Saturday, April 29, 2006

Estela, estela, estela...

Amigo, viejo compañero, blanco amigo, sábana de magia, sabes que me he enamorado de una chica joven y preciosa. Hace una semana la conocí por la noche, su nombre es Estela. Tiene un cuerpo de negra, es pequeñita, qué importa... Yo también soy enano. Sabes viejo amigo, espero que ella responda mis llamadas que hago cada cinco minutos, pero siempre que la llamo para ocupado, quizá me haya dado un teléfono errado, o quizá lo haya apuntado mal, no lo sé con exactitud. Por eso es que desde aquel día, o sea desde hace una semana, paro en la misma esquina en donde la vi por la primera vez, justo cuando se le cayó el teléfono y yo se lo recogí, rogándole acompañarla un momento hasta que subiera a su bus. Y fue allí en que mientras nos despedíamos le dije que la amaba, que era la chica mas hermosa que había visto jamás, que la deseaba en mi cama toda la vida, eso le dije, te lo juro, pero ella me miró con los ojos mas sorprendidos que jamás he visto y me cogió de los hombros y me besó en los labios. No sé cuánto duró ese instante, creo que fue una eternidad, pues cada vez que toco mis labios, la siento aún caliente, y con el mismo sabor de su boca. Estoy loco por ella, amigo, pero no contesta mis llamadas… y, aún no la he vuelto a ver en la esquina en que paro. Hay veces en que sentado en la esquina, al borde de la vereda me pongo a pensar sin todo no fue mas que un sueño, un regalo de los dioses debido a mi soledad, debido a todas las tristezas que he vivido, no lo sé… pero, cuando ello ocurre, me sacudo de todos aquellos pensamientos y me toco mis labios, saco el papel que ella me escribió con su mano y leo una y otra vez su número de teléfono, y eso, te le juro amigo, me hace tener esperanza de que algún día la vuelva a encontrar… Te cuento que ya he decidido que vamos a casarnos, eso se lo diré cuando ella se me aparezca. No sé cómo lo tomará, espero que bien… hay veces en que imagino, o alucino que está caminando a mi espalda, me toca el hombro, luego, con sus delicadas manos me tapa los ojos y me dice en mi oído: ¿sabes quién soy? Y yo me volteo y la abrazo y me pongo a llorar, le beso las manos, los pies, toda ella la beso para que no vuelva a desaparecer nunca mas, sí eso haría, pero, aún no se me aparece, tan solo en mi fecunda imaginación y en esta hoja que escribo para ti que eres mi único compañero, mi amigo del alma, si pluma de magia… Ya sé que no te gusta que te alabe, ya lo sé, no te preocupes… Mejor la sigo esperando y apenas la vea te vuelvo a escribir, sí, eso haré… Sabes lo que me pasó la otra noche en que dormía en una bolsa de dormir aquí, en esta esquina, soñé con ella. ¡Te lo juro! Ella estaba caminando sin zapatos por un parque lleno de plantas de color naranja, y de todas partes se escuchaban voces, y eran unas voces conocidas, y todas repetían su nombre… Estela, Estela, Estela… una y otra vez, pero, era tan dulce escuchar esa voz, pues, era su propia voz, la misma que escuché mientras ella se despedía de mí subiendo al bus, para luego desparecer por la vieja pista llena de autos apurados… malditos autos, por culpa de ellos es que no pude verla mas rato, tan solo un momento mas pude observarla, verla cómo me miraba a través de la ventana de atrás del bus, alzando su mano en señal de un adiós, o un hasta pronto… ¿Qué por qué no subí al mismo bus que ella? ¡No lo sé! Miles de veces me pregunto el por qué no lo hice. Me arrepiento de haberle hecho caso, pues si no lo hacía, hubiese conocido su casa y en estos momentos hubiese estado en la puerta de su casa y no aquí, echado en la vereda, en la misma esquina en donde la vi por última vez, y, aunque tan solo han pasado una semana me parece como si hubiese pasado toda una vida, pues siento que envejezco, que la vida me está chupando mis sentimientos, me siento como abandonado, perdido en un mundo lleno de gente que no sabe lo importante que es amar, eso es lo que me pasa pero a quién le importa un comino lo que siento, sólo a ella, eso espero, en verdad eso espero mientras espero en esta bendita esquina, cubierto por una bolsa de dormir, y, escribiéndote un poco mas. Sí, aún no aparece, pero siento que se aparecerá, lo siento así como si sintiera su respiración, su aliento dentro de mi boca, el calor de sus labios pegados a los míos, sí, eso es lo que siento, siento que estoy totalmente embrujado, como un loco, pero un loco enamorado, pues ya nada de este mundo loco me importa, y aunque todos los que me ven me llaman loco, no me importa, prefiero estar así que vivir como antes de amarla, es decir, caminar como la hormigas, de mi casa al trabajo, del baño a mi cuarto, es decir, ver como nada ocurre, nada, todo es lo mismo, una muerte encima de otra muerte, y no es como ahora, que aunque no la tengo en mis brazos, la sigo amando como hace una semana, o como desde toda la vida, pues siento que la conozco de toda la vida, eso es lo que dicen cuando es un amor a primera vista, y yo les creo, es más, lo siento en cada respiración que doy mientras la recuerdo y sueño con ella, con ese sueño que se repite en un parque de color naranja y con todas esas voces que repiten una y otra vez su nombre: Estela, Estela…

San isidro, abril del 2006

Friday, April 28, 2006

En el camino

He escuchado tantas voces y todas repiten lo mismo: mi nombre, una y otra ves, y lo repiten cada vez que me ven pasar por sus pueblos. Por ello tuve que alejarme en busca de un lugar en donde nadie me conociera, pero veo que es en vano. Tengo más de cien años, quizá muchos más, la verdad es que no recuerdo ni me importa recordarlo. Vagaba por el mundo de pueblo en pueblo y, como les cuento, todos me reconocen, y eso, con el tiempo, es inaguantable...

En mi camino tuve que buscar los mares, desiertos, bosques, y siempre buscando lo mismo, un poco de paz, reposo... pero siempre uno es preso de sí mismo, sobre todo cuando miras al cielo y te encuentras con lo mismo que llevas dentro, es decir, una negra pizarra sin marco, adornada muy de cuando en vez con estrellas, con una luna, que, al igual a uno no saben su edad ni les importa un comino... tan solo buscan su destino, el brillar y brillar hasta que su mecha se apague. ¿Será aquel el mensaje de toda criatura? ¿Será el sentido de todo un espacio de luz sobre esta negra pizarra sin marco? Puede que así sea. En mi caso, me siento hermanado cuando, sentado sobre una roca, las contemplo, sintiendo que soy una estrella, y una de las viejas, que va y va, de un lado hacia otro, hasta apagarse, y ser una mancha mas sobre la negra pizarra sin marco...

