Wednesday, September 12, 2007

Leyendo en cualquier parte


Una postura extraña mientras espero que el vendedor venga. Estiro las patas y me pongo a leer. En esos momentos leía a Coetzee, sus "Costas Extrañas". Un libro de ensayos muy interesante que uno lo lee y siente que el que le escribe está a su lado. Un idioma sencillo y gravitante para quien gusta de los autores de quien escribe el autor. Tuve una gran suerte de tener este libro que en mi país está a un precio inalcanzable para mis bolsillos. Pero, en otro país, estaba a más de la tercera parte de su precio, y aquí está. En mis manos. Cómodos. Forrados en Vinifán. Dicen que el baño es cómodo también, es verdad, puedo estar más de una hora sentado, leyendo. Siempre que entro, lo hago con tres libros que aún no he leído. Me agrada pues me olvido del tiempo y del lugar en que me encuentro. Un tiempo dejé varios libros. Lo malo de ello es que los libros se humedecen. Además que quedan con olores del ambiente. Una vez estaba leyendo una novela muy entretenida, y, sin darme cuenta, la pasé hasta terminarlo. Fueron seis horas... El cielo ya amanecía y los gallos cacareaban. Las aves cantaban y yo con un libro en mis manos, satisfecho y lleno de imágenes imborrables, aunque, en estos tiempos, ya lo he olvidado todo...

La sed es importante. Tengo sed de la verdad. Lentamente mi vida se hace mas y mas simple y sencilla. La gente es buena o mala, no importa, siempre hay una salida a todo. Voy a morir y no me llevaré mas que sentimientos, y, ese hálito que es la espada que limpia toda la oscuridad de esta existencia... Cuando muera, es seguro que el día vendrá y la noche también. Todo seguirá su rutina. Todo seguirá igual, menos yo que habré realizado en sentido de esta existencia... Conciencia de la eternidad...


San Juan de Miraflores, Septiembre del 2007

Bibliómanos...


Los libros son su medio de vida. Los vende. Algo que no podría hacer. Los libros tienen alma, y por ello, no tienen precio. Todo libro que tengo en mis manos, queda guardado en un espacio de la Biblioteca de mi cuarto. Les pongo talco especial entre hoja y hoja, y un absolvedor de agua, pues en este lugar de la Tierra, hay mucha humedad. Día a día, mejor dicho, noche a noche, las saco de su espacio y les doy una abanicada, una leída en cualquiera de sus partes. Las muevo de lugar y espero a encontrar mas espacio de mi Biblioteca.

No los he contado, pero allí están. Hay poesía, entrevistas, novelas, cuentos, ensayos, historia, libros de viajes, libros del mundo, etcétera. Una noche la pasé moviéndolas de un lugar a otro. Me gusta hacerlo. De pronto, encontré una cucaracha. La maté de un manotazo. Vi cómo movía sus patitas, sus antenas, y ese liquido crema desde el centro de su caparazón. No es sangre, no sé lo que es. Allí estaba el insecto... y yo, al otro lado, con los libros y la mano llena de ese líquido crema, parecido a los ajos molidos. Cogí un cartón y lo eché a la basura. Continué limpiando, moviendo los libros hasta que amaneció. Fue extraño. Parecía que el tiempo se hubiera detenido desde que tomé el primer libro. Me mudé de ropa y me di un duchazo para irme al trabajo...

Y así la pasé en este día medio soleado, medio gris, pero, día después de todo. Hablé con mi hermano y mi hermana. Los escuché u sentí que debía dejarlos y seguir con mi soledad y mis libros. Además, debía ir a visitar al librero. Le decía una larga cuenta de libros adquiridos... Y así le encontré, lleno de alegría. Venía un Bibliómano más a sus fauces...


Lima, Septiembre del 2007