Pero mi hermano murió, lentamente, así como el día que se oculta por el sol, volviendo a su innata negra oscuridad, pero yo sé en verdad, hacia donde se irá... Eso es lo que les comentaba, mi hermano si bien se halla bajo cinco metros bajo tierra, ahora parece estar fundido en aquella hermosa luminosidad. No le he visto allí, pero le siento intensamente, sobre todo ahora que le estoy rezando en su tumba y esa hermosa lumbre se abre para mí como un sol con todos sus rayos, un brillo del cual no tengo palabras para expresar pero que se siente como un puente hacia la belleza de todas las bellezas... Y vi que hacia allí mis oraciones, conversaciones con mi hermano caían, viajaban como esas piedrecillas que uno las arroja hacia el fondo del océano, sabiendo que se hundirán sin parar hasta lo más profundo de ella. Así siento mientras converso con mi hermano mientras aquella lumbre me avisa que camine hacia mi hogar, que ya fue suficiente de rezos, que todo es una rueda de rayos delicados así como una estrella. Le escucho y obediente voy camino hacia mi casa, pero esta vez me señala que camine sobre las aguas del mar. Lo hago sin dudar un segundo y no me hundo, pues veo que mi alma me pone sus bellas alas como una alfombra sobre todo el universo...



San isidro, noviembre del 2005

Wednesday, November 09, 2005

Divagaciones nocturnas...

Después de hablar con varios muchachos me di cuenta que ya estaba viejo... No fue necesario recordar mi edad ni mirarme al espejo, no, nada de eso, tan solo escucharlos, ver todas sus dudas, los lugares en donde he paseado con mi corazón en las manos me hizo recordar que aquellos momentos fueron tan intensos, absurdos, púberes, en fin, momentos de muchacho. Y ahora que estoy a miles de momentos los recuerdo con alegría al saberme cercano a la otra orilla, aquella que le llaman la muerte. Me alegro. Miro al cielo de esta noche sin igual, escucho uno que otro auto que pasa por las viejas calles de mi barrio mientras miles de personas duermen y sueñan, anhelan, es decir, descansan sus cuerpos pero no sus almas... Miro y recuerdo que no todo está dicho, que hay tanto que contar... como ese gato que día a día ocupa un pedazo de mi ventana, moviendo la cola, mirando un rincón en donde dormir, mientras yo continúo pensando que la vida se me va de las manos...

Podría dejar de divagar pero me agrada escribir esto que siento con tanta intensidad, pues, es lo único que siento. Veo las páginas escritas por mí y me asombro, y si es así, es belleza, cruda belleza salida de mis manos hacia el papel, la pantalla, es decir, hacia el corazón de otra persona... y eso me hace feliz como un joven lleno de ilusiones y anhelos de eternidad...

Mis manos tienen identidades, y me encanta que ya no me pertenezcan pues me siento como menos dueño de mí mismo. Mis piernas tienen esa fuerza de un corcel, pero no saben muchas veces adonde ir. Me agrada saber pocas cosas. Me agrada saberme tan joven a pesar que a la otra casa está mi ocaso.


Lima, noviembre del 2005

Tuesday, November 08, 2005

amantes

No digas nada,
alza tu copa
y bebe el vino
de todas las alegrías...

Mi alma se abre
como la luz ante
todas las frías tinieblas
Y canta, canta
la dicha de esta vida
que viene y se va
entre cada aliento
que viene y se va...

Todo me pertenece
Y mis labios
son los tuyos,
mis ojos también...
Mas una cosa nos separa
y es este instante
que pisa mi instante
ante el teatro
de todo momento

Mitad hombre,
me dicen
Mitad ángel,
susurran...
Mas yo
que vengo de ti,
no sé lo que soy...

Dame una mirada,
te ruego
Dame un poco de ti,
te imploro
Verás que hay
tanto amor que darte
que no existe vida
ni muerte
que quepa en tu linda
botella de carne...

