es extraño, cada día leo menos y escribo mucho menos... ha llegado el punto de que ni siquiera leo, tan solo vivo y vivo con mayor intensidad...
Saturday, May 10, 2008
EL HOMBRE DIOS
las sillas eran de metal, pintadas de negro. el salón era de mármol blanco. todos estábamos sentados, en silencio total mientras el hombre-dios, sentado en un silla negra y muy grande frente a nosotros, cerraba los ojos. miré su forma: alto, flaco, achinado, pelo negro y grasiento, zapatos brillantes y un traje negro como el color de nuestras sillas. el hombre-dios abrió los ojos, eran negros; y todos quedamos sin aliento, esperábamos sus palabras, pero no dijo una sola, mas bien se paró y comenzó a caminar hacia nosotros. ¿qué deseará?, pensaba dentro de mí... de pronto, el hombre-dios alzó las manos y comenzó a pedir que nos acercáramos. nos paramos como si fuéramos aire atraídos por el aletear de sus manos. el hombre-dios se puso en medio de nosotros y todos nuestros cuerpos cayeron como globos sin aire. quedamos como postrados, mientras el hombre-dios nos tocaba con sus manos. cuando llegó hasta mí, cogió mi barbilla y levantó mi cara hacia la suya. sonrió mientras yo empecé a llorar, y no sabía por qué... podría ser de alegría, dolor, angustia, éxtasis, no sabía cómo expresarlo. lo cierto fue que mientras lloraba, el hombre-dios sacó un caramelo de sus huesudas manos y con sus finísimos y largos dedos de araña abrió mis labios para introducirme el caramelo que era del mismo color que su traje y sus ojos y el color de todas la sillas del salón. y cuando empecé a saborear el caramelo, dejé de llorar y empecé a sentir paz, contentamiento, satisfacción, y no sabría decir si era por el dulce o por la mezcla con mi baba... el hombre-dios volvió a su silla y luego de decirnos algo bien largo y lleno de palabras en un idioma como carcajadas largas, pasuadas y cortas, se paró y salió del salón... noté a través de una de las ventanas de aquel salón que un auto negro lo esperaba. le vi subir y partir como un hombre normal, pero era un hombre-dios. luego todos nos paramos y empezamos aplaudir sin cesar hasta que todas las luces del salón se apagaron, quedando todo como el color de la sillas, el traje del hombre-dios y el color de sus ojos... todos empezamos a caminar, buscando en plena oscuridad la salida que nos llevara a la presencia del hombre-dios, o el resto de su sombra...
san isidro, mayo de 2008
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