Thursday, September 15, 2005

El hombre de piedra

Caminaba por la calle sin casi nadie se de cuenta de mi gran alegría, sin embargo, sabía que aquella joya que guardaba en mi bolsa y que costaba mucho dinero, me hacía sentir como estar en dentro de un vaso con aceite y agua. Entré con mucha cautela a mi departamento y nuevamente me puse a mirar la joya que había recibido de aquel hombre que encontré en la puerta de mi trabajo cuando yo acababa de salir. Toma esto, me dijo, es tuyo, solo tuyo, y, diciendo esto, subió a un lujoso auto que parecía haberle estado esperando y se fue. Todo fue tan rápido que no pude responderle al señor... pero cuando abrí la bolsa encontré aquel pedazo de oro y plata, no sé, era tan brillante que tuve que buscar un rincón para verlo nuevamente.

Yo conocía muy bien de metales preciosos pues mis padres que fueron judíos me enseñaron todo al respecto pues durante años trabajaron en una joyería hasta que fueron asesinados por unos delincuentes, dejándome solo en el mundo cuando tan solo contaba con quince años, pero nunca me olvidé de apreciar una joya, en especial el oro. Desde la muerte de mis padres viví con un tío, y este haragán terminó de matar todas las pertenencias de mis padres, dejándome, además de solo, en la miseria. Luego que mi tío me abandonó, tuve que irme a trabajar en el mercado como tendero. Dejé de estudiar pues no tenía tiempo ni dinero para comer, vestirme ni pagar un cuarto. Estaba solo en el mundo y tan solo el recuerdo de mi vida anterior me llenaba de alegría...

Y es allí en que, mientras trabajaba en una tienda en donde vendía antigüedades me encontré con este regalo caído del cielo y que ahora tenía en mi cuarto y frente a mis ojos. Lo primero que tenía que hacer era buscar un comprador, pero como no tenía factura tendría que venderlo en el mercado negro. Lo miré y no sé por qué apagué las luces, quizás porque podría verme alguien a través de mi ventana, no lo sé, pero cuando estuve con las ventanas apagadas pude apreciar que esta piedra dorada y plateada brillaba de una manera muy especial... Me acerqué a la piedra y pude apreciar como una especie de calor mientras la tenía en las manos pues brillaba cada vez más. Me asusté mucho, pues había leído muchos libros de HG Wells, y justo acerca de una bola de vidrio en donde el dueño de esta bola pudo distinguir en esa bola una entrada hacia otro mundo, un lugar fantástico... Pero esto no era una bola de vidrio, sino una piedra, y fue entonces en que recién me pregunté el por qué aquel extraño señor había decidido entregarme aquella joya sin haberme visto jamás. Por supuesto, me di cuenta que había caído en una especie de trampa o desgracia, no lo sabía pero mientras miraba la piedra que aumentaba su brillo, y cambiaba de color, es decir del oro, al plateado, como si fuera una de esas luces que están en las discotecas. Cogí una manta y la puse encima, temía que alguien se hubiera dado cuenta de la piedra que tenía en mi poder... Luego, me fui directo a dormir, estaba tan cansado que apenas me tumbé en mi cama quedé como un muerto.

A la mañana siguiente, apenas desperté fui a ver la piedra de oro y plata. Allí estaba, cubierta con una casaca que usaba siempre. Saqué la casaca y allí estaba, pero, extrañamente, parecía haber aumentado de tamaño y de forma... Ahora era como un grueso gusano de un color como el cobre. La cogí en la mano y sentí que aún estaba cálida, pero no tanto como el día anterior, pero, comencé a pensar que si esto no era oro ni plata de nada me serviría si fuera un trozo de cobre, así que decidí botarla en un tacho de basura. Así que salí de mi casa con la extraña piedra en mi mano y fui caminando hasta llegar a un río, la miré por última vez y me pareció como si tuviera un par de ojos oscuros y me rogase que no hiciera eso, pues sería inútil, pero igual la eché...

Mas tranquilo fui a mi trabajo en el puesto de antigüedades y trabajé duro y parejo hasta la hora de mi salida. Antes de salir me fijé bien si había alguien que estuviera esperándome en la calle. No había nadie, ý salí rumbo a mi casa. Cuan grande fue mi sorpresa cuando en medio de mi cuarto vi a la misma piedra que parecía estar esperándome, pero ahora tenía el color de una gema de color verde, era hermosa, pero, su forma había cambiado y crecido, era como un perro dormido, con sigilo la cogí y sentí que pesaba igual a la piedra de oro que tuve desde el principio. No tuve mucho que pensar para darme cuenta que nunca podría deshacerme de ella, por lo que tuve que entender en darle una utilidad. Durante toda la noche estuve pesando en qué hacer, y qué no hacer, y lo único que se me ocurrió fue hacer los mismo que hizo el extraño señor cuando me la entregó, pero, él me la dio cuando era tan solo un trocito de piedra, y ahora había crecido, por lo tanto, sería imposible entregársela a alguien tan iluso como yo.