No digas nada,
tan solo respira,
cierra los ojos
y vive, vive, vive…. vive,
así como hoy...


San isidro, noviembre del 2005

Ven a mi corazón

Eres la puerta de salida
al mar de preguntas, dudas,
temores...
La muerte me hace reír
como un anciano
cuando los dientes se le caen...
La lluvia que cae del cielo
cantan mis tristes y bellos recuerdos
ahogando el cuarto gris en que vivo...

Ven a mi corazón
te lo ruego señor..
Baila con tus vivas guirnaldas
y hazme feliz
Muchas vidas he existido
pero solo en la tuya
hallo la paz y el amor...

Soy en verdad
un polvo que piensa,
que camina sin fuerza,
movido por los hilos del tiempo
y de toda tormenta
de sombría oscuridad...

Brilla una vez más
y dame tu gracia,
pues anhelo besarte los pies..
Eres mi último rincón
que me falta llorar...

Mi alma, cuerpo
y mente son nada
cuando me abres la puerta
de todas las claridades,
invitándome el vino
de todas las alegrías...

Ven a mi corazón
y hazme uno a tus pies...
Soy un polvo que piensa
y que anhela mirarse
en la retina del amo de todos mis ojos...


Lima, noviembre del 2005

Sunday, November 06, 2005

Sonidos Interiores

Ruidos que desgarran
la negra caja del silencio
Acróbatas de espirales pistas
Péndulos escupiendo
martillos letales al tiempo seboso de segundos
Madres, niños, perros y hambrientas ratas
deambulando tras la cola de sus vidas

Tanta estupidez
que quiebra todo signo escrito…
Pero una blanca mota
no deja de limpiar
eso negro que acostumbra
salpicarme el alma…

Miro hacia todos lados
y escucho la voz de la nada
Todo es vida nueva
Todo es largo, agudo
como el rabo de la bestia homérica…

Pienso un poco antes de escribir
Siento un poco más y dejo de escribir
Vivo un poco y escribo sin parar
sobre ese muro tierno y blando
llamado asombro…

Punto final me inspiran las musas,
mas la vida no sabe de cosas
que comienzan ni terminan…
pues todo no se agota de cambiar,
así como este momento largo,
como el delicado pescuezo de un dios…



San isidro, noviembre del 2005

Equilibrios

No lo había visto por más de cuatro años, aún recordaba la última vez que le vi, caminado con esa dejadez, pesimismo, y esas ganas de terminar con su vida. Sí, era un suicida potencial, con más de veinte tibios intentos de acabar con su existencia. Recordaba su eterna mirada como buscando un empujón para terminar para siempre esta estúpida vida. Recordaba aquella vez en que le vi sentado al borde del tercer piso de su casa, totalmente desnudo, riéndose de sus padres, amigos, hermanos, y saltando al aire para hacer justo, justo sobre un gigantesco y pesado grupo de negros que salían de una vieja discoteca llenos de alcohol… salvándose una vez más de morir. “Mala suerte, amigo”, decía. Y ahora, allí, sentado frente a mi cara, con esa sonrisa como una media luna, contándome que al fin había encontrado el equilibrio, que al fin podía manejar esta bicicleta, esta vida me hizo pensar durante toda la noche, y es mas, me puso a escribir esto que no es mas que una manera de expresar el gran significado de la vida de toda la humanidad… Equilibrio.

Le escuchaba y escuchaba, moviendo las manos hacia arriba y abajo con ese entusiasmo que ponen los niños cuando le cuentan a sus padres la primera vez que entraron al circo. “Si vieras el rostro de mi abuelo”, me dijo contándome de su visita a su abuelo en donde, decía, que todas las y tardes conversaba con su difunta esposa, colocando militarmente los cubiertos para “ellos”. Hablando y conversando y muchas veces confundiéndolo con su difunta esposa. “Eso fue lo que me hizo sentir que yo estaba hace mucho muerto”, me dijo. Y por esa razón es que tomaba la vida diferente, como un niño que gusta romper sus juguetes buscando encontrar en sus partes el alma, y, como un niño, le daba vida a cada una de las situaciones que enfrentaba el con su abuelo…

