Monday, August 07, 2006

El primer beso

Las veces en que veía besarse a una chica con su chico era en a televisión, o en cualquier esquina oscura de mi barrio. Me gustaba mirar cuando se besaban. Algo en mi se ponía erecto, a pesar que contaba con nueve años. Cada reunión con mis amigos de barrio trataba de cuantas chicas habíamos besado. La mayoría de todos decía que tenían no menos de diez novias al mismo tiempo. Yo, como ellos, mentía. Tengo cuatro, decía. Mi vida se lleno de esperma hasta llegar a los quince años cuando tuve la oportunidad de conocer a una linda chica con la cara más dulce que una manzana roja. Me le acerqué y le pregunté su nombre. Se puso roja, se dio la media vuelta y corrió hasta llegar a su casa. El demonio se metió en mis entrañas. Me puse como perro labrador apuntando la ventana de la chica sonrojada por mis palabras, y esperé a que saliera. No salió toda la noche, pero allí me quedé, sentado en la vereda, mirando la ventana de la casa de esta chica... que tan solo pude ver su sombra que se mostraba una y otra vez. Luego fueron varias sombras, hasta que alguien salió por la puerta. Era su padre. Se me acercó y me dijo con ojos enrojecidos que me largara de una vez. Me paré y no me detuve hasta llegar a mi cuarto.

Al día siguiente le hice la guardia. Vi que sus padres y hermanos salían y la esperé. A eso de medio día la vi salir a regar el jardín. El corazón quería salírseme del pecho. Estaba fuera de mí. Todo mi ser quería ese cuerpo, plancharme en el suyo... Cada paso que daba era como si subiera a que me cuelguen, me crucifiquen, mi muerte, pero qué importaba si ella estaba allí, miándome a los ojos, a los labios, a mi cuerpo de un chico de quince años. Hola, le dije. Bajó la mirada. Noté que se sobaba las piernas. Sus ojos eran negros pero estaban llenos de luz... Estaba totalmente hipnotizado. Ya no era yo, era una mano de la pasión. Me acerqué por instinto animal. Escuché los latidos de su vida, los míos, los del universo... Abrí la boca, ella también. Di un paso mas cerca, ella alzó la cara. Nos miramos, sonreímos, y luego, me aspiró la vida a través de sus labios... y, me robó la vida, toda la vida. Luego, de una eternidad o un instante, me empujó y se metió en su casa. Y allí estaba, echado en la puerta de su casa, loco, enamorado, besado por la lujuria... Estaba lleno de pasión. Mi corazón me levantó del suelo y vio una de las ventanas del cuarto. Soy un león, me dije. Vi un árbol bastante cerca y la trepé. Era un león. Vi su cuarto con la terraza abierta y salté como un felino. Ya estaba dentro. Abrí la puerta. Podría estar su padre, su hermano, la empleada, su abuelo, cualquier persona, pero no había nadie más que ella mirándome a los ojos con el rostro totalmente rojo, dorado, con sus labios quemados por los míos. Me acerqué y ella se hizo un ovillo, un puntito en toda la casa, en un rincón. La levanté y le puse mis labios, que ya eran suyos, y fuimos bendecidos por la lujuria, la pasión, el amor hecho una sola carne... No recuerdo qué pasó después... Veía mi ropa salir de mi cuerpo, su ropa salir por el aire. Vi su cuerpo respirándome el mío. Y luego, nuestros labios hablaron en silencio. Se dijeron todo en un instante, en una eternidad... Nos penetramos, nos hicimos uno con el universo hasta que gemimos de éxtasis... Luego, vino la paz, la tranquilidad, hasta que sentí que alguien me cogía de los pelos y me daba patadas, puñetes, de todo... para salir volando por la ventana... Caí por suerte cerca del árbol, desnudo, pero luego vi mi ropa salir tras de mí... Volví a mi casa con un extraño y nuevo sentimiento. Había sido mi primer beso, pero no el último...