Me dormí y tuve muchas pesadillas, en una de ella soñé que la piedra se había transformado en mí mismo, y que yo era el trozo de oro y plata. Asustado, desperté a media noche y me puse a observarla... Su brillo oscilaba tenuemente con la oscuridad, y notaba que despedía un líquido dorado que como una serpiente iba reptando hasta cruzar la ventana de mi cuarto. Luego, aquel mismo líquido dorado y plateado volvía trayendo extrañas piedrecillas que parecían alimentarla, como si la piedra fuera un ser vivo... Y allí me di cuenta que aquella piedra era un extraño ser de otro espacio. Prendí las luces y me puse a contemplarla, ahora había crecido hasta volverse del tamaño de un niño, y vi que aquel líquido dorado parecía ser un cincel que esculpía aquella piedra que había sido su alimento y que la había hecho crecer...

- Así que de eso te alimentas, le dije.

De pronto, la piedra que ahora parecía ser una inmensa perla con la forma de un niño se movió y me dijo que él era una piedra que había caído de otro lugar hacía mucho tiempo, y que gracias a diferentes personajes, había existido desde hace milenios, y que le gustaría mucho experimentar el cómo es una persona, así como yo. Le pregunté si me haría daño, me dijo que no. Le dije el por qué aquel extraño señor me lo había entregado; y la piedra me dijo que muchos años había servido a la gente de poder, y que les dio mucho dinero, poder, y que se había dado cuenta que aquella gente usaba muy mal todos sus poderes, así que una mañana se puso en movimiento y le dijo a uno de los hombres mas ricos del mundo que debía dejarlo libre o sino usaría todo su poder para destruirle, y fue así como cayó en mis manos...

Durante muchos días fui testigo de cómo aquel ser de piedra se transformaba en un cuerpo humano y cuando estuvo casi terminado me di cuenta que había adoptado mi forma, todo mi cuerpo, en verdad, éramos como dos gotas de agua con la diferencia de que yo era yo, y él era piedra, blanda quizás, pero dentro de sí era una piedra. Aun recuerdo cuando salimos por la primera vez, todos creyeron nuestra hermandad, pero él era muy inocente y callado que gustaba observar todo aquello que le llamaba la atención. Una de las cosas que observé en él, era que gustaba observar el Sol durante el día, y la Luna por la noche. Una noche le pregunté por cuánto tiempo se quedaría en este mundo, o a mi lado, y él me respondió que para siempre… Es que te gusta estar a mi lado, le pregunté. Si, me dijo, me agrada estar a tu lado, pues tu eres igual a mucha gente que he visto pero eres el único de tu especie, y, aunque yo soy tu copia, jamás seré lo mismo que tu. Te gustaría ser lo mismo que yo, le pregunté. Si, respondió. No sé por qué le vi los ojos y vi que ellos eran como si tuviera dos lunas, y su rostro emanaba como una aureola dorada, como si tuviera el sol tras su espalda. Me le acerqué y le di un abrazo con tanta ternura que casi sentí que el hombre de piedra empezaba a temblar de emoción… De pronto, sentí que sus brazos, que eran poderosos, me abrazaban con tanta fuerza que me dejó sin respiración, y luego, caí desmayado…

Cuando abrí los ojos vi que todo mi cuerpo era un amasijo de sangre que me brotaba por mi boca, y muchas partes de mi cuerpo. Cierto, me estaba muriendo. Ya casi agonizando alcé la vista y le vi. Sí, allí estaba el hombre de piedra que me miraba con una dorada sonrisa mientras veía que unas lágrimas doradas brotaban de sus ojos y reptaban por las sangrantes sábanas en que estaba hasta llegar a penetrar en mi interior. Sentí que todo a mi alrededor se volvía dorado, era como estar al frente del sol, y luego, una paz me cubrió como una paloma blanca, quedando en la total oscuridad, y en ella pude ver la Luna, era preciosa. Y de pronto, escuché la voz del hombre de piedra diciéndome que si me gustaría quedarme brillando como una piedra encendida, le dije que sí, y como por arte de magia sentí que algo dentro de mi se encendía y salía como si fuera una estrella hacia manto oscuro del espacio sin fin, y ya, al lado de la luna, y unas cuantas de las tantas estrellas del cielo, sentí que todo era único, armonioso así como el hombre de piedra…



San isidro, septiembre del 2005