Tuesday, November 27, 2007

lectura


me habían dicho, o, mejor dicho, había leído que el libro que compré era excelente, pero, al cabo de cuarenta y tantas hojas leídas supe la verdad, era un libro mas. así que lo forré y lo puse en mi biblioteca, al lado de los libros que jamás volvería a leer y que en su parte mas alta dice: "no recomendar". eso de libros buenos, malos es relativo, depende el lector. hay veces en que me llega un libro y es maravilloso, así que lo recomiendo a un viejo amigo. lo extraño es que sólo a mí y a una que otra persona le ha fascinado el libro, por lo tanto, eso de recomendar no es saludable. en estos tiempos busco libros antiguos, de esos que tienen mas de cincuenta años, o mas... los contemporáneos no me dice nada, es mas, quizá están bien escritos pero no hay esa magia que le gusta tanto a mi alma y que hace decir: "es maravilloso"... no es bueno recomendar nada, en especial los libros. una vez llegó a mi puesto de librero una señora, preguntando si yo deseaba ir a la biblioteca de su difunto marido. va a venderlos, pensé. le pedí su dirección, el día de visita y el teléfono para coordinar mi llegada. fui a la casa. era un castillo, metido en un bosquecillo en pleno centro de la ciudad. algo muy raro porque yo pensaba que conocía todo, pero, no fue así. toqué el timbre y salió un hombre vestido de mayordomo. le di mi nombre y pregunté por la señora. lo está esperando, dijo. entré y fui caminando por esa lujosa casa. cada paso que daba me arrepentía de estar allí porque ya vislumbraba la inmensa biblioteca que tenían, además, porque no tenía suficiente dinero para realizar el negocio. llegué a la biblioteca y me encontré con la señora. miré la inmensa cantidad de bellos libros, ordenados uno al lado del otro, y todos con lomo de cuero y filetes dorados, empotrador en cada una de las inmensas paredes de la casa, y supe que algo raro pasaba, porque no tenía mas que unos pesos... me sinceré con la madame y le dije que se había confundido porque no tenía la cantidad de dinero suficiente como para comprarle su biblioteca... ¿vender?, me preguntó la bella señora, ¡no, señor!, no están en venta, se los regalo... ¡lléveselos!. me quedé anonadado y le pregunté el por qué hacia eso. me dijo con una sonrisa maquiavélica que su marido había sido un amante de los libros y la lectura, y a lo largo de toda su vida, fueron los libros toda su prioridad, y fueron ellos los que los separaron una y otra vez, hasta llegar a morir sentado en su escritorio limpiando uno que otro libro, porque además de lector, era un eximio restaurador... no había libro que no rescatase y lo volviese como nuevo... y en eso la pasó el resto de su vida, así que, todos los libros son suyos... me quedé sorprendido y sin pensar en nada, llamé a un viejo amigo y, como tenía un camión, le pedí que me ayudase a llevar todos los libros que entrasen. me hice casi rico con la venta de esos libros, pero, hubo unos cuantos con los que me quedé. tenía una Biblia del siglo XVII, en latín. uno que otro Quijote, del siglo XVI. joyas que tuve que guardar en mi biblioteca personal, y que suelo releer una y otra vez hasta que me vence el sueño. por las mañana suelo ir a la librería y sentarme frente a la entrada por una hora antes de abrirla. es una especie de rito que suelo hacer hace mas de treinta años. aún recuerdo la primera vez en que entré en la librería. allí estaba la señora y su marido, los dueños, y yo, entrando por un aviso en el periódico para laborar en la limpieza y cuidado de libros. siempre les tuve amor, pero trabajar en ello era un regalo de Dios. mis jefes se fueron muy lejos por extraños motivos y me dejaron de regalo toda la librería. un golpe de suerte y un golpe de a de veras intenso. allí volví a nacer. leer fue mi comunión con la belleza, y, cuidar de los libros, una bendición. pensar en que uno que otro libro llegará a sus manos y que lo leerá, es un sentimiento sin palabras, que le da a mi vida una especie de gratitud al sentimiento de servicio. por ello gusto sentarme una hora antes de abrir y al cerrar lo hago un poco mas lejos... veo la gente que pasa y se pone a mirar los libros por la ventana, es bello. me les acerco y les digo si les gusta. entablamos conversación y luego se van o vienen a comprar el libro que les había recomendado. apenas me ven, sonríen pero siempre compran uno que otro libro...los libros antiguos los tengo aparte, en el segundo piso, y es como mi templo. allí aún respiran esos seres que viven por la eternidad dentro de los libros, y en el corazón de las personas, de los lectores... gracias les digo a cada uno de los libros, y ellos callan, sé su situación, pero apenas los cojo y leo, es una fiesta, un regalo de Dios...


san isidro, noviembre del 2007