Wednesday, August 31, 2005

El conformista

Me dijo que no, que todo había terminando para siempre... Yo, callaba, así como esas prsonas que se les viene una ola del tamaño del universo y siente que valla donde valla no escapará. ¿Por qué?, pregunté. Mírate, me dijo, mírate, cómo esperas que alguien te pueda querer si lo único que te importa es leer, escribir, visitar tus óperas, el cine en blanco y negro, y estar sentado en ese café durante toda la noche, ese bndito café lleno de borrachos y prostitutas, nada mas... Y a mí me dejas como si fuera tu sombrero, tu adorno, y yo no soy algo que uno usa y lo deja bien colgado en su percha, por eso, es que todo se acabó, ahora amo a otra persona: es bueno, me lleva a pasear, me habla, me compra lindos regalos, visita a mi familia, le gusta ir a las fiestas y bailar, en fin, es totalmente diferente a ti. ¿Y, cómo se llama?, le pregunté. No es importante que lo sepas, basta decirte que no lo conoces y que no deseo presentártelo. Tu sabes que detesto las peleas, las disputas, y ese tipo de cosas, así que... adios, todo ha terminado entre nosotros.
Me cerró a puerta y me quedé como un perro mojado, sin saber adónde ir. Pensé en ir a mi escritorio y escribir mis sentimientos, pero había algo en mi alma que me ardía, y pesaba tanto como si tuviera plomo en el corazón. También pensé en sucidarme, pero yo era demasiado cobarde para llevar a cabo tremenda acción... por lo tanto lo único que me quedaba era recordarla, vivirla nuvamente, verla en mi pasado, ir a los lugares en donde sentía haber ido muy feliz con ella, (aunque habiéndola escuchado no fuera cierto) o al menos era cierto para mí. Y eso hice, visité cada lugar en donde los dos habíamos caminado: al teatro, a las librerías, al cine mudo, a las playas deshabitadas, a mi cuarto, al hotel en donde le recité mi primer poema de amor, al vejo café que diariamente iba a esperar... y escribir, y, la verdad, sentí que recordarla me llenaba más que si estaba a su lado en vivo. Pensé también en las cosas que siempre quise hacer con ella, como visitar los museos, ir a los cementerios los fines de semana, etc. ¡Ah, sentí y pensé, nuca podrás dejarme mi amor...! Y sintiendo esto, sentí que el amor era mas grande para mí si yo le daba libertad al sentir verdadero...
Me sentí tan contento que le escribí un poema y en vez de dárselo lo guardé en un cajón, junto a todos los textos que guardaba para cuando algún editor descubriera mi talento. Ya eran pasada la media noche y decidí salir, como siempre, a buscar mi inspiración, es decir, ir al viejo café a esperarla, a esperar la llegada de la musa, esperar a que se sentara en la misma mesa que yo. Como siempre, vino ella, sombría, callada, vestida de negro, sentándose frente de mí. Me saludó con un gesto de cabeza, y yo la saludé, mientras toda la gente que estaba a mi alrededor se burlaba de mí, pues sólo yo podía ver a aquella bendita imagen, solo yo tenía aquella suerte, solo yo podía escuchar sus palabras que salía a traves del sonido de silencio, solo yo y nadie mas...


Lince, agosto del 2005

No comments: