Friday, September 07, 2007

Seres Humanos

Me gusta ver a la gente trabajando. Esta es la hora de su merienda. Son albañiles. Pavimentan el suelo. Tres hombres con almas iguales, diferentes edades, nombres, seres humanos. Silenciosamente se pararon y siguieron picando el suelo de concreto. Les escuchaba, veía el sudor de sus frentes, espaldas. Iba a preguntarles algo, pero me dije que son seres humanos. Terminarán al atardecer. Se bañarán, mudarán de ropa y cada uno volverá a sus casas. Imagino a uno de ellos, o a dos de ellos subiendo a un Bus del centro de la ciudad. Imagino que se sientan juntos pero no hablan, ya han hablado durante todo el jornal. Miran a la gente subir al Bus. Ven que se les acerca el cobrador. Pagan cada uno, pero siempre en silencio. Recordarán que alguien les tomó una foto mientras merendaban y en ese punto, hablaran de lo que no hablaron mientras estaban sentados, merendando. Luego, llegarán cada uno a su zona y bajarán. Se dirán hasta mañana y caminará uno de ellos hacia su casa. Toca la puerta, se ha olvidado la llave. Abre su hija menor. La coge de los cabellos y le da un beso. Llega su esposa y le da un beso en los labios. ¿Tienes hambre?, preguntará la mujer, pero nuestro amigo le dirá que sí, y, al mismo tiempo, recordará esta foto timaba mientras merendaban como tres seres humanos. Hablará con su muer o no acerca de esto, no lo sé, pero sí se que mañana volverán al trabajo. Llegará el medio día y se tirarán en un piedrón y merendarán, esperando que alguien se les acerque y les tome una foto, solo una, así como tres seres humanos...


Lima, Septiembre del 2007

Guardianes


Les miré a los ojos. Los dos no me dieron pelota, siguieron en lo suyo. Quería acercarme pero ambos siguieron su camino. El tipo siguió limpiando autos y el perro oliéndole los pies. De hambre seguramente. Me acerqué a unas personas que estaban por ese lugar ubicado en un garaje en medio del centro de Lima, y les pregunté por ambos personajes. Me dijeron que era el que cuidaba el garaje y el perro también. ¿Ambos hacen lo mismo? Sí, respondieron. De pronto sentí la mirada de alguien, era el perro que se me acercaba con el pico hacia arriba. Tiene hambre el perro, pensé. Iba a darle unas galletas que tenía en el auto, pero, bastó un silbido del viejo para que el perro desapareciera de mi vista. Iba a seguirle con la mirada pero, ¿para qué?, pensé. Subí al auto y lo encendí. Empecé a salir cuando el perro comenzó a ladrarme, tal como hace los guardianes dentro de un campo de concentración alemán... Aceleré cuando en la puerta estaba el viejo, parado en mitad de la salida del garaje. Le pedí permiso, pero este se me acercó, rodeándome, hasta ponerse a la altura de mi ventana. ¿Qué desea?, pregunté. No me ha pagado la lavada de su auto, respondió. ¿Pero... Quién le ha dicho que lo lave?, le increpé. Me miró a los ojos, luego sonrió y dijo: el perro... Miré al perro que no cesaba de ladrarme y supe que había sido él. Saqué unas monedas y le pagué al viejo, pero al perro le dije gracias, sólo al él...
Lima, Septiembre del 2007