Yo, ya no soy yo
quien me vea por la calle
o quizá en la puerta de mi hogar
verá un cuerpo adherido a sentimientos,
jugando la inercia de la grupa
que a todos lleva al lugar tradicional
llamado dormir sin soñar
ni poder despertar…
Unos días antes,
bajo una manta sentí
las gélidas palmas de
la dama del imperio final…
Asustado me puse
y en silencio empecé a implorar,
no el Padre Nuestro
ni
sino
a la misma vida que tanto me ama
que recuerda el beso ensoñado…
No me lleves, le dije
Aun tengo unos pasos que dar
y los días aun no brillan para mí
como es la promesa del buen dios
que nos creo a su imagen…
Tras un breve y apagado silencio
sus uñas cesaron de gastar
mi traje de carne
y el velo de mis íntimos sueños…
Volví los ojos para verla
pero solo su sombra,
que se expandía con la noche,
me advertía que pronto
tendría yo que salir
con su guadaña de mi vida,
andando por las noche sin sombras…
Cerré los ojos un momento,
mientras el día arrastraba
su manto que
libaba todas las vidas…
Le narré mi canto secreto
Y él me dijo que así como él
todo tiene su inicio
y un final sorpresivo…
Salí de mi casa
y con una sonrisa
continué respirando…
San isidro, septiembre del 2005