“Mi abuelo tenía un rifle, era grande y lleno de balas. Pensé lo mejor para mi, así que no dude en colocarme el cañón en la boca cuando vi que mi abuelo se me acercaba y, sin asustarme ni asustarse, se ponía el cañón en la boca… para luego pedirme que le canté un tango de Gardel, aquel en que se pone una bala en la boca pues desea descubrir si tiene o no tiene alma este cuerpo. Eso, me hizo pensar en todo. Cogí el rifle, y mi abuelo me llamó como le llamaba a mi abuela… Lo abracé y lo llevé a su cuarto, mientras él me decía que estaba cansado y quería desenchufarse de sus pensamientos y visiones…”

Durante toda la noche no dejó de hablar y hablar y sentí que una parte de mi se enriquecía, se cargaba de esa magia que brotaba de su aliento. Deseé estar en su pellejo, vivir esa magia que emanaba de cada uno de sus movimientos. Ya estaba aclarándose la noche y supe que tenía que volver a mi casa, a mi cuarto. Nos despedimos y le dije si podía volverle a ver.

“No lo creo, amigo, no lo creo, tu ya estás vivo… Y yo, acabo de nacer, pues ya se cómo se monta esta vida, ya sé cómo es el equilibrio”, me dijo. ¿Cómo es?, le dije. Sonrió así como una media luna y me dio la mano, me abrazó tan fuerte como si fuera un oso, y sentí su aliento en cada partícula de mi ser, y supe que en ese aliento estaba la clave del equilibrio de toda existencia…

Le vi alejarse mientras me pareció que caminaba sobre nubes, espuma de una mágica mañana… Cerré mis ojos y cuando los abrí, ya no estaba más. Tan solo escuché salir una vieja canción de una de las tantas ventanas de nuestro viejo barrio. Era un tango de Gardel…



San isidro, noviembre del 2005

Friday, November 04, 2005

Me quema

Bulla de televisores planos

Canasta de frutas semipodridas

Cucarachas que mueven sus antenas

mientras mis ojos aburridos

no dejan de apagar el foro

de todas las conciencias que habitan

en el negro universo de mi ser...

No digo lo que soy en este momento

La carne, los huesos

y demás figuras primas del humo

me tiene atado con cadenas

de eslabones de pasiones y

hormigas mentirosas

roen esta existencia

que como un seco árbol

empieza a soltar sus manos

sobre su madre terruña...

Hay tantos libros que me ahogan sus letras

Sonidos feos y bonitos

Dolores mohosos

y eso que pica mi lado sensible,

aplastan el monumento

esculpido a lo largo de esta cola

hecha de tela de carne y huesos...

Estoy cansado así como el sol

que empieza a apagarse...

Me agrada saber que esto negro

tiene gran lástima

por mi gran turbulencia...

Y ahora que la brisa entierra sus uñas

en mi alma...

Grito y grito y grito

porque no sé qué otra cosa decir...

Adiós bola de carne encendida

por el fuego invisible del dios

Adiós, y espero

que muy pronto tus letras

empiecen a ser hijas de tu lumbre...

San isidro, noviembre del 2005

A la deriva

Tengo casi más de media vida normal y siento que la muerte está muy atada al dolor, soledad y deterioro de la mente. Algo así como si ya no importara nada pues uno se siente que está rodando hacia la nada, aquel lugar en donde no existe nada más que la nada... Eso me asusta. Me gustaría que mi vida hubiera sido como un bello recuerdo pero no es así, es como una vieja cola de errores, dolores, y ansiedades indecentes, por ello no me gusta recordarla.

Fui al cine, solo como una botella perdida en el océano y vi parejas de personas, muchachos fumando, mujeres bellas mostrando sus nínfulas cuerpos, en fin, una de esas cadenas de personas con sus mundos de cristal en sus cabezas que al pasar a mi lado uno siente como que se va a caer al piso.

