Monday, July 31, 2006

Séneca

Salí de mi casa, no tenía muchas ganas de salir, pero, uno tiene que hacer lo que tiene que hacer para vivir con las justas, si es el caso en que uno es un artista y le gusta ser un vago de media suela que va para allá sin pedir permiso a nadie porque le da la gana de ser uno que va a la calle por un trabajo sencillo que le de al menos para pagar la comida, el correo, y esas cosas de la moda actual. Tengo padres que no son como quisiera pero eso es lo malo sobre todo cuando los amas, pues es sabido que el dolor proviene de la gente que uno mas ama. Llegué a mi trabajo y encontré todo de media vuelta, con los chicos que esperaban a que yo abriera el corral. Ya adentro vino uno que estaba muy enfermo, me dijo que su madre estaba en cuarentena y su padre y hermanos no tenían hace mucho qué comer. Cuánto, le dije. Extendió la dos manos y supe que ya el día estaba oscurecido. Le di su billete y este dijo gracias y continuó laborando, pelando pollos para que mostrarlos a la gente del mercado.

Trabajamos en un muertero de gallinazos. Les cortamos le garganta, les casamos su sangrita, los metemos a la olla hervida y los pelamos toditito. Ya enfriao, los colgamos en un gancho, les ponemos un buen precio por el kilo y esperamos con los cuchillos, el mandil, y la sonrisa en la boca, pues eso gusta mucho a la gente que es mendiga de sonrisas y de ojos alegrones y clarones como huevos doraditos. Así pasé la tarde, vendimos algo, no mucho, pero para pagar la renta, comida y algo mas como para comprarme un buen libro, sobre todo los de Séneca que me tiene loco hace más de un año sin poderlo encontrar, respirar. Pero todo viene cuando uno tiene el pensamiento fijo, parado como cuando una hembra está frente a uno con sus nalgas redonditas, y esa pelambrera negra como serpientes negras en canastilla... Eso mismo. Es pasión de lector viejo, eso es lo que tengo, y sólo sirvo para eso, para contar lo que leo a quien tienes orejas y ojos que escucharme la pasión que llevo desde que antes de nacer... Eso contaba mi abuelo que, desde niño, le leía hasta el pensamiento con sus cuecas, sus pecados apolillados y toda esa porquería... Y así, con el sobrante de la venta, fui a la librería y encontré al buen Séneca, pagué lo que pedía y allí mismito me puse a leerlo. No es extraño ni abusivo el buen heleno cuando dice que "el camino más trillado y más conocido es el que más nos engaña... puesto que todos... prefieren creer a juzgar", y "el error [...] de mano en mano [...] lleva al precipicio", o ese de que dice "Si podéis, alabad a los Dioses buenos; si no podéis, al menos pasad de largo. Cuando os enfurecéis contra el cielo no os digo que cometéis sacrilegio, sino que perdéis el tiempo"... Es sabio el dialoguero de Séneca y allí tuve que cerrar su libraco luego de hojear su XXI Dialogo De la felicidad. Luego, fui a tomarme un cafecito pero mi bolsillo estaba seco como mi garganta. Hasta ni para el micro tenía billete. Tuve que volverme a la casa caminando con el libro que leía en la mano sin parar...

Nada es completo, y lo que amas tiene un precio grande que no es dinero sino es como el jugo fermentado del amor. Ya en mi casa, padre y madre preguntaron por los pollos. Va bien, va bien, les dije. ¿Y cuánto has ganado?, preguntaron. Les miré a los ojos y les mostré a Seneca, y les dije mas que el oro es un viaje con el dialoguero de hace dos mil años fenecido. Por supuesto que pegaron su gemido cotidiano. Cogieron mis libros que guardaba en mi hueco, echándolos como pica-pica por la calle. Tuve que salir vuelta a la calle, recogerlos y buscar una luna clara para leer a mi Séneca. Sabía que el mañana tiene eso de bueno, todo, todito pasa... como el buen Séneca y hasta yo...


Lince, julio 2006

Saturday, July 29, 2006

El poeta

Sentado en una silla,
esperaba al poeta...