Una noche en que miraba una estrella me dije si todo podría cambiar, si las estrellas podrían romper su silencio y ponerse a conversar conmigo un instante... En eso meditaba, cuando escuché mi nombre pronunciándose en todo el espacio, y pude entender que éllas, también me conocían. Me paré y me propuse caminar sin parar hasta quedar enterrado sobre toda esta tierra, y así lo hice, y así lo estaba haciendo, sino fuera porque me encontré, en una zona llena de árboles y plantas, con miles de aves que se cercaban como si yo fuera el patriarca de la vida... Me les acerqué, pero todos ellos retrocedieron como registrando su distancia. Luego, ante mi asombro, todas juntas pronunciaron mi nombre. Aquello fue demasiado. Cogí muchas piedras, y se las tiré con toda mi rabia una y otra vez hasta presenciar que todas desaparecieron como el polvo en un tornado. Ante esto, estuve a punto de quebrarme y llorar cuando sentí que la piedra que tenía en la mano palpitaba. La miré y ella tenía cientos de ojos, y cada uno de ellos cerrados, pero palpitaba como mi corazón, y luego, pude escuchar un susurro, un suspiro, era mi nombre repitiéndose como un mantra, una y otra vez… Solté la piedra y entendí que debía alejarme lo más rápido posible de todo… y de todos…

En mi larga carrera escuché al viento, al mar, a la ovación de las hojas de cada árbol pronunciando mi nombre, y fue allí en que decidí arrancarme los oídos, pero fue tonto e inútil, pues dentro de mí escuché el mismo pálpito, el mismo susurro, el mismo nombre… Estaba condenado. Mutilado en vida cuando vi a lo lejos mí destino... Era una cueva. Era mi cueva. Negra como una embreada noche. Fría como el sueño de un muerto. Iba a entrar corriendo cuando sentí que mis fuerzas se apagaban como las llamas de una vela ante el soplo del viento. Caí al suelo, pero me arrastré como un gusano y, con gran suerte, pude llegar a ella... Que hermoso fue llegar, era como si todas las fuerzas me abrazaran, alzaran… Me volvió el oído, mis piernas, todo retorno a mí. Me paré y a medida que penetraba en la cueva, todo empezaba a clarificarse como si dentro estuviera el centro de la vida... No me detuve y continué mi camino, y en este caminar escuché un coro de ángeles, y todos pronunciando mi nombre, de una manera tan bella y armoniosa que sentí mi corazón palpitar al mismo ritmo... Y cuando estuve frente a frente al centro de ellos... vi una sombra que se acercaba más y más hacia mí, volviéndose en una especie de ser dorado. Luego, no pude creer lo que veía. Allí, frente a mis ojos, estaba yo... yo, yo, yo, yo... Sí, era yo, pero no con las mismas carnes, era otro, como un hombre sin nombre, sin dualidad ni sexo... Fue entonces en que me eché a sus pies a llorar sin parar, y luego, pude encontrar el reposo, el descanso que tanto rogaba a la vida y a la muerte...



San isidro, abril del 2006

Tuesday, April 25, 2006

La casa del perdedor

Fui a dar mi examen, me jalaron... No es tan malo ser un perdedor, tiene sus regalías, por ejemplo ya tienes una fuerte motivación por mandar todo al infierno y hacer lo que te da la gana, sin pensar en consecuencias. Además uno llega a sentirse como la mayoría se siente, pero, los disfruta, como si se hubiese escapado de la cárcel por delito de cadena perpetua. Así me sentí luego de mi examen... Cogí el celular y llamé a mi chica, le dije la verdad y ella trató de consolarme. Qué estúpida, pensé. Le tiré le teléfono y llamé a mi hermano, también le dije lo del examen, me regañó diciéndome que no había hecho el esfuerzo necesario, también le colgué. Cogí mi celular y lo tiré al centro de la pista, lo mismo hice con mi reloj, y con todos mis libros de preparación del examen. Me sentí mejor y fui a caminar por la ciudad. En una esquina, parado como una estatua vi a un anciano, estaba vestido todo de negro, usaba lentes negros... su piel era negra... Lo sentí patético, pero sentí el impulso por hablarle. Me senté a su lado y le pregunté su nombre, pareció que no me escuchaba. Insistí sin darme cuenta que el negro era ciego, sordo y mudo. Lo supe cuando llegó una mujer diciéndome lo que era el negro ese. Vi como se lo llevaba de las manos hasta hacerlo subir a un auto que también era de color negro. Debe de ser rico el tipo ese, pensé. El auto arrancó y lo vi desaparecer por las pista de la ciudad... Miré el lugar en que estaba sentado y observé que en la parte superior de la banca había un inmenso árbol, cubierto de hojas verdes, y cientos de aves que parecían haber estado observándome... Me paré y con una piedra las espanté de las ramas del árbol. Era bello verlas salir disparadas como si fuera una erupción volcánica. Extrañamente, ellas, las aves, volvieron al mismo árbol, y, como antes, volvieron a mirarme, no todas, pero si la mayoría... Iba a tirarle otra piedra pero me contuve al ver a un guardián que parecía no gustarle mi actitud. Me alejé del lugar y no me detuve hasta que llegué a una casa inmensa, cubierta por unas enormes barras de color negro. La casa era una mansión de color gris. Vi por lo menos como una veintena de autos, todos negros, y cuando estaba por irme vi al mismo negro que estuvo sentado en la misma banca que yo, caminar como si no fuera ni ciego, sordo, ni mucho menos mudo. Me sentí burlado por aquel excéntrico personaje. Ya estaba por irme cuando escuché que uno de los guardianes de la mansión gris, me llamó. Me dijo que su patrón deseaba conversar conmigo un instante. Le dije que no había problema y entramos, y caminamos bastante hasta llegar al umbral de la entrada de aquella mansión... Iba a decirle gracias al guardián cuando el negro volvió a estar a mi lado. Esta vez me miraba directo, y luego me habló. ¿Te gustaría tener lo que tengo?, preguntó. Le dije que sí... De pronto, el caballero negro empezó a reírse como a nadie había escuchado... Ten, me dijo, estas son las llaves, puedes quedarte con todo. Y como un autómata, le recibí las llaves... Gracias, le dije. Y luego, le vi coger unos harapos y salir por la entrada de la mansión con el rostro mas alegre que jamás hubiera visto en mi vida. Recordé mi mala suerte en mi examen, la voz de mi novia, las quejas de mi hermano, y luego, empecé a reírme como un loco.... No se imaginan lo que había dentro de la casa. Exactamente, todo. Todo de todo, excepto, personas... Subí y bajé por todos lados pero a nadie encontré. Recordé al guardián, que era al mismo tiempo el chofer que vi guiar al negro. Salí de la casa y fui corriendo hasta encontrar al guardián. Le pedí que me explicara toda esta locura, pero solo atinó a esbozar una extraña sonrisa. ¿Puedo salir?, pregunté. Me dijo que solo podía salir con él y en auto. Ok, le dije. Pero antes, por favor, mi señor, debiera usted mudarse de ropas. Le acompañé por la casa hasta llegar a una de las piezas en donde había todo tipo de trajes y zapatos. Cogí cualquiera, y le dije al guardián que ya estaba listo para salir de paseo. El guardián me ofreció unos lentes oscuros, para sol, y salimos alegremente por las calles... Era extraño, muy extraño, pues, apenas salí de la casa pareció que no saliera a ningún lado, y pasease por un páramo, como si todo hubiese desparecido... ¿Oiga, dónde está la ciudad?, pensé. El guardián se volvió ante mí, como si hubiera adivinado mis pensamientos, y me dijo que nunca había existido ciudad alguna por el entorno. Me asusté y cuando bajé del auto, todo me pareció arderme. Mis ojos, mis sentidos, todo. Traté de hablarle pero de mi boca salió un escuálido gemido, como una rata infectada... Me volví en el auto hacia la casa y supe que estaba atrapado. Estaba en una hermosa casa, pero solo, solo, tan solo como un dios aburrido en la tierra... Recordé al negro y supe que mis días serían más negros que su piel... Me senté en el borde de la casa y me puse a esperar, a esperar que llegara otro feliz perdedor, otro ser sin esperanza ni destino... que no supiera valorar su presente…



