Saturday, September 03, 2005

Cuéntame una canción

Salí de mi casa temprano, dirigiéndome hacia mi trabajo cuando en la mitad del camino vi a una señora vestida toda de negro, usaba un pañuelo negro, gafas oscuras y una gran maleta negra también... Cuando estaba por cruzarme con ella me cogió del brazo y, con una sonrisa, me pidió que la escuchara un instante de mi tiempo. Yo estaba apurado, pero al ver su sonrisa de oreja a oreja, me cautivó, y le dije que sí. ¿Sabes cantar?, me preguntó. No, le dije. De pronto abrió su maleta y sacó una linda guitarra, me la dio y me dijo que élla me ayudaría. Luego se fue caminando por el medio del parque en que estábamos hasta perderse entre todos los árboles.

No sabía qué hacer con la guitarra así que decidí dejarla en el parque cuando escuché que de ella brotaban bellos sonidos, sintiéndome encantado, por su melodía. Me olvidé del trabajo, de todo, cuando vi que un ave de muchos colores se puso cerca de la guitarra, que no dejaba de sonar, empezando a silbar y silbar haciendo que mis ojos se abrieran, mis oídos se destaparan y sintiera que todo el mundo estaba en armonía.

No supe cuanto tiempo pasó pero allí me quedé sentado en el parque, escuchando y escuchando, sintiéndome tan feliz como un niño, cuando empecé a darme cuenta que muchos niños se acercaron hacia la mágica guitarra a escuchar su bella melodía y el dulce canto del ave de colores... De pronto el pájaro dejó de silbar, y bailoteando por los aires, hizo que los niños empezaran a reír y reír, y luego, sin saber cómo ni cuándo todos los niños a mi lado empezaron a cantar y cantar la misma melodía de la mágica guitarra y el dulce pájaro de colores como el arco iris... Y luego, vinieron más y más niños, y todos continuaron cantando y cantando hasta que sentí que estaban todos los niños de mundo en aquel parque rodeado de inmensos árboles, cantando y cantando sin parar... como si fueran los ángeles del cielo…

Sentí que estaba en el paraíso cuando una inmensa sombra llegó al lugar en que todos los niños del mundo, la guitarra, el ave de colores y yo estábamos... Y cuando quise ver de quién era esa sombra, noté que era la señora vestida de negro que se acercaba en medio de todos los niños del mundo, que al verla, callaron, haciéndose a un lado, para luego retornar a sus lugares de donde habían provenido. Y cuando quedamos la señora, la guitarra, el pájaro y yo, escuché a la dama de traje de negro preguntarme si ya sabía cantar, le dije que no, que aún no. Entonces, la guitarra dejó de sonar, el ave comenzó a volar hasta perderse por los cielos y vi que la señora de negro colocaba la mágica guitarra en su oscura maleta..., para luego desaparecer de mi vista por el medio del parque que estaba poblado de árboles inmensos.

Cuando estuve solo, me levanté y continué mi camino, y cuando estaba por llegar a mi trabajo sentí deseos de cantar, y canté... y canté y no dejé de cantar hasta que sentí que eso era todo lo que yo quería hacer durante el resto de mi vida... Me volví hacia el parque y para mi gran alegría, encontré a la señora vestida de negro, esperándome, y cuando estuve frente a ella, le pedí si podía escuchar nuevamente a la mágica guitarra. Ella abrió la maleta, y no había nada de nada, la oscura maleta estaba vacía, pero algo dentro de mí salió como si fuera un volcán, y aquella fuerza era una canción que salía de mi corazón, y canté y canté y mientras cantaba observé que todos los niños del mundo volvían al parque poblado de árboles, para escucharme cantar. Nuevamente vi al ave de colores, lo escuché silbar y era hermoso… y luego, cuando dejé de cantar, todos los niños del mundo cantaron y cantaron, mientras la señora de oscuro traje me cogía del brazo y, como si yo fuera un instrumento, me metía adentro de su vieja maleta… Y adentro sentí que, por la primera vez, podía descansar en total armonía y paz...



San isidro, septiembre del 2005