San isidro, agosto de 2006

La bienvenida

Estoy parado frente a la puerta de casa pero no deseo entrar. De solo recordar que nadie más que yo vive adentro me hace sentir que es el último lugar donde quisiera estar. Pero aun así he sacado la llave del bolsillo y he ingresado. He prendido las luces y me he sentado a tocar piano. Siempre que lo hago, apago las luces y me dejo llevar por el sonido de la oscuridad. Me relajo cuando toco, y en eso diluía mi soledad cuando escuche voces, susurros, podría decir que deseaban que continuara tocando por favor, como rogándome... Continué hasta agotarme y no sé por qué, quizá porque era algo nuevo para mí, compañía, seres inasibles que apreciaban mis sentimientos bajo el timbre musical. Mi corazón latía sin armonía y mi cuerpo empezó a sudar frío. Era normal debido a esta singular experiencia. Prendí las luces del cuarto y nada, no había nadie... pero sentía presencias. Apagué las luces y a ciegas caminé hacia mí cuarto, prendí las luces y empecé a pintar, y mientras pintaba, una fuerza desbocaba mis manos, mi mente de colores, visiones extrañas. Llegó un momento en que me sentí preso por hilos, sentimientos líricos que empujaban mis creatividad. Solté el pincel porque no quise ser de nadie y todo se hizo paz, tranquilidad, hermoso... y en ese preciso momento el alborear de un día, penetró mis sentimientos... Me fui a bañar y luego me puse a descansar. Fue extraño, no soñé. Me levanté y, asombrado, vi personas que entraban y salían de mi cuarto... Vestían con ropa de otro tiempo. Quise hablar con cualquiera de ellos, exigiendo una explicación, pero nadie me hizo caso. Me vestí, levanté y fui a ver qué era lo que ocurría. Esta gente preparaba la llegada de alguien, como una fiesta sorpresa, una bienvenida... Estoy desvariando, pensé. Hacía frío delante de ellos y salí de la casa sin que nadie se diera cuenta de mi ausencia. Fui a visitar a unos amigos que se hallaban en el centro cultural y les conté lo que había ocurrido en mi casa, no creyeron nada. Trabajas demasiado, dijeron. Me paré y los reté. Acompáñenme, les dije. Se pararon y me siguieron los pasos en medio de burlas, risitas disimuladas. Llegamos, entramos a mi casa, y allí estaba el gentío que subían y bajaban las escaleras de la casa, parecía que ya estaba por terminar su labor... Qué les pasa, no pueden ver a toda esta gente.... Mis amigos se miraron unos a otros y dijeron que no, que no había nada. Estás mal, me dijeron. Se dieron media vuelta y se fueron. Salí tras de ellos pero no tenía una sola palabra que decirles. Me detuve y fui hacia el bar de un conocido. Me puse a beber bastante hasta muy tarde. Ya estaba mareado. El barman me dijo que podría pedirme un auto que me llevase a mi casa. No, no gracias puedo irme por mi cuenta, tal como vine. Salí a la calle, crucé la pista y no vi un auto pasar por mi lado, casi besó mi cara... Me asusté, se me pasó toda la resaqueada y apuré mis pasos. Llegué a mi casa y volví a detenerme en la puerta, no escuché un solo sonido, todo estaba tranquilo... Ya se han ido, pensé. Entré y de repente todas las luces se encendieron. Y todo el gentío gritó: ¡Bienvenido! Me gustaron sus amigables y alegres palabras y me puse a conversar, estaba en una fiesta. Bailé, grité, chillé, y continué tomando durante toda la noche hasta que llegó el día... Sonó la puerta y metieron debajo el periódico del día. Lo abrí y vi mi foto en primera plana con la noticia de que un auto me había atropellado en mitad de la noche, y que mi cuerpo estaba en la morgue... Miré a todo el gentío que estaba en casa y supe que ahora era uno de ellos. ¡Bienvenido! Volvieron a gritar...


San isidro, agosto de 2006