Wednesday, August 31, 2005

El pescador

Había caminado durante todo el día buscando trabajo sin suerte. Miré mi reloj y ya era la hora de ir a la reunión. Tomé el carro que me llevaba y con una sonrisa olvidé la buena o mala suerte que había tenido el día de hoy. Una que otra vez los malos pensamiento venían como zancudos a inyectar su veneno de angustia, pero yo estaba enfocado en el sentimiento que guardaba en mi corazón, que me decía que no hay días malos ni buenos, sino hay días vividos y aceptados. Como un niño sonreí de oreja a oreja por aquel claro sentimiento sin darme cuenta que una señora me estaba mirando con gran curiosidad. "¿De qué sonríe joven?", preguntó. Le dije que hoy siento plenamente que estoy vivo. La señora también sonrió y me dijo cual era mi secreto, le dije que es simple, que hace muchos años conocí a una persona que me mostró mi corazón y la forma de escucharlo constantemente. "¿Es usted feliz?, volvió a preguntar. Le sonreí, y ella me dijo que no era necesario que le diga nada pues notaba en todo mi rostro un sano contentamiento. La miré de frente y sin dudar un instante la invité a la reunión en donde se hablaría un poco mas de esta cosa tan hermosa que es la manera práctica de conocer su ser interior, su corazón... Ella me dijo que no podía ir en estos momentos pero que después, si le invitaba, podría ir. Le di una tarjeta de invitación y nos despedimos con una sonrisa que sentí, era de corazón a corazón...

Bajé del auto y mientras me acercaba a la reunión sentí que había hecho algo muy hermoso... Quizás no había tenido suerte en conseguir trabajo pero sí había conseguido encender un corazón con un atisbo de alegría y de paz... Entré a la reunión y escuché al maestro hablar siempre de lo mismo, pero para el corazón, era siempre algo nuevo, algo que nutría todo mi ser de algo así como dicha y felicidad, y eso, es todo lo que un ser humano anhela sentir, al menos en un día como hoy en donde las cosas salen bien, mal, pero por la gracia de la apreciación son siempre bien recibidas, así como se recibe el regalo de este aliento, y de esta vida...



San isidro, agosto del 2005

El conformista

Me dijo que no, que todo había terminando para siempre... Yo, callaba, así como esas prsonas que se les viene una ola del tamaño del universo y siente que valla donde valla no escapará. ¿Por qué?, pregunté. Mírate, me dijo, mírate, cómo esperas que alguien te pueda querer si lo único que te importa es leer, escribir, visitar tus óperas, el cine en blanco y negro, y estar sentado en ese café durante toda la noche, ese bndito café lleno de borrachos y prostitutas, nada mas... Y a mí me dejas como si fuera tu sombrero, tu adorno, y yo no soy algo que uno usa y lo deja bien colgado en su percha, por eso, es que todo se acabó, ahora amo a otra persona: es bueno, me lleva a pasear, me habla, me compra lindos regalos, visita a mi familia, le gusta ir a las fiestas y bailar, en fin, es totalmente diferente a ti. ¿Y, cómo se llama?, le pregunté. No es importante que lo sepas, basta decirte que no lo conoces y que no deseo presentártelo. Tu sabes que detesto las peleas, las disputas, y ese tipo de cosas, así que... adios, todo ha terminado entre nosotros.
Me cerró a puerta y me quedé como un perro mojado, sin saber adónde ir. Pensé en ir a mi escritorio y escribir mis sentimientos, pero había algo en mi alma que me ardía, y pesaba tanto como si tuviera plomo en el corazón. También pensé en sucidarme, pero yo era demasiado cobarde para llevar a cabo tremenda acción... por lo tanto lo único que me quedaba era recordarla, vivirla nuvamente, verla en mi pasado, ir a los lugares en donde sentía haber ido muy feliz con ella, (aunque habiéndola escuchado no fuera cierto) o al menos era cierto para mí. Y eso hice, visité cada lugar en donde los dos habíamos caminado: al teatro, a las librerías, al cine mudo, a las playas deshabitadas, a mi cuarto, al hotel en donde le recité mi primer poema de amor, al vejo café que diariamente iba a esperar... y escribir, y, la verdad, sentí que recordarla me llenaba más que si estaba a su lado en vivo. Pensé también en las cosas que siempre quise hacer con ella, como visitar los museos, ir a los cementerios los fines de semana, etc. ¡Ah, sentí y pensé, nuca podrás dejarme mi amor...! Y sintiendo esto, sentí que el amor era mas grande para mí si yo le daba libertad al sentir verdadero...
Me sentí tan contento que le escribí un poema y en vez de dárselo lo guardé en un cajón, junto a todos los textos que guardaba para cuando algún editor descubriera mi talento. Ya eran pasada la media noche y decidí salir, como siempre, a buscar mi inspiración, es decir, ir al viejo café a esperarla, a esperar la llegada de la musa, esperar a que se sentara en la misma mesa que yo. Como siempre, vino ella, sombría, callada, vestida de negro, sentándose frente de mí. Me saludó con un gesto de cabeza, y yo la saludé, mientras toda la gente que estaba a mi alrededor se burlaba de mí, pues sólo yo podía ver a aquella bendita imagen, solo yo tenía aquella suerte, solo yo podía escuchar sus palabras que salía a traves del sonido de silencio, solo yo y nadie mas...


Lince, agosto del 2005