San isidro, abril del 2006

Saturday, April 22, 2006

El escobero

Es difícil ser humilde. Uno puede entregarse a la voluntad de alguien que ama pero eso no significa mas que vanidad, tal como declamaba el Rey Salomón. Uno puede escribir la obra de su vida, entregar todos sus bienes, pero eso no es nada, no lo hace nada especial, mas bien, es el resultado de muchas lecturas de los libros sagrados, o el ensimismamiento de una visión de total desprendimiento. Eso es lo que pensaba cuando vino un señor al medio día a mi centro laboral a ofrecerme, como todos los sábados a la misma hora y durante mas de veinte años, una escoba, un recogedor y artículos para la limpieza. Nunca le había comprado, pero esta vez le hice pasar, estaba con ganas de hacer algo fuera de lo cotidiano, así que lo llamé y le hice algunas preguntas acerca del tiempo en que trabajaba, el motivo por el cual lo hacía, etc. Extrañamente no respondió una sola de mis preguntas, mas bien me preguntó si iba a comprarle una escoba. Le dije que sí. Me dio su escoba, le pagué, y luego, salió por la puerta de mi local vociferando su rutinario canto de cada fin de semana, a la misma hora. Y allí estaba la escoba que durante mas de veinte años estuvo esperándome. Le miré: sus hebras eran negras, su bastión era de madera blanca, y estaba pintada o recubierta con pintura amarilla. La volví a mirar y me sentí con ganas de barrer todo mi local. Y así la pasé durante el resto de la tarde. Luego, cerré mi local y no sé por qué, me llevé la escoba en la mano, rumbo hacia mi casita. Apenas entré, vi que toda mi casa estaba sucia. Me puse a barrerla durante toda la noche hasta que quedó limpia. Extrañamente no tenía sueño, así que, salí a la calle y me puse a barre la vereda de la entrada de mi casa, y luego, sentí ganas de barrer el resto de las veredas de todas las casas vecinas... Todos los vecinos me miraban, preguntándose qué era lo que me ocurría. Dentro de mi, mientras barría, me reía de ellos. Lo hacía porque lo hacía. No había razón. Y así la pasé, barriendo casi todo el barrio de mi casa, luego, vi que las demás calles estaban mas sucias que las mías. Y decidí barrerlas. Han pasado los meses, luego los años, los días, las escobas, y yo, aún continuo barriendo las calles... Nunca he retornado a mi casa, mas bien, me he alejado de mi ciudad, pues mientras barro, recibo como propina unas monedas que me sirven para alimentarme. Duermo en un auspicio de indigentes, y no paso grande problemas... Me he alejado tanto de mi ciudad que no sé en dónde estoy, y eso me alegra, pues me he olvidado de mi nombre, de quien era, de todo... Tan solo barro las calles por un poco de comida y un lugar para dormir. Puede que esté loco, pero puede que al fin halla entendido que no hay un sentido en la vida mas que el que sientes que es el tuyo, en mi caso, la escoba y la suciedad de todo este planeta...


San isidro, abril del 2006

El pasajero

Junto a la puerta de aquella casa, se puso a pensar en si debería o no debería tocar la puerta. Retrocedió unos pasos y sintió ganas de volver al inicio de esta historia…

Fue en el trayecto hacia su oficina cuando, sentado en la misma banca del bus con una joven madre, ella se puso a conversarle acerca del precio de la vida, de lo difícil que era educar a su hijo cuando se es divorciada y joven, de las miradas que tiene que soportar cuando entra a la guardería y deja a su hijo, de los ojos de los compañeros de trabajo cuando llega y cuando sale, como si ser divorciada y joven fuera sinónimo de mujerzuela. Todas estas cosas y más en el transcurso del viaje que le llevaba a su trabajo. Y cuando faltaba poco para bajar del bus, la joven mujer tuvo un pequeño desvarío. Luego, la mujer se desmayó en los brazos del joven. Los ojos de todos los que estaban sentados y parados en el bus le miraron como si él hubiera sido el causante de aquel accidente. ¡Llévela a la ambulancia!, ¡Chofer, deténgase que hay una mujer desmayada!, se escuchó en todo el bus. Y el no podía creer lo que sucedía, peor aún, pues tuvo que coger al bebé y tomarlo en sus brazos, al mismo tiempo que cogía a la joven madre. El bus se detuvo y, casi a la fuerza, todos los viajantes lo hicieron bajar. Ya en la vereda, con la mujer sentada en una banca y el bebé en sus brazos, pidió ayuda a una señora para que llamara a una ambulancia. Tuvo suerte, pero, aún tenía al niño. Cuando llegó la ambulancia les explicó que él no era nada de la señora ni del bebé. Así que por favor háganse cargo de la mujer y del bebé, dijo. Lo siento señor, pero, esta señora está en coma, y quizá pueda morir, tiene que acompañarnos, es imprescindible que usted, como testigo del accidente, esté un momento con nosotros, y peor aún hoy día en que hay huelga de todos los doctores de la ciudad… El hombre se resignó y acompañó a la mujer y al niño dentro de la ambulancia. Cuando llegaron tuvo que llenar un informe en donde él explicaba con detalle y puntos, todo lo que le había ocurrido. Ya estaba por irse cuando le explicaron que la mujer había fallecido, y el bebé estaba con una fiebre altísima, y quizá, le sigua los pasos a su madre. Pero, dijo el hombre, ¿no tiene algún documento, un dato para llamar a sus familiares? Si, hemos encontrado unos documentos, pero, no tenemos más que una dirección, ni siquiera sabemos el nombre de la señora ni el bebé. El hombre miró su reloj, y pensó en que ya era demasiado tarde para ir, así que, pensó que, como había conocido al menos unos minutos a esta mujer, debería ayudarla en encontrar a sus familiares. Está bien, les dijo a los enfermeros, iré a buscar a sus familiares en aquella dirección. Los tres chicos sonrieron, y, casi como un mago, uno de ellos le entregó una carta en donde estaba escrito un nombre de un tal J. X. Borja y familia, nada más. Abrió la carta y leyó su contenido, era ella, la muerta parecía haber escrito a esta persona que se iba a matar, se iba a envenenar ella y su bebé. El hombre pudo entender mejor. Puso la carta en su bolsillo y fue rumbo hacia aquella dirección que no estaba tan lejos como imaginaba… Salió de la posta médica y tomó un bus que lo llevaría a la dirección que decía la carta. Mientras viajaba se puso a pensar en las locuras que ocurren en la vida de las personas, lo frágiles que somos como para no ver más allá de nuestros problemas. La muerta era joven y bella, y no se lo explicaba, pero, una mujer es así de sorprendente. Recordó una novela de Joseph Roth, titulado: “El triunfo de la belleza”, y pudo entender mas ese fenómeno que es una mujer. Miraba a todas las mujeres que estaban en el bus y tuvo miedo. No vaya a suceder otra cosa por el estilo, pensó. Ante este pensamiento se puso lo más lejos de todas las mujeres que a esa hora del día salían a llenar sus canastos con la comida del día. Miró su reloj y vio que aún no pasaba del medio día. Vio la zona que tenía la carta y bajó del bus. Es mejor caminar un poco, eso le hace bien a mi salud, ya que, todo el santo día la pasó sentado en la oficina esperando a que entren los estudiantes y pidan uno de los libros que administro… Nuestro hombre era el bibliotecario de la ciudad, en un puesto humilde y sencillo, pues era ayudante del bibliotecario general, además, era un puesto de tres meses, pues el verdadero, el ayudante principal, había caído enfermo y tenía permiso por tres meses. Así fue como cayó nuestro hombre en este puesto de trabajo temporal. Mientras caminaba vio una banca en el centro de un parque. El medio día estaba dorado. Las aves revoloteaban por los árboles. Una brisa cálida le abofeteó el rostro de nuestro hombre, como diciéndole que se tomara un descanso, que se relajase, y que disfrutara de lo que la naturaleza obsequiaba a quien pudiera parar, detener este tren sin descanso que todos los hombre atados a una fuerza invisible pero eficaz llamado moral. Se detuvo y fue caminando hacia la banca. Se sentó. Se quitó el saco y con los ojos cerrados se puso a mirar el Sol. Era toda una tarde hermosa. Cerró los ojos y sin saben como, se quedó dormido por horas… Cuando despertó, todo estaba oscuro. Era de noche. Los árboles parecían ser sombras de gigantes, las aves habían enmudecido y se sentía sus miradas inquisidora por nuestro hombre. Se paró y recordó la carta, la dirección. Caminó directo y raudo hacia la casa de este señor. En un instante se perdió, pues, los números de la calle no coincidían. Una y otra vez retrocedió y, efectivamente, era la calle pero no estaba el número. Lo habré soñado, pensó. Vio que un hombre sacaba la basura a la calle y se le acercó con cautela para preguntar por el nombre que estaba escrito en la carta. Le preguntó y el tipo le dijo que esa casa estaba en la otra cara de la ciudad, que existía la calle, que tenía el mismo nombre, pero esta calle estaba en otra zona. Apuntó la zona y tuvo que tomar otro bus que lo llevara. En el bus, nuevamente vio a mujeres, con sus esposos e hijos, y, no sabía por qué sentía sus miradas acusadoras… Cerró los ojos y, nuevamente, se quedó dormido. Cuando los abrió, ya se había pasado de la zona. Tuvo que bajar, pero esta vez se puso a caminar por las calles pues no estaba tan lejos. Y mientras se acercaba vio a un grupo de enanitos que parecían haber salido de un circo. Se le acercaron y le preguntaron por su nombre. Como no quiso darles su nombre, escogió el nombre del hombre de la carta. De pronto, todos los enanos callaron, y se dieron media vuelta. Quizá le conocen y es un hombre muy malo, pensó. Continuó caminando hasta llegar a la calle que estaba escrito en la carta. Vio luces encendidas y encontró la casa. Se acercó y tocó la puerta. Salió un anciano junto a una anciana. Nuestro hombre preguntó por el nombre de la carta. Es mi hijo, dijo el anciano. Y, disculpe, dijo nuestro buen hombre, ¿puedo verle, es muy importante? Bueno, eso parece difícil puesto que hace un mes que ha fallecido… Pero, si tiene algo que decirle puede decírnoslo a nosotros que somos sus padres, ¿no le parece? Nuestro hombre le contó todo, y luego de terminar, se hizo un silencio, como si hicieran homenaje de un minuto de silencio por todos los caídos. Bueno, dijo el anciano, ¿por qué, mejor no nos deja la carta a nosotros? Iba a hacerlo, pero este hombre recordó el rostro de la mujer y del niño, y dijo que no la había traído, y que mañana la traería, sin falta. Y con esto se despidió de la casa de los dos ancianos. Ya estaba por volver cuando la luz del nuevo día le llegó, volvió a escuchar el canto de la avecillas como si fuera un grito de alegría universal, vio los árboles balanceándose como gigantes sin piernas, sintió el brillo del Sol que se asomaba y bañaba su rostro de alegría y tuvo ganas de llorar, y no por él, sino por esta locura llamaba vida, algo tan extraño como esta historia…

