Sunday, November 25, 2007

Pequeñas Necesidades


Cogí una moneda que encontré en el piso y fui a comprar una gaseosa, tenía mucha sed. Entré a una cantina y pedí una gaseosa. Cuesta cinco pesos, dijo un hombre sucio y grande y de cara agresiva, mala. Le pagué con mi moneda y el tipo me atendió. Tomé la gaseosa y pude saciar mi sed, pero tuve mucha más sed, pero, no tenía más monedas así que le pedí una al hombre de cara mala. Me miró y con una sonrisa, y de sorpresa, me dio un golpe en la cara. Caí al piso y perdí la razón. Cuando desperté, estaba tirado en mitad de la calle. Estaba lloviendo muy fuerte y ya era de noche, cuando vi a un hombre elegante pasar por mi lado. Lo seguí como un perro, y, cuando lo alcancé, le dije que yo tenía mucha sed. Mira hacia arriba y abre tu boca, me dijo. Le hice caso. Abrí la boca y sentí que la lluvia del cielo mataba mi sed… ¡Gracias!, le dije al señor elegante, que se iba en un auto negro por las calles oscuras de la ciudad. Seguía lloviendo y busqué un rincón para escapar del frío. Lo encontré y supe que aún tenía más frío. No tenía monedas. No tenía nada cuando vi una manada de perros que pasaban por la calle. Les miré y ellos me miraron. Se acercaron y rodearon. Me olieron el cuerpo, y luego, se apearon a mi lado como una frazada de carne y pelos. Me dieron calor pero al día siguiente, cuando abrí los ojos, no pude moverme, y cuando quise hablar, tosía, como un perro… Nadie me hizo caso. Ni los perros ni la gente, nadie… Así que, me eché en el suelo y esperé, esperé y esperé hasta que llegara un sentimiento interior para liberarme de todo lo pasado. Del frío, del dolor, de todo... De pronto, no tuve ni frío ni calor ni hambre ni nada. No tenía nada, ni siquiera respiraba, nada. Libre…

San Isidro, Noviembre del 2007