Tuesday, December 04, 2007

soñando despierto


estar así, sentado, escribiendo, me parece un milagro, una de esas cosas que no todos los días suceden. soy un milagro por algo que algunos saben: vivimos y eso es todo. sentado, escribiendo, respirando encuentro en la vida aquello que tanto busqué, el dar, dar sin esperar, el darse uno mismo.

hubo un tiempo en que mi vida era un vacío, de esos que se sienten cuando estás en un cuarto, solo, sin saber adónde ir ni a quién buscar. estás solo y eso lo sientes y lo sabes muy bien... pero, respiras y eso te da ese sentimiento grande que da el saber que vives, que no eres como la noche, la estrellas ni siquiera el perro que te huele, mira o simplemente camina de un lado a otro a altas horas de la noche.

tengo el cansancio de un Cristo con su cruz, subiendo la pendiente de la muerte, de ese momento en que tan solo anhelas que todo acabe, pero ya estás echado, mirando que tus carnes se llenan de sangre, y aprietas los dientes, sudas frío, y miras al cielo buscando un lugar para escapar, para irnos lejos, o quizá cerca, cerca de esa eternidad que late a través de nuestras venas... y cuando todo se hace negro, respiras hondo mientras luchas con el último de tus aliento y mueres y eso es todo lo que anhelas, dejar de sufrir, dejar de ser, dejar de cargar todo el dolor de tanta vida... aunque sientes y sabes que jamás la caminarías por otra...

seguí sentado en mi silla y seguí escribiendo sin parar cuando sentí ese calor en mi pecho, en mi corazón... pensé que eran gases, pero no, sentí una presencia. volteé y no vi nada, nada de nada, tan solo el silencio total y una cama abierta esperando mi carne, mi último aliento. seguí escribiendo y no supe mas...

ya por la mañana vi un pedazo de ropa en el piso. era mía. la tomé y me la puse. salía a la calle y vi que todo tenía un nombre escrito en sus ojos, en cada espacio. pensé que enloquecía, pero no era así. toda persona se me acercaba y miraba dentro de mis ojos y decían un nombre impronunciable... ¿es mi nombre?, pregunté. todo el mundo río y yo reí con todos ellos... así seguí hasta llegar a mi cuarto. entré y vi hojas y hojas escritas por mí, y en cada página había garabatos y mas garabatos... sin embargo, entendí todo, sabía que estaba bien y sólo yo lo sabía... quemé todas las hojas y el humo salió por la ventana. me gritaron desde abajo y yo seguí riendo hasta que todo el cuarto se incendió. yo también, aunque el dolor fue diferente, era como si tomara mucho alcohol y mis manos temblaran como cuerdas de cable telefónico... fue dulce pero todo negro...


san isidro, diciembre del 2007