Así que regresó sobre sus pasos y allí estaba, en la puerta de estos ancianos, con la carta en sus manos, cuando sintió no entregar la carta a nadie, guardársela, leerla mil veces como si fuera tan solo para él, como si fuera el amor que tanto estaba esperando… Retrocedió y regresó hacia su hogar. Y mientras viajaba en el bus vio a mujeres y hombres, y sintió que todos ellos asentían su decisión… Sonrió como un niño y volvió a cerrar los ojos en el asiento del bus, hasta quedar dormido con una carta en la mano…

San isidro, abril del 2006

Thursday, April 20, 2006

ángeles

Estaba con ganas de comprarme un libro, aunque presentía que algo malo me iba a ocurrir. Llegué donde el librero y le compré un libro de cuentos. No me apasionaba en demasía, pero, por comprar algo, le compré este libro de cuentos llamado: "ángeles". Estaba firmado por el autor, eso lo hacía especial. Lo abrí y vi que tenía bellas imágenes a todo color, es decir, era una edición muy especial, y el precio era cómodo. Volví a abrirlo y, después de despedirme de mi amigo el librero, me fui hacia mi auto. Era un bello libro, no había vuelta que darle, y aunque los textos no eran muy interesantes, me gustó, y pensé que había hecho una buena adquisición. A uno, cuando le sale el día todo fantástico siente que todo en la vida es maravilloso, y que todo no podría irle mejor; así que mientras leía un poco las portadas exteriores del libro llegué hacia donde había dejado mi auto, pero, no lo encontré. Se lo habían robado. No sé cómo me sentí, era extraño aquel sentimiento de fría sorpresa. Me di media vuelta, hasta volver a ver a mi amigo el librero para saber si no estaba soñando, pero cuando llegué, allí estaba el viejo, preguntándome si no deseaba comprarle otro libro. Le dije que no, que todo estaba bien, que todo esto era un extraño sueño, así que, ante la desconcertada mirada del librero, salí a la calle pero aún no aparecía mi auto. Me lo han robado de verdad, y esto no es un sueño, pensé. Iba a gritar, coger al primer tipo que se cruzaba en mi camino, pero no, no lo hice, así que, como para darle la contra a la realidad, decidí tomar un taxi e irme hacia mi casa, y mientras viajaba le contaba al chofer si él estaba soñando ahora, o todo esto que nos rodeaba era real. El tipo me miró, así como el viejo librero, y empezó a torcer la jeta, a gruñir como si fuera una bestia del zoológico. No le dije nada mas... más bien vi en una de las calles de la ciudad, no lejos de donde vivía, un grupo de negros con pinta de ladrones. Alto, me quedo aquí, le dije al chofer. Le pagué y bajé del taxi. Caminé hacia los negros y les pregunté si ellos se habían robado mi auto. Me miraron, y luego, empezaron a burlarse de mí. Está loco, murmuraban entre ellos, pero todos continuaron riendo. Les miré nuevamente y no me moví. No me muevo hasta que me digan si estoy soñando que me han robado mi auto, o estoy despierto y nunca he tenido auto. Todos callaron, pero uno de ellos, el más feo y más grande de todos, se acercó hasta mí, y me tiró un empujón, diciéndome: estás en el cielo y nosotros somos tus ángeles... Luego, no recuerdo mas... tan solo que me llovían patadas, puñetes, escupitajos, las uñas amarillas y gruesas como leones, de esos negros, arrancándome todo el dinero que me quedaba... Perdí la conciencia ante aquella tempestad, producto de esta pesadilla, hasta quedar tirado, casi muerto, en aquel callejón. Cuando desperté, estaba con la cara que me dolía, era como si tuviera muelas picadas en cada parte del cerebro. Traté de levantarme y con la justa pude moverme. Mi libro, pensé, y, allí estaba, a mi lado: “los ángeles”, leí. Lo abrí, así tirado en la vereda y, a la luz de la luna, y luego, empecé a leerlo. Trataba de ángeles y demonios, de reyes, de magos, de seres extraños, me gustó. Estoy leyendo, me dije, y estoy bien, aunque el cuerpo lo tengo más tieso y ensangrentado que buey de camal... Continué leyendo el libro hasta quedarme nuevamente dormido. La luz del día me arrancó de aquella pesadilla, y, con el dolor en cada partecita del cuerpo, me levanté, era como si tuviera un remolcador automático en el alma. Caminé despacio, cargando todo el dolor en mi alma. Alcé la mano apenas vi un auto y cogí otro taxi. Llegué a mi casa e inexplicablemente, mi auto, aquel, aquel que yo pensaba que me lo había robado, estaba en la puerta de mi casa... Ha sido un sueño, un extraño sueño, pero sueño al fin, pensé. Aliviado, como quien la vida le sonríe, abrí la puerta de la casa, y, para mi gran asombro, vi echados por todo el interior de mi casa a puros ángeles de piel negra... Retrocedí y, sin despertarlos, escapé de aquella casa. Miré el auto y me hice la idea de que nunca había sido mío. Esto es el cielo, y no lo siento merecer, pensé... Miré mi libro por última vez. Volví a leer el título: “ángeles”. Luego, lo dejé bajo la puerta de la casa y me fui de puntillas, para siempre, aunque, en verdad, no sabía hacia adónde ir, pero, pensé que si despertaba de este sueño, podría volver a mi aburrida realidad…


