Monday, October 31, 2005

La Obra Maestra

Bajaba las escaleras con el sentimiento de que jamás volvería a ser igual, y cómo podría serlo después de ver el cuadro más hermoso que jamás haya visto quemándose delante de mis ojos, junto con su creador... Por más que hice el intento no pude rescatarlo, parecía que ambos deseaban unirse en ese ardiente y doloroso abrazo de llamas. Sí, fue muy doloroso.

En mis manos aún tenía uno, quizás el mejor, de los tantos lienzos quemados. Lo llevaba para guardarlo, para que cuando lo mirase pudiese recordar a la misma belleza en su lienzo... Tarea estúpida, pero qué mas me quedaba si ya todo había terminado para mí, su hermano que costeó toda su carrera, y que por mas que quise sanarlo de su espíritu creativo no pude conseguirlo ni salvar todo lo que creaba, que era bello y que gustaba quemar... hasta que encontró su obra maestra que era una casa en medio de un bosque en donde toda una familia de niños, mujeres, hombres y ancianos estaban ardiendo bajo las llamas de un ser encantado, un ser hecho de fuego que se acercaba y chamuscaba a toda aquella dulce familia... Verlos así, con los cuerpos inflamándose con los rostros de dolor, era impresionante. Eso le dije a mi hermano, mientras continuaba trabajando en esa obra maestra... hasta que llegué y los encontré a ambos hecho un amasijo de fuego.

Vi como llegaban los bomberos, los policías, y cientos de curiosos, y continué caminando rumbo hacia mi posada. Cuando llegué fui directo hacia mi cuarto. Lo cerré con llave y abrí el lienzo quemado... Oh, era terriblemente hermoso, aun en ese estado, pues veía que, extraordinariamente seres carbonizados empezaban a moverse, salirse del lienzo quemado y empezar a inundar todo mi cuarto con su negrura total, mientras que un hilo de humo serpenteaba bajo el entorno de todo mí ser. No podía ser, pero su obra, el lienzo de mi hermano era perfecta, eterna, tenía el movimiento de un negro escarlata... Pero cómo expresarlo al vulgo si ahora, era élla quien tomaba mi vida y la convertía en una masa de carbón y humo. De pronto vi que una lucecilla brotaba de aquella oscuridad en que me hallaba y corrí lleno de dolor como un poseso, y cuando llegué vi al hermoso ser de fuego que con unos ojos maravillosos empezaba a atraerme a sus brazos. Era hermoso y terrible al mismo tiempo... No supe cuanto tiempo pasó, pero entre gritos, dolor, ahogo, y tantas cosas mas, me vi convertido en una especie de humo que se expandía entre todo este nuevo universo poblado de una luz dorada y cientos de formas en llamas, como que no dejaban de trabajar, de buscar nuevos buscadores de la cruda belleza...


San isidro, octubre del 2005

Sunday, October 30, 2005

Partículas

Estaba en la ducha mientras una lluvia de pensamientos, preocupaciones, recuerdos mojaban mi alma. Quisiera dejar de pensar, me dije. De pronto, tan solo sentí que el agua bañaba mi piel, y el sonido de la ducha era una tormenta... fue bello, muy bello el saber apreciar el momento en que vives, tan solo vives el momento haciendo que el milagro más grande te llene tu propia existencia.

Salí del baño y cuando me vi frente al espejo tuve que sonreír pues no era tan bello como pensaba. Las arrugas, el brillo en los ojos, el escaso cabello me hicieron entender que soy un ave de paso, que estoy deslizándome a través de este mundo sin saber mucho ni poco, tan solo vivir el milagro, el instante, nada mas...

Ya en mi cuarto no supe si ponerme a escribir, dormir, leer, ver una película, o nada de nada. Decidí escribir un momento, contar lo que decía mi fantasía, y escuché que unos hombres llegaban desde muy lejos, vestidos de harapos y no tenían manos ni pies, se arrastraban con culebras y de sus voces pude entender que todos eran una parte de mí. Me asusté y dejé de escribir un momento... pero no pude, así que volví a dejar que la nave de la imaginación me cargara y vi que todos los hombres y mujeres del mundo tocaban mi puerta, uno tras del otro en una cola interminable, y todos tenían un poema escrito en sus manos, y todos querían leérmelo... fue horrible cuando de sus voces salieron personas de todos los tamaños, colores, formas y cada uno flotaba en el aire... Dejé de escribir, me volví a asustar, pero no pude... vi que mi cama estaba fría, así que volví a soñar, y soñar, y soñé que vivía en Marruecos, y en mi cama había dos mujeres, las dos eran hermosas, pero estaban vestidas de negro, tan solo podía verles las caras, eran tan bellas, grandes como estatuas de carne, blanditas pues cuando las toqué mi mano se hundió en sus carnes, las apreté con fuerza y sin querer les arranqué un trozo de sus cuerpos, me asusté nuevamente... así que preferí dejar de soñar y no volver a escribir de cosas tan raras que flagelaban mi conciencia.

Decidí salir a la calle. Me puse un sobre todo y fui hacia las calles de mi vieja ciudad. Me encontré con un perro, me agaché y el perro movió su cola, luego comenzó a lamerme la mano, la cara, me gustó. Continué mi camino mas contento pues tenía al perro a mi lado. La gente que pululaba como sombras nos miraban con los ojos brillantes así como los gatos, me asusté y decidí volver a mi cuarto. Y cuando entré vi que una persona estaba escribiendo sobre mi máquina de escribir. ¿Quién eres?, pregunté con voz segura pues el perro aun estaba a mi lado... Pareció no escucharme. Volví a preguntar, pero nada de nada. Caminé hacia el tipo y cuando le vi de frente no supe quien era, pero esas manos, esos ojos, esa forma de escribir me hizo pensar que era una partícula de mí ser, y que yo en esos momentos estaba dentro de uno de sus millones de sueños... Miré al perro y ambos volvimos rumbo hacia la noche, como una de las tantas sombras que viven en la oscuridad del piso y paredes...

San isidro, octubre del 2005

Rios de vida

Quisiera contarte toda mi vida

pero este misterio es tan corto,

prefiero decirte que estoy solo

como un cactus en pleno desierto

chupando la vida escondida

que fluye de dentro de mi

Hay tanto de mí en mí

que puedo cerrar este hueco,

esta página en blanco

y suprimirme como un loco...

Seguro que mis padres,

hermanos y amigos

dirían mil cosas,

pero no importa cuando sé

que al fin puedo lanzarme al vacío

y flotar como un ave,

volar con mis plumas imaginarias

y mirar desde arriba,

desde abajo,

desde todos lados…

tu mundo y el mío,

y los otros también…

Te diré que hay luz

en la negra oscuridad,

que los coros resuenan

en la casa de dios

y que hay dulce en el aire

pues la alegría se puede respirar…

Pero es mejor que no

te diga todas mis cosas,

pues así podrás escapar

de todas tus sierpes

y dar pasos solitarios

hacia un llano de arena eterna,

con esos bichos que no dejan de chupar

este instante

y todos los demás…

Prueba la vida,

es dulce cuando puedes respirar la alegría

y cuando haces un río de todas tus cenizas…

Para un instante

y deja de respirar…

Sabrás que no hay nada

como esta bocanada que pasa y pasa

como esos ríos de piedras y agua

que suena bonita y sacian

todas las sedes…

Quisiera contarte más de mi vida,

pero mejor cuéntame tú…

¿qué has hecho hasta el día de hoy?

San isidro, octubre del 2005

Movimientos Verdaderos

Entre a su cuarto y encontré miles de libros, cuadros en cada una de las paredes de la mansión, muebles totalmente abandonados y apolillados... Caminé por entre todas las joyas artísticas hasta llegar al escritorio del poeta. Y allí le vi, tirado sobre miles de hojas en blanco, y en cada una de ellas revisé que tan solo una palabra se repetía y repetía, en todos los tamaños y en diferentes colores. Se volvió loco, pensé mientras cogía uno que otro papel, como buscando un poco de claridad, entendimiento del porqué un hombre de su riqueza y talento se hubiera encerrado de aquella manera, pero no pude entenderlo, tan solo recordaba aquella palabra escrita, aquella palabra que mi hizo dejar de soñar y vivir aquella palabra.

Salí de la mansión y tomé un coche que me llevaría de vuelta al inicio de esta aventura, la aventura de la búsqueda de la verdad, el inútil esfuerzo de cada alma que camina sobre la tierra. Pensé que este hombre que había amado a través de su arte, cartas, vida, genio, tenía la respuesta al fin de mi búsqueda, pero me engañé. Tan solo era uno como muchos que bordeaban como esos tiburones la sangre de un ser humano buscando saciar su hambre y curiosidad.

Bajé en el Diario y me puse a escribir la muerte del poeta. Mi artículo saldría al día siguiente, y sabía que nadie creería lo que puse, pero esa era mi experiencia. La verdad no existe, no hay que temerla. Luego de terminar de escribir mi artículo se lo puse encima del escritorio de mi editor al mismo tiempo que le anunciaba mi renuncia.

Llegué a mi casa y cogí mi maleta, llenándola de ropa y cosas necesarias para mi último viaje. Dejé una nota a mi amiga en donde rompía todas nuestras relaciones. Llamé al aeropuerto y separé un boleto para Roma. Sí, iría nuevamente a buscarme a mi mismo, a mi pueblo, en Florencia, Toscana... Alquilaría un cuarto y me pondría a pensar y pensar, en paz.

Llegué a mi pueblo y todos mis amigos habían envejecido, o se había ido hacia América. Todos mis familiares estaban lejos. Esto era ideal pues no deseaba que nadie me reconociera. Cada día salía a pasear por los parques, las calles de la vieja ciudad, las Iglesias, las viejas rutas y posaderas... Todo estaba más muerto que antes, pero, había algo en ellos que me decía que debía quedarme allí para siempre. Sí, pensé, para siempre. La verdad, la verdad, verdad, en eso pensaba de día y noche, recordando la palabra que el gran poeta italiano había escrito millones de veces..."Verdad".

Todo seguiría igual sino fuera porque una mañana, en uno de mis paseos, vi a un niño que era idéntico a mí mismo. Me le acerqué y el se acercó.

- ¿Qué buscas?

- La verdad... - le dije.

El niño, que era yo cuando niño, o en todo caso una ilusión, o qué se yo, comenzó a reír y reír y reír sin parar... Y cuando le quise decir que callara, sentí que su risa se volvía como una onda que me arrastraba hacia un lugar lleno de millones de voces. Traté de gritar pero no pude. Y cuando cobré la razón me vi echado en una banca de mi vieja ciudad con cientos de niños que no dejaban de mirarme. Me traté de levantar y no pude. Estaba sin piernas ni brazos. Es un sueño, me dije. Cerré los ojos rezando para que despertase de aquella sombría ilusión y cuando los abrí me encontré con mis hermanos que me miraban asombrados diciendo que al fin había hablado. Traté de moverme y mi cuerpo era la de un recién nacido. Maldije mi locura y nuevamente cerré los ojos, pensando en el lugar en donde caería, y cuando los abrí, me vi sentado en un escritorio escribiendo una y otra vez sin poder dejar de escribir una sola palabra: "Verdad"... Grité, y perdí la conciencia, luego vi que alguien muy especial, se acercaba, miraba mis manos inmóviles, mis hojas escritas, mi oscura casa, y luego, lo vi alejarse de mí... llevándose mi esencia, mi conciencia, mi ser, sobre sus hombros, sobre cada partícula de sus sentimientos... Y entendí, realicé, que yo, que yo era un viajero, una pluma movida por el viento, un instante fluyendo a través de los momentos eternos… La Verdad era todo, todo movimiento entre movimientos...

San isidro, octubre del 2005

El creador

Acabada la sesión hubo un segundo, quizá un momento de silencio. El primero en levantarse fue el menor de toda la familia, luego, le siguieron la madre, los hermanos, los tíos, primos y por último cuando ya no había nadie mas en la sala, se paró el patriarca y cogiendo todos sus libros se fue directo a su biblioteca… Mientras pasaba por todas las piezas atiborradas por todos sus familiares agudizó su oído y escuchó lo siguiente:

“Quizás debamos esperar los resultados, dijo uno. La verdad es que no lee bien es preciso aclararle ese punto, dijo otro. No creo que su obra esté terminada, como dicen los artistas es mejor dejar que la masa se fermente para apreciar su aroma verdadero, dijo otro mas.”

Imbéciles, pensó el patriarca y se prometió no volver a escucharlos mas y se juró no compartir su obra con nadie que no sea el menor de su hijos que contaba con escasos siete años. Entró a la biblioteca, cogió una pluma y papel y continuó escribiendo sus poemas y cuentos a lo largo de toda la noche… Qué importaba si su esposa le tocaba la puerta si su vida estaba mientras se entregaba a sus líneas, qué importaba que nadie se le acercase con los oídos destapados si el arte es tan solo cuestión de gusto y no de opiniones generosas… Eso pensaba cuando en medio de las sombras apreció el menor de todos sus hijos cuando ya eran pasadas la media noche. Le tocó el brazo y le dijo si podía leerle un cuento porque no podía dormir. El padre sonrió y cogiendo su recién acabada obra se puso a leerle a su hijo menor. No pasó un instante cuando el niño cayó dormido en su regazo. Lo miró con ternura y en toda la oscuridad y silencio de su casa lo llevó a su hijo a su cuarto para echarlo a dormir en su cama.

Ya estaba por amanecer pero él continuaba escribiendo. Narraba la historia de dos personas que habían viajado tan lejos de sus hogares, jurándose mientras se despedían que se escribirían cada semana. Cosa que hicieron al principio pero con el tiempo ambos se olvidaron. Y cuando llegaron a viejos, con fortuna uno, y el otro con miseria, quiso el destino unirles un instante en la esquina en que se despidieron ambos jurándose escribirse. Miraron la misma salida del tren, el piso de madera que ahora, después de más de cincuenta años había cambiado por uno de mármol blanco. Y ambos, mirando en paralelo la hora en que ambos iniciaban la partida en los trenes que llevaban uno hacia el sur y el otro hacia el norte, pensaron un instante en sus propias vidas… “No fue como pensaba”, pensaron ambos al mismo tiempo. Sacudieron el ensueño que se instalaba en sus conciencias y se encaminaron hacia la realidad. Uno se apretó su lujoso sacó de piel de oso, cogiendo su maleta de cuero llena de documentos y dinero en efectivo, pensando en la cita que le esperaba cerca de una hora mas por lo que tenia que tomar el tren hacia el sur. Mientras que el otro cogió su deshilachado sacó, se ajustó su chalina y sombrero y cogió su puñal buscando a quien asaltar pues hacía más de dos días que su precaria familia no recibía bocado… Ambos tuvieron suerte. El rico creyó reconocer a su viejo amigo mientras que el pobre miraba con ojos asesinos el lujoso saco y maleta… Cuando ambos se alejaron, el miserable llevaba una daga ensangrentada, una maleta llena de dinero y un saco fino de piel de oso. Y mientras se alejaba comenzó a recordar que su suerte cambiaría, y pensó en su viejo amigo que hacía mas de cincuenta años no veía…

Es un buen cuento, pensó el patriarca, mientras escuchaba los primeros trinos de las aves matutinas. Cogió las hojas y las guardó en su portafolio. Bajó a tomar su desayuno y se dispuso irse a trabajar. No encontró nada servido. Miró su reloj y aún no eran más de las seis. Alzó los hombros y salió hacia el taller, pero antes fue a ver a su menor hijo a su cuarto. Lo vio que estaba vestido con ropas miserables y llevaba un cuchillo en las manitas, le miró a su padre vestido elegantemente cogido de una maleta de cuero y notó que sus ojos brillaban de temor, como si fuera una presa a quien cazar…

San isidro, octubre del 2005

Wednesday, October 26, 2005

¿No me conoces?

Quisiera haberte conocido,
allí cuando de niña jugaste como nadie
a la sombra del viejo árbol de roble
mientras los niños miraban
con ojos abiertos, brillantes
y llenos de asombro…
es que, eras
mitad niña,
mitad ángel…

Tenías pocos años
y la vida era de colores:
verde, azul, amarilla…
así como el cielo,
el campo y el sol...

¡Y cómo reías y reías!
Jugando de día,
de noche, de tarde...
Era un recreo tan lindo y tan corto...

Tus piernas crecieron duras como el roble
Tus manos capaces se hicieron
Y tu alma aprendió que no había nada
para que el amor se hiciera tu dueña...

Amaste

¡Y como amaste!

Viviste así como viven
los niños y las aves del campo,
dejando que tus pies
no se alejaran de la tierra,
y tus sueños no volaran tan alto…

Como todos nosotros
descubriste que es fácil errar,
muy fácil,
pero qué difícil era continuar
tras tu sueño, tu vida hecha con ladrillos
de corazón y sudor...

Tuviste una casa,
luego un jardín
y en ella sembraste
las flores mas bellas
y a cada una le pusiste
los nombres secretos
escondidos en tus sueños
y tus sombras queridas...
Ellos fueron se hicieron de carne y de amor
Tus hijos e hijas

Tuviste toda una vida de flores,
aromas y cantos sin tiempo ni espacio...
Aunque la pena y el dolor
cargaras sobre tu espalda,
esperando el momento
en que la noche mas larga
tuviera los aires de paz...

Ya se que no me conoces

¡No importa!

Todos somos iguales
así como las flores
con sus aromas y colores
Todos sabemos llorar,
así como la lluvia y
los ojos de una madre...

Si...
Todos sabemos
que en los brazos de dios
estamos pegados
como los dedos de su mano...

No te conozco,
pero tu me conoces...
Cuando miras el sol
Cuando cierras los ojos
Cuando respiras largo y tendido
Allí, allí, allí...
Allí estoy yo



San isidro, octubre del 2005

Tuesday, October 25, 2005

El perdido

Recién despertaba y un dolor de cabeza me hizo recordar todos los sueños que había tenido mientras dormía... Vi a mi hermano paseando por el centro de Europa vestido de oro y pieles de animales. Vi a mi hermana llena de hijos habitando en una casa parecida a las jaulas del zoológico, con sus cuerpos desnudos y llenos de pelos en las piernas y brazos, con los ojos redondos y abiertos así como los pescados. Vi a mi padre del tamaño de un edificio de nueve pisos que con los brazos de cemento y sus ojos de ventana trataban de pegarme para que no escapara de casa. Vi a mi madre que con una señora negra trataba de darme de comer toda una montaña de verduras, frutas, menestras y carne. Cierto. Fue, nuevamente, la pesadilla de siempre, pues toda mi familia no existe desde hace años, desde el día en que con una pócima de veneno para ratas les maté, para que luego me encerraran en un loquero, solo como una cucaracha, sin que nadie se enfrente a mi vida…. Solo, solo, es terrible estar solo con un pasado lleno de dolor, de sueños terribles, de sentimientos que nunca podré realizar, por eso es que duermo, y antes de dormir oro porque no vuelva a soñar, no lo deseo, pues por culpa de uno de aquellos sueños en que me vi a mi mismo, diciéndome que si matara a toda mi maldita familia dejaría de soñar, y podría sentir la paz, la tranquilidad de vivir como un ángel... pero todo fue mentira, por eso es que no creo nada de lo que sueño ni de lo que me dice mi cabeza ni la gente... pero qué se le va hacer. Uno despierta y siente un dolor de cabeza. Uno duerme, sueña y siente un dolor en el alma. Todo se ha vuelto horroroso, por eso es que no deseo abrir los ojos ni escuchar a nadie ni hablar con nadie, pero estos tipos vestidos de blanco me arrastran como un gusano y me dan una y otra vez pastillas para que hable, que cuente las cosas que sueño, que he vivido, que he pensado. Es terrible vivir así, muy feo, horripilante, así como el rostro que veo cuando me enfrento al espejo... Es terrible, y en verdad, pueda que toda esta realidad sea un sueño, de esos que nunca han terminado ni comenzado, pueda que sí, pueda que no…



San isidro, octubre del 2005

Sunday, October 23, 2005

Los Ancianos

Dos ancianos estaban en una vieja casa
Un perro nos observaba a la luz de una lámpara
El reloj no cesaba de martillar mi cerebro
La noche parecía no querer salir de mi oscuridad
Un pensamiento se mezclaba a mi conciencia
Las paredes constantemente me llamaban
con sus cuadros y arañas, y el beso de la humedad
Los coros de Beethoven
trataban de arrullarme a través de una radio,
sí, todo ahogaba mi existencia…
Y cuando los ancianos empezaron a roncar
supe que era hora de escapar

Me paré en silencio total,
y abandoné la casa de los dos sabios
para siempre...
deseaba encontrar mi propio conocimiento
y mi remoto verdadero ser...


San isidro, octubre del 2005

El joven

El joven que estaba delante tenía la apariencia de tener no mas de veinte y un años sin embargo sus ojos negros parecían eternos, el gesto de su rostro era maduro, la paciencia que gozaba al escucharme hacían sentirme delante de alguien sin edad ni lugar fijo, pues, si bien estaba delante de mi, parecía estar en todos lados: en el rostro del mesero que nos servía el menú, en la mujer de ojos negros y cabellos rubios que no cesaba de observarnos, en el muchacho sucio y malsano que cuidaba mi auto en la puerta del restaurante en que ambos almorzábamos... Sí, lo sentía en todas partes.

- En verdad le digo, hoy podrías conocer a dios dentro ti, tan solo tienes que buscar dentro tuyo, cerrar las puertas exteriores y sentir eso, eso que llevas dentro, como si colocaras un sensor, un micrófono para ver lo que ocurre en tu interior, créeme, es así... – le dije.

Bajó su mirada y empezó a comer lo que estaba servido en su plato, y mientras colocaba cada porción de su almuerzo en su boca, parecía sonreír, y con ese gesto, responder que no me creía...

- Guide dijo que es bueno confiar en la gente que busca la verdad, y es mejor dudar de quien dice conocer la verdad – respondió.

Callé, no supe que responder, tenía la cuchara del menú en mi mano y no empezaba a comer, estaba paralizado, como muerto… Sino fuera porque el mozo me preguntó si el sabor de la carne en mi plato estaba bueno, reviví, y empecé a comer... una cuchara, luego otra y otra y otra. Le dije al joven de ojos negros que el plato estaba bueno, pero no dijo nada.

Cuando terminamos de comer, llamé al mozo para pagar la cuenta pero el joven me miró a los ojos diciéndome que él pagaría por esta vez. Salimos y subimos al auto. Le pregunté hacia donde se dirigía. Me dijo que quería visitar a un amigo que estaba muriendo... "Hace tres años que no le veo, y es bueno ver a los vivos, para recordarlos cuando no lo estén", agregó.

Lo llevé a la dirección que me dijo y cuando bajó le extendí la mano, preguntándole cuándo volvería a verle. "Antes que te mueras", respondió con una extraña y fría sonrisa que parecía no tener edad ni lugar... Lo vi alejarse, ya era de noche, las luces de la ciudad estaban prendidas... sin embargo, aquel muchacho no tenía sombra. Temblé, y recordé que en un momento de mi vida me dije que la vida era tan plena que si estuviera frente a frente a la muerte, no temblaría, y si él me pidiera irme a su lado, le seguiría con alegría y gratitud por toda la vida que he llevado, pues ha sido buena, muy buena… Pero ahora, al verle frente a frente, en el cuerpo de un joven, y en un viejo restaurante, sentí que aún no estaba listo ni conocía la verdad...



San isidro, octubre del 2005

Saturday, October 22, 2005

Dicha

Llegó a su oficina y prendió la máquina fotocopiadora. Puso papel para empezar a trabajar pero la máquina no funcionó correctamente. Miraba las copias y veía que todo salía mal, oscuro, borroso, chueco... mal, terrible en una palabra. Respiró profundo acordándose del método de relajación casero pero nada, nada... Una erupción como infinitos gritos internos clamaron, pidiéndole que la vida no tenía sentido, que la noche era un mar de sueños pegajosos y pesados, por lo tanto, la vida no tenía sentido... ¿Llamar al técnico para reparar su ya magullada fotocopiadora? ¿Ver que su negocio estaba cada día mas y más obsoleto, más olvidado a partir de las nuevas cadenas de ciber cafés?...

Se paró y ante la sorpresa de todos sus compañeros de trabajo cogió su vieja máquina y la tiró al suelo, causando que todos los chicos se le acercaran para socorrerlo, pero ¿cómo?... ¡Déjenme!, gritó. Fue a buscar una silla, un lápiz, un papel, una mesa y se puso a escribir... ¿Qué escribía?, pues nos sumergimos en su cabecita y vimos que trataba de recordar todos los momentos en que había sido feliz, sí, quería ser feliz, sentirse dichoso el resto de su vida... ya no quería vivir, mejor dicho: sobrevivir.

Anotó cuando recibió los primeros aplausos de sus familiares cuando se puso a cantar frente a ellos, algo de su inspiración; puso el momento en que tuvo su primera relación sexual cuando contaba quince años, los brazos de su madre cuando cometía un error mientras ella con besos y abrazos le perdonaba todo, todo... Luego de escribir por cerca de veinte minutos paró. Miró la hoja y contó el tiempo en que fue muy feliz, y con estupor vio que había sido feliz no mas de cinco horas con veinte minutos a los largo de sus mas de cincuenta años... Dejó el papel y salió a la calle ante los rostros consternados, sorprendidos de toda la gente que trabaja a su lado en el taller de fotocopiadora a lo largo de quine años, escuchando susurros como: "Está loco, ha perdido todo, qué le pasará, seguro que volverá..."

Caminó y caminó sin rumbo ni meta, tan solo sentía en su interior una voz que clamaba: quiero felicidad ahora, ahora, ahora, ahora.... ahora... El sol empezaba a ocultarse, la luna empezaba a observarle, las aves callaban, la noche se volvía en su teatro, el único lugar en donde sus pies podían caminar en busca de sus felicidad... cuando se detuvo frente al mar que, ya de noche, se sentó en su orilla escuchando las olas que se rompían una y otra vez, calmándole de alguna manera. Miró la noche, el cielo, las estrellas y sintió que todos le miraban, observaba... Se paró y gritó: ¡Soy un hombre y quiero ser feliz!

Bajó la cabeza ante el total silencio del universo y cerró los ojos como buscando dentro de si la respuesta, el camino, un espacio que le diera aquel sentimiento de sosiego, pero nada, nada, nada... Cuando abrió los ojos vio a un niño de no más de ocho años que con los ojos más dulces le miraba... El hombre le preguntó si conocía la felicidad. El niño le miró y empezó a retroceder, luego, alzó los hombros como diciendo que no sabía... Se volvió y se fue caminando, volteando la cabecita una y otra vez como si tratara de decirle al hombre que le siguiera. Le siguió.

Caminaron durante toda la noche, pasaron por ríos, bosques, llanos hasta llegar a una pequeña y humilde casita. El hombre se detuvo y vio al niño entrar, dejando la puerta entreabierta... No lo pensó y caminó hacia el lugar. Entró y cuando a puerta se cerró, todo se volvió negro, más negro que todas las noches juntas del universo.

De pronto, en aquella negrura le pareció escuchar millones de susurros, millones... y sintió que en aquel lugar moraban millones de personas. Dio un paso, con el temor de chocarse con uno de ellos pero nada, parecía que todo estaba vacío... Son almas, se dijo, y quizás estoy muerto, o loco. En eso pensaba cuando escuchó claramente una sonrisa de un niño.

- ¿Quieres conocer la dicha? – escuchó otra voz que provenía de otro lugar.

El hombre dijo que si. De pronto, en medio de aquella negrura se abrió, a lo lejos, una estrecha y luminosa puerta, y vio a través de ella un valle de colores vivos, sonidos llenos de calor, bondad...Sí, pensó, allí está la dicha. Guiado por aquel impulso empezó a caminar hacia ella, y cada paso que daba percibió que aquellas imágenes en donde fue muy feliz en su pasado, se materializaban, acercándosele, llamándole, pidiéndole que les recordase nuevamente... Vio a su madre con los brazos abiertos, iba a ir pero continuó su camino hacia la luminosa puerta. Vio a una hermosa y sensual mujer totalmente desnuda, que en algún momento anheló ser suya, llamándole. Vio a su perro moviendo la cola, a su hermano pidiéndole ayuda, a toda la gente que quiso, amó en los momentos en que fue muy feliz… pero, sin embargo, continuó su marcha... Y cuando estaba por llegar al umbral de la puerta, vio al niño que conoció en la playa que con una sonrisa le preguntaba si deseaba revivir nuevamente la dicha, su pasado regalo... El hombre dijo que sí, extendió su mano y se fue junto al niño tras de la dicha… Y mientras caminaba al lado del niño volteó un instante la cabeza y vio que la pequeña puerta luminosa se cerraba. Bajó la mirada, y caminó de la mano de la dicha, de aquello que había vivido, mientras algo dentro de él le decía que élla, era algo más que todo lo antes vivido...

San isidro, octubre del 2005

Friday, October 21, 2005

El resucitado

Estaba manejando rumbo hacia mi trabajo cuando el auto que estaba delante de mi se detuvo. Molesto, toqué el claxon muchas veces, así como también lo hicieron todos los autos que estaban tras de mi, pero nada, el maldito chofer no movía su carro. Me detuve a observar mejor al hombre del auto y me pareció que estaba dormido o muerto. Saqué la cabeza a través de la ventana de mi carro para avisarles a todos los que estaban tras de mi que parecía que el tipo delante de mi estaba mal… En esos instantes todos hicieron silencio, como si el hecho de que el hombre estuviera muerto fuese algo inesperado, y en verdad lo era.

Tuve que salir del auto y caminar hacia el hombre que estaba delante. Y cuando estuve frente a la ventana del tipo, noté que estaba o muero o dormido.

- ¡Está muerto…! - grité

De pronto, todos los otros chóferes salieron de sus coches y se acercaron hasta el tipo. Abrimos la puerta y el hombre cayó como un costal de papas… ¡Está muerto!, gritaron todos menos yo que callé y no supe por qué… Todos los tipos comenzaron a llamar a la ambulancia, policía, bombero, alerta médica a través de sus celulares cuando en ese preciso momento, el hombre… abrió los ojos, como si fuera un resucitado… Todos nos asustamos y retrocedimos, mientras pensábamos que quizás estaba dormido. El hombre se paró y se puso en su volante, arrancó el auto y sin decirnos nada de nada, se alejó de todos nosotros que aún no salíamos de nuestro estupor, o estado estúpido de desconcierto.

Luego, todos subimos a nuestros autos, medio riéndonos, medio pensando de lo ocurrido mientras veíamos que los policías, alertas médicos, ambulancia y bomberos se acercaban hacia nuestros autos. Les dijimos lo que había ocurrido y luego, lanzando una sorda maldición, se fueron… Dentro de mí pensaba que estos malditos hubieran esperado encontrar al hombre muerto de verdad, en vez que saber que había resucitado, justo, justo frente a nuestros ojos… Y es que, un milagro urbano como aquel, no sucede todos los días…



San isidro, octubre del 2005

Sin permiso para sentir, pensar, decir...

Uno no es lo que parece
sino lo que le dicen que es…
¿Será que no soy lo que parezco?
¿Qué no sé cuando despierta
y se esfuma un sueño, una realidad…?

Cuando veo la mañana
que viene con el trino de un ave
siento que todo nace
Y cuando noto que el silencio
cala la frontera de mis realidades
veo que en mi algo se encoge…

Miro la tarde,
que carga una madre sobre el lomo,
que llueve sobre el parque que se vuelve sumisa…
cuando un anciano cae
rompiendo la fe de su carga…
haciendo que yo
y toda la gente a mi lado
dejemos de pensar
y empecemos a sentir...

No es nuevo este momento,
es mas arcaico que el sueño...
sin embargo tiene un mensaje,
un poema que expresar
y por ello
no puedo cesar de pensar...
Es que,
vivo hace mucho
sabiendo que jamás
vendrá a mi el permiso para decir…
pues todo no es mas
que un momento,
viejo y usado ya dije…
como este abrigo carne pesado
que cargo sobre todos mis huesos...
cuando recién empiezo a escribir…


San isidro, octubre del 2005

Thursday, October 20, 2005

Aquí y ahora

Hoy estuve con un chofer,
negro él,
con sus ilegibles manos
que no dejaban de hablar,
contar aquello que solo en sueños
podría llegar a vivir...

Después, estuve con un mendigo,
un loco, un perro, un ciego...
y a todos escuché con los ojos
lo que en negro silencio narraban,
clamando...
diciendo que la vida es injusta,
corta como un pedazo dulce torta
Y que la desgracia es su sonrisa precoz
Y que solo en la noche,
mientras todo fallece,
encuentran a la enferma y vieja igualdad,
y duermen todos como seres humanos...

Y vi a un sabio,
a un comerciante,
a un drogadicto arrepentido...
y en cada una de sus palabras
brotaban las moscas mentirosas...
bellamente aladas,
con colores descubiertos,
sensuales como la herida en la carne,
y aquel tibio sabor
que hace
que nadie termine sus copas...

Y luego,
estuve conmigo...
Y en ese momento
escuché que todas aquellas personas
jamás estuvieron conmigo
pues hace mucho que escribo, que miento…
contando que vivo
cuando muero
en cada punto seguido
y punto final...


San isidro, octubre del 2005

Tuesday, October 18, 2005

Heridas profundas

Iba a abrir la puerta de mi casa cuando vi que todas las luces estaban prendidas. Me asusté, y me asusté porque sabía que nadie podría estar adentro, pues las llaves de la casa en donde vivía desde la muerte de mis padres las tenía en mis manos... Revisé mi maleta y saqué el revolver que era para casos como este, aunque no la había usado nunca y ni siquiera había hecho un solo disparo aún, a pesar que la tenía por más de dos meses.

Puse la llave en la puerta, la doble en sentido horario y la puerta se abrió apenas la empujé un poquito. Las luces se apagaron. Ratas, pensé. Entré como un gato con el arma en mi mano y cuando cerré la puerta escuché que una ruma de sombras salía por la ventana de la casa...

- ¡Alto! - grité, pero igual continuaron diluyéndose a través de todas las ventanas de la casa.

Prendí las luces y vi que la casa estaba intacta, como si nada hubiera ocurrido. Me acerqué a la ventana y estaba con seguro. Habré alucinado, pensé. Podría ser cierto pues acababa de salir de una reunión con mis empleados y habíamos tomado bastante licor antes de terminar con el próximo objetivo. Claro... el licor, me dije. Caminé hacia mi cuarto mientras dejaba regado por todo el piso mi saco, mi maleta, la pistola... hasta quedar en pantalón y camiseta. Llegué a mi cuarto y me tumbé en mi cama, luego, perdí la noción de todo...

No supe cuanto tiempo había dormido, pero cuando abrí los ojos, producto de que alguien había prendido las luces, vi que una media docena de muchachos y chicas estaban observándome, riéndose en silencio. Están drogados, pensé. Iba a moverme pero no pude, estaba atado como un gusano. Iba a hablar y me di cuenta que tenía un parche en la boca, mientras todos los chicos se reían en total silencio de mi. De pronto, noté que un sujeto un poco mayor que todos ellos, y que tenía algo en su mirada que se me hacía familiar, les dijo que ya era el momento. ¿Qué momento?, me pregunté. No tuve que esperar mucho para ver que unas bellas muchachitas, totalmente desnudas, se me acercaban con unas barras de acero al rojo vivo...

- ¡Quémenle las manos, el pecho y al final los ojos...! - dijo el muchacho un poco mayor que por su manera de mandar y de mirarme se me hacía tan familiar.

Por más que me rascaba la cabeza no supe de dónde lo había visto, pero de qué importaba saberlo si las malditas muchachas me iban a lacerar... Las vi acercarse hacia mí como en cámara lenta, con las barras al rojo vivo que parecía el umbral del infierno… y cuando las malditas estaban a punto de sancocharme las manos, grité con todas mis fuerzas. De pronto, me vi echado en mi cama con una lámpara del velador pegada a mi mano que empezaba a quemarme. Sí, fue un maldito sueño. Me paré y empecé a caminar por mi cuarto cuando en un rincón del cuarto vi una foto en donde estaba el maldito muchacho de mi pesadilla. Sí, era yo, era yo cuando contaba con quince años... Cogí la foto y la tiré al piso. Cogí el teléfono y llamé a uno de mis empleados preguntando si el trabajo estaba concluido. Me dijeron que sí, que el pobre viejo había firmado todos los documentos antes de que le sancocharan las manos... pero, igual le perforaron el pecho, pues, decían, valla el madito a contar lo que no debe... Colgaron, pero no pude volver a dormir desde aquella vez en que sentí que mis ojos, mis manos, y mi corazón estaban totalmente negros, carbonizados...





San isidro, octubre del 2005

Monday, October 17, 2005

La chalina celeste

Miré la bolsa que acababa de llegarme de Israel. La abrí como un niño y dentro encontré una carta y una bolsa de plastico que guardaba una chalina de color celeste... Leí la carta, era mi madre en donde me acensejaba que me abrigara para el invierno y que ella oraba todos los días para que Dios me diera una linda pareja, una sierva de Dios... Cogí la chalina celeste y me la puse al cuello. Era muy pequeña. Estoy gordo y viejo, pensé. La puse en mi bolsón, junto con la carta y me diridí hacia mi cuarto.

En el camión que tomé vi a una linda chiquilla de no mas de ocho años que me miraba como esos gatitos que ven un ovillo para jugar. Será mi cara, mi cabello, pensé. Alcé la mano, saludándola, pero la niña arrugó su frente y me sacó la lengua, luego, se dio la vuelta y se pegó a su madre que estaba a su lado, y que era una señora gordisima y rubia... La mujer volteó para ver el por qué su hija había tomado tal actitud, y al verme, me miró a los ojos y arrugó la frente como diciéndome que ya estaba demasiado viejo para jugar como un niño.

Bajé de camión justo a cuatro cuadras de mi cuarto cuando repentinamente empezó a llover. Maldije mi suerte mientras veía como el camión se alejaba de mí, y pude ver a la niña que nuevamente me sacaba la lengua y atinaba a lanzarme un golpe de puño. Me reí. Me di media vuelta y, totalmente mijado, caminé hacia mi cuarto. La lluvia y la brisa eran terribles cuando recordé la chalina celeste que mi madre me había mandada desde Israel. La saqué de mi bolso y traté de cubrirme la cabeza y la cara. Lo logré. Aquella chalina era gruesa y de fibra sintética. Abrigaba como si llevara una estufa en el cuello. Lo alargué hasta cubrirme toda la cabeza, y me fue exelente... Mas tranquilo, caminé despacio y me dije que gracias a la chalina podría pasar un rato por la bodega cercana a mi cuarto para comprarme un poco de café para pasar...

Llegué a la bodega y compré lo que necesitaba y cuando iba a salir vi que no lejos del lugar el camión en que viajaba había chocado contra un auto... Desgracia, pensé. Recordé a la niña malcriada, a la madre, el conductor y una que otra cara. Corrí hasta llegar al lugar del accidente. Y cuando llegué vi a una señora gordísima, rubia, llorando desconsoladamente, pues tenía a su pequeña hija en las manos, privada... Mientras el chofer tenía la cabeza metida entre las lunas... Un chorro de sangre me escarapeló el esqueleto. Me acerqué y vi que el pobre no tenía cabeza... Iba a alejarme cuando comencé a escuchar los quejidos de las demás personas que iban en el mismo camión... Me acerqué cuando volví a ver a la señora gorda. Me le acerqué y la vi de cerca. Estaba temblando de frío, con la lluvia que parecía lacerarla y con sus manos llenas de sangre. Miré a la niña y, en verdad, parecía dormida. Instintivamente me saqué la chalina y se la entregué a la señora. Ella no pudo verme, por la lluvia, luego, empecé a alejarme pues escuché el canto de la ambulancia, y el correteo de la gente curiosa...

Volví sobre mis pasos y cuando vi que la ambulancia se llevaba a la niña y a la mujer, retorné para preguntar a los doctores por la salud de ellas dos. Me dijeron que no era muy grave, tan solo un fuerte golpe y quizás un fuerte resfriado debido a la lluvia y la brisa, en cuando al chofer, había muerto al instante... La vi entrar en el auto y la vi alejarse a ambas... La niña tenía mi chalina celeste en su cuello.

Llegué a mi casa y escribí una carta a mi madre diciéndole que le agradecía mucho por la chalina celeste que me sirvió muchisimo, sobre todo que pude volver a escribir, contando la historia de la chalina celeste...

Sunday, October 16, 2005

La Biblioteca personal

Miraba los miles y miles de libros que estaban en aquella inmensa y lujosa Biblioteca, pegados a sus cuatro paredes, y me preguntaba si alguna vez llegaría a limpiarlos y a leerlos. El dueño de esta Biblioteca, que era un anciano que estaba atrás de mi, me dijo que todos aquellos libros eran para mi, y que me los daba porque no sabía a quién dejárselos antes que muriera. Sorprendido, acepté su generoso regalo pero le dije que no tenía un lugar en donde colocar tantos libros. Esta casa será tuya, respondió. Pensé que estaba loco, pero su mirada apacible y al mismo tiempo misteriosa me hizo sentir un escalofrío, pero cuando nuevamente observé los miles y miles de libros pensando que podrían se todos para mi, me sentí mas tranquilo.

- Acepto - le dije – y, ¿desde cuando puedo mudarme?, o sea, ordenar mis cosas, que no son muchas, avisar a mis parientes, ordenar mi vida a partir de un lugar nuevo en donde vivir.

El anciano, soltó las manos como si yo no comprendiese, y casi susurrando me dijo que yo no volvería a salir de su casa jamás... Me puse helado, y como si fuera un perro a quien van a degollar corrí hacia la puerta de salida de la inmensa y antigua casa. La abrí, y salí despedido, buscando la salida pero por más que corrí y corrí, no la encontré. Era una casa de esas llenas de escaleras por todas partes, y cuartos llenos de libros en sus cuatro paredes con puertas que daban a otros cuartos con mayor o menor cantidad de libros en ellos. Me perdí, y empecé a gritar para salir de aquella pesadilla, pero tan solo escuché el eco de mi propia voz. Nadie más contestó.

Ya oscurecía cuando una luz empezó a limpiar toda la oscuridad que me angustiaba, dándome al mismo tiempo un extraño calor. Agotado, me tiré al suelo y maldije el día en que había leído el anuncio en donde pedían a una persona que pueda encargarse de dar mantenimiento a una Biblioteca personal. Yo amaba los libros, pero no al extremo a convivir para siempre con ellos, pero, como un ratón absorbido por el olor de un trozo de queso, caí en la trampa.

De pronto escuché la voz del anciano de no sé que parte de la casa que decía que no debía temerle a los libros y que en cualquiera de ellos encontraría la salida, la única y verdadera salida. Apenas terminé de escucharlo, una puerta se abrió y como si todo estuviera embrujado me di cara a cara con la gran Biblioteca. Entré, y allí estaba el anciano, sentado en su silla de ruedas, y con esos ojos tan apacibles y misteriosos, así como el sol y la luna. El vejo tenía un libro en las manos, me lo ofreció. Lo cogí, y empecé a leer...

No sé cuanto tiempo ha pasado, pero, cada vez que termino un libro veo que mis manos se quedan temblando, como si ellos absorbieran mi vida... El anciano ha desaparecido. Veo que día a día, alguien, que nunca supe de dónde venía me deja mis alimentos. Cuando me siento con sueño, me echo sobre la alfombra de la Biblioteca, otras veces me voy a otro cuarto y cojo otro libro, y también me quedo dormido con un libro en la mano…

Y, era verdad, después de leer una pequeña parte de los libros he encontrado no una salida sino miles de salidas de esta casa, pero, no sé por qué no deseo salir, siento que una vez que termino uno de ellos hay algo que me impulsa a coger el siguiente… ¿Será que leyendo he roto todos los cristales fríos de mi antigua soledad, de mi apagada pasión, de esperar a que algo ocurriera cuando nunca me sucedió nada de nada…? No lo sé, pero el tiempo parece haberse escondido para siempre mientras leo, la luz no tiene sentido más que cuando tengo un libro delante de mis ojos, y el silencio, ¡oh, el silencio!..., es mi más leal compañero, el placentero trono donde me siento delante de su profundo teatro. Esta Biblioteca parece darme todo lo que yo necesito… en verdad, casi todo…

San isidro, octubre del 2005

Friday, October 14, 2005

Bailando con dios

Nunca me sentí digno, ni siquiera de mi propia vida... uno viene al mundo y recibe y recibe modos de conducta, formas de hablar, límites de los sentimientos y muchas cosas mas... y uno está allí, fluyendo como esas gotas del río que van rumbo hacia uno de los grandes océanos, en verdad, no me sentía digno de nada. Me sentía prestado, usando una ropa que no era mía, era toda una mentira que no encontraba la manera de desgarrarla pues si la gente en mi entorno escuchara mi sentir verdadero seguro que no podrían reconocerme, y es seguro que viviría marginado o en un loquero.

Así era mi manera de vivir hasta que conocí a dios. Puede que cause risa pero en verdad lo conocí, o mejor dicho, pude verle cara a cara, y, en verdad, era tan impensado, tan real, como si toda la vida hubiera estado frente a mí y yo no me habría dado cuenta sino fuera porque me dio unos anteojos y con ellos pude verle, y, sobre todo, sentirle, fue hermoso.

Recuerdo aquel día en que anduve navegando en medio de mis olas de dudas y ansiedades, cuando una persona me preguntó por un nombre que nunca antes había escuchado, pero que creí haberlo conocido, era un sentimiento extraño. Le dije que no, y este fulano se dio media vuelta y fue a la persona que estaba a mi lado y le hizo la misma pregunta. El tipo le dijo que no. Le vi alejarse, acercándose a cada persona, haciéndole, (eso creí) la misma pregunta. Aquella imagen no pude dejar que se escapara de mi vida así que, le seguí. Cuando estuve a su lado le dije que aquella persona que estaba buscando era yo. El tipo sonrió y me dijo que lo siguiera. Le seguí.

Tuve que dejar a mi familia, amigos, todo por seguir a este señor que parecía ser como un lindo loco pero cuando me atrevía a preguntarle todo tipo de cosas, él respondía con tal gracia y simpleza que supe que era un ser muy especial. Y cuando le pregunté quién era él, me respondió que dios. Casi me río, pero el se rió primero que yo, luego, ambos reímos juntos... Y así fue como empezó todo esta historia de nosotros... Pudimos conseguir a cientos de adeptos que, como yo, estaban perdidos en sus máscaras, personalidades, en fin, en todo eso que uno carga desde que llega al mundo. Y cada noche nos poníamos a escucharle, y él nos hablaba acerca de algo muy hermoso...

"Uno no debe de olvidar que lleva la divinidad en su propia vida, y que es en el olvido de esta belleza en que olvida su propósito, el de apreciar cada momento, instante de esta existencia... Uno es como ese polvo a quien se le da el habla, el movimiento, el pensamiento, y entonces, el polvo se dice: no soy polvo... Es bueno dejar que las cosas se resuelvan por si mismas, pues el ser humano no ha sido creado para resolver problemas sino para existir sin problemas... La vida es como un poema sin inicio y sin final, pues todo es como el silencio que está siempre aunque no lo podamos percibir... Hay tanto fuego en nuestras vidas que una sola chispa de ella puede encender las vidas de toda criatura que existe con los ojos tapados por la ignorancia de uno mismo. El hombre ha jugado como un niño con el tiempo, y ha creído ser un dios cuando siempre ha sido un niño sin nombre ni apellido..."

Todo esto nos decía y siempre repetía lo mismo, sin embargo, había algo en sus palabras, en su sencillez que nos ahogaba de alegría.

Nuestra familia creció tanto como era necesario, sin embargo, él siempre iba de persona en persona preguntando por el mismo nombre que me había preguntado a mí. Muchos le escuchaban, pero muchos no. Hubo veces en que la soledad me ahogaba y en aquellos momentos él bailaba para nosotros. Era muy hermoso verle bailar, era como si las estrellas se volvieran locas y la Luna riera, en verdad, yo sentí que era dios quien bailaba...

Hubo chicas lindas a quien también preguntó por el mismo nombre, y también muchas chicas le siguieron. Y cuando él bailaba en nuestras reuniones, hubo veces en que yo bailaba con las chicas y soñaba, y soñaba, y creaba una ilusión, en hacer una familia, hijos, es decir, ser como cualquier persona... Y en ese deseo me cegué, creé una isla, un espacio en donde yo tendría que esperar que se materializara… Hasta que en uno de sus bailes, él se acercó con una linda muchacha de ojos luminosos, mientras yo bailaba con una linda morena, y cuando yo pensé que él me la iba a dar a mí, pasó algo que cambió mi vida para siempre. El me tomo de las manos y bailó conmigo, y dejó a las dos chicas bailando... Nunca antes había sentido nada igual, me sentí extraño, pues sentí que ya no tenía espacios en mi vida, pues todos los cubría él con su presencia… Y fue entonces que recordé, sí recordé mi nombre verdadero, el mismo nombre que él preguntaba a cada persona que se le cruzaba, y lo recordé pues lo sentí en cada nota que vibraba en mi entorno, en cada partícula que tomaba yo conciencia… Entendí que no había diferencias ni distancias ni errores, que todo era perfecto, que todos éramos una sola unidad, atados por ese tono, ese nombre que ahora podía percibir y vibrar mientras bailaba con dios, con aquel que no era mas que el nombre verdadero hecho ser humano…

San isidro, octubre del 2005


Thursday, October 13, 2005

Vidas ejemplares

Me miré al espejo y creí que aún las cosas podrían cambiar. Les dije a mi mujer e hijos que mi jefe me daría un aumento, pero todos continuaron desayunando, en silencio y, al igual que yo, navegando como un submarino en las cosas más importantes que harían... Me senté como si mirara un teatro en una silla que estaba a unos pasos de la mesa del desayuno, y, en verdad, empecé a preguntarme si valía la pena continuar viviendo bajo el mismo techo...

Aun sentía el dolor en la cara por los golpes que recibí de mi mujer y las patadas de mis dos hijos hombres y las uñas en mis manos y cara de mis tres hijas cuando cogí a mi mujer y la quise aventar por las escaleras de la casa. Por supuesto que hubo una razón, y esa fue que estaba bebido y me había gastado todo el dinero de la quincena, también había comprado un collar de plata a mi mujer, y varios regalos a mis cinco hijos, pero, mi mujer al verme, olerme, ebrio, no hizo mas que empujarme al piso mientras me buscaba en el saco el dinero de mi sueldo que serviría para pagar la cuota mensual de los estudios de mis cinco hijos...

Es raro sentirse incomprendido, golpeado por la gente que uno lucha y ama, y es doloroso ver que ninguno de ellos me tiene respeto y atención, no, no sienten nada por mi, eso es lo que sentí sentado frente a ellos mientras desayunaban con los ojos clavados en la leche, el pan, la mantequilla y, sobre todo, en sus sueños... Y fue allí en que recordé el espejo en donde me había visto tan bien, a pesar de estar con el rostro arañado, los brazos y hombros moreteados, pero recordé el espejo y me vi tan especial, casi como si yo no fuera aquella imagen que irradiaba tanto optimismo, pues sentía que mi jefe me daría un aumento y un adelanto. Por eso, me paré y sin probar bocado, aunque me moría de hambre, salí de la casa diciendo a toda mi familia que tuvieran unos buenos días...

Ojalá te mueras..., escuché el grito de uno de mis hijos, pero, no podía ser, pues, pensaba, ¿cómo uno de mis hijos desearía mi muerte?, ¿es que acaso no corre la misma sangre por sus venas?. No quise pensar más, respiré hondo y con una sonrisa me lancé a las calles, lleno de entusiasmo, esperanza, alegría, pues el día sonaba tan maravilloso... Allí nuestra vecina, el perro del bodeguero, la viejecilla vestida toda de negro y con ese grueso abrigo de invierno y sus canas tan celestiales que parece que estuvieran siendo iluminadas por un ángel, esperándolas en una especie de salita de espera antes de presentarse al mismísimo dios... Sí, era un día hermoso, pero, en verdad, tenía hambre, iba a volver a mi casa pero al sentir mis brazos adoloridos, rehusé.

Caminé hasta llegar al trabajo y en la puerta me esperaba un aviso en donde se me prohibía la entrada, y también que podía pasar por caja por mi liquidación. La firma del jefe y nada más. Fui hasta la caja, medio anonadado y mientras contaba el dinero vi una nota firmada por el jefe. La leí y vi que mi mujer había declarado que yo le había golpeado, que me había gastado todo el dinero en licor y muchas realidades y tuberculosas mentirillas...

Cogí el dinero y, sin dudar un instante fui hacia mi hogar para que me explicaran todo esto, pero, cuando puse la llave en la puerta me di cuenta que habían cambiado la chapa, y vi que un policía se me acercaba con una carta notarial en donde se me impedía volver a entrar a mi casa hasta que terminara la demanda de mi familia completa. No sé por qué me sentí mal, muy mal. Esperaba una explicación familiar, un nuevo perdón, pero esto, algo tan duro, me hizo sentir que no tenía nada en el mundo.

Pateé la puerta y vi por la ventana de mi casa como mi ropa caía como lluvia de carnavales al piso... Me sentí más chato que el mismo suelo. Cogí un par de trapos y decidí ir a buscar un lugar en donde vivir.

Caminé por horas y solo encontré un espacio anónimo bajo el puente que cruzaba el río de la ciudad. Me eché en el piso y casi me pongo a llorar por mi suerte, pero, de pronto, sentí como que una aguja me hincaba el trasero. Me levanté y vi que era un pequeño trozo de espejo. Lo cogí y me miré. Me gustó lo que vi y empecé a sonreír. Sí, un día precioso estaba llamándome, esperándome... Me sacudí de todos los bichos de mis depresiones y fui caminando hacia el primer bar. Tenía que celebrar, pues, un día así, merece la pena ser totalmente vivida, aunque la lluvia de desgracias y desentendidos traten de apagar las velas de la gran torta de esta, mi existencia…





San isidro, octubre del 2005

Monday, October 10, 2005

La Visita

Salí temprano del trabajo... Tenía un compromiso familiar. Ya estaba por prender el auto cuando vino un hombre con una botella de vino bajo los brazos, queriendo saludarme. Lo miré bien y pensé que se trataba de un amigo que hacía años que no veía, por la única razón que hacía mas de quince años que pensé que estaba muerto...

Mi primera reacción fue la de creer que era una persona muy parecida a mi amigo, pues los años habían cincelado sus carnes haciéndole verse mas autentico que antes... Luego supuse que era un error, que estaba alucinando, pero al ver que este personaje se puso al lado de mi ventana y pronunciar mi nombre, y sobre todo, ver sus mismos ojos, los mismos que goce hacía tantos años atrás, tuve que reconocer que mi amigo estaba mas vivo que yo, y que todas aquellas noticias de su muerte no fueron mas que un grave mal entendido.

Nos abrazamos, y luego, olvidando mi cita familiar, fui con él hacia un bar cercano al trabajo. Entramos, pedimos dos copas y un poco de queso y hablamos y hablamos por horas y horas, hasta que el dueño del bar tuvo que pedirnos que saliéramos de su local pues ya era la hora del cierre. Salimos casi ebrios y le dije a mi amigo que lo llevaría al lugar en donde dormía. No tengo un lugar donde dormir, me dijo. Le pregunté de sus padres, esposa, hermanos, y él me dijo que era mejor no ir, pues cuando fue a visitarlos ellos no pudieron reconocerle, es más, no lo deseaban... ya habían hechos sus vidas, y no era bueno desenterrar a los muertos.

Subimos a mi auto y le dije que lo llevaría a un hotel y que si él no tenía dinero yo le pagaría su estadía hasta que encontrara una nueva vida. Pero él me dijo que no, pues ya tenía otra vida y era muy hermosa. Me contó que tenía una esposa y cinco hijos, que conoció en otro país, y es allí en donde él iba a volver. Le pregunté si algún día volvería y me dijo que jamás, pero que su largo viaje había tenido sentido tan solo por mí, pues había encontrado lo que en verdad buscaba, despedirse de un verdadero amigo, de mí...

Lo dejé en su hotel, y lo vi entrar. Luego fui a mi casa en donde encontré a todos mis familiares que extrañados por mi ausencia, habían decidido irme a buscar a través de la policía. Pero todo volvió a la calma cuando les dije que me había encontrado con un viejo amigo que había estado muerto... ¡Para qué dije esto! Todos quedaron en silencio, mi esposa me dijo si estaba ebrio, mis hermanos me miraron y me sentí como si yo fuera un fantasma... ¿Qué les pasa?, les dije. Y todos empezaron a reír, pues pensaban que era una broma. Para no dar más problemas, dejé a mi amigo bien muerto para aprovechar la reunión con mis familiares...

A la mañana siguiente, antes de ir a mi trabajo, fui al hotel de mi amigo, pero no lo encontré. Pregunté por él al recepcionista y me dijo que no sabía de quién estaba hablando, pues su turno era diurno y empezaba muy temprano. Pensé que quizás mi amigo se había anotado con otro nombre y le pedí si podía verificar si una persona se había registrado a la media noche del día anterior. Revisamos los libros y vi algo que me llamó la atención, pues vi que mi nombre y apellido estaban escritos en el libro. Me fijé en la firma y vi que era igual a la mía. No puede ser, no puede ser..., pensé.

Salí del hotel y fui hacia mi trabajo y cuando traté de entrar a mi auto vi que no estaba, o sea, se lo habían robado. Angustiado por aquella desgracia y aquellos sentimientos extraños busqué un auto que me llevara al trabajo, pero por desgracia ningún auto quiso parar... Tuve que caminar hasta llegar al taller, y cuando estuve en el umbral, vi a mi amigo sentado en la misma silla en donde yo atendía a todos mis clientes durante más de quince años... Iba a gritarle pero cuando vi que mis clientes, y luego uno de mis hermanos entraban, saludándole como si fuera yo, quedé pálido... Me detuve, y no supe qué hacer ni qué decir.

Tímidamente, y con un frío en el alma, me les acerqué, y cuando quise hablar, de mi boca brotó la aguardentosa voz de un borracho... Todos mis clientes y familiares me miraron con desprecio. Me iban a echar, pero mi amigo empezó a acercárseme, llevaba algo en las manos. Cuando estuvo frente a mí, me miró a los ojos y pude sentir que era el viejo amigo que la noche anterior había tomado unas copas con él. Tocó mi cabeza y con gran bondad me entregó unas monedas... Anda compadre, valla a su casa y descanse, me dijo; pero yo no recordaba más que la vida que él me había robado, y nada más...

Con gran pesar, me di media vuelta y con las monedas en la mano fui al primer bar que encontré, y mientras tomaba, empecé a recordar una extraña vida, en otro país, con cinco hijos y con toda una lejana familia que deseaba verme muerto...




San isidro, octubre del 2005

Carta a una joven poeta

Son las once de la noche aquí en mi escritorio y estoy tan solo como aquel perro que escucho ladrar en algún lugar cercano o lejano a mi cuarto. Muchas veces me he preguntado acerca de la tristeza, soledad, angustia y el dolor, también acerca de la muerte, pero hoy que estoy solo en mi cuarto debo de ser sincero, al menos conmigo, y debo decir que todo es hermoso cuando hay respuestas para las preguntas en que uno vive sumergido. He aprendido que cada cual es dueño de sus propias huellas, destino, pero, debo decir que hay algo en común en cada persona que veo o imagino, y ese algo es que estamos vivos, y que todos vamos a morir... Eso, es una verdad, una realidad y es la respuesta a muchas preguntas que guardaba a lo largo de mi vida.

Debo decir que la muerte es un misterio y como tal no hay una respuesta, así como sabemos que el día deviene de la noche y la noche del día, así la vida y la muerte están atadas por algo que está dentro de cada persona que respira sobre la tierra, y ese algo es el aliento. He descubierto que nuestra verdadera naturaleza es aquella fuerza que mueve nuestra respiración, y el momento en que se va de la carne, del pensamiento que pulula dentro de nosotros, iremos todos con aquel aliento, fuerza, vida eterna... ¿Adónde? No lo sé, y me alegro de no saberlo pues sé que todo cuanto vivo es hermoso cuando dejo de afanarme, cuando es agradable o no, pues tiene el mudo mensaje de que todo es un constante cambio y movimiento... todo está vivo y muerto, así como tú, como yo.

Mi vida es simple así como el jugo de naranja que tomé está mañana, así como aquel hombre que vino a pedirme unas monedas para comprarse un poco de droga. Mi vida es una constante sorpresa. Y mi muerte es aquello que mis ojos no pueden alcanzar a entender ni ver pues no es de este mundo ni de nuestros sentidos, es de otra naturaleza, por ello es que vivo sumergido en mi mundo interior, en mi naturaleza verdadera pues sé que allí están cada una de las respuestas. Allí está aquel sentimiento que mueve al universo, allí está la bondad...

No sé qué decir de mi vida, de lo que hago en mi día a día, pero te diré que respiro el mismo aire que mucha gente a mi alrededor, que miro el mismo cielo, las mismas nubes, los mismos ojos en cada persona con que me cruzo, y en cada uno de ellos veo vida y muerte, pues sé, como dije, que no hay nada que no esté en cambio y movimiento...

Tuyo,

Joe

Saturday, October 08, 2005

Narración de una Narración

La noche estaba fría, podría afirmar que todo aquel pueblo estaba dormido pero... una de aquellas casitas tenía un leve resplandor. Curiosamente nos acercamos como si fuéramos personajes de un sueño y nos damos cuenta que hay una vela encendida tras aquella casita. Entramos a través de las paredes, y vemos en uno de los cuartos a un niño de no mas de once años sentado en una silla, con un lápiz en la mano derecha anotando sobre un papel algo que parece tener vida propia pues hace que seamos atraídos por aquellas líneas que como sierpes parecen danzar sobre aquel canasto de papel hipnotizando nuestra identidad...

Entramos en el papel y nos hayamos en un lugar lleno de arena, olas, sol y grandes palmeras que nos hablan y cuentan la historia del nacimiento del narrador de cuentos...

Fue hermoso escuchar, primero, a las plantas, y luego, como si atildaran su puesto y tono de voz cada uno de los seres que vivían en aquella isla creada por el niño de no más de once años... Uno de ellos me contaba que venía de una familia de grandes colores y que un dios de oro le dio su imagen y la dejó brillando en torno a la bola celeste, otro me contó que las viejas olas no dejaban de pronunciar todos los nombres de las criaturas que dios había hecho y que la arena no era mas que los infinitos números que tienen los nombres de dios, y así, cada una de las criaturas del cuento me cantaban sus bellas historias, llenas de música y bondad... hasta que una luz más grande que todas las luces hizo que toda aquella visión despareciera como si jamás hubiera existido.

Y allí estaba, flotando sobre aquel cuarto de un niño que sobre una vieja mesa de madera había quedado dormido sobre una ruma de papeles escritos... La magia de su propia creación parecía haberse apagado, pero vi que de cada uno de los papeles aparecían miles de ojos que cuidaba al niño narrador.

Tuve que alejarme de aquel cuarto pues el alborear me jalaba hacia mi morada que estaba no lejos de allí, en un lugar cálido, tranquilo y lleno de encanto... Dejé mi máquina de escribir y, satisfecho por lo imaginado y escrito, sonreí. Me paré, me vestí y bajé a tomar el desayuno mientras leía el texto, antes de ir al trabajo...



San isidro, octubre del 2005

Wednesday, October 05, 2005

Anhelos verdaderos...

Uno

"Es hermoso cuando cierras los ojos y puedes ser conciente de que hay algo mas que un cuerpo, pensamientos de los cuales has estado conciente durante toda tu vida... Y lo que ves es lo mismo pero ahora puedes beber de unos aires que te llena de paz y contento".

Dos

"Mi camino diario al trabajo es monótono pero es hermoso cuando dejo las puertas abiertas a la alegría, a la paz, a aquel sentimiento que explota cuando sientes cada aliento de vida que frota todo tu ser".

Tres

"Cuando llega una buena noticia me alegro, y cuando llega después otra mala, me duele pero sé que como esas vacunas contra toda enfermedad, ese dolor limpiara toda aquella ilusión que suele impregnarse en mi alma".

Cuatro

"La vida y el mundo parecieran alegrarse cuando uno toma su existencia con firmeza y cariño, pareciera a esas mujeres que suelen amar cuando el amante le entrega su vida en la mano".

Cinco

"No tengo hermanos, ni perro ni gato. No tengo casa ni cuarto ni cama. No tengo nada de nada, sin embargo, cuando me veo reflejado en un niño en la calle me siento que todo es para mi".

Seis

"Cuando estuve frente a dios me puse a llorar de tantas cosas y cuando el comenzó a consolarme sentí que tenía un lugar en donde reposar, alguien a quien contarle toda mi vida... Pero cuando vi que estaba agotado sentí tantas ganas de ayudarle, y fue allí en que me sentí el ser mas feliz de toda la creación"...

Siete

"Elige una sola cosa, me dijo mi hermano, el éxito en la vida o la verdad de la vida... En uno recibirás muchos aplausos, abrazos, alegrías... Y en el otro encontrarás mucha soledad... Nos abrazamos y lo vi alejarse con su esposa e hijo, con su auto lujoso hacia su nueva casa con la bendición de mis padres y de todos mis hermanos y todos los hombres... Y cuando se fue vi que todos mis hermanos, padres, amigos, y todos los hombres me miraban esperando mi decisión. Me paré y me fui caminando hasta perderme en mi mundo interior, buscando mi única verdad... Caminé hasta el último día de mi vida y cuando hube visto que la luz se apagaba pude apreciar que mi vela interior no se apagaba y me alumbraba una estela que parecía llevarme hacia mi hogar interior"...



San isidro, octubre del 2005

Hablando de la muerte...

Siempre escuché a mi padre decir que no es bueno hablar de Dios, de política ni de uno mismo. Durante los años de mi vida no le hice caso, y aun hoy no le hago caso pues entiendo que nadie puede ver con mis ojos ni soñar con mis sueños... y aunque ahora tengo tanto que expresar, dudo que halla persona capaz de escucharme, leerme, pues cada uno tiene su propia vida que conocer y apreciar…

Esta noche escuché a un hombre decir que deseaba que su vida fuera una sorpresa, pues desde que supo que la muerte tocaba su existencia todo cambió de color y de calor... Es terrible el dolor y la muerte, me dijo. Cómo anhelo que la vida me sorprenda, que llegue a conocer el cielo, el paraíso mientras vivo... pero dentro de mí ahora brilla un sol gris, frío como las nubes de una tormenta, anunciando que la muerte viene por mí aunque no la quiera aún. Le temo, agregó.

Le dije que no es bueno temer al dolor y a la muerte, pues es algo irremediable, es mejor aceptarla, no esperarla pero tampoco ignorarla, es mejor vivir cada momento como si fuera el último... Es sano jugar esta vida como un niño pues así todo se vuelve más luminoso, mas lleno de calor, haciendo que las nubes que ocultan los rayos del sol se dispersen... Eso le dije sabiendo que yo tenía poco tiempo para vivir, tengo cáncer…

El me miró y me dijo que si yo pretendía ser un sabio. Temblé ante la fuerza de su voz y la firmeza de sus ojos, temblé pero no quise mirar el gris de su sol, no quise sentir que la muerte era mala, el infierno de la vida. No, no quise... Así que le dije que yo también temía a la muerte porque no la conozco, pero tampoco conozco bien a la vida, por ello anhelo volver a ser un niño para libar cada momento que me queda para disfrutarla, aunque jamás la entienda… sin temerla.

Nos miramos y callamos. Me extendió la mano derecha y yo le di la mía. Apenas tuve contacto con su palma sentí el frío de un sol gris y me encogí como esos niños abandonados por sus padres al borde de un río. Le solté la mano y luego de librarme de su cruda mirada se dio la vuelta, perdiéndose por el viejo edificio en que cada noche dormía. Yo me quedé parado en mitad de la vereda sin saber si ir a mi casa o quedarme paseando por la noche con mi soledad en los hombros sobre esta larga vereda llamado mundo...



San isidro, octubre del 2005

Monday, October 03, 2005

Bajas Visiones

Prendí el coche y no arrancó. Maldije mi suerte, ya eran pasadas la media noche y el auto así, casi sin vida... No supe por qué pero no tuve ganas de salir del coche así que cogí un buen libro y me puse a leerlo hasta que amaneciera... De pronto, extraños deseos trataban de asfixiar mi momento constructivo, y pensé en todas las chicas con las cuales había hecho el amor. Recordé a muchas de ellas, y mientras las recordaba se me vino a la cabeza las palabras de mi difunto padre, "me gusta revivir viejas experiencias, revivirlas paso a paso y esta vez hacer o tomar la decisión correcta"... Eso me dijo poco antes de morir a través de un infarto, seguramente estaba reviviendo una parte de su pasado así como esos personajes que gustan armar rompecabezas durante semanas y semanas... Mi padre, me dije, cómo será estar muerto, ser nada y que uno como yo lo sienta a su lado mientras lo recuerda. Diablos, pensé, ¿estaré divariando? No lo sé, pero el solo hecho de recordar a mi padre fue como una luz que disipó ideas de tipo destructivo.

A través de mi coche me puse a observar a la gente que circulaba como fantasmas por la noche. Vi a un gato pararse en medio de la pista, mirarme, mover la cola como si tuviera atada una serpiente, mientras sus ojos no dejaban de mirarme. Luego, se dio media vuelta y despareció por las negras calles de la ciudad. También vi el rostro de una anciana a través de su ventana. Pude verla y reconocerla porque diariamente, al menos durante el día, pasaba sentada en la ventana de su cuarto... Aquella mujer tendría mas de noventa años, su rostro era apergaminado, pequeña de estatura, de rostro cálido, lentes, y un cabello gris como las calles de la ciudad. Parecía que se había encogido por el tiempo, al menos eso me pareció pues cuando por el día se cruzaba ante mí la veía mas y mas encogida, doblada, casi como que el cuerpo era atraído por la tierra, pero sus ojos cubiertos por lentes parecía siempre alegres y atentos... Quizás no desea dormir, o quizás desee ver más tiempo la realidad que es una especie de sueño materializado, no lo sé, pero me agradó ver a la anciana mujer mirando las calles, y mirándome el auto que estaba aparcado en la puerta de mi trabajo...

No sé si fue agotamiento, modorra, locura, pero tuve ganas de pegar una dormida. Cerré los ojos pero el sueño desapareció. Abrí los ojos y vi a mi padre a mi lado, con un cigarro en los labios, pensando... ¿Qué haces aquí papá?, le dije. Estoy reviviendo mi vida, me dijo, y cuando iba a tocarlo se esfumó así como el humo de un cigarro. Tuve miedo de cerrar los ojos así que traté de continuar mi lectura pero no pude, y cuando miré nuevamente la calle vi a la nonagenaria caminando con un bastón junto al gato negro... Ambos parecían dirigirse hacia la salida de la ciudad. De pronto, la anciana se detuvo y volvió su vista a mis ojos, luego, levanta la mano pidiéndome que la siguiera... Me paré y empecé a seguirla, y cuando estuve a su lado quise tocarla pero ella también se esfumó. Lo único que quedó a mi lado fue el extraño gato negro que no dejaba de mirarme y de ondular su cola…

Volví a mi auto, ya estaba por dormir pero recordé que quizás podría tener pesadillas, así que decidí irme a mi hogar sin el auto, pero antes de partir, le di una oportunidad al coche. Doblé la llave y arrancó. No paré hasta llegar a mi casa…



San isidro, octubre del 2005

Sunday, October 02, 2005

A las nueve de la noche...

Estoy escuchando las sonatas de Mozart, es bello. Siempre quise ser músico, la suerte no estuvo de mi parte, no tuve dinero ni pasión por encontrarme con un guía. Recuerdo, cuando niño, íbamos a escuchar a un gran violinista en el colegio... Se iba a presentar en el auditorio principal, yo nunca antes había escuchado un violín pero desde que entró aquel señor de cabellos negros, hirsutos, con un peinado todo para atrás y esa cara amarillenta resplandecida por la media luz que tenía nuestro destartalado auditorio, me pareció ver a un fantasma, una sombra, un sueño que emitía una bella melodía que mi alma se inyectaba a su naturaleza perdida... Le escuché y escuché y nunca pude olvidar aquellas danzas húngaras de Brahms... fueron exquisitas. Tenía once años.

Y hoy que siempre gusto de escuchar a Mozart, me siento en mis once años, en aquel auditorio comulgando con aquella sombra del artista y viajo con la música hacia el valle de la belleza, el lugar en donde todo es perdonado, inclusive a uno como yo que lo único que ha aprendido en la vida es a escribir.

Últimamente he leído mucho, no recuerdo a cuantos pero muchos, me agrada leer, me siento no tan solo. No escribo como antes, puede que sea una especie de aridez del alma, no lo sé. También debo de reconocer que jamás mis sueños de realización como escritor se realizarán, eso, es una bendición, quedaré como aquellos que escriben su música a quien quiera escucharle...

Diariamente salgo a mi trabajo, algunas veces escucho que un amigo se ha muerto, eso me apena, pero yo continúo viviendo, sigo para adelante. Trabajo como todo el mundo y poco a poco voy conociendo mi mundo interior, es poco lo que conozco pero suficiente como para encontrar algo dentro de mí que me llena el vacío que siempre me ataca en mi soledad. Eso, es una bendición. Estoy vivo y entiendo que debo conocer mi mundo interior.

¿Cómo será cuando mucha gente conozca su interior?

Creo que será un mundo mas bueno, la gente aprenderá a perdonarse a sí mismos. Se verá la cara y no encontrará más que diferencias, sintiéndose único, especial. Saldrá a la calle con los ojos de frente, mirando la eternidad que es su presente, respirando aquel aire que nunca mas lo volverá a sentir. Vivirá y puede que se encuentre en su mundo interior, puede que sienta que todo es lo mismo, entes girando en torno a la fuerza vital, aquella que late una y otra vez entre cada aliento...

Y bien, es bueno contar un poco de mi, eso me agrada y me cura, sobre todo si es auténtico, sincero y con amor o sentimiento.

Suyo,

Yo

La Novela

Recién llegaba de la feria del libro con cerca de dieciocho libros usados bajo mi bolsa cuando una guapa y elegante señora estaba esperándome en la puerta del edificio en donde alquilaba un cuarto.

- Hola.

- Si, puedo servirla en algo señora...

- Eres un buen lector, me han dicho, y también sé que escribes muy bien, eso, también lo he escuchado.

- ...

- ¿Callas, no debieras...? ¿Te gustaría publicar aquella novela que tienes escondida bajo llaves en tu escritorio de mesa?

Iba a preguntarle el cómo se había enterado de mi novela puesto que a nadie se lo había confiado. Me preguntaba muchas cosas más pero mis labios no podían moverse, tan solo mis ojos escrutaban a la hermosa dama vestida toda de rojo y cubierta por un lujosísimo saco de piel de oso negro.

- Noto que te intimido, no debería ser así puesto que soy una amiga, una admiradora... ¿Me invitas a entrar a tu cuarto…?

Iba a decirle que no pero ella ante mi total asombro cogió las llaves que guardaba en mi bolsillo derecho, y como si fuera un fantasma empezó a ascender por las escaleras del viejo edificio. Yo, me quedé como una estatua, con mis libros en los brazos, recibiendo un aire frío que empezaba a congelar mis orejas, manos… Una fuerte lluvia explotó en el cielo empezando a mojar mi existencia y todos mis libros, aún así sentí que no podía moverme... ¿Estaré soñando?, me pregunté. De pronto, el ruido de una ventana que se abría rompió el hechizo. Alcé la vista hacia mi cuarto y observé que las luces estaban prendidas, viendo a través de la ventana que la hermosa señora tenía en sus manos mi inédita novela... Ante esto, solté los libros y como un loco subí hasta llegar al piso de mi cuarto pero cuando entré no encontré a nadie... Fui a buscar mi novela bajo el cajón de mi viejo escritorio pero no la encontré, así que como un poseso salí a las calles buscando a la dama de rojo y saco negro. A cada persona con quien me cruzaba en la calle les preguntaba por ella, pero todos me miraban con temor y sorpresa. Y cuando no había nadie en las calles sentí que todo esfuerzo sería inútil...

Regresé sobre mis pasos hasta llegar a la entrada del edificio en donde alquilaba un cuarto, y con gran suerte encontré mis dieciocho libros tirados en mitad de la vereda. Estaban húmedos. Subí a mi pieza y con una toalla empecé a secarlos con gran cuidado, por suerte tan solo las pastas estaban mojadas. De pronto, me detuve en la carátula de uno de ellos en donde pude reconocer a la bella señora vestida de rojo y lujosísimo saco negro. Leí el título: "El beso de la mujer araña". Lo abrí y empecé a leerlo... y en esos momentos me imaginaba escribir mi primera novela, fantaseaba en que no se la mostraría a nadie y que la guardaría en mi viejo escritorio de madera. Sería una hermosa obra literaria en donde tatuaría mis pensamientos, sentimientos y parte de mi vida en este extraño y mágico mundo. Sí, eso haría... aunque a nadie nunca jamás lo contaría...





San isidro, octubre del 2005

Saturday, October 01, 2005

El camino perdido

Escuchaba los pequeños ruidos que morían en mitad de la noche mientras miraba desde la ventana de mi cuarto las casas con sus luces prendidas, las sombras en sus paredes en movimiento y el sonido de una melodía que animaba aquellas manchas. Apagué las luces de mi cuarto, me senté sobre un sillón, prendí la radio y con un cigarro encendido me puse a escuchar a Mahler. Me agrada la música clásica. Yo sé que es un gusto secreto y frecuentada por gente intelectual o de sensibilidad singular, pero yo no pertenezco a ningún grupo de esas personas, soy un tipo solitario así como la música clásica que es para uno y nadie más que uno.

No sé en que momento quedé dormido, tampoco recuerdo exactamente el sueño que tuve, pero si recuerdo haber visto y sentido a través del sueño, algo parecido al paraíso. Aquellas calles empedradas, el pasto tan verde y natural que parecía peinarse con las uñas de un suave viento, el cielo tan celeste, las nubes tan puras como el algodón, y el aire que respiraba era tan rico, dulce e inspirador que quise entrar en aquella visión pero no pude, traté pero fue imposible pues descubrí que yo no sabía lo que era… Sabía que estaba en un sueño, pero esto que estaba frente a mí era algo más real que la realidad, entendiendo al mismo tiempo la pregunta que me ataba a ser un espectador de aquel paraíso…

Desperté y por más que traté de dormir y entrar en el mismo sueño fue imposible. Salté de mi cama y observé que la radio aun continuaba funcionando, escuchaba a Prokofief, “Romeo y Julieta” para sonatas de piano, hermoso… pero aún así, mi momento estaba vacío. Me paré, prendí las luces y caminé hasta llegar a la ventana, aún continuaba la fiesta de los vecinos. Yo nunca fui de tirarme a la nada sin saber lo que me espera, pero desde aquel sueño algo ocurrió pues me vestí, salí de mi casa y fui directo al lugar en donde ocurría la fiesta. Toqué el timbre y salió una chica totalmente ebria, con una botella de cerveza y con los ojos que parecían querérsele salir de sus órbitas. Me preguntó quién era yo, y qué es lo que deseaba. Incómodo, ya estaba por darme la vuelta e irme cuando otra chica que estaba en el mismo estado, me cogió del brazo y le dijo a su amiga que yo era su amante. Todos rieron, menos yo que no sabía lo que hacía.

La seguí como un autómata hasta sentarnos en uno de los sillones. De pronto ella sacó otra botella con dos copas tal como esos magos caseros. Las llenó y me dio una de ellas mientras se embutía su copa para luego pararse y llenarla de nuevo e irse a bailar con otro fulano… Aquel espectáculo era tan feo que me dio ganas de vomitar, pero me contuve y en ese momento empecé a preguntarme lo que hacía en aquel lugar. Vacié mi copa, miré por la ventana de mi casa y vi que las luces estaban encendidas. Me paré y salí de aquella casa sin despedirme ni mirar a todo aquel grupo de gente.

Estaba caminando rumbo hacia mi casa cuando vi que en mi ventana había una sombra. Me acerqué un poco más y noté que aquella sombra era yo, mirando a la casa que yo acababa de salir. Me detuve y decidí no ir a mi casa jamás, pues estaba ocupada por una parte de mí, la otra, estaba aquí, a mi lado, libre como esas estrellas que se apagaban y encendían sin razón. De pronto, vi en la oscuridad de las calles un pasaje que parecía brillar un poco más que todos los otros caminos, y sentí muy adentro de mí que aquello era la entrada hacia todos mis sueños…

Lleno de alegría empecé a caminar, a correr y a medida que me acercaba a la vía luminosa, todo mi ser empezaba a respirar aires tan puros como si estuviera en el paraíso. De pronto, un impulso me hizo parar mi carrera, y sentí que debía voltear un instante para observar hacia atrás, y vi que la ventana de mi cuarto estaba con todas las luces apagadas…




San isidro, octubre del 2005