
Ya pasada la medianoche, me siento perdido, aunque comprendo el significado de mis palabras. Desde que me levanto, siento que no debería salir a la calle, deseando ser feliz siempre que sea posible, sin necesitar nada artificial. He logrado pocas cosas en la vida: una es mi soledad, otra mi paciencia, y algunas otras que prefiero guardar para mí. Tengo tres libros recién comprados. Mi perro ya ha salido a hacer sus necesidades, mi madre tiene diarrea, y yo me muero de frío. Pensar que mañana tengo que trabajar, sin saber hacia dónde me lleva este extraño sentimiento de continuar sin pensar demasiado… Decido dejar esta noche atrás y volver a mis sueños, escribiendo locuras sin pensar más allá de lo que brota de mí como sangre de un pollo degollado. Regreso a mis sentimientos, dejando que este aire puro pase por mis pulmones. Es hora de soñar, de besar nuevamente esa eternidad, aunque sea a través de espesos y peludos sueños.