Monday, March 17, 2008

siempre igual...


encendí el auto, no arrancaba. me fijé en el medidor de gasolina y estaba casi al cero. recordé el aviso de mi esposa: ¡llénalo!. me quedé sentado en el asiento, con las manos en el timón cuando se me ocurrió volver a intentar encenderlo. arrancó. sonreí, pero no supe de qué, si igual iba a ir a mi casa, cambiarme, hablar con mis hijos, esposa, llamar o recibir llamadas, cenar, ver a mi perro, mirar al cielo, mirar los muebles, mirar la TV, mirar, siempre mirar... puse primera y salí del estacionamiento, pensando que no iría a casa, ni llamaría, no, no haría nada de eso, mas bien, iría a una gasolinera y llenaría el tanque del auto al tope. llegué inexplicablemente, sin que el auto se hubiera quedado, y apenas vi al empleado, le pedí que llenara el tanque. lo llenó. mientras lo llenaba miraba a la gente del lugar. la mayoría eran parejas de gente joven. recordé mi juventud, mis aventuras, mis cosas y sueños de muchacho. volví a sonreír y pensé irme a otro lado. terminó el muchacho de llenar el tanque y le pagué. partí y salí rumbo a las afueras de la ciudad. maneja siempre derecho, pensé. encendí la radio y escuché clásica. era Bruckner, me encantaba, sólo a mí pues a mi esposa e hijos no, nada de música de muertos. seguí manejando hasta llegar al peaje de salida. una joven me pidió unas monedas por el permiso y le pagué. me sonrió y por un instante quise conversar con ella. era bella y joven, y presentía que sentía lo mismo que yo, pero no, mejor no, pensaba, mejor sigo adelante, siempre sin mirar atrás... la noche cubría mis pensamiento y el sonido de Bruckner. las luces de la carretera se hacían mas y mas escasas. hubo un instante en que sólo encontré la luz de mi auto... me gustó y pude apreciar el sonido del mar... ¿mar?, pensé. iba a detenerme pero no, mejor no, vaya a saber uno en dónde diablos se mete... ¿el mar?. mejor sigo, siempre es cortés dejar todo por los instintos mas profundos. seguí y llegué a pasar por un pueblo en donde las luces eran tan desoladas como las sombras de los parques de aquel pueblucho. miré a los perros que ladraban mientras pasaba y vi en una cara del lugar a una manada de muchachos corriendo de un lado a otro. y todos estaban desnudos, chicos y chicas con una fogata o antorcha en las manos... y casi percibí sus risas y sentí, casi, sus miedos. seguí mi camino hasta salir del pueblo y una luz mas brillante que la luna me encegueció. era un trailer que se cruzaba por mi lado, como si fuera un dragón lleno de fuego y con olor a basura... seguí y nos cruzamos... ¿estaré muerto?, pensé. seguí adelante y todo se hizo negro, menos las luces de mi auto y el sonido de Bruckner. era extraño, ni por un segundo recordé a mi familia, nada, sólo recordaba el lugar mas bello que tenía en casa, que era el balcón... desde allí miraba el cielo y las calles ennegrecidas por la noche. miraba las ratas y gatos y basurales. las luces de neón y esa gente balanceándose por las paredes de las calles... y esa luz de enfrente en donde un anciano me miraba como diciéndome: ¿hasta cuando?. sonreí de nuevo y seguí mi camino hasta que vi un grisáceo que orlaba toda mis vista. sí, estaba amaneciendo, y recién despertaba el día, yo, yo seguía adelante, siempre igual, sin mirar nunca mas hacia atrás... puede que girara la cabeza y estaría sentado en el balcón de mi casa mirando el cielo y la aurora de cada mañana con sus trinos y sus cantos eternos de cielos perdidos y estrellas moribundas... seguí adelante, sí, eso hice hasta que el tanque quedó vacío. me detuve y supe que debía volver. salí del auto y me puse a esperar el siguiente auto...


san isidro, marzo del 2008