San isidro, abril del 2006

Monday, April 17, 2006

Máscaras

No todo es como parece, puede que esté brillando como el oro, o como un loro verde amarillo, pero no todo es así, puede que sea una visión, un sueño perdido, o robado de alguien, ¿quién sabe? Aquella mañana no dejaba de llorar en mi cuarto, vivía solo, mis padres habían muerto, y muertos por culpa mía, según los padrones morales los había asesinado a punta de leche, pero de leche con veneno, pues eso era algo que aborrecía desde que nací, y era verdad según la empleada de casa que me contó que soportaba la leche materna por lo que me llevaron al médico y este les dijo a mis padres que tenía insuficiencia hepática y desde aquel día bebía sólo leche de soya, en polvo, era terriblemente insaboro, así como beber leche rebajada con agua de caño... por eso es que aproveché que ya era un ser pensante para echarles cianuro de ratas al desayuno de leche a mis padres, y ahora estoy en graves problemas pues según mi empleada que fue con quien tramé esta acción, esto era una locura y fue en verdad así pues apenas vi a mis padres tratando de vomitar la leche que tanto odiaba vi que un tipo de tez oscura entraba en la casa y hablaba con la empleada para luego salir a la calle y perderse en la oscuridad de la noche, pues era de noche, todo era negro, hasta el rostro de aquel tipo amigo de la empleada que se llamaba como mi madre pero que era mas fea, casi como si los labios se le hubiesen reventado por lo gruesas que eran pues era como si tuviera esos rellenos atados de carne oscuras, así como un chorizo... No supe que hacer pero moralmente estaba perdido, así como los ojos sin brillo de mis padres que vi como sus lenguas se colgaban como esos tallos secos de la maceta de mi casa... Me acerqué a ellos y no sé por qué me puse a pintarles las caras con la pintura que tenía mi padre en el sótano, pues él era pintor de profesión, y era algo que yo gustaba hacer pero a mi padre no le gustaba esa idea, a mí sí, pero a él, que todo el día tomaba leche de soya, y que me hacía tomar día y noche la misma leche, no deseaba que fuera como él, es decir, un pintor de brocha gorda, él quería que yo fuese un ingeniero, así como su jefe con quien trabajaba y que a veces venía a la casa y conversaba con él y con mi madre y cuando me miraba a los ojos me asustaba, parecía un demente, o ese tipo de persona que tienen una máscara y que no saben sacársela. Les pinté los cuerpos luego de haberlos desnudado, y noté que sus cuerpos se hinchaban así como los labios de la empleaba que se había ido de la casa con aquel tipo de piel oscura, llevándose un montón de cosas en una de las sábanas de mis padres. Y cuando ya estaban llenos de colores, parecían ser esas extrañas estatuas que veía en los libros de arte abstracto, y pensé que tenía el don del artista, un ser creativo, y pensar que tan solo tenía quince años, era bello ver a mis padres con sus máscaras así como la cara del ingeniero que era el jefe de mi padre... Puras máscaras, volví a pensar, y luego, no sé por qué decidí arrancarles sus pellejos, es que, realicé que mis padres no estaban mas en aquellos putrefactos cuerpos llenos de cianuro para ratas. Cuando terminé mi labor, oí ruidos, pasos en la puerta. Luego tocaron. Eran cinco policías. Abrí la puerta y le hice entrar... Y cuando vieron a mis padres, casi se ponen como la cara del jefe de mi padre. ¿Habrán tomado cianuro?, pensé. Estas bestias me tomaron del cuello y me luego me soltaron cuando vieron mis manos pintadas con sangre y retazos de carne y vísceras y esas cosas que tienen las personas dentro de sus cuerpos. Y aquí estoy, en un cuartillo de locos, con las manos amarradas y rodeado de tantos amigos que viven como esos gallos enjaulados, libres de todo, pero atados a su extraña libertad... Hay veces en que me pongo a conversar con ellos, pero no escuchan, no desean ser escuchados, tan solo aúllan como perros por sus perras. Deseo despertar de esta realidad. No creo que sea posible, pero aquí estoy, sin una gota de leche de soya y con este recuerdo de mis padres pintados con el arte que brotó de mi extraña y conciente demencia… Pues, eso es lo que dicen los de blanco, que soy una extraña solución de ángel y demonio, pues, cuando me traen un espejo me miro y veo a un tipo con el cabello dorado como el Sol, los ojos celestes como el cielo, y la piel, blanca así como la leche de soya, es decir como un ángel… Por eso es que nada es como parece, yo soy un ser que no se entiende a sí mismo, pero que gusta de experimentar cosas, así como cuando traté de comerme mis dedos, sino fuera por los de blanco hubiera ya probado mi sabor, el sabor de ángel… ¿Cómo sería? Cuando llego a soñar me dan ganas de no abrir los ojos, pero no puedo, los de blanco me desatan y me echan chorros de agua en todo el cuerpo, luego me atan y me ponen esa camisa sin salida de manos… Por ello es que estoy haciendo ejercicios para mover las cosas con el pensamiento, hasta ahora no lo he logrado, pero, puede que pronto lo haga, puede que un día mis sueños se realicen y pueda salir y caminar por las calles y luego correr a toda velocidad y tirarme al barranco para así saber si soy lo que parece que soy, es decir, un ángel, o un demonio, o una máscara prestada…

San isidro, abril de 2006

Sunday, April 16, 2006

Letras para mí...

Casi son la media noche... Casi tengo ganas de dormir, pero, hay algo, un hormigueo que me suda, que exprime los poros de los dedos de la mano, haciéndome sentar en esta silla y empezar a escribirte... ¿Quién eres?... Esa pregunta que no tiene respuesta y que me hace ser tan patético al momento de escribirte. Puede que dejes de leerme, es mejor. Cierto, es mejor que continúes tu vida hacia el futuro, que te olvides de este instante y que respires imágenes que anhelas que sucedan en tu vida, o, en todo caso, que aquellos temores, pesadillas, se esfumen a través del silencio de la noche, no lo sé en verdad, es mejor que no hagas nada, nada de nada, es mejor que te sientes y cierres los ojos y no veas nada mas que oscuridad, como si fueran las manos negras que ocultan toda realidad, o mentira que viene como cada día... ¡Oh! ¡Esta vida!... Silencios entre silencios, tormentas entre tormentas... Quién pudiera lanzarnos un brillo, un rayo, en esta eterna oscuridad y ver lo que el destino tiene para bañarnos, despertarnos... ¡Quien!... Silencio, silencio,... Shshshshshshs... Silencio que me aprieta la garganta, o el alma si te gusta lo espiritual, no importa. Silencio en mi vida y en la tuya, y puede que sea éste el umbral de toda muerte, de toda vida que duerme y duerme, y despierta y despierta, sueña y sueña, que duerme mientras respiras realidades que circulan por tus venas...

Mis padres me enseñaron a ser sincero, a decir mentiras disfrazadas, acolchadas, adornadas... Nunca aprendí a ser como ellos dibujaron, tatuaron en mi alma, nunca pude... Quizá por ello es que escribo, como si gritara esta realidad que no deja de respirarme mientras la noche me tapa toda verdad que se asoma tras este sueño... ¡Qué será!... Mejor dejarlos en entre dichos y seguir viviendo, tan como esta página que alberga a tantos gusanos, tantas cucarachas que pululan este mundo real, y que aman lo virtual pues se siente que viven mientras mueren...

