Friday, September 07, 2007

Guardianes


Les miré a los ojos. Los dos no me dieron pelota, siguieron en lo suyo. Quería acercarme pero ambos siguieron su camino. El tipo siguió limpiando autos y el perro oliéndole los pies. De hambre seguramente. Me acerqué a unas personas que estaban por ese lugar ubicado en un garaje en medio del centro de Lima, y les pregunté por ambos personajes. Me dijeron que era el que cuidaba el garaje y el perro también. ¿Ambos hacen lo mismo? Sí, respondieron. De pronto sentí la mirada de alguien, era el perro que se me acercaba con el pico hacia arriba. Tiene hambre el perro, pensé. Iba a darle unas galletas que tenía en el auto, pero, bastó un silbido del viejo para que el perro desapareciera de mi vista. Iba a seguirle con la mirada pero, ¿para qué?, pensé. Subí al auto y lo encendí. Empecé a salir cuando el perro comenzó a ladrarme, tal como hace los guardianes dentro de un campo de concentración alemán... Aceleré cuando en la puerta estaba el viejo, parado en mitad de la salida del garaje. Le pedí permiso, pero este se me acercó, rodeándome, hasta ponerse a la altura de mi ventana. ¿Qué desea?, pregunté. No me ha pagado la lavada de su auto, respondió. ¿Pero... Quién le ha dicho que lo lave?, le increpé. Me miró a los ojos, luego sonrió y dijo: el perro... Miré al perro que no cesaba de ladrarme y supe que había sido él. Saqué unas monedas y le pagué al viejo, pero al perro le dije gracias, sólo al él...
Lima, Septiembre del 2007

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