Sunday, November 11, 2007

alegría



salía del taller cuando vi a un joven cruzando la pista. tenía el rostro lleno y alegre. podría decir que era un tipo feliz. quería hablarle, decirle que envidiaba su sana alegría, pero callé, no dije ni pío. seguí en mi auto cuando el mismo jovencito se acercó y me pidió un cigarro. no fumo, le dije. está bien, pero... ¿por qué me mira de esa manera?, preguntó. le respondí que no, que si en efecto le estaba mirando no había mala intención ni nada de esos espacios, al contrario; le dije que es bello mirar personas llenas de contento porque me hacen sentir que yo puedo lograrlo, y que si le era posible me dijese cuál era su secreto. el muchacho sonrió y me dijo que no tenía un secreto, que tan solo disfrutaba de la vida, que trabajaba y que tenía amorosos padres, y que si algo tenía de malo, eso era su salud porque tenía leucemia. callé y sentí pena. pareció que el muchacho se dio cuenta de lo que sentía y me dijo que no me sintiera de es manera, que no era necesario, que su vida sería breve pero que mientras la tenía alimentaba su alma, corazón, con largas y sentidas respiraciones, pues eso era la vida para él, una cadena de respiraciones... le miré y le dije gracias. de nada, respondió para luego alejarse de mi auto, seguramente rumbo a su hogar, con sus padres y amigos, y, su terrible enfermedad... le miré y sentí que veía a un hombre contento de verdad, aunque estaba condenado, como todos nosotros...


san isidro, noviembre del 2007

extraños queridos seres



tengo que decir la verdad... tengo que decir una mentira, una historia de niños y animales. tengo que salir a la calle y caminar por lo menos dos horas para fortalecer al corazón. tengo. tengo. ¿qué tengo?. un auto, mujer, hijos, dinero, trabajo, casa, amante, libros, cuentos... tengo, tengo... qué palabra de mentira me digo o pienso para mí cuando llega el medio día cuando escucho la voz de mi padre diciéndome que baje de las nubes para que empiece a laborar en su viejo taller de carpintería. ¿podemos hacer cruces?, le pregunto a papá. me mira y con un martillo y los clavos en la mano me grita que si no empiezo me va clavar en una cruz. me gusta la idea pero el rostro colorado de papá me asusta. bajo de mi cuarto y con una escobilla limpio todo el taller. de pronto encuentro un muñequito de madera. lindo el cosito. lo cojo y le hablo. este me mira así como todos los cuadros, todos los libros, en silencio. ¿eres arte?, vuelvo a preguntarle. me mira, y yo lo miro cuando siento un golpe en mi cabeza. volteo y es mi padre con su carota gorda y colorada, gritando cosas que no puedo entender porque aún me encuentro conversando con el muñequito. me paro y prosigo con la limpieza hasta que llega la noche. miro al viejo y ya no está. camino a su mesa de trabajo y veo una nota para mí. dice que guarde todas las herramientas antes de irme a casa. obedezco. termino y aún con el muñequito me voy caminando hacia casa. me detengo en una tienda y pregunto si tienen ropa para muñecos. no, responden con caras extrañadas y ojos sorprendidos como si vieran a un dios. me voy y saco del bolsillo al muñeco. llego a casa y encuentro a mi mujer. la saludo pero esta se queda callada, luego, alza la voz, diciendo lo mismo de todos los días... ¡la plata no alcanza!. entro a mi cuarto y antes saludo a mis dos hijos, ellos responden con un beso y siguen sentados frente a la televisión, hipnotizados por vivencias ajenas, pero mas sentidas que su realidad... los comprendo, huyen, como todos. entro a mi biblioteca y miro mis libros, cuadros, textos escritos, máquina de escribir... saco el muñeco y lo pongo junto a los libros... me siento mirándolos un rato cuando veo que el muñeco se levanta y camina hacia uno de los libros. lo abre y entra como si fuera su casa. escucho un jolgorio dentro de aquel libro. no sé si tocarlo, abrirlo, no sé, pero me paro y lo abro... es hermoso... o, inédito. en cada una de las páginas del libro aparecen personajes y todos ellos me hablan y repiten palabras. veo al muñequito que les cuenta su historia. me quedo escuchando hasta que alguien toca la puerta de mi biblioteca. cierro el libro y me levanto para abrir la puerta. es mi hijo con un libro en la mano. es bello, me dice. gracias hijo, respondo. quiero abrazarlo pero este me da un beso en la frente, y siento que alguien comprende mi vida, alguien, alguien, pero, nunca es suficiente, nunca, nunca, nunca...




san isidro, noviembre del 2007