Pensar es tan delicado.
Se me dio esta herramienta que aún sigo aprendiendo.
Soy uno de esos que lo probó todo
y fracasó en casi todo,
salvo en esto:
vivir,
y seguir viviendo.
La muerte me acecha,
me arrastra bajo las cuerdas del temor.
Aquí estoy, de pie,
con dolor en el alma, en la cabeza,
y en cada rincón de mi ser.
Me pregunto si vivo del dolor…
No.
Vivo de esta atención.
De mirar incluso la mentira
y descubrir en ella mi propia fragilidad.
Quizás soy yo el más engañado:
ya viejo, calvo, pequeño, feo…
dueño de una empresa al borde del abismo,
hijo de una madre al borde de la muerte,
y aún así, sigo.
Solo, siempre solo,
con este conocimiento que todavía desconozco.
La vida es una rueda que gira y gira.
Más tarde estaré con mi madre.
Más tarde perseguiré mis sueños.
Más tarde quizá esté muerto,
o agotado de amor por este instante.
Y en ese latir, han pasado diez años.
Mis muertos aún viven
en la oscuridad de la creación.
Y bajo ese velo que desgarro con mi atención
se abren las puertas de lo nuevo:
un teatro interior donde soy espectador.
Quizás vuelva y me una a ellos.
O quizás sean parte de mí,
preparando la llegada
de un nuevo amanecer.
Sí.
Sería maravilloso verme frente a un espejo
arrancarme las carnes viejas y colocar el barro mágico
de las apariencias...
pues nadie saber que o quién soy
solo ven el barro
el aroma de un agotado corredor
y verán bajo el brillo de una estrella
mis ojos perdidos en tus ojos...