Le vi llegar,
a su lado cargaba una maleta,
negra como el color de sus letras...

Me acerqué,
le dije gracias por venir poeta...

Me miró a los ojos y me dijo todo

Subió a una mesa
y empezó a contar su saber,
su ignorancia
y la sencillez de toda su literatura...

Eso me hizo apreciar
el significado del poeta,
que no es mas que un hombre solo,
de esos que no van por el mundo
sino que se han ido
hace mucho,
hacia el mar de la belleza,
de la paz calcada en olas generosas,
humildes como el canto
que no cesa de vibrar
en la oscuridad de mi inconciencia...

Ya terminada su presencia,
me acerqué nuevamente
y le dije muchas gracias poeta...

Me miró a los ojos
y me dijo no sé que cosas,
grabando sobre el cuaderno del alma,
un poema con su desnuda sonrisa...



Lima, julio de 2006

dedicado al poeta mejicano, José Emilio Pacheco.

espartako

espartako

Thursday, July 27, 2006

Las puertas

Tanta gente, tantos ojos, colores, tantas cosas... ¿Para qué? Mejor no pensar en cosas simples, y dejar que la escoba del silencio sacuda toda existencia... En aquellas meditaciones me encontraba cuando vi en mi camino diario por las mañanas los ojos sorprendidos de un hombre, las manos abiertas de una madre, el techo oscuro de un cuarto que es el mío, y en aquellas imágenes, tuve una visión, el de apagar mis pensamientos para que el cristal de la realidad se transforme en líquido bebible. También vi aquel día, una tarde colorida, las sonrisas partidas de un borracho y muchos perros buscando alimento sobre un tacho de basura. Tuve que cerrar los ojos y correr hacia mi hogar y cuando llegué, encontré todas las puertas de cada cuarto cerradas con llaves de oro. Toqué con vergüenza una de ellas, y, para mi sorpresa, todas se abrieron al mismo tiempo. Quise entrar para siempre en uno de los cuartos, pero las personas que la habitaban me dijeron que no, que yo no tenía corazón... Cabizbajo empecé a caminar hacia la salida de la casa cuando sentí que todo mi pecho palpitaba como si tuviera a un niño asustado... Le pregunté a mi pecho si era el corazón. Dijo que no, que yo no tenía corazón... Enséñame por favor, le dije. De pronto una cosa gorda y roja reventó de mi pecho como un chupo, cayendo sobre mis manos... Me asusté al verme lleno de sangre y vísceras que no cesaban de saltar como serpientes en canasto sobre mis manos... Era como si tuviera a un niño. Entonces, decidí volver a tocar las puertas de la casa. Apenas las toqué, estas volvieron a abrirse. Iba a entrar pero, no pude acercarme, y ante mi asombro, la cosa ensangrentada saltó de mis manos, arrastrándose hasta entrar a uno de los cuartos de la casa, dejándome solo, perdido y sin saber qué hacer ni adónde ir. Salí nuevamente a la calle y percibí el cielo rojo, así como la sangre que había quedado en mis manos. Asustado, fui caminando con los ojos perdidos hasta llegar al abismo. Me gustó ver aquella oquedad. Sentí deseos de tirarme, acabar con todo lo que me hacía mal. Me arranqué los pensamientos, los sueños, anhelos, mis carnes, huesos, todo, todo lo aventé al abismo, quedándome vacío, desnudo. Volví a la casa y entré, pero esta vez no había puertas cerradas, no había nada, todo estaba desolado sobre un cielo rojo, mientras escuchaba un gong una y otra vez así como un corazón vibrando en todo el universo...