Mis hermanos me usaron como esos muebles, esas decoraciones de interiores, nunca aprendí a ser mueble, siempre callaba la jeta porque de mis labios salían cucarachas, sonidos desacordes de tiempo y armonía.

Mis amigos vomitaron sus mentiras en mis ojos y yo callé, les mentí diciendo que les escuchaba, les comprendía, cuando fue después de leer toneladas de libros cuando aprendí lo que era escuchar, pues, sólo escuchando a los muertos se aprende a escuchar a quien vive, solo así, al menos para mi, al menos para ti, si es que vives... Y cuando duermo, mejor es no escribir esto que suena a mentira, pues sueño cosas que temo, que anhelo, hasta con Dios he soñado y nos hemos amado como niños, como hermanos, como padre e hijo, como amantes... Quizá por ello es que cuando despierto busco a Dios, pues siento que a su lado todo irá mejor, quizá estoy muerto, y soy una sombra de un vivo, de un Dios que amo tanto, que sueño tanto... Me voy a dormir que no es lo mismo que descansar, pues, solo quien sueña con Dios, o con la nada, puede dejar de soñar...

Escribe, siempre escribe, no lo olvides, pues son tus huellas, las huellas de tu paso por la vida... Escribe para ti, y, para mí, pues soy alguien que aprendió a escuchar el silencio en cada libro, en cada línea... Escribe, por favor...




San isidro, abril de 2006

Tuesday, April 11, 2006

El coro

Eso de cantar nunca me ha gustado, es algo que hago con cierta frecuencia; sobre todo cuando estoy contento, o estoy con miedo y tengo que llenar el temblor por otra cosa como la tonta repetición de una canción. Y esa fue la razón por la que fui a inscribirme, cuando niño, al coro del colegio en donde estudiaba, por miedo a que repitiera de año... Era bien posible que sucediera por mi pésima conducta, pero cuando escuché que el director estaba formando un coro tuve que meterme como sea para congraciarme con su indulgencia, y así, pudiera ser generoso con mis notas generales, pues todos los chicos del colegio nos llegamos a enterar que era un amante de la música coral.

Antes de pasar a pertenecer al coro, que fue idea de los padres de familia, además del mismo director, por razones ya contadas, todos los voluntarios tuvimos que pasar por un pequeño examen que era cantar frente a frente al mismísimo director, y a solas, y en su oficina, y a puertas cerradas... Todos los voluntarios eran chicas, y uno que otro chico, que lo hacía más por estar con las chicas que por ellos mismos. Veía que uno a uno desfilaba, se escuchaba un pequeño la-la-la-li-lo-lu-liuuuu... y luego nada, el alumno salía y entraba el siguiente. Cuando llegó mi turno, todo el miedo penetró en mi garganta como si tuviera una anaconda, pero, algo ocurrió que le hizo sonreír al director. Bien, algo bien, te quedas con el coro, me dijo. Salí de la sala del director como si hubiera entrado al paraíso, y con todos los ojos de los chicos puestos en mi cara... Cuando terminó de probar todas nuestras gargantas, el director salió y citó a los elegidos, agregando que fuéramos al día siguiente a su casa, después de clases. Éramos como quince, nos miramos las caras y vi que éramos tres chicos y doce chicas. No me gustó, pero qué podía hacer. Estaba tan contento que me puse a cantar despacito, pero lo suficiente como para que el agudo oído del director me escuchase y me dijese que le agradaba mi tipo de voz... Los quince chicos me miraron con celo, envidia, o algo por el estilo. No los miré, mas bien sonreí complacido por aquellas motivantes palabras, mientras recordaba mis notas, sintiendo que estaba a salvo. Fui el primero en llegar a la casa del director, que apenas llegué me hizo pasar a una sala en donde había en cada espacio de las inmensas paredes, cuadros, muchos cuadros con los rostros de gente con los cabellos largos como viejas mujeres; ahora ya sé que eran las caras de Mozart, y de todos sus amigotes... También había un piano, un púlpito, y una pequeña guitarrita que era un violín, eso lo supe cuando traté de tocarlo, y el director pronunció el nombre del aparatito. Luego, llegaron todos los chicos y ante el rostro emocionado del director, empezamos a cantar y cantar a lo largo de tres horas. Pensé que me iba a hacer cantar solo, pero no, no fue así, mas bien hizo cantar solo a un chico grueso, con cara de mono y que tenía la fama de ser el tipo mas burdo, tonto de todo el colegio, pero, a él lo hacía cantar todas la arias, a los demás, no, tan solo lo acompañábamos. Si ustedes vieran la cara del director cuando cantaba aquel mono, cómo se le metamorfoseaba la cara, parecía llenársele de dolor de muelas, compungido por un dolor estomacal, o agripado y apunto de estornudar, pues la voz del mono lo hacía extasiarse... Y así fue pasando el tiempo, también nos enseñó a bailar en una escena llamada Orfeo y Euridice… Y así fue nuestro entrenamiento, hasta que llegó la fecha de la gran actuación de fin de año... A todos los chicos nos hicieron vestir como angelitos, menos al mono y a mí. Al mono lo disfrazaron de árbol y a mí, de roca. No lo entendía pero así ocurrió. Cuando abrieron el telón, vi a todos nuestros padres mirándonos, llenos de orgullo, y demás cosas por el estilo. Fue entonces en que me puse muy nervioso, pues a pesar que me ocultaba tras el disfraz de roca, temblaba. La música empezó, y todos los chicos y chicas estaban ya en la sala de actuación, cantando y bailando... cuando de pronto llegó el mono vestido de árbol que con aguijoneante voz llegó a romper los cristales de la sala... Todos le aplaudían, menos yo que me llenaba de celos y rabia, pues aún no salía a escena, pero, salí, y cuando salí vi que todo el público empezó a reírse, obviamente por mi disfraz, pero cuando empecé a cantar con mi voz (según el director de barítono), no cesaron de reír. No podía soportarlo por más tiempo, eso era terrible para mi ego, pero continué. Meses y meses practicando para esta actuación, y todo para que se rían de mí, y de mi voz, era demasiado vergonzoso... Ya estaba a punto de botar todo al tacho cuando sentí que alguien me llamaba fuera de las cortinas del escenario, y escuché, y vi al director entrar en escena disfrazado de Dios, y le escuché cantar con la voz de un trueno, y luego, sin creer lo que sucedía, pues eso jamás lo habíamos practicado, era algo inesperado; el maldito director me cogió como un pedazo de cosa y me lanzó fuera del escenario, sobre una ruma de colchones que estaban bajo la sala. Fue algo nuevo, sorprendente que, apenas terminó la actuación, produjo la alegría y el estallido de todo el público hasta hacerlos aplaudir y aplaudir como si la lluvia del diluvio... La función terminó de esa manera. Todos los chicos se abrazaron, sobre todo el mono que fue el más aplaudido junto con el director... Y yo, bueno, mejor no recordar la escena, pues todos me miraban como a un tonto... Les miraba, y sentía tanta rabia, dolor, sin embargo, desde aquel día nunca mas tuve miedo de nada ni a nadie. Le miré al director cara a cara y me fui de la sala en total silencio. Todos me llamaban, pero yo ya no les escuchaba, tan solo recordaba las risas, y el miedo que se esfumaba de mi vida… Y mientras me alejaba del colegio, me juré cantar algún día como los dioses, como el mono... pero, el tiempo pasó, y ahora que ya estoy por los cincuenta, nunca pude conseguirlo, por más que lo intenté en diferentes pruebas que me invitaban... El motivo era que temblaba, y mi voz, también, pero no de miedo, era así mi voz, la de barítono. Ahora solo cantó en la soledad de mi vida y en la oscuridad de mi buhardilla... Seguramente soy de esos que guarda el mundo para después de la muerte, para abrir el manto de su genio y ser al fin, una estrella...



San isidro, abril del 2006

Thursday, April 06, 2006

madre

Mi madre es como mis manos, mi alma, mi corazón, algo tan mío como este aliento que respiro... Quiera Dios darme la gracia de seguir aprendiendo a ser hijo, amigo, compañero de ella que, aunque pequeña, frágil, paciente, tiene algo magno que brota a través del brillo de sus ojos...

Nací como todos los que circulamos por esta tierra, de su vientre a la tumba, así como todos, pero guardo el sentimiento de que Dios es bueno al haberse manifestado en la luz de los ojos de una madre...

Ya, ya, ya sé que exagero, pero qué importa lo que se piense cuando el amor me embriaga en este momento en que mi madre cuida mi deteriorada salud, en que me dice lo necesario, lo adecuado para continuar aprendiendo a vivir, a volar así como las aves en el cielo...

Y cuando los brazos de la tierra la respiren, dentro de mí abrigaré un sentimiento, aquel que tuve cuando la encontré mirándome a los ojos, mientras bebía de su pecho...




San isidro, abril de 2006

Monday, April 03, 2006

Los dedos del sueño

Los sueños son terribles... allí no puedes esconder ni uno de tus temores ni amores, nada. Esto es lo que me ocurrió esta noche mientras dormía:
“... Un señor de no más de cuarenta años estaba sentado en la silla de mi casa. Vi a una señora que venía con el periódico en la mano y se lo alcanzaba, le daba un beso en los labios y luego le decía en el oído algo. El tipo reía y asentía. Iba acercarme y preguntarle: ¿quién era?, cuando todo comenzó a esconderse, o achicarse mas y mas hasta desaparecer, o en verdad, convertirse en un par de cucarachas caminando alrededor de un pedazo de vómito... El vómito era mío. ¿Cómo lo supe?, pues estaba con un dolor de estómago y algo continuaba saliendo de mi boca, por eso lo supe. Me paré, me limpié la boca y fui hacia el baño a ducharme. Me dolía la cabeza, como si tuviera albañiles en mi cerebro tratando de tumbar las paredes de mi conciencia. Me desnudé y cuando iba a entrar a la ducha vi nuevamente a este Señor desnudo en la ducha... y lo peor es que no estaba solo, estaba con su esposa. Los dos desnudos, haciendo el amor de una manera asquerosa, como si fueran monos hambrientos... Era tan loco todo que el agua que caía de la ducha era de colores, como si fuera un arco iris. ¿Qué diablos me habré metido?, me dije, pero la escena no terminaba. Me alejé sin que ambos se dieran cuenta, y fui hacia la entrada de mi casa en donde estaba el control del agua general. La corté. De pronto, escuché un grito terrible. Me quedé helado. ¿Se habrán molestado?, me pregunté. Esperé, esperé mientras escuchaba unos pasos, eran pasos de pies desnudos, mojados, cada vez mas cerca. Tuve que esconderme tras la puerta del guardarropa, y cuando los pasos estaban a mi vista pude ver dos inmensas cucarachas pintadas de colores así como el arco iris. De pronto, se me escapó un eructo y vi que las dos cucarachas miraron el guardarropa en donde estaba... Extrañamente les vi medio asustados, eso me dio un raro valor, y sin pensar salí del guardarropa gritando como un poseso, haciendo que los dos seres se asustaran y retrocedieran hasta llegar a la puerta del baño, mientras yo me les acercaba mas y mas... Me sentía un gigante, un ser muy malo, maldito, o algo por el estilo. Les vi entrar en el baño, cerrando la puerta. La traté de abrir y con patadas y palazos la abrí. Entré y vi que la ducha estaba abierta, con toda el agua que se estaba desbordando... y con toda mi ropa mojada. Era un caos. ¿Y las cucarachas?, me pregunté. Habían desaparecido... Cerré la ducha, limpié y sequé el baño, y luego entré a bañarme. Mientras lo hacía sentí que alguien más me jabonaba. Me asusté y nada, no había nadie... Me sequé, salí del baño, me vestí y fui hacia mi trabajo. En el trayecto vi a dos personas que me observaban, extrañamente se parecían a las personas que vi bañándose en mi casa... Los saludé con los ojos, pero ellos comenzaron a reírse como si fueran dos cucarachas, dos ratas, o algo por el estilo... Bajé del auto pero no pude dejar de escuchar esos extraños chirridos, que parecían ser la risa de ratas, insectos, monos, o ¿sería mi propia risa?, ¿aquella que tengo dentro y que nadie mas escucha?... No lo entendí ni deseé pensar mas, y en vez de ir al trabajo decidí entrar en la cantina de la esquina. Pedí dos botellas de cerveza y me puse a escribir mientras tomaba y tomaba... Luego, no sé más...”
Ese fue el sueño, un extraño sueño, pero con un mensaje, para mí... Trato de entenderlo, pero, habrá que esperar... ¿no lo creen?


San isidro, abril del 2006