Wednesday, September 21, 2005

Despertando al Soñar

Estoy agotado, con hambre, sed y lleno de profundas heridas... por eso te ruego que me escuches, o leas un instante...

Hace mucho que escribo y no sé cómo parar, dicen por allí que es un regalo de los dioses, otros que es una descarga de amor y del alma, pero, perdona mi objeción, escribo porque no sé cómo parar, es como un tren que cae y cae, desbocado de sus rieles, y cae, pero sabe que solo parará cuando el tiempo se detenga una eternidad, y los vientos huyan del cajón ceniciento... Así dicen muchos que saben cómo sentir el último instante.

Mis padres han dejado una carta, y en ella me dicen lo que es real, y no un sueño. Lo leo y me asusta, tanto que no puedo dormir sin soñar. En ella me cuenta que no tengo padre ni madre ni hermanos ni amigos ni enemigos, no tengo nada, soy un ser que llegó como un meteoro, reluciente, lleno de luz, pero que ahora estoy apagándome, así como este instante en que estoy agotado, con los párpados así como nubes densas y oscuras como el barro.

Hoy dejé una mano en la casa de un camarada, mis ojos a una señora que no sabía lo que hacía, mi alma a un perro que no tenía dueño ni hogar, luego, sin nada de nada, salí como esos vapores y sentí expandirme en toda la humedad del universo… Y allí, como un absoluto, empecé a soñar, y soñé que existía, que mis piernas eran razonables, y mi voz era atormentada, tranquila, alegre así como el clima del tiempo… Y vi que todo era bueno, mientras lo malo me seguía como una sombra ante el sol del desierto.

Salí de mi sueño y empecé a vivir aquello que llaman real, verdad, instante, no sé, pero a todo le ponen un nombre, y así me encarné luego del sueño y sentí los dolores, cansancio, amor así como todos los bichos que marchan hacia el final de todos los sueños, y supe que todo era un viaje, un movimiento sin rozamiento, una melodía escondida tras todas las melodías… Luego, callé y volví a respirar una y otra vez, una y otra vez, y mientras sentía aquella santidad me puse en dos pies y empecé a escribir y cantar…




San isidro, septiembre del 2005

Quisiera yo, tú...

Te quiero escuchar, te juro que deseo escucharte, pero tu hablas, escribes, y tan solo recitas de ti, con letras sin color, transparentes, pero, repito, te quiero escuchar y eternamente no…

Cuéntame de ti, de tu necesidad verdadera, de tu primer grito perdido que aun resuena en el fondo de tu abismo… Dime si ya sabes quién eres, y dime cuál calzada escogiste, y, sobre todo, si es la única que te lleva al cálido hogar…

Ya sé que digo tonteras, y que usualmente las digo. Ya sé que mi sed es la misma de siempre, que las hormigas que pululan dentro nuestro aún continúan sin reina ni rey, pero dime algo y no calles, dime con tus ojos que el sol se está apagando, y con tu inspiración que las flores ahorran perfume, si, dime con tu alma si hay espacio y agua en el cielo para una sombra abrasada que busca sosiego…

¿Callas?

¿Por qué?

¿Es que eres uno de los nuestros, uno más? ¿Eres de aquellos que viven tibios y a medias, de aquellos que embuten de combustible la carne y viajan y viajan de aquí para allá sin saber que estamos en una corona?

¡Basta ya! Y, perdona te lo pido…

¿Quién soy yo para hablar y escupirte de esa manera?... ¿Es que no sé que soy como tu, que respiro el mismo aire por las narices, que entran organismos vivos o muertos por nuestras bocas, y que escuchamos el silencio y el bullicio de adentro y de afuera…?

En verdad, yo soy un ripio amasada de nada, y aunque es poca cosa, es suficiente como para escribir y desear que encuentres reposo… Un lugar donde percibas aromas enteros, donde te cubras de corrientes que calmen todas las sedes, donde las aves canten y vuelen lado a lado con nuestras pálidas almas, donde los matices del cielo estallen de dicha y lluevan colores del paraíso… Y, sobre todo, que halla un faro de luz en donde podamos viajar hacia el mundo del papel y del lápiz, al mundo en donde podamos leer y sentir que no hay nada mas que agregar, que sentir un pedazo del santo aliento repartido en infinitos alientos, en infinitos puntos animados…


San isidro, septiembre del 2005