Sunday, October 02, 2005

A las nueve de la noche...

Estoy escuchando las sonatas de Mozart, es bello. Siempre quise ser músico, la suerte no estuvo de mi parte, no tuve dinero ni pasión por encontrarme con un guía. Recuerdo, cuando niño, íbamos a escuchar a un gran violinista en el colegio... Se iba a presentar en el auditorio principal, yo nunca antes había escuchado un violín pero desde que entró aquel señor de cabellos negros, hirsutos, con un peinado todo para atrás y esa cara amarillenta resplandecida por la media luz que tenía nuestro destartalado auditorio, me pareció ver a un fantasma, una sombra, un sueño que emitía una bella melodía que mi alma se inyectaba a su naturaleza perdida... Le escuché y escuché y nunca pude olvidar aquellas danzas húngaras de Brahms... fueron exquisitas. Tenía once años.

Y hoy que siempre gusto de escuchar a Mozart, me siento en mis once años, en aquel auditorio comulgando con aquella sombra del artista y viajo con la música hacia el valle de la belleza, el lugar en donde todo es perdonado, inclusive a uno como yo que lo único que ha aprendido en la vida es a escribir.

Últimamente he leído mucho, no recuerdo a cuantos pero muchos, me agrada leer, me siento no tan solo. No escribo como antes, puede que sea una especie de aridez del alma, no lo sé. También debo de reconocer que jamás mis sueños de realización como escritor se realizarán, eso, es una bendición, quedaré como aquellos que escriben su música a quien quiera escucharle...

Diariamente salgo a mi trabajo, algunas veces escucho que un amigo se ha muerto, eso me apena, pero yo continúo viviendo, sigo para adelante. Trabajo como todo el mundo y poco a poco voy conociendo mi mundo interior, es poco lo que conozco pero suficiente como para encontrar algo dentro de mí que me llena el vacío que siempre me ataca en mi soledad. Eso, es una bendición. Estoy vivo y entiendo que debo conocer mi mundo interior.

¿Cómo será cuando mucha gente conozca su interior?

Creo que será un mundo mas bueno, la gente aprenderá a perdonarse a sí mismos. Se verá la cara y no encontrará más que diferencias, sintiéndose único, especial. Saldrá a la calle con los ojos de frente, mirando la eternidad que es su presente, respirando aquel aire que nunca mas lo volverá a sentir. Vivirá y puede que se encuentre en su mundo interior, puede que sienta que todo es lo mismo, entes girando en torno a la fuerza vital, aquella que late una y otra vez entre cada aliento...

Y bien, es bueno contar un poco de mi, eso me agrada y me cura, sobre todo si es auténtico, sincero y con amor o sentimiento.

Suyo,

Yo

La Novela

Recién llegaba de la feria del libro con cerca de dieciocho libros usados bajo mi bolsa cuando una guapa y elegante señora estaba esperándome en la puerta del edificio en donde alquilaba un cuarto.

- Hola.

- Si, puedo servirla en algo señora...

- Eres un buen lector, me han dicho, y también sé que escribes muy bien, eso, también lo he escuchado.

- ...

- ¿Callas, no debieras...? ¿Te gustaría publicar aquella novela que tienes escondida bajo llaves en tu escritorio de mesa?

Iba a preguntarle el cómo se había enterado de mi novela puesto que a nadie se lo había confiado. Me preguntaba muchas cosas más pero mis labios no podían moverse, tan solo mis ojos escrutaban a la hermosa dama vestida toda de rojo y cubierta por un lujosísimo saco de piel de oso negro.

- Noto que te intimido, no debería ser así puesto que soy una amiga, una admiradora... ¿Me invitas a entrar a tu cuarto…?

Iba a decirle que no pero ella ante mi total asombro cogió las llaves que guardaba en mi bolsillo derecho, y como si fuera un fantasma empezó a ascender por las escaleras del viejo edificio. Yo, me quedé como una estatua, con mis libros en los brazos, recibiendo un aire frío que empezaba a congelar mis orejas, manos… Una fuerte lluvia explotó en el cielo empezando a mojar mi existencia y todos mis libros, aún así sentí que no podía moverme... ¿Estaré soñando?, me pregunté. De pronto, el ruido de una ventana que se abría rompió el hechizo. Alcé la vista hacia mi cuarto y observé que las luces estaban prendidas, viendo a través de la ventana que la hermosa señora tenía en sus manos mi inédita novela... Ante esto, solté los libros y como un loco subí hasta llegar al piso de mi cuarto pero cuando entré no encontré a nadie... Fui a buscar mi novela bajo el cajón de mi viejo escritorio pero no la encontré, así que como un poseso salí a las calles buscando a la dama de rojo y saco negro. A cada persona con quien me cruzaba en la calle les preguntaba por ella, pero todos me miraban con temor y sorpresa. Y cuando no había nadie en las calles sentí que todo esfuerzo sería inútil...

Regresé sobre mis pasos hasta llegar a la entrada del edificio en donde alquilaba un cuarto, y con gran suerte encontré mis dieciocho libros tirados en mitad de la vereda. Estaban húmedos. Subí a mi pieza y con una toalla empecé a secarlos con gran cuidado, por suerte tan solo las pastas estaban mojadas. De pronto, me detuve en la carátula de uno de ellos en donde pude reconocer a la bella señora vestida de rojo y lujosísimo saco negro. Leí el título: "El beso de la mujer araña". Lo abrí y empecé a leerlo... y en esos momentos me imaginaba escribir mi primera novela, fantaseaba en que no se la mostraría a nadie y que la guardaría en mi viejo escritorio de madera. Sería una hermosa obra literaria en donde tatuaría mis pensamientos, sentimientos y parte de mi vida en este extraño y mágico mundo. Sí, eso haría... aunque a nadie nunca jamás lo contaría...





San isidro, octubre del 2005