Sunday, December 23, 2007

esos momentos


despacio, escuché decir. detuve mi marcha y me fijé de quién era aquella voz tan dura y posesiva. frente a mis ojos estaba un gato color negro. miau, le dije al gato, y este me dijo que no maullara, que no tenía tiempo y que lo llevara al centro comercial para comprar los regalos de navidad. está bien, respondí. proseguí mi marcha y entré al centro comercial. estaba repleto de gente. era víspera de navidad. un hombre iba a coger al gato, pero le detuve y le dije que este iba conmigo. señor, me dijo, está prohibida la entrada de animales al centro. está bien, dijo el gato ante el asombro del hombre encargado de la vigilancia del centro comercial. nos dimos la vuelta y vimos como toda una ruma de gente nos miraba en silencio total. salimos y vimos que todos nos miraban a través de las ventanas de aquel coso. seguimos y nos alejamos de aquella visión. ¿adónde vamos?, le pregunté. a tu casa, respondió. caminamos hasta llegar a mi casa. entramos y nos sentamos a tomar un lonche. le serví un poco de leche fría. saltó sobre la mesa y empezó a lamerla hasta terminarla. le miraba cuando este me inquirió si nunca había visto tomar leche. bajé la miraba hasta terminar mi vaso de leche, luego, me levanté y me puse a leer un libro. de pronto, sentí el ronronear del gato y le vi saltar como una sombra hasta ponerse en mi hombro. ¿qué lees?, preguntó. le conté que leía a Sebald. ¡ah!, respondió, ya lo leí. saltó de mi hombro hasta el borde de mi cama. y... qué te pareció, le pregunté. muy inseguro, aunque erudito en lo que expresa... dicen que es original, lo creo, pero quién no lo es... le di la razón y cerré el libro. le iba a preguntar si conocía mi obra, pero antes de que abra la boca ya me había leído la mente. me dijo que yo era un buen hombre pero muy lúdico en todos mis textos y que me aconsejaba que leyera a los griegos porque era una cultura que aún sobrevive en las esferas dominantes del este viejo mundo. aquella noche conversamos de autores y de vidas de gatos. le pregunté el milagro de su voz. me dijo que era un don, un regalo de los dioses y que él mismo no se lo explicaba, y que desde muchos años atrás leía y sabía de sus vidas pasadas, y que siempre había sido un gran gato... así seguí hasta pedirle permiso para irme a dormir. anda, respondió. me tumbé en la cama y dormí profundamente. a la mañana siguiente le levanté y fui a buscar a mi gato. no lo encontré y aún lo estoy buscando cada noche que salgo a caminar, y cuando voy a los mismos lugares que he caminado a su lado, le pregunto a la gente si lo ha visto. nadie sabe nada de él y estos me miran como un loco, pero yo sigo buscándolo, pueda ser que lo encuentre y me diga que tal están mis textos y mis lecturas... sí, pero, nunca mas lo he visto y menos hablado, porque cuando me cruzo con uno, le hablo pero nada, tan solo dicen lo mismo: miau, miau, miau...


san isidro, diciembre del 2007