Lince, julio de 2006

Tuesday, July 25, 2006

Especialmente para no leer

Si me vieran sentado, escribiendo en una computadora, seguro pensarían que estoy loco, y es verdad, no me agrada hacer lo que hacen los demás, es como mascar un chicle mentolado que es rico hasta que se esfuma el sabor. Estoy dentro de un centro comercial, escondido en una computadora, pago unos centavos por hora y como no tengo nada que hacer mas que esperar a que me paguen la mercadería que dejé, me he sentado a escribir mis pasos por la vida. Temprano estuve con dios, me dijo muchas cosas pero ya las he olvidado, sobre todo después que salí a vender la mercadería al centro comercial, en que estoy sentado esperando a que me paguen y toda mi conciencia está en la plata que estoy esperando, y que me va a servir para pagar todas mis deudas, esas que no me dejan tranquilo mientras escribo, duermo, respiro, o escucho los consejos de dios, así como esta mañana pero que ya no me acuerdo. Todas las mañanas me reúno con dios, es bueno el dios, no es como esos viejos que reniegan cuando uno comete errores, no, el no es así, mas bien le agrada que uno sea original y que vaya por el mundo haciendo diferencias, de esas que escandalizan a medio mundo, como lo que hice después de que estuve con dios... Puedo contarles lo que hice pero no me atrevo, es entre dios y yo, pero, ¿por qué no? Es diferente ser chismoso y contar las cosas de dios. Les diré que después de escuchar sus consejos salí hacia mi centro de labores. Recogí las llaves del auto, cargué la mercadería que tengo que llevar al centro comercial y antes de entrar, decidí hacer algo diferente. Vi a una anciana cruzando la pista con gran dificultad. Me detuve y bajé del auto en medio de todas las bocinas de los autos que estaban detrás de mí. Me acerqué a la vieja y la ayudé a cruzar la pista. La hice sentar en una banca y le di un beso en la frente. Me di media vuelta y corrí hacia mi auto cuando vi como cinco policías alrededor. Me pusieron papeletas. Gracias, les dije a los polis. Y luego seguí mi camino hacia el centro comercial. Y, ya en la puerta, vi un hermoso trasero entrado en la tienda comercial. Busqué un estacionamiento y entré. Bajé toda la mercadería, les di el recibo de cobranza y busqué ese hermoso trasero. Lo encontré. Era hermoso y grande y lleno de carne rosada. Lo supe porque me le acerqué y le peñisqué el poto. La mujer saltó como un gato. Luego me dio un puñete en la cara, me aplastó los testículos y me gritó a todo pulmón de que era un degenerado. Al rato vino la poli. Me pusieron entre la puerta y me golpearon duro, dejándome como un trapo mojado en el suelo. Fue terrible, pero, lo hice. Y valió la pena. Era un trasero extraordinario, rozadito y durito. A duras penas me paré y fui a cobrar mis recibos y ¿saben con quién me encontré en la puerta del centro comercial? Con dios, diciéndome que había hecho muy bien. Me sentí muy bien, lo extraño fue que dios empezó a metamorfosearse ante mis ojos, y lo extraño era que nadie se daba cuenta de su presencia. Le vi alejarse estornudando si parar, y por cada estornudo le brotaba puntitos plateados que salían volando hasta perderse en el cielo. Que bonito, me dije. Me paré y fui a cobrar mis recibos. Y aquí estoy, escribiendo para olvidarme de las deudas que tengo que pagar, pero que de todas formas pagaré apenas me paguen en el centro comercial... Espero que cuando salga me encuentre con dios para que me dé mas consejos, me gustan sus consejos porque los olvido apenas dios desaparece. Me agrada verle y saber que siempre viene para recordarme lo importante que es existir siendo singular, cometiendo todos los errores posibles para saber lo que soy, algo especial en un mundo especial, con un dios especial dentro de un centro comercial especial. Todo, todo, todo es muy especial, ustedes que leen esto, también ¿por qué no?...

