Saturday, September 24, 2005

Desconocido

Acabo de llegar a mi casa y no he encontrado a nadie. Están los muebles, cocina, mi cama, escritorio, pero los cuartos de mis padres y hermanos están vacíos...

Me he puesto a buscar por todos lados una carta que me indique la razón de su ausencia, de esta locura que no me deja de angustiar, pero nada. Ya han pasado varios minutos que estoy tirado en el suelo de sus cuartos. Miro las paredes y están llenas de moho, manchas de sombras, telarañas espesas así como el cabello de un moreno, y me he puesto a pensar y pensar, y en esos pensamientos he pescado una idea brillante, así que la he cogido con mi alma y he decidido llamar a toda la gente, parientes, vecinos que he conocido a lo largo de mi vida...

Cojo el teléfono y empiezo a marcar pero a mitad del discado me detengo porque me doy cuenta que no recuerdo a la persona a quien deseo llamar ni mucho menos el número telefónico. ¿Estaré loco?, pensé con frío temor. Dejé el teléfono, me erguí sacudiéndome de toda duda gris y me dije que puede que sí. Y si es así, entonces, ¿dónde está la libertad desprejuiciada?, ¿las voces que aterrizan de lejanas dimensiones?, ¿y, los monstruos que desde siempre temí... dónde están, y por qué no me persiguen?....

Veo que no hay nada, que estoy en blanco, tan solo recuerdo tener una familia con padres y hermanos, pero... ¿será que lo habré imaginado, o soñado?

¡Diablos!, ¡Ya sé la solución!

Si es cierto está extraña aventura en que vivo solo en una casa de cinco ambientes con un cuarto con una cama y un escritorio, una cocina, muebles pequeños pero limpios y dos piezas vacías, entonces habrá que salir al mundo de afuera, ver la calle en que vivo, y mirar a la gente, y esperar que me miren a la cara y me hablen como suelen hablar las personas conocidas. Si eso ocurre les preguntaré si recuerdan a mis padres y hermanos, y, también mi nombre y apellido pues parece que también lo he olvidado...

Es hermoso abrir la puerta de esta casa, salir, caminar por las calles sin recordar nada de este o de otro pasado. Veo gente que me cruza lado a lado. Me miran, sonríen pero siguen sus singulares destinos… Es bueno cruzarse con gente que sonríe con uno…

Veo una tienda pequeña, y por suerte tengo un poco de dinero para saciar mi hambre. Entro y veo que todo está en orden e iluminado, hay lindas mesitas, un gran exhibidor llena de deliciosos pasteles, y todo tan limpio que enciende mi existir. Tras el exhibidor observo a una agradable señora que me habla, y me habla en un lenguaje que no puedo comprender ni entender… ¿Qué me ocurrirá? ¿Estaré en otro país, y he dormido, y he despertado, olvidando que estoy en otro lugar?... ¡Oh!, por suerte aparece una linda y pequeña jovencita de ojos negros y cabellos mas negros aún que me habla, y por suerte la puedo entender. La linda chiquilla me pide disculpas y me pregunta qué es lo que deseo. Le digo lo que quiero, le pago con unas monedas y ella me entrega el delicioso pastel con un vaso de agua mineral. Miro el pastelillo y lo devoro en un solo instante junto con el agua mineral. Luego salgo de aquella luminosa tienda y empiezo a caminar y caminar, sin rumbo ni meta ni destino, así como las hojas empujadas por la fuerza del viento. Es hermoso dejarse llevar. Y sin saber cómo, he llegado a un inmenso parque lleno de árboles, plantas, bancas de madera iluminadas por un día precioso de Sol, quizás estemos en la primavera, no sé… pero es indudable que es un día maravilloso…

He decidido descansar, dormir sobre una de las simpáticas bancas que están libres y solitarias así como yo, no veo a nadie que pueda observarme, y tampoco creo que provoque un problema al echarme sobre una de las bancas. Me echo en una de ellas, cierro los ojos, y me he quedado dormido, es lindo dormir para luego volver a despertar…

Abro los ojos e increíblemente estoy en un oscuro bosque, es ya muy tarde y la noche está sobre mi existencia. Observo a los vagos que caminan con los rostros sin cara. Es espantoso. Salto de la banca y decido irme a mi casa, deseo refugiarme en un lugar cálido pues tiemblo de frío y temo a la oscuridad…

Camino y camino, y noto que estoy perdido pues no recuerdo si tengo casa, si tengo algo; en verdad, no recuerdo nada de nada… Estoy aquí, en el centro de la calle, caminando y caminando sin rumbo ni meta ni destino, tan solo camino hasta llegar al borde de un gracioso río, plateado por la luna que brilla y que parece observarme como si fuera el ojo de un buen dios. Es un río muy lindo, me encanta escucharle; quizás él pueda contarme de dónde he venido; o quizás la luna que brilla en lo alto abra sus parpados y señale el camino perdido… eso espero tan solo de ellos, pues la gente que camina sin rostro la siento ajena, extraña, fría, así como la oscuridad de la noche… No son como el río que no deja de murmurarme y fluir sin parar, o como la luna que brilla, o el buen día que tímidamente empieza abrirse como los pétalos de una flor…




San isidro, septiembre del 2005