Continué mi marcha y allí estaba mi auto, con un personaje cuidándolo, perdido entre cientos de autos, como perros de lata y grasa. Subí al auto y no supe a donde ir. Pensé en la playa, mi casa, las torres gemelas, un Guru recién bajado, brujos africanos y esos gatos que no dejan de mirarme con el brillo de la luna en sus gemelos ojos.

Bajé en mi casa y subí hasta llegar a mi cuarto. Prendí la computadora y aquí estoy, a la deriva del río de ideas y palabras, tratando de decir lo que he vivido hoy, ayer, e imagino cómo será el día de mañana. ¿Viviré? Sí, es casi seguro que si. Y si te encuentro por las calles, bajaré del auto y de daré un apretón de manos simulando que algún día nos habíamos conocido. Una mentira que me de mareos pero que me ayuda a continuar escribiéndote... al menos hasta que muera.


San isidro, noviembre del 2005

Wednesday, November 02, 2005

La Procesión

Me hallaba en el centro de la ciudad junto a dos amigas, conversando acerca de la belleza, la paz, el amor, la claridad... cuando nos enfrentamos a una muchedumbre de personas que con velas gigantescas marchaban vestidos con una sotana morada y un cordón blanco hacia la casa del señor. Me detuve a mirarlos, habían hombres, niños, mujeres, ancianos, curas, perros, gatos, ratas, rateros, comerciantes, ambulantes, locos, mañosos, etc... Y todos, a pesar de sus diferencias tenían el mismo rostro, el de sentirse culpables por la muerte del señor que pude divisarlo a lo lejos. Era un señor crucificado, enorme, un puñado de negros gigantescos lo cargaban... Un sonido muy triste, un gong repercutía nuestras almas, un humo de sahumerio inundaba a cada persona a su alrededor, provocando que se formaran como almas que se disolvían en la noche, y en el lamento de muchas ancianas que de rodillas le seguían, con sus rostros llenos de dolor, llanto, y esas enormes velas que parecían ser dioses de fuego.

Iba a alejarme cuando sentí en mi alma que debía acercarme un poco mas, deseaba saber el por qué la gente que tocaba una pequeña parte de aquella gigantezca estatua se desmayaban, haciendo que otros negros gigantescos las llevaran hacia una pequeña carpa en donde habían camas, ambulancias, enfermeras, y curiosos por doquier. Me acerqué con gran esfuerzo mientras escuchaba los llantos de todo el gentío cuando sentí una mano que cogía mi billetera. Volteé pero solo pude ver a un puñado de chiquillos que con sus inmensas velas caminaban arrodillados pidiendo perdón, piedad al señor... Aún así continué mi marcha cuando vi que una mujer me cogía las piernas, se me pegaba como si fuera una culebra, la empujé, y ella cayó desmallada, haciendo que otros negros la llevaran en los hombros hacia el lugar de reposo... Continué mi marcha y cuando ya estaba a escasos metros lo vi. Sí, vi al señor. Era enorme. Gigantezco. Su sola presencia me hizo escarapelar la piel... ¡Casi lloro! Sino fuera que los brazos de unos negros me empujaron para pasar encima de mí. Y cuando estuve a unos pasos fui uno de los miles que tocaba con las uñas un pedazo de su Imagen dorada.

Todos continuaron su marcha menos yo, pues me quedé arrodillado esperando que sucediera un milagro, algo que le diese sentido a esta vida, pues cuando le toqué, le pedí si podía hacerme el milagro de sentir la paz, el amor, la claridad, todo eso... pero por mas que esperé, nada, nada, nada, nada...

Ya habían pasado todos y yo allí, de rodillas esperando que sucediera el milagro cuando sentí que unos chicos me tiraban piedras, fruta podrida, gritándome: Loco, loco, loco... Me paré y me fui hacia mi casa con la certeza que el único milagro que vi aquella noche fue mi asombro, y mi sed por ver la divinidad...


San isidro, noviembre del 2005