Lima, julio de 2006

Monday, July 24, 2006

No sé qué hacer

No sabía adónde ir. Aun tenía plata en los bolsillos y unas cuantas horas para hacer cualquier cosa que me entretuviera. Subí al auto y lo encendí. Miré el tanque de gasolina y estaba casi vacío. Tengo que llenarlo, me dije. Pero si le hecho gasolina no me queda dinero para nada... Respiré hondo y fui a echarle gasolina al auto. Ya en la pista, manejando el auto a cualquier lado, recordé que una amiga me debía dinero. No lo pensé y fui hacia su casa. Las luces estaban prendidas. Toqué la puerta, pregunté por mi amiga. Salió, estaba muy bonita. Le iba a decir lo del préstamo pero ella me dio una sonrisa muy picarona que me sedujo. ¿Vamos?, me pidió. Vamos, le dije. Subimos al auto y fuimos, pero, adónde íbamos a ir si no tenía dinero. Me fijé en mi amiga, tenía unas piernas gruesas y bonitas, y sus senos estaban enhiestos como conos. Subí mis ojos hasta sus ojos y cruzamos miradas sin tiempo y centellantes. Me detuve en un parquecito. Encendí la radio. Me le acerqué. Ella no dijo nada. Le toqué las piernas, con las mías, lo mismo. Bajé mi mano derecha como una serpiente hasta tocar sus bragas, y ella me la apresó con sus piernas. Seguí serpenteando mi mano hasta tocar sus vellos. Estaba mojadita. Le metí el índice en su vagina, y ella se soltó a la pasión, desparramó su cuerpo como leche hirviendo, mientras yo metía y metía mi índice derecho. Su cuerpo se tragaba mi mano, mi brazo, mientras mi cuerpo sudaba a chorros... Me bajé la bragueta y saqué mi pene, estaba duro y a punto de reventar. Me la meneé con mi mano izquierda, mientras mi brazo derecho había desparecido en el cuerpo de mi amiga. Todo fue terriblemente delicioso, un fogonazo de placer hasta que otro tipo de fogonazo nos llegó a los ojos, mientras una vos salida de algún lado del infierno nos pedía documentos. Era la policía. Nos quedamos como estatuas de sal, e inmediatamente nos pusimos en orden. Salimos del auto, mostramos nuestros documentos, acompañamos al policía, nos detuvieron por delito contra el orden público. Y luego, llamaron a los padres de mi amiga. Yo no tenía padres. Me encerraron por intento de violación, no había mas excusa. Estuve diez días detenido sino fuera porque un amigo me consiguió un abogado, dinero, y una buena tarjeta política. Salí y en la puerta estaba un tipazo que apenas me vio me dio un trancazo con sus zapatos, era su novio. Casi me mata. Estuve en el hospital. Y cuando me preguntaron el por qué había hecho todo eso, les dije que no tenía nada que hacer... y que la chica me debía un dinero. No me creyeron. Pero sí creyeron que estaba loco. Puede ser, puede ser...

San isidro, julio de 2006

Saturday, July 22, 2006

Sombra

Caminando por la calle, en una esquina de mi barrio me choqué con mi sombra. La miré y ella me miró a mí. Le pregunté porque era así. ¿Cómo?, me dijo. Negra. Soy la sombra, y todas las sombras somos así, seguimos a las personas por la noche, nos alargamos, encogemos, desaparecemos cuando llega la luz... Le miré, me le acerqué hasta tocarla con mi dedo, estaba fría, aburrida, como yo, y no quise saber más… Continué caminando y en otra esquina vi la sombra de otra persona. Volteé para ver a la persona pero no vi a nadie, tan solo la sombra. ¿De quien eres la sombra?, le pregunté. De uno que aun no llega a esta esquina. Y, ¿es buena persona?, pregunté. Si, es buena persona. Miré a mi sombra y me le acerqué hasta pegar mis labios a su oído. Quiero que juguemos, le dije. ¿Cual juego?, preguntó. Juntar, coleccionar sombras, y guardarlas en un saco, así puedes cambiar de formas cuando quieras y no me aburres ni te aburres de verte siempre igual ¿no? Me miró y asintió. Le vi acercándosele a la sombra del hombre bueno y le cogió del cuello, metiéndole dentro del saco que tenía en su brazo. Ya, me dijo. Y así la pasamos juntando sombras durante toda la noche. Teníamos de todo, hombres, mujeres, niños, postes, carros, todo, todo... hasta que llegó el alborear y retorné hacia mi casa. Busqué un lugar oscuro y le pedí a mi sombra que me mostrase nuestro motín. Me las mostró y me dieron pena, parecían asustadas, aglutinadas en una masa negra. Suéltalas, le dije. Ya, respondió. Cogió una vela y la metió en su sacó haciendo que todas se disolvieran como cenizas por el aire… Miré a mi sombra, me le acerqué y le di un beso en la frente. Estaba helado, prendí la luz del cuarto y se fue…


