Sunday, January 01, 2006

¡Desgracia!

Vinieron hacia mí una manada de personas de todas las edades, diciéndome: ¡Desgracia, desgracia, desgracia…! una y otra vez. Era extraño que vinieran hacia mí pues yo qué podría hacer por sus desgraciadas vidas... Aún así les pregunté qué es lo que les ocurría, y ellos voltearon sus fijas miradas en dirección opuesta en donde estaba yo, luego, apuntaron con sus brazos y manos, diciendo: ¡Desgracia!... Miré al lugar que estaban señalando y vi a un hombre tirado en mitad de la calle. Está muerto, pensé. Me abrí paso entre la muchedumbre y sentí el calor de sus cuerpos, sus intensas miradas y hasta uno que otro murmullo que brotaba de aquel amasijo de carnes. Y cuando estuve frente al cuerpo tirado me di cuenta que estaba manchado de sangre, como si fuera un globo rojo reventado... Volví la mirada hacia la muchedumbre y noté que todos retrocedieron como si al tocar al tipejo fuera a destapar una caja llena de seres terribles. Toqué al hombre, y de pronto este abrió los ojos de una manera terrible como si yo fuera un demonio. Asustado por esto, lo solté, y el tipo ante mi sorpresa se paró como si hubiera estado adormecido y empezó a retroceder... Se limpió sus desgajadas ropas y un brazo se le cayó del cuerpo, luego se le cayeron los ojos como si fueran dos canicas de vidrio, y de sus cuencos vacíos brotaron extraños gusanos de color amarillo. Sorprendentemente, el hombre cogió sus ojos con una de sus manos, los limpió con sus manchadas ropas de sangre y volvió a ponérselos en sus cuencos vacíos, luego, hizo lo mismo con su brazo, acomodándoselo como si fuera un muñeco desarmable. Me miró nuevamente a los ojos y noté que se alejaba con temor, diciendo: ¡Desgracia, desgracia, desgracia...! Lo vi marcharse hasta perderse en una de las esquinas de mi pueblo. Confundido por el suceso me volví hacia donde estaba la muchedumbre que me avisara de este incidente para que me explicaran este fenómeno, pero ya todos habían desparecido como si fueran de humo, o como si fueran fantasmas... Me sentí extraño, muy extraño, pensando en que quizás podría estar yo muerto, pero aún así, y sin pensar en nada mas, decidí irme a mi casa. Y cuando entré vi que todas las cosas de mi cuarto parecían estar observándome con frío pavor, como si vieran a un demonio, y les escuché murmurar: Desgracia, desgracia, desgracia,... Agotado de tanta chifladura fui hacia mi cama y me tiré a dormir para despertar de esta realidad llena de incoherencias, que parecía ser un sueño, pesadilla, o al revés...

San isidro, diciembre del 2005

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