Saturday, December 29, 2007

comidas


nunca me habían pedido escribir por encargo, pero, eran mucho dinero, algo que por las circunstancias, necesitaba... hicimos el contrato y cual fue mi sorpresa cuando leí lo que deseaban que escribiera. por naturaleza he sido poeta, cuentista, novelista, ensayista, retratita y algo mas... pero, escribir acerca de comida, era algo fuera de mi imaginación, especialmente si soy una persona que no tiene gusto al paladar. recuerdo a mis padres preguntándome qué tal me había parecido este o esto; mi respuesta era siempre la misma: me hes indiferente, como y lleno la barriga y ya. han pasado los años y mi alimento es siempre lo mismo: un te con tostadas y mermelada; un plato de tallarines con champiñones al almuerzo; y, un plato de carne a la plancha con ensalada en la comida. esto es algo de años y años... y allí estaba, frente a una hoja en blanco, esperando escribir acerca de comidas, diferentes comidas en diferentes platos de países sin nombre conocido. me levanté y me fui a dar una vuelta. al rato entré a un restaurante y vi a un hombre grasoso y gordísimo. pensé rápido y le dije si podía ayudarme. dijo que sí, así que salimos de lugar y entramos en mi casa. nos sentamos y le escuché por horas y horas. fue increíble, este hombre había viajado por tantos pueblos y había comido hasta mierda, y de ello, había encontrado sabores nuevos que usaba en su restaurante. me dio varias recetas, pero lo que mas me cautivó fue algo que dijo: sólo siente que lo que haces te sale de las tripas y ya... ¿cual tripas?, pregunté. sonrió y con un cuchillo que brillaba se lo puso en el pecho, en el centro. entendí y le agradecí. lo acompañé hasta la puerta, le pagué y luego, me puse a escribir acerca de las tripas de mi ser. recordé una tarde en que una tía cocinaba sin zapatos y con las manos cayosas, cocinaba en medio de una mesa llena de grasa, cortando la cabeza de un pato, mientras en una olla, hervía verduras para una sopa. de pronto, cuando me acercaba, me dijo que no entrara, pero, por un hueco de la casa vi que mi tía sacaba de un frasco un ungüento marrón, poniéndolo en la olla en que hervía la verdura. toda la familia quedaba satisfecha. una tarde, en que no estaba mi tía, subí por el estante y me fijé qué contenía ese frasco marrón. lo abrí y vi que algo se movía... eran gusanos vivos. lo cerré y no volví a comer la comida de mi tía. todo esto puse en mi ensayo, y algo mas acerca de cómo se mataban a los toros, para luego, juntar su sangre coagulada, envolverla en una tripa seca y llevarla a la congeladora. el pobre toro era masacrado con un cuchillo mas grande que mi tamaño. claro que era un niño de nueve años, pero, imagínense una de esas cosas en mi lomo... machacada una y otra vez sobre el pobre cuello de la bestia. recuerdo ver los ojos del toro asustado, sorprendido, sin entender qué le sucedía... tan solo aguantaba parado hasta caer de cansancio, muerto... nunca volví a comer carne, y cuando una de mis tías llevaba un cabrito o un carnero, lo dejaba escapar de la casa. claro que me castigaban, pero, eso era mejor que ver al pobre animalillo en mi plato de comida... todo esto puse y para terminar dije que lo mejor era comer poco y bien, es decir, frutas, verduras, agua y siempre quedarse con un poco de hambre... presenté mi ensayo, y claro, no lo aceptaron, pero, me pagaron por mi originalidad y atrevimiento... luego me contaron que lo publicaron como broma en una revista y que causó mucha gracia entre los lectores... en fin, pude entender que una realidad es una broma y una cosa seria, y una realidad es una verdad llena de desgracia y sangre...


san isidro, diciembre del 2007