Wednesday, October 05, 2005

Hablando de la muerte...

Siempre escuché a mi padre decir que no es bueno hablar de Dios, de política ni de uno mismo. Durante los años de mi vida no le hice caso, y aun hoy no le hago caso pues entiendo que nadie puede ver con mis ojos ni soñar con mis sueños... y aunque ahora tengo tanto que expresar, dudo que halla persona capaz de escucharme, leerme, pues cada uno tiene su propia vida que conocer y apreciar…

Esta noche escuché a un hombre decir que deseaba que su vida fuera una sorpresa, pues desde que supo que la muerte tocaba su existencia todo cambió de color y de calor... Es terrible el dolor y la muerte, me dijo. Cómo anhelo que la vida me sorprenda, que llegue a conocer el cielo, el paraíso mientras vivo... pero dentro de mí ahora brilla un sol gris, frío como las nubes de una tormenta, anunciando que la muerte viene por mí aunque no la quiera aún. Le temo, agregó.

Le dije que no es bueno temer al dolor y a la muerte, pues es algo irremediable, es mejor aceptarla, no esperarla pero tampoco ignorarla, es mejor vivir cada momento como si fuera el último... Es sano jugar esta vida como un niño pues así todo se vuelve más luminoso, mas lleno de calor, haciendo que las nubes que ocultan los rayos del sol se dispersen... Eso le dije sabiendo que yo tenía poco tiempo para vivir, tengo cáncer…

El me miró y me dijo que si yo pretendía ser un sabio. Temblé ante la fuerza de su voz y la firmeza de sus ojos, temblé pero no quise mirar el gris de su sol, no quise sentir que la muerte era mala, el infierno de la vida. No, no quise... Así que le dije que yo también temía a la muerte porque no la conozco, pero tampoco conozco bien a la vida, por ello anhelo volver a ser un niño para libar cada momento que me queda para disfrutarla, aunque jamás la entienda… sin temerla.

Nos miramos y callamos. Me extendió la mano derecha y yo le di la mía. Apenas tuve contacto con su palma sentí el frío de un sol gris y me encogí como esos niños abandonados por sus padres al borde de un río. Le solté la mano y luego de librarme de su cruda mirada se dio la vuelta, perdiéndose por el viejo edificio en que cada noche dormía. Yo me quedé parado en mitad de la vereda sin saber si ir a mi casa o quedarme paseando por la noche con mi soledad en los hombros sobre esta larga vereda llamado mundo...



San isidro, octubre del 2005

No comments: