Sunday, August 28, 2005

Luminosa Oscuridad

Mejor no escribas, me dijo mi conciencia, pero yo, fiel a mi ignorancia, escribí un texto que lo llamé luminosa oscuridad...

Allí estábamos, como dos perros sin dueño, jugando con mi conciencia en medio de la calle cuando dos gigantescas personas con palos en los brazos nos llenaron de patadas y garrotazos... Con la justa pude huir, pero mi amigo, quedó tirado en medio de la calle, sobre un charco de sangre, mientras los tipos continuaban machacando su cuerpo como un bistec apanado... Antes de irme, volví a mirarlo... Ahora era un amasijo de sangre, carne, mostrando los huesos del cráneo que brillaban por las luces artificiales de la noche. No quise seguir observando y partí corriendo con la oscuridad de la noche cubriéndome... Llegué a una taberna, y pedí un poco de alcohol, el cantinero me pidió que pague por adelantado pero no tenía dinero. Me echó. Cuando estaba por irme vi de nuevo a los dos enormes personajes que habían masacrado a mi conciencia. Me senté como un gato y busqué con los ojos un lugar en donde pudiera esconderme. A la mitad de una cuadra vi una hermosa casa, cubierta por un enorme muro en todo su entorno. Caminé como un gato hasta llegar al muro y, sin saber cómo ni cuando, me trepé por sus muros como una araña hasta entrar en aquella casa y meterme hacia el interior a través de una de las ventanas... Tuve mucha suerte puesto que nadie habría captado mi presencia...

Me quedé mirando por la ventana de la inmensa casa hasta que esos gigantescos locos desaparecieran. Allí estaban, jamás los había visto, pero allí estaban, esperándome, y yo, no sabía el por qué, no sabía nada de nada ni siquiera recordaba mi nombre, ni el día o la noche en que estaba. De pronto, todas las luces de aquella inmensa casa se encendieron y reparé que había una gran cantidad de personas, bien vestidas, mirándome con los rostros llenos de júbilo y alegría, manifestándome que al fin había retornado a mi hogar.

Cantaron todos, ante mi gran sorpresa, y luego, trajeron abundantes regalos, colocándolos cerca de mis pies, y lo último que me puso anonadado fue que vino toda una familia, con sus niños y ancianos, mujeres y hombres, diciendo que yo, su familia, al fin estaba a su lado...

No les hice caso, pero les seguí la corriente, así que durante toda aquella noche me alimenté, bailé, conversé con toda la gente que veía por la primera vez, aunque ellos juraran conocerme... "Están locos", pensaba. Y cuando toda la gente empezó a retirarse de la casa, me quedé con unos niños y una linda mujer que decía ser mi adorada y paciente esposa, era tan bella que no dude en aceptar mi nueva u olvidada realidad. Me acosté con ella, y luego, me quedé profundamente dormido.

A la mañana siguiente, apenas abrí los ojos, vi que todo el lugar en que me hallaba era blanco y frío como la leche de cabra... quise moverme pero no pude, estaba enyesado, y me dolía todo el cuerpo. Cerré los ojos, buscando dormirme, con la esperanza de despertar en aquella hermosa casa, acompañado de aquella linda gente que decían ser mi propia familia, pero no, no tuve aquella suerte, pues no pude volver a despertar a voluntad... Tan solo comencé a ver todas las cosas, mis sueños como formas que parecían desvanecerse como si todo fuera de vapor... Quise salir de aquel sueño, pesadilla, pero, no pude... Vi que mi cuerpo lentamente empezaba a secarse hasta quedar como un árbol sin hojas ni aire, ni agua. Vi a cientos de personas con los rostros bellos pero tristes que pasaban por mi mente. Vi a esa mala gente golpeándome, y no a mi conciencia, y vi, por último, que mi conciencia me miraba con un oscuro rostro lleno de luminosas y oscuras lágrimas y pesar... Luego, no vi nada mas, tan solo sentí que algo que no era ni conciencia ni yo, flotaba y flotaba hasta diluirse como un respiro en medio de una tormenta de alientos que flotaban por todo un mar lleno de ignorancia y luminosa oscuridad...


San isidro, agosto del 2005.

Las siete vidas del gato

Hace unos días fui invitado al colegio de una de mis dos sobrinas de nueve y diez años a declamar un cuento para niños. La mayor de mis dos sobrinas me pidió que contara el texto llamado "El gato", que es uno de los textos que escribí ya hacía dos años... Le dije que sí.

Esa fue uno de las dos invitaciones que tuve para ir a un colegio de niños. La primera, que fue el año pasado y fue muy hermoso, y esta vez, fue muy especial. Llegué temprano y una de las profesoras del salón de una de mis sobrinas me dijo que disponía de media hora, así que me fui corriendo hasta llegar al salón de clases. No bien los niños me vieron, aplaudieron, se sentaron, y luego yo saqué mi texto para empezar a declamar... Una vez terminado, los niños comenzaron a hacer todo tipo de preguntas, y pude responder cada una de ellas no sin una dulce dificultad, pero, de pronto, una de las profesoras, que estaba sentada y pegada a los treinta niños, y que no la había visto llegar, me hizo esta pregunta: ¿Por qué ha escogido la historia del gato?. Respondí que fue mi sobrina quien me dijo que contara aquel cuento, pues bien podía haber declamado otro, pero, fue ella, y de una manera simple. Luego, no satisfecha por la respuesta, la profesora me volvió a preguntar: ¿Por qué dice usted que los gatos tienen siete vidas? No supe qué responder, cuando de pronto los niños comenzaron a decir que se debía a su gran agilidad, la manera tan individual en que viven, etcétera., o, que es tan solo un refrán, algo mítico. Luego de terminar y pasarme más de una hora, que disfruté tanto como los niños, me despedí de cada uno de ellos con un gigantesco abrazo y muchos besitos... Por supuesto que me acerqué hacia la profesora para agradecerle el tiempo que le había robado, cuando noté que sus ojos tenían la forma y el brillo de un gato. Me dio la mano y vi que sus uñas eran largas y muy delicadas, vestía toda de negro... No quise mirar mas, vaya a ser que viera la cola y allí si que quedaba demostrado que la fantasía era más fuerte que la realidad... Ya estaba en la puerta cuando escuché un pequeño maullido, volteé con temor, y vi que en el jardín que estaba al lado de la puerta del salón había un gato negro que entraba y se ponía en el regazo de la profesora de una de mis dos sobrinas...



San isidro, agosto del 2005.