San isidro, julio de 2006

Thursday, July 13, 2006

Vuelos imaginarios

No cesaba de joderme, a pesar que innumerables veces la he matado, pero siempre vuelven. Quizá sean sus parientes que una y otra vez viene a joderme la tranquilidad que necesito para avanzar mi novela. No vallan a creer que esto es cuento, no, no es cuento, estoy hablando de una negra, sucia y pesada mosca que pulula sobre la luz de mi escritorio y que una y otra vez la mato, pero esta, retorna, claro que no sé si ha resucitado, o es, como dije, otra mosca, pero, me pregunto, ¿por qué siempre viene a la misma hora, volando por el mismo lugar, y, con tal desfachatez, se pone sobre mi cara, mano, lámpara, en cualquier lado que me rodee todas las noche... Y, como les dije, allí está la maldecida, caminando con su alas prestas a salir disparadas apenas coja el matamoscas. Mejor no le hago caso y la dejo ser, puede que se canse, o se sancoche en el foco de la lámpara que uso mientras escribo. Estaba pensando en las ideas que uno tiene cuando se pone a escribir, sobre todo cuando empieza la primera palabra, por supuesto que debe de haber tenido una idea de lo que va a escribir. A mí, para avanzar mi novela, diariamente me pongo a masticar la idea a seguir... ¡Carajo! La maldita mosca de nuevo, no sé qué hacer dios mío. Bueno, como les decía, eso de avanzar tiene sus dominios, sus zonas de transito, como el lobby de un avión, pero, eso es una idea... En mi caso, simplemente aparece una palabra en mi cerebro y la jalo, poniéndola en la página en blanco y así continúo, y cuando notó que mis dedos se deslizan por el hielo, me digo que ya estoy avanzando... Y sobre todo cuando acabo de matar a la maldita mosca, con la punta de un periódico. Allí está, aplastada, llena de sangre, con su negro cuerpo apelmazado. Me da asco y la echo en el tacho para continuar definiendo el cómo avanzar en esto de mi novela... pero, uno tiene que doblegarse ante lo natural como el cansancio, la mosca, la responsabilidad del trabajo, las llamadas del teléfono y muchas cosas mas para seguir en este fluido que es el escribir de algo que no lo entiendo a cabalidad. La otra noche, mientras recordaba un sueño, me dije si era capaz de saltar de mi cama y escribir todas esas lindas ideas que fluyen a través de los sueños, pero no puedo, ni creo que podré. Es mejor hacerlo mientras los dedos y las ideas han hecho un puente entre ellos, y yo y mis dudas quedamos de espectadores, de matamoscas. Secretario interno de no manchar lo que fluye entre la creatividad y la máquina... Es lindo, sobre todo cuando sientes que todo deseo, anhelo se han hecho humo, polvo, ceniza, y ves que el tren de las palabras continúa avanzando mas y mas, aunque no tenga que ver nada acerca de la novela que intento avanzar. Creo que voy a detenerme pero no puedo, hay algo que me dice que sigua y sigua, como si estuviera esperando un orgasmo de letras, o ideas, qué diablos será, pero, es mejor hacerle caso y escribir, dejarse ser, como estar enchufado a algo que no logro entender... que me dice tantas cosas como que el hijo de dios está en los dedos de mi mano, y que las reglas de la mujeres son los signos zodiacales de la luna cuando se pone en bola... De pronto, me siento como en medio de una selva de indios, y yo con mis lentes, mi papel, mi lápiz trato de decirles que no sé cómo he llegado aquí, que esperen un poco y que no se acerquen como la mosca que acabo de matar con un pedazo de papel... No creo que se acerquen, pero será mejor continuar adelante como si esto fuera una máquina del tiempo, de las figuras e imágenes... Me veo como esos bichos que se limpian sus manos antes de entrar a la cena, con tanta hambre y tantas ganas de sentirme satisfecho que me detengo y pienso que soy una mosca, una cochina mosca que se ha metido dentro de mis ideas y no me deja por nada, no, no me deja... Habrá que parar, detenerme, romper el lápiz, quemar los papeles y decirme que todo esto no es mas que otro juego mas por querer ser algo como escritor, cuando la verdad es que no soy mas que otro intento por saber para qué diablos soy bueno, y qué es lo que me gustaría hacer el resto de mis días y noches mientras aparece otra mosca, silbando como siempre, rodeándome los ojos, sientiendo que ella es mas importante que yo, y puede que sea verdad porque al menos ella vuela y lo hace bien, y parece que le gusta, en cambio yo, ¿que? No vuelo, no escribo, no, no... sí, no soy una mosca, pero, tampoco sé lo que soy ni lo que hago esta noche sentado en mí escritorio, dibujando imágenes a través de las palabras, sientiendo que voy a morir así como la mosca en su intento por volar a través de un mundo sin sentido, sin razón, pero, bello, eso sí, muy bello, así como la mosca aplastada por un papel mientras absorbía mi atención creativa, y mis dedos diligentes...

