Tuesday, January 29, 2008

MUNDOS ETERNOS


Tenía pocos minutos. La gente esperaba en la puerta, tras esa madera de dos metros cuarenta de alto por noventa centímetros de ancho. Madera color madera y esos ganchos de bronce que me da escalofríos cuando lo toco. Me hubiera gustado no haber escrito jamás, pero ahora ya es tarde, toda la gente espera mi nueva canción, la música que llene sus almas de dicha o éxtasis, o algo por el estilo. Todo empezó cuando quise ser alguien en la vida. Fui a un teatro y vi un hombre vestido de negro que con una guitarra, cantaba y danzaba como nadie. Quise ser como él y al final del espectáculo le dije lo que sentía. Debió parecerle chistoso ver a un muchachito de quince años querer ser algo como él. Me sonrió y no me dijo nada. Le vi salir de aquel lugar, que era una carpa armada por una especie de gitanos que iban como nómadas de norte a sur, y así… el hombre entró a una cabaña armada de manera de carpa y me dio ganas de verle. Me le acerqué y cuando pegué un ojo por una pequeña abertura del coso, le vi quitarse la ropa y ver a un hombre viejo, flaco, sin cabello y con la cara totalmente amarilla… me asusté, pero cuando estaba por irme, el viejo cogió su guitarra y volvió a cantar. Y lo que cantó fue la vida de un hombrecito que se ha cansado de tanto luchar contra las bestias en un medio salvaje y alejado de los seres humanos… Fue una hermosa canción que no olvidé jamás. Luego, cuando terminó de cantar, le vi dejar la guitarra y echarse a descansar. Ya iba a dormir cuando le vi cogerse el corazón, y luego, morderse los labios y echar una espuma roja y blanca por la boca, para caer como un globo sin aire al suelo… Me asusté, pero no me moví. Siempre fui un chico aventado, y esta vez lo fui también. Abrí la carpa y entré. Le puse un vidrio en su nariz y no respiraba. Estaba muerto. Nunca había visto a un hombre muerto y menos morir, así que, ya estaba por irme cuando el muerto me llamó por mi nombre. Iba a correr del miedo pero mis pasos estaban pegados al suelo. No temas, me dijo el muerto. Me sentí mas calmo, y no me moví. Coge la guitarra y ve, ve con ella a cantar a todos los muertos vivos como yo, agregó. Cogí la guitarra y salí con ella afuera del campamento de los gitanos… Ya en mi casa volví a escuchar al muerto, pero esta vez a través de la guitarra. Me enseñó las notas y el sentimiento con que debía tocar. Aprendí.

Los años han pasado y hoy soy un artista. ¿La guitarra? La dejé en mi casa, una vez que escapé de ella para no volver nunca mas. Viajé mucho y en cada pueblo cantaba siempre, y lo que decía era acerca del amor, los muertos y los vivos… La gente escuchaba porque lo hacía sin ningún instrumento. Me hice popular, y, para no olvidar las canciones, las escribía en un cuadernillo negro. La gente me amaba. ¡Dios! ¡Cómo que quería! Pero, cuando la fuente de eso que no sé qué es, se acaba, se tiene que repetir, y eso hice por años y años, hasta llegar al día de hoy en que la gente me busca hasta en mi oficina a escuchar otra canción. Por supuesto que parece una pesadilla, pero, piensen ustedes… ¿No es peligroso cuando los sueños se hacen realidad?, y, ¿Cuándo las realidad se hace sueños y sueños, no es peor…? No puedo dejar de cantar, y de escribir las letras para la gente que se llena de locura cuando compongo y les canto.

Conocí a tanta gente, pero, de todos ellos, prefiero la soledad. Pero ella, no siempre viene a mi vida. Huye tras la sombra de la gente. He visto tanto pero ahora ya me he cansado y en ese momento de total agotamiento, he vuelto a escuchar al muerto… Lo extraño fue que lo escuché dentro de mi, dentro de esa negrura de mi inconciencia. Le escuché y me puse a llorar, y allí, volví a escucharlo cantar… Fui muy feliz… Lo extraño es que no he vuelto a cantar ni a salir de este mundo interior de total oscuridad pero que lo siento mas real que cuando podía abrir los ojos cada mañana y ver el alborear, la luz, esa luz que venía a mí como un ave libre y llena de amor… Pero, este mundo de los muertos, es diferente y es, como todo aquello que no está en el tiempo ni espacio, eterno…


San isidro, enero del 2008