Sunday, September 04, 2005

Mi imagen

Vi a un hombre de cabellos plateados, ojos grandes y vivos así como dos rosas abiertas. Era tan alto como un dios. Me le acerqué y le pregunté si él era un dios, un ángel o un hombre... No soy nada de eso, yo, simplemente no sé lo que soy, respondió. Se dio media vuelta no sin antes regalarme una bella y amistosa sonrisa, alejándose del puesto de libros que tenía en el centro de la ciudad. No sé por qué sentí el impulso por dejar todo y seguirle, fuera adonde fuera, pues una especie de explosión, emoción, rebelde sentimiento me arrastraba tras sus huellas. Le seguí.


Le vi caminar por todas la viejas calles del centro de la ciudad. Le vi entrar a un viejo café y le escuché pedir un vaso de agua. Se sentó en una de la mesas del salón y cuando le llegó el vaso con agua se puso a contemplarlo por varios minutos...

Yo siempre fui una persona muy atrevida, así que entré en el café y con el mayor de todos los cuidados me senté en su mesa, frente a frente, cara a cara al hombre de plateados cabellos, interrumpiendo su concentración con el vaso con agua. Disculpe mi intromisión, le dije. El me miró y nuevamente sonrió de aquella manera tan amistosa. Ante mi sorpresa, se paró, y antes de salir del salón me invitó su vaso con agua... Como un autómata cogí el vaso (iba a beberlo), mientras le observaba alejarse del café, y cuando sentí el impulso por continuar tras sus huellas, me detuve un instante a contemplar el vaso lleno de agua...

No sé si fue una alucinación, o no sé qué, pero me vi reflejado en la capa de agua que cubría el vaso, como si fuera un espejo. Me vi con mucha atención, y lo que vi fue algo hermoso. Sonreí, y la imagen también sonrió. Luego, acerqué el vaso con agua, acercamos nuestros labios, y ambos tomamos el agua del vaso, sabiendo que algo muy especial ocurriría después de aquella comunión.

Cuando terminé de beber, me paré y muy dentro de mí sentí que no estaba solo, que aquella sonriente imagen estaba adentro de mí, y sentí, que él estaba contento, muy contento al saber, descubrir que al fin nos habíamos hallado... Cerré los ojos, y le vi. Le pregunté muchas cosas, por el hombre de cabellos plateados, por mi puesto de trabajo, por toda mi familia, hermanos y hermanas, y él, mi imagen, sonrió diciéndome que todo estaba correcto, perfecto, en armonía, que no debería vivir preocupado por el devenir de las cosas, que muchas veces son buenas, otras malas, pero siempre vendrán nuevas cosas. Me alegré al escucharme y entender la vida de esa manera, y cuando abrí los ojos vi frente a mí al extraño señor de cabellos plateados sonriéndome de oreja a oreja... y no sé por qué, le sentí muy parecido a mi querida imagen interior...



San isidro, septiembre del 2005

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