San isidro, julio de 2006

Wednesday, July 12, 2006

Mi hermana me soñó

No imagino lo que he escrito hace poco, pues tuve un intervalo de tiempo en que dejé de escribir, y en ese lapso, he muerto... ¿Muerto? ¿Y, cómo es que escribe? Se preguntarán ustedes. La verdad es que no tengo la respuesta pero si puedo contarles el cómo llegué hasta aquí, a este lugar, cuarto, escritorio, papel. Imagino que impulsado por el espíritu inmortal del artista ¿Es una mentira? ¿Producto de una sincopada de pensamientos? No. He muerto hace poco cuando mi hermana mayor me llamó por teléfono para contarme que había soñado conmigo, y que en el sueño, yo moría estrellado en mi auto, y que cuando fue a buscarme me encontró tirado en la pista, lleno de rayas por todos lados, moribundo. Fue tan real y sentido su sueño que cuando élla calló, le dije que era verdad, que hace poco me he estrellado con mi auto en una esquina de la ciudad, mientras pensaba en miles de problemas, como el alquiler atrasado, la falta de sexo, de dinero, las responsabilidades, mis dolores corporales... En esas me encontraba cuando un camión enorme me chocó, aventándome como un juguete de niño por los aires, empotrándome contra la esquina de una extraña casa de color celestial... Agregué que la vi llorando mientras continuaba sangrando hasta dejar mi último aliento con un susurro amable hacia todos, que decía, adiós... El teléfono se cortó, y yo, ya muerto en el sueño de mi hermana, salí a la calle, y como curioso que soy, fui hacia el lugar del accidente. No encontré a nadie, pero vi la casa de color celestial totalmente averiada en una esquina de la calle. Vi a un señor que estaba parado en un lado de la acera. Me le acerqué y le hice una pregunta acerca del accidente. Este me dijo que sí, que hacía poco había ocurrido algo terrible con un muerto, heridos... ¿Y el muerto?, le pregunté. El hombre me miró a los ojos, ya estaba por decirme algo cuando se detuvo a media palabra. Volvió a mirarme, se restregó los ojos y empezó a retroceder como si viera a un espectro, quedándose pálido como el papel. Dándose media vuelta en cámara lenta, y luego, empezó a correr con los pelos en punta... ¡Qué imaginación! Exclamarán ustedes. Eso mismo pensé yo, pero antes, traté de investigar un poco más. Recordé el origen de todo y fui directo a la casa de mi hermana mayor, la que había soñado con mi muerte. Apenas llegué a su casa, me hizo pasar, me invitó un desayuno y luego de sentarse frente a mí, me contó las mismas cosas de siempre, o sea, los chismes familiares, su escasez de dinero, la falta de trabajo de su marido, su falta de tiempo, sus hijitas, etc... De repente, en mitad de su perorata, sonó el teléfono. Mi hermana mayor se levantó y fue hacia el aparato, lo cogió y se puso a hablar. Me sentí ignorado, hastiado de tantas cosas muertas pronunciadas por los labios de mi hermana que pensé que estaba dentro de otro de sus sueños, y que no terminaría jamás de soñar. Me levanté sin que se diera cuenta y salí de su casa sin despedirme de mi hermana mayor, rumbo hacia la mía, mientras aún existía... Y aquí estoy, sentado en este escritorio, muerto, pero, como siempre, escribiendo acerca de las infinitas realidades del ser, una de ellas, la de mi muerte...


San isidro, julio 2006

Saturday, July 08, 2006

Conversando con la gente

Hacía mucho frío, y las calles estaban casi vacías. Vi en una esquina una panadería llena de gente haciendo una cola. Me acerqué y vi que todos deseaban comprar el pan. No sé por qué me puse detrás de una señora gorda de más o menos cincuenta años. Éramos como veinte personas y aún el pan no salía del horno, pero todos estábamos oliéndolo, y casi lo saboreábamos. Y cuando salió, todos levantaron sus manos, gritando que deseaban pan. Poco a poco nos fueron atendiendo, y cuando llegó mi turno, pedí veinte panes. Pagué y me envolvieron los panes en una bolsa de papel. El pan olía rico y estaba crocante. Me comí uno y empecé a salir a la calle. No tenía nada que hacer. Mi esposa e hijos me habían abandonado hacía más de cinco años y yo estaba aún medio sonado, ido, volado pero no loco, aún. Me habían botado del trabajo, por llegar siempre tarde y vivía de un dinero que unos familiares me mandaban desde lejos. Eso, alcanzaba para pagar el cuarto y la comida. Vivía para sobrevivir y para pensar todo el día. No tenía amigos, no creía en la amistad, quizá porque mi mujer se metió con uno de mis amigos. Si alguna costumbre tenía, esa era la de sentarme en cualquier lugar a mirar a la gente caminar, correr, o mirar los parques, escuchar música en mi cuarto. Otra cosa era la de buscar conversación con extraños a quienes jamás había tratado. Por eso es que me gustaba sentarme en la banca y buscar conversación con los indigentes, las señoras con sus hijos, los ancianos, los borrachos, etc. Los niños un poco, no mucho, es que, me hacían recordar a mis hijos y eso desgarraba mi corazón. Y fue en esa simple costumbre en que mi vida cambió para siempre.

Aún recuerdo ese momento, ese lugar, esa misma banca en que un hombre me dijo que debería ser un hombre y ser libre del todo. Me habló de las aves, de la esclavitud de los trabajadores, de los esposos y sus mujeres, de los hijos, de todo aquello íconoizado. Me agradaba escucharle, y mas aún seguir sus consejos que me convirtieron en un hombre, en un hombre solo y dueño de sus sentimientos, sueños, y de su tiempo... Pero eso acarreó mi ruptura familiar, y el dolor de ver a mi mujer en los brazos de un amigo. Eso, ya lo presentía pues uno cuando ama de veras, siente cuando es traicionado. Lo que vi con mis ojos, sólo corroboró lo que sentía. Quizá por ello es que no le dije nada a mi mujer, pero, al verla abandonarme, eso sí me zarandeó. Y aquí estoy, sentado en una banca. Escuchando a cualquier persona que tenga algo que contar. Sí, aquí estoy en esta banca que parece conocer más de mí que yo mismo.

Pero todo lo bueno o malo, tiene su final, y eso fue lo que ocurrió cuando volví a ver a este hombrecito que fue el que me inspiró a cambiar de estilo de vida. Apenas me vio, me abrazó, diciéndome que me veía bastante bien. Le dije que había escuchado sus consejos, los había llevado a cabo y le estaba muy agradecido a pesar de mi soledad. ¿Cuál consejo?, preguntó. Le hice recordar, y este hombre me dijo que hacía mucho no hablaba de aquella forma. Ahora laboraba en una fábrica, tenía dos hijos y esposa, y muchas responsabilidades como para dedicarse a pensar y vagar a la deriva por el mundo, como un hombre condenado a la nada y sin conciencia de sí mismo. Le escuché atentamente hasta que luego de algunas horas vino una hermosa mujer con dos niños. Era su familia. Se paró, me los presentó y se alejó de mi vida, dejándome extrañamente abandonado.

Motivado por la bella escena, hice esfuerzos por volver con mi mujer, pero ésta no deseaba nada de mí. Ni mis hijos se antojaban verme. Estaba demasiado lejos de aquella realidad, y aprendí aceptar el destino y la suerte... Decidí buscar otra mujer, otra familia, cuando, sentado en la misma banca en que me sentaba, vi a un sujeto con la cabeza gacha, la mirada a la nada, que parecía sufrir una enormidad. Me dio pena, mucha pena, quizá porque me vi retratado en el hombre, no lo sé con exactitud. Me le acerqué y le pregunté lo que le sucedía. Alzó el rostro y tenía la cara llena de mocos y lágrimas. Me sentí conmovido y me senté a su lado como si fuera su padre. Este me abrazó como quien se coge de un salvavidas para no ahogarse y me contó toda su desgracia. Le escuché horas y horas. Tuve que cogerle con fuerza para que no se abandonara a su desventura... Su madre acababa de morir, vivía solo con ella, la cuidaba. Y ahora que estaba muerta, sentía que no tenía nada que hacer en el mundo. Deseaba morirse de una vez e irse con su madre. De pronto, algo explotó en mi y le dije que no debería pensar de esa manera, que todos somos hombres y deberíamos valorarnos como eso. No le dije más, y el resultado fue extraño. Este detuvo su llanto, se arregló su ropa y me dijo gracias. De nada, le dije, y le vi alejarse con la mirada de frente, como quien mira ya no el pasado ni el futuro, tan solo el presente, y lo que ve es una tarde de frío, de invierno, de sosiego y a un hombre que le ha hecho recordar que es un residente del presente, de la eternidad del aquí y del ahora... Me sentí como dios. Me paré y vi aquel presente frente a mí. Era hermoso, como un cuadro de colores, de personas, y todo vivo, vivo, mientras daba un paso, y luego otro, otro, por un sendero que me llevaba a una realidad impensada...


San isidro, julio del 2006

Sunday, July 02, 2006

La parte importante

Podría ser un error, pero no dudó en decidirse. El negro tocó la puerta del infierno, y algo se abrió, mostrando una de las infinitas cabezas de los condenados a través de uno de los poros de la inmensa puerta de oro, advirtiéndole que si entraba podría encontrar lo que buscaba, la felicidad, la dicha de la muerte. El negro se asustó de tan pesada verdad y dijo que gustaba del sentimiento del miedo, lo excitaba, lo zarandeaba como una araña asaltada por los colmillos de un hormiguero. Volvió a tocarla y la puerta se abrió como si fuera una tela empujada por el viento, y todo a su alrededor cambió de colores como una pintura abstracta con fondo negro... Dio un paso al vacío, luego otro, y otro, y no caía, flotaba como una pluma, y advirtió que su negro cuerpo cambiaba por los colores del infierno, mientras las infinitas cabezas se le acercaban como espermatozoides a un ovario, a su cuerpo, lamiéndole, penetrándole infinitas veces. Me gusta esto, se dijo el hombre de colores, quiero ver a dios o al demonio, a quien sea, concluyó. El fondo negro se hizo nada, las infinitas cabecillas se hicieron cenizas brillantes como en los fuegos artificiales, y una voz en todo aquel espacio tomó forma, un garabato abstracto, y luego, comenzó a pronunciarse ante el hombre de colores, pero éste no pudo entenderle, y dijo eso: No te entiendo dios o quien seas, ¿por qué no me hablas o escribes en mi cuerpo?, le pidió. Y el dios, o el demonio, se plasmaron en un espejo sin marco, sin límites por ningún lado. De pronto, el hombre se vio a sí mismo, se sintió tan extrañamente feliz que se tiró sobre el espejo como si fuera una piscina, y luego todo explotó en infinitos trocillos, en estrellas distraídas por todo el oscuro universo, y cada una ellas silbaba un poema, un verbo que nadie podía entenderlo, sólo el dios o el demonio, sólo ellos, nadie mas…

